La
crisis financiera yanqui y el posible vuelco en la situación
política internacional
El
cuestionamiento más serio al
capitalismo neoliberal
Editorial
de Socialismo o Barbarie, periódico, 25/09/08
“La
base del estilo de capitalismo estadounidense está por
colapsar”. (diario Mainichi Shimbum, Japón, columna del
21 de septiembre, tomado de La Nación).
Hace
más de treinta años el capitalismo mundial cambiaba su
forma de organización. A lo largo de toda la segunda
posguerra (desde el año ‘45) y hasta comienzos de los años
’70, había funcionado de una manera que significaba –en
última instancia– un “tributo” a la revolución
socialista en Rusia en 1917. Es que esta revolución, de
profundo impacto mundial y que había expropiado a los
capitalistas en el enorme país euroasiático, sumada a la
crisis económica de los años ’30, significó el cuestionamiento
más profundo sufrido por el sistema capitalista
internacional en toda su historia.
Del
Estado “benefactor” al neoliberalismo
Superar
ese cuestionamiento no sólo implicó determinados ataques y
derrotas a luchas de los trabajadores en todo el mundo: la
burocratización de la ex URSS, la Alemania de Hitler, la
derrota de la clase obrera en la guerra civil española,
etc. Simultáneamente, luego de la carnicería mundial
’39-’45, comprendió darles una serie de profundas
concesiones a los trabajadores y sectores populares a
todo lo largo y ancho del globo terráqueo. La reducción de
la jornada laboral; el reconocimiento de domingos y
feriados; el pleno empleo; el sistema estatal de
jubilaciones, pensiones y educación pública; vacaciones
pagas, etc. Toda una forma de organización de la economía
capitalista tuvo que ser puesta en pie, forma de organización
que se dio en llamar “Estado
benefactor”.
Sin
embargo, promediando la década del ’70, ocurrieron dos
fenómenos simultáneos: por un lado, este sistema de
“protecciones” a las masas trabajadoras había devenido
demasiado costoso para los capitalistas. Al mismo tiempo,
tanto en la ex URSS como en China (donde también fueron
expropiados los capitalistas en 1949) y demás estados mal
llamados “socialistas”, había comenzando un profundo
proceso de deterioro que los llevaría de vuelta al
capitalismo (salvo en Cuba, hasta ahora...) para
comienzos de la década del ’90.
Margeret
Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos
encarnaron este “toque de rebato” de los capitalistas a
escala mundial: llegaba la hora del capitalismo
neoliberal. Capitalismo neoliberal que significaba el más
sistemático ataque a las conquistas de los trabajadores.
El
retorno a condiciones laborales del siglo XIX fue un
poco la forma de graficar lo que estaba ocurriendo: la pérdida
de la estabilidad laboral, la flexibilización de los
contratos, el aumento dramático de los índices de
desempleo, la privatización de empresas públicas,
jubilaciones y parte del sistema educativo, etc.
Estas
fueron sólo una parte de las medidas que se llevaron
adelante para quitarle una tajada creciente de su trabajo
a la clase obrera mundial: la parte de su trabajo no
pagado que había debido serle “devuelta” como tributo a
la Revolución Rusa de décadas atrás. Esto en la lógica
del sistema “dar
algo para no perderlo todo”.
Como
decíamos, a comienzos de los años ’80, Margaret Thatcher
presentó estas medidas como una especie de (inexorables) “leyes
de la naturaleza” del sistema con su famosa frase
“no hay alternativa”; frase que dio lugar a su famoso
apodo: T.I.N.A (“There is no alternative”, por
las iniciales en inglés).
Supuestamente,
no habría alternativa al capitalismo ahora en su fase
neoliberal. Por todo el globo se expandieron este tipo
de medidas, como también observamos en nuestro país y
Latinoamérica toda. Medidas inicialmente impuestas –en
nuestra región– mediante la sangre y el fuego de
terribles dictaduras.
En
este marco, los Estados Unidos fue el país que más
agudamente encarnó –mundialmente– esta ofensiva y
“modelo”. La caída del “comunismo” a comienzos
de los ’90, venía como a ser la confirmación de que
“la historia había llegado a su fin”: la libertad de
mercado y la democracia de los ricos eran la máxima forma
de organización social a la que podía aspirar la
humanidad...
Y
en el centro de todo esto aparecía Estados Unidos como potencia
imperialista hegemónica. Sólo se podía hablar de
historia para atrás: hacia delante, ya no habría
“novedades”: la
historia (y con ella la clase obrera y la mismísima lucha
de clases) había terminado...
Con
el comienzo del siglo XXI esto comenzó a ser cuestionado:
con la movilización “globalifóbica” en la ciudad
yanqui de Seattle, la expansión del movimiento antiguerra
en el norte del mundo y el ciclo de las rebeliones populares
latinoamericanas. Pero hacia finales de esta década esto
parecía tender a “apagarse”...
Y
sin embargo, la creciente crisis financiera y economía
internacional, que venía desarrollándose de manera más o
menos “lenta” y mediatizada desde hace dos años, parece
amenazar con producir ahora un
vuelco dramático en la situación internacional.
Porque,
característicamente, en el país centro mismo del
capitalismo imperialista ¡ha terminado estallando la
crisis financiera y económica más dramática desde los años
’30 del siglo pasado! No todos los días ocurre algo
así.
El
retroceso hegemónico de los Estados Unidos
Esta
crisis creciente del lugar hegemónico económico y político
de Estados Unidos encontró ayer, en el discurso del mismísimo
George Bush, un dramático reconocimiento: “El
mercado no está funcionando adecuadamente.
Hay una pérdida de confianza generalizada. Estados Unidos
puede caer en un pánico financiero generalizado”
(G.W.Bush, La Nación, 25-09).
Con
el abierto reconocimiento del posible quebranto de la
economía yanqui (si es que no se aplica un masivo paquete
de fondos desde el Estado), lo que quedó en cuestión es
toda la configuración de la economía mundial en los últimos
30 años. Configuración cuya ideología rezaba que “la
mano invisible del mercado” era la que “regulaba” y
ponía en su “justo” lugar cada “componente” que
hace al funcionamiento de la economía...
Como
un “mentis” a todo esto, el presidente yanqui que más
fracasos ha acumulado desde Nixon (perdió la guerra de
Vietnam y renunció anticipadamente por un escándalo a
comienzos de los ‘70), tuvo que reconocer que la economía
yanqui “peligraba” y que el multimillonario rescate económico
(700.000 millones de dólares) debía ser de inmediato
aprobado so pena del colapso
de todo el sistema financiero norteamericano (y mundial).
A
estas alturas, lo que Bush vino a confirmar, es que se están
verificando las peores
previsiones alrededor de la crisis financiera y económica
mundial. Dinámica que
ha sido hacia una creciente profundización de la
crisis financiera y económica internacional, con todos los
analistas caracterizándola a estas alturas como la
más grave desde la famosa crisis del ’29!
Porque
a una crisis financiera que no deja de cobrarse víctimas de
enorme importancia (habiéndose literalmente tragado ya
a todos los llamados “bancos de inversión” yanquis), se
le vienen a sumar los efectos
combinados de una tendencia creciente en la inflación
mundial y
presiones hacia una recesión económica internacional que
parece cada vez más
inevitable. Repetimos:
Estados Unidos vive la crisis financiera más grave
desde el ’29, crisis financiera que por ser de este país,
evidentemente, no
podría dejar de ser internacional.
Pero
a la restricción crediticia se le suma la del deterioro
en la economía real: es sólo por una razón estadística
que no se esté reconociendo que este país ya está en una profunda
recesión. Además, en el mismo sentido se encaminan los
principales países de la Europa imperialista y Japón. Y si
en la tríada hay esta situación, no
hay China ni India que pueda ayudar a escapar al resto del
mundo de la misma.
Al
quebranto económico hay que sumarle otro elemento de enorme
importancia: porque en el fondo, en el centro de la crisis,
lo que está en cuestión, es el
lugar económico y político de los Estados Unidos como
centro hegemónico del capitalismo imperialista mundial.
Es
esto lo que se está expresando alrededor de una
serie de elementos de crisis creciente en el sistema de
Estados en el ámbito mundial.
Esto
sin que, claro está, se pueda observar solución a la vista
del problema. “Soluciones” que nunca han sido evolutivas
ni pacíficas: siempre han derivado en enfrentamientos,
guerras y asimismo revoluciones de enorme magnitud.
Al
capitalismo hay que derribarlo
Toda
la configuración actual del sistema capitalista podría
haber quedado puesta en cuestión: “En país tras
país, la reacción a los colapsos financieros y los
rescates del gobierno norteamericano en las últimas
semanas, es cuestionar el liderazgo económico de Estados
Unidos y revisar políticas que se apegan al modelo
estadounidense” (The Wall Street Journal, tomado de La
Nación, 25-09-08).
En
términos socialistas revolucionarios, es el mismísimo
sistema (y no simplemente un “modelo” como dicen los
centroizquierdistas) el que ha quedado cuestionado.
Porque es el propio sistema capitalista el que en todas sus
“formas” está determinado por una ley que lo lleva a
crisis periódicas: ¡el hambre insaciable de ganancias
crecientes! Ganancia creciente que a cada paso tiende a
ser socavada. Sea por la lucha de los trabajadores,
sea por demasiados gastos en inversión, sea por una
producción que no encuentra mercado, sea por una crisis
financiera generalizada o más bien por una combinación
de todos los elementos mencionados.
Pero
sin embargo, para terminar con el capitalismo, nunca
ha alcanzado con sus crisis periódicas. Por más profundas
que éstas sean, nunca se “derrumbará” por sí solo.
Por el contrario, es absolutamente imprescindible la acción
revolucionaria de las masas obreras y populares. Si esto
no ocurre, no hay crisis “definitiva” sin salida del
sistema, que valga. Porque el capitalismo mundial, como
sabiamente decía el viejo Lenin, de una u otra forma,
siempre se
termina recuperando.
Pero
esto no hace menos dramático el vuelco que parece
estar viviéndose en estos días: una crisis en la
configuración de la economía mundial de los últimos 30 años;
crisis que es trasmitida a todo el mundo ni más ni menos
que desde el centro mismo de la economía mundial.
Una crisis que de seguir profundizándose, va a terminar tiñendo
decisivamente toda la situación económica y política
mundial (y por lo tanto, también regional)
de una manera todavía difícil de precisar.
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