La
ruleta rusa financiera
Por
Paul Krugman (*)
The
New York Times / La Nación, 16/09/08
Traducción de
Mirta Rosenberg
Nueva
York.- ¿Colapsará el sistema financiero en los próximos días?
No lo creo, pero no estoy seguro. Lehman Brothers, un
importante banco de inversiones, quebró ayer. Y nadie sabe
qué viene después.
Para
entender el problema, es necesario comprender que el viejo
mundo bancario, en el que instituciones albergadas en
grandes edificios de mármol aceptaban depósitos y
prestaban dinero a sus clientes de mucho tiempo, ha
desaparecido. Fue reemplazado por lo que se conoce como
"sistema bancario fantasma".
Los bancos
de depósito, es decir, la gente de los edificios de mármol,
desempeña ahora un papel menor en la tarea de canalizar los
fondos de los ahorristas a los prestatarios; casi todo el
negocio financiero se lleva a cabo por medio de complejos
acuerdos arreglados por instituciones "no
depositarias", instituciones como la difunta y
lamentada Bear Sterns. Y como Lehman.
Se suponía
que el nuevo sistema podía funcionar mejor, repartiendo y
reduciendo los riesgos. Pero tras el descalabro inmobiliario
y la resultante crisis hipotecaria, parece evidente que los
riesgos no se redujeron, sino que más bien se ocultaron:
demasiados inversores no tenían idea de hasta qué punto
estaban en peligro.
Y a medida
que todo esto empezó a conocerse, el sistema ha estado
experimentando corridas bancarias posmodernas. Estas
corridas no se parecen a la antigua versión: con pocas
excepciones, no estamos hablando de multitudes de
perturbados ahorristas que golpean las puertas cerradas de
los bancos.
Hablamos,
en cambio, de frenéticas llamadas telefónicas y clics del
mouse, que se producen mientras los agentes financieros
presionan las líneas de crédito y tratan de desenmarañar
y aliviar las consecuencias. Pero los efectos económicos
(el congelamiento del crédito, un derrumbe en los valores
de los activos) son los mismos que los de las grandes
corridas bancarias de la década de 1930.
Y éste es
el punto: las defensas articuladas para impedir la repetición
de esas corridas bancarias, principalmente las garantías de
depósitos y el acceso a líneas crediticias de la Reserva
Federal, sólo protegen a los tipos de los edificios de mármol,
que no están en el ojo del huracán de la crisis actual. Y
eso crea la posibilidad de que 2008 se convierta en una
nueva versión de 1931.
Ahora bien,
los responsables de elaborar las políticas están
conscientes de los riesgos: antes de que se le diera la
responsabilidad de salvar el mundo, Ben Bernanke era nuestro
mayor especialista en la economía de la Gran Depresión.
Por eso, durante el año pasado la Reserva Federal y el
Tesoro han orquestado una serie de planes de rescate ad hoc
. Se instrumentaron líneas de crédito con acrónimos
impronunciables para poner a disposición de las
instituciones no depositarias. La Reserva Federal y el
Tesoro elaboraron un acuerdo que protegía a las
contrapartes de Bear (los que estaban del otro lado de los
acuerdos) pero no a sus accionistas. Y hace apenas una
semana el Tesoro se hizo cargo de Fannie Mae y Freddie Mac,
los gigantescos prestamistas hipotecarios patrocinados por
el gobierno.
Pero las
consecuencias de estos rescates están poniendo muy
nerviosos a los funcionarios. Para empezar, están asumiendo
grandes riesgos con el dinero de los contribuyentes. Por
ejemplo, hoy gran parte de la cartera de acciones de la
Reserva Federal está comprometida en préstamos con dudoso
respaldo colateral.
Además, a
los funcionarios les preocupa la posibilidad de que sus
rescates alienten una conducta aún más riesgosa en el
futuro. Después de todo, ya parece que la regla es: si sale
cara, usted gana: si sale cruz, los contribuyentes pierden.
Lo que nos
lleva a Lehman, que sufrió grandes pérdidas relacionadas
con las hipotecas. Lehman contaba con un enorme balance
financiero: debía grandes sumas y a su vez le debían
enormes sumas. Los funcionarios del gobierno y los banqueros
privados se pasaron el fin de semana encerrados en la
Reserva Federal de Nueva York tratando de articular un
acuerdo destinado a salvar a Lehman.
Pero Henry
Paulson, el secretario del Tesoro, se negó con firmeza a
endulzar el acuerdo poniendo más fondos públicos en juego.
Mucha gente creyó que no hablaba en serio. Pero no hubo
rescate, y tampoco acuerdo. Paulson parece apostar a que el
sistema financiero (reforzado, hay que decirlo, por esas líneas
de crédito especiales) puede soportar el golpe de la caída
de Lehman. Pronto descubriremos si ha sido valiente o ha
sido necio.
La
verdadera respuesta al problema habría sido instrumentar
medidas preventivas antes de que llegáramos a este punto.
Incluso dejando de lado la necesidad de regular el sistema
bancario en la sombra (si las instituciones necesitan ser
rescatadas como si fueran bancos, deben estar reguladas como
los bancos) ¿por qué estábamos tan poco preparados para
este último golpe?
Cuando Bear
Sterns quebró, mucha gente dijo que era necesario un
mecanismo que lograra "la liquidación ordenada"
de los bancos de inversión en quiebra. Bien, eso fue hace
seis meses. ¿Dónde está ese mecanismo?
Por lo
tanto aquí estamos, con Paulson, que aparentemente siente
que jugar a la ruleta rusa con el sistema financiero
estadounidense era su mejor opción.
(*)
Economista norteamericano,
cercano a los planteamientos neokeynesianos. Actualmente es
profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la
Universidad de Princeton.
|