Economía mundial

Armagedón desciende sobre el “libre mercado”

Por Fernando A. Torres
Desde EEUU para Socialismo o Barbarie, 22/09/08

Creando un singular sistema socialista, el capitalismo estadounidense nacionalizó casi todo su sistema financiero en menos de una semana. El legado republicano del libertinaje mercantil maduró al máximo, propinando un cruel golpe al sueño americano – tan severo – que amenaza con el mismo fin del imperio. Después de 78 años… ¡que manera de hacer su aparición pública esta recesión económica!

California.– Freddie Mac y Fannie Mae no son personajes de Disneylandia. De hecho no tienen nada de cómico, por el contrario, son las cabezas más visibles del aterrador colapso de la industria de préstamos que el gobierno, con billones de dólares de los contribuyentes, nacionalizó a comienzo de septiembre.

A un costo de más de 500 billones, esta nacionalización es concebida por algunos como unos de los rescates financieros más grandes en la historia del capitalismo y por otros, como una de los ejemplos más escandalosos del auxilio estatal –con dineros públicos– a las grandes corporaciones privadas. En inglés se conoce como corporate welfare state.

Son demasiados grandes para que colapsen, dijo el gobierno. La historia es simple. Prestamistas y especuladores hipotecarios vendieron millones de préstamos utilizando todo tipo de trucos para calificar a cualquier interesado en comprar una casa, extendiendo en el tiempo el pago de intereses y el pago de la deuda misma, el principal.

Tasaciones inmobiliarias fraudulentas, engaños sobre el valor futuro de las propiedades y evaluaciones falsas sobre los ingresos de los prestamistas fueron los trucos favoritos del sector. Los brokers, aquellos que buscan los préstamos, crearon todo tipo de posibilidades para que cualquiera pudiera conseguir un préstamo hipotecario.

Durante esta “burbuja hipotecaria” usted podía comprar una casa con un interés variable a veces mínimo, por meses o años, en muchos casos sin un pie o pago inicial. Los costos iniciales de la compra se dividían por el tiempo en que el interés duraba. Como “supuestamente” el valor de las casas siempre sube, después de uno o dos años usted podía refinanciar la casa y obtener un capital extra, pagar las deudas iniciales, pagar el interés ahora más alto y hasta conseguir uno mas bajo.

Con la llamada amortización negativa, por un periodo de dos o tres años, el dueño de casa solo paga parte del interés. La otra parte del interés se va acumulando. Un riesgo extremo que le permite al dueño de casa primero, conseguir el crédito hipotecario y segundo le da el tiempo para juntar capital (porque el precio de las casas siempre sube, decían) y refinanciar o hasta revender la propiedad.

Pero los precios de las casa dejaron de subir, los bancos dejaron de refinanciarlas, los intereses subieron, y los costos iniciales de la compra continuaron acumulándose. Los dueños de casas vieron duplicadas sus deudas. En la selva del sistema financiero estos se conocen como “prestamos depredadores”.

Estos préstamos fueron a su vez comprados por instituciones como Freddie y Fannie quienes trataron de deshacerse de estos fétidos préstamos traspasándolos a terceras entidades nacionales e internacionales.

Juntas, ambas gigantes respaldan o son dueñas de alrededor de $5.3 trillones de dólares en créditos hipotecarios. Se suma a esta intervención estatal el banco de inversiones Bear Sterns que para salvarlo de la quiebra fue vendido a JPMorgan Chase con el respaldo de dineros fiscales.

Los portafolios de Freddie Mac y Fannie Mae contienen casi el 70% de todos los nuevos préstamos hipotecarios del país. Estas compañías les compran los préstamos hipotecarios a miles de prestamistas incluidos numerosos bancos y los revenden en el mercado internacional.

Un duro golpe al corazón del “sueño americano”

La avidez del mercado asestó un duro golpe al centro del corazón del “sueño americano”. La inversión más importante de la clase media, la casa propia, es el dinero en el banco y la reserva estratégica para los planes futuros. Los dueños de casa refinancian su inversión constantemente. Las reparaciones y agregados, los cambios de techo y pintura mueven a la industria de la construcción.

Los dueños de casas mueven el mercado, buscan mejores intereses, mueven sus deudas a instituciones que ofrecen mejores condiciones. Con el dinero fresco, la plusvalía, se compran autos, envían a sus hijos a la universidad, aumentan el poder crediticio, se van de viaje, les pagan el matrimonio a sus hijos y muchos reinvierten en sus jubilaciones. En muchos aspectos, la casa propia es el sustento de la economía estadounidense.

Las suculentas comisiones por préstamos vendidos a los especuladores y prestamistas, transformaron a la industria hipotecaria en una carrera frenética por vender más y más préstamos. Conseguir un préstamo fue sospechosamente fácil.

El aflojo de las regulaciones del mercado permitió estafas y engaños sobre todo a personas de escasos recursos que no hablan bien el inglés y que no entendieron las mínimas condiciones del préstamo. Se falsificaron antecedente de los prestamistas. Se contaban incluso los ingresos de personas aledañas al prestamista. Hubo hasta personas desempleadas que consiguieron los créditos.

Las consecuencias del descalabro habitacional continúan sintiéndose por todo el país. Dos millones de desalojos. Familias que no han pagado sus hipotecas por meses. Suicidios y casas destruidas o incendiadas por sus propios frustrados habitantes. En las piscinas abandonadas se abarrotan los mosquitos poniendo en peligro la salud pública. Por cada casa reposesionada por el banco otras siete pierden valor. Se estima que el deterioro de barrios suburbanos golpeados por los desalojos continuará por años.

Una vez emanada la orden de desalojo el deudor no puede llevar su caso a juicio ni siquiera en casos en donde el prestamista se equivocó en la cantidad de la deuda o violó la ley. El deudor, víctima del depredador sistema de préstamos, no tiene derechos legales para pelear un desalojo en la corte. También se supo que en algunos Estados como Texas, se estaría maquinando un plan para quitarles el derecho al voto a los deudores morosos que están en las listas de los desalojos.

Además muchos deudores consiguieron sus préstamos a través de prestamistas o compañías que hoy no existen, por lo tanto están incapacitados de encontrar a alguien con autoridad en el sistema para renegociar la deuda o llegar a algún tipo de acuerdo.

Así como los dueños de casa se endeudaron pensando que su inversión más importante, la casa, solo puede subir, las compañías de Wall Street tomaron casi el mismo riesgo, endeudándose con millones para financiar estos créditos hipotecarios que pensaron era una inversión segura.

Pero el que esta pagando las consecuencias es el desprotegido ciudadano. Así es. La teoría del actual mercado es darwiniana. El grande se come al chico. La gente pequeña que toma riesgos grandes se merece las consecuencias. Las gigantes corporaciones que también toman riegos grandes se merecen la ayuda federal. O si prefiere, la ley de la selva en donde se deja que el mas pequeño y debilitado se muera para que el sobreviviente se fortalezca.

El lunes rojo

El día lunes 15 de septiembre fue rojo en Wall Street, el color de la línea que llego al fondo de los gráficos estadísticos. Las acciones se precipitaron a más de 500 puntos, casi un 5% de todas las transacciones en el mercado bursátil o de valores.

Lehman Brothers, imponente símbolo del mercado de valores estadounidense, sucumbió al peso de sus propios errores. La histórica firma que desde 1850 capeó la Guerra Civil y la Gran Depresión no resistió la crisis y se declaró en bancarrota. Ese mismo día el Banco de América compró a precio del “mercado de las pulgas” Merrill Lynch, otra gigante en la compra y venta de seguridades como bonos, acciones, títulos, obligaciones, y otros papeles legales que avalan o garantizan transacciones económicas.

Se espera que otras instituciones financieras, como Washington Mutual, pronto caerán en este efecto dominó. Después de contar con cinco poderosas instituciones financieras, el país más poderoso de la tierra ahora se está quedando solo con dos bancos de inversiones independientes: Goldman Sachs y Morgan Stanley.

Y la tendencia continuó de Washington a Nueva York y vise versa: los contribuyentes continuarán pagando los platos rotos y las malas inversiones de estas compañías. El remezón fue tan grande que al finalizar el martes 16, el gobierno decidió poner 85 billones para evitar la caída de American International Group, AIG, una de las compañías aseguradoras más grande del planeta. Con esta ayuda los federales son ahora dueños de casi el 80% de esta aseguradora.

El jueves 18 el gobierno inyecto otros 105 billones al sistema bancario comprándoles valores, acciones y bonos del gobierno y expandió acuerdos y respaldos financieros internacionales por más de 180 billones.

Para socorrer al sistema financiero, el gobierno esta nacionalizando a casi todo el Wall Street. En menos de una semana el país se volvió socialista.

“Una vez mas, esta es otra afirmación  que la falta de regulación ha causado serios problemas. El mismo mercado privado se metió en el hoyo de su tumba y ahora necesitan la ayuda del gobierno para que los ayude a salir de la fosa,”  dijo el parlamentario Barney Franks. (NYT, 17/09/08)

La bancarrota de AIG hubiese sido global y mortal. Sin poder tomar nuevos seguros y sin poder atender y/o pagar viejas y nuevas demandas, inversionistas alrededor del mundo se hubiesen visto obligados a reevaluar billones de dólares en todo tipo de inversiones, acciones, bonos, títulos, obligaciones, etc. lo que podría haber significado una baja general en los capitales especulativos que deambulan por el planeta y en el costo de sus paquetes de deudas. O sea armagedon descendería implacable sobre el “libre mercado” del cual el capitalismo se sentía tan orgulloso.

Nacionalización capitalista: el arte de una oligarquía democrática postmoderna

El Congreso le dio la autoridad al Departamento del Tesoro para entregarle cantidades ilimitadas de dineros a Freddie y Fannie. Otros 200 billones para que aumenten sus portafolios y paquetes de deudas hipotecarias comprando pestilentes certificados de deudas que los bancos se quieren deshacer. Como dijo el escritor Sean Olender, seis meses antes que se declaren en bancarrota, les dan una tarjeta de crédito en blanco para que hagan, compren y gasten a su antojo.

El acta para la nacionalización de estas compañías carece de especificidad, los parlamentarios no votaron por condiciones específicas. Según Olender, los parlamentarios le pagaron literalmente un tributo “a sus jefes, los bancos.” Además para los políticos no es conveniente ser muy “específicos” porque son esos “detalles” los que los hacen perder las elecciones.

Aunque parezca paradójico, esta “nacionalización capitalista” está basada en una razón, un mantra que republicanos y demócratas repiten al unísono: Si no les damos a estos bancos su dinero de los impuestos, ellos no podrán prestárselo a usted. Y sin crédito están todos ustedes jodidos.

Es “un robo del dinero de los contribuyentes.” El congreso le concedió poder al Departamento del Tesoro para gastar dineros fiscales inconstitucionalmente – se puede argumentar – para comprar certificados hipotecarios que no valen nada. Así se le entregan 500 billones a los bancos sin dejar huellas digitales. Es el arte de una oligarquía democrática postmoderna,” dijo Olender. San Francisco Chronicle. 14/09/08)

Henry Paulson tuvo que comerse sus propias palabras. Con la miopía característica de los funcionarios del Régimen, hasta hace muy poco el Secretario del Tesoro o Ministro de Economía, dijo que no usaría los dineros públicos para socorrer al mundo corporativo.

El camarada Paulson estuvo presionado no solo internamente para acelerar el proceso de nacionalización.  Se supo que habría recibido llamadas telefónicas de ministros de economía de variados países exigiéndole acción inmediata o de lo contrario los capitales del mundo lo abandonarían.

La desregulación o liberación del mercado, para darle paso a la competencia y la estabilización de precios, es uno de los principales estamentos del capitalismo moderno. La liberación de los mercados, que tuvo su apogeo en los ochentas,  barrió con las regulaciones federales que controlaban y aseguraban probidad en el mercado.

Bajo el Régimen Bush este libertinaje alcanzó su máxima expresión. Desde comienzo de esta década, Freddie Mac y Fannie Mae demostraron irregularidades y manipulaciones ilegales de sus libros de contabilidad. En Freddie Mac se manipularon a destajo mas de 5 billones de dólares en ganancias mientras que los “errores” en la contabilidad de los libros de Fannie Mae alcanzaron a más de 6.3 billones de dólares.

“Desde el 2003 cuando se comenzó a cuestionar las prácticas en la contabilidad de estas compañías, los funcionarios del gobierno no hicieron nada,” le dijo al periódico New York Times el analista financiero Josh Rosner. “A pesar de que tuvieron todas la razones para darse cuenta que el problema con el mercado hipotecario no sería contenido… y que derrumbaría hasta las mismas casas de Freddie y Fannie,” dijo Rosner.

Lánguido es el futuro para miles de accionistas porque esta nacionalización solo favorece a los grandes. Quedarán en la calle. Solo los gigantes tendrán asegurados sus dineros. Este socialismo para los más ricos es parte de los esfuerzos desesperados por detener la profunda crisis de vivienda y créditos

La peculiar nacionalización implica que las acciones – que han bajado a mas de un 80%, serán reducidas a su mínimo y que las pérdidas de estas dos compañías serán solventadas por todos los ciudadanos que pagan impuestos. Además se estima que el déficit fiscal se duplicará.

Pero ahora dejó de ser negocio redondo la compra de deudas. La inseguridad de poseer los títulos expedidos por estas compañías – papeles ahora sin respaldo – y la imposibilidad de estas gigantes de lograr nuevas ganancias fue la razón de los coletazos que se están sintiendo alrededor del mundo.

Esperanzado, el gobierno estima que esta nacionalización podría hacer recuperar el aliento a miles de poseedores de estos paquetes de deudas y recobrar la confianza puesta en el mercado estadounidense por variados países y compañías trasnacionales.

Los multimillonarios ejecutivos jefes de estas compañías Daniel Mudd de Fannie Mae y Richard Syron de Freddie Mac fueron despedidos. Pero no quedarán en la calle. Desde que comenzó a trabajar en Freddie, Syron se echó al bolsillo alrededor de 38 millones de dólares. En el 2007 las compensaciones recibidas por Mudd alcanzaron los 12.2 millones incluidos una bonificación especial de 2.2 millones. Presionado por la opinión pública, el gobierno anunció que no pagará los 24 millones extras que ambos jefes recibirían por sus despidos.

“Complicado” no es una palabra para periodistas

Recién se comienza a revelar los detalles de la crisis. El mercado de capitales, su lógica y regulación es intocable como una vaca sagrada. Para los economistas y analistas resulta difícil criticar a Wall Street por temor al pánico, a hacer bajar los precios de las acciones. Para los medios es más fácil pronosticar un desastre ecológico que un desastre financiero.

Tuvo que derrumbarse Wall Street para que los medios se dieran cuenta de que  el desempleo, la inflación y el déficit aumentan. De que el país ha caído en una profunda recesión económica.

Cada vez que hay una baja contundente en Wall Street, sus voceros se apuran en catalogarla de pasajera, en hacer recobrar la confianza. Como fue el caso de Lehman Brothers que hasta hace poco decían que la crisis duraría muy poco tiempo y que las compañías que toman los riesgos más grandes serían las más favorecidas. Los medios repitieron ese optimismo al pie de la letra. Hoy Lehman Brothers también se fue al hoyo.

Pocos días antes de la hecatombe en Wall Street, McCain – que parece que vive en otro país – aseguraba que la “economía continua robusta.”  El mismo día del lunes rojo, Bush no se quedaba atrás reafirmando que la economía se encontraba sólida.

Así el monstruo de la crisis pasó caminando bajo la narices de todos y fue ignorada por los grandes medios de comunicación. “Complicado” y “difícil de explicar” son algunas de las palabras que las escuelas de periodismo deberían prohibir a sus estudiantes usar.

Los medios se limitan a informar sobre las consecuencias pero muy rara vez hacen reportajes contundentes sobre las causas. Solo los periódicos impresos han comenzado –a partir del espectacular efecto dominó– a informar y analizar.

La crisis ya está catalogada como una de las mayores catástrofes económicas de los Estados Unidos, sin embargo la ignorancia continúa siendo la sostenedora del status quo. Así se justifica la casi total indiferencia y descuido de los medios en informar a cabalidad sobre lo que esta pasando en el debacle económico.

Incluso los candidatos presidenciales, Obama y McCain, han dicho públicamente que el problema es muy “complicado.” McCain – que frente a la pregunta de un reportero confesó no recordar cuantas casas posee, reconoció públicamente no “entender” mucho de economía ni menos entender esta crisis.

McCain pidió públicamente la cabeza de su correligionario Christopher Cox, Presidente de la Comisión de Seguridades e Intercambios, la agencia “reguladora” de Wall Street del Régimen Bush. “Ha traicionado la confianza del público... Si yo fuera Presidente lo hubiese despedido” dijo resuelto el candidato quien ignoraba que ese cargo no depende del Presidente. Semanas antes, McCain había dicho que, cuando Presidente, mantendría a Cox en su puesto.

A McCain se le ocurrió la “original” idea de crear otra comisión tipo “septiembre once” para averiguar que pasó y proponer soluciones. Mientras Obama dijo que una comisión investigadora no era necesaria por que todo el mundo entiende las causas del problema.

La liberización del mercado, un legado republicano

“El gobierno no es la solución a nuestros problemas, el gobierno es él problema.” Si la economía “deja de moverse hay que subsidiarla.” (Ronald Reagan. Actor y Presidente.1981 y 1989)

Pero Freddie Mac y Fannie Mae no son todos los culpables. Ellos compraron las deudas hipotecarias a los bancos, a los especuladores y corredores de acciones, quienes bajo un gobierno republicano tuvieron luz verde para ofrecer engañosos préstamos hipotecarios, apostando en la quimera primicia de que los precios de las casas siempre suben, nunca bajan.

Los grandes ejecutivos reciben lo que aquí se conoce como incentivos perversos: Si hacen un buen trabajo recibirán buenos dineros compensatorios pero si hacen un mal trabajo, se pueden ir a cenar con su familia, que mañana será otro día.

La desbocada reventa de estos préstamos separó a los que tenían que cobrar las deudas de los que vendieron estas deudas. Si la deuda está asegurada y si se puede vender, a nadie le importa si los deudores están calificados o si la tasación del inmobiliario es real.

Según el columnista Robert Scheer, los parlamentarios republicanos y los banqueros explotaron al máximo las rendijas dejadas por una legislación basada en la liberización del mercado y que separaron al que dio el préstamo original del cobrador. Esto fue el resultado de la ley de Modernización de las Mercancía de Consumo patrocinada por el republicano Phil Gramm en el 2000.

Gramm, que fue hasta hace poco parte del equipo de campaña de McCain, también fue co–autor de la ley Gramm–Leach–Billey (1999) que levantó las barreras para la consolidación de bancos, aseguradoras y corredores de acciones.

Según Scheer estas dos leyes terminaron con las regulaciones federales más importantes del sistema financiero y son las causas de la depreciación inmobiliaria y de la crisis actual solo vista durante la denominada Gran Depresión, 1929 – 30.

No es casualidad de que cuando Gramm se jubiló del Comité Bancario del Senado consiguió una importante posición en el banco suizo UBS y su esposa  Wendy fue directora de la infame compañía Enron.

Gramm tuvo que abandonar su puesto como alto consejero económico en la campaña presidencial de McCain después de tildar de “lamenteros” a las personas que sufren la situación económica, es decir las víctimas de su propia legislación, dijo Scheer. (San Francisco Chronicle. 10/09/08)

El comienzo del fin del imperio

Por sus atrevidas predicciones a comienzos de siglo, el economista de padres iraníes, Nouriel Roubini, era un paria dentro del mundo académico de la economía. Hoy Roubini es un gúru de la economía global.

Roubini presagió que la crisis hipotecaria, la crisis petrolera y energética, y la crisis de ahorros y préstamos produciría un gran deterioro en la confianza del consumidor y arrastraría al país a una de las más grandes recesiones económicas solo vistas en los años treintas.

Roubini – no confundir con el mago Houdini – dijo que la burbuja hipotecaria seria insostenibles para los deudores, que esos trillones de dólares en deudas repartidas por el mundo arrastrarían al sistema financiero a un desastre nunca antes visto. La crisis, dijo el profesor de economía de la Universidad de Nueva York, puede destruir los fondos del mercado especulativo, los bancos de inversiones y otras grandes instituciones financieras.

Roubini y sus análisis son ahora referencias esenciales en las discusiones sobre la economía global. Según una entrevista en el New York Times, Roubini comenzó estudiando las crisis económicas de los noventas: México 1994, Corea, Indonesia, Tailandia 1997, Rusia y Brasil, 1998 y Argentina en el 2000.

El común denominador de estas crisis fue el déficit. Estos países gastaron más de lo que ganaron y refinanciaron sus deudas con más deudas, con préstamos del extranjero.

Después de analizar estas colapsadas economía Roubini concluyó que el próximo en sucumbir a estas presiones serían los Estados Unidos. Con una gigantesca deuda fiscal, con el déficit en el intercambio comercial, los efectos de la explosión crediticia y el endeudamiento interno, Roubini, predijo que los inversionistas extranjeros dejarían de financiar estos déficit y abandonarían el dólar asestando un severo golpe a la economía del país.

Contradiciendo al gobierno, Roubini dijo que el país se encuentra en una recesión tan o mas severa que la Gran Depresión de los treinta, y que aún no  toca fondo. El desempleo, la bancarrota corporativa continuaran sintiéndose por lo menos un año más.

La ayuda federal, advirtió Roubini tiene que enfocarse no en los inversionistas sino en los que tienen y sufren las deudas. El problema no solo está en la industria hipotecaria sino que afecta a las deudas de las tarjetas de crédito, de los préstamos estudiantiles, inmobiliarias comerciales, deudas corporativas, es decir en casi todos los sectores que mueven la economía a través de préstamos y créditos.

¿Pero alguien va a tener que pagar estas deudas? Roubini dijo que los principales países que financian la economía de los Estados Unidos, como China, Rusia y los países que exportan petróleo “no son nuestros aliados, son nuestros rivales.”

De esta crisis emergerá un país distinto ocupando una posición diferente en el mundo. “Cuando acarreas un déficit en tus cuentas vigentes, comienzas a depender de la benevolencia de extranjeros… Este puede que sea el comienzo del fin del imperio estadounidense”, dijo Roubini. (NYT. 07/09/08).


(*) Fernando A. Torres es periodista independiente radicado en California. Gracias especiales a Pamela Darington, Ernesto Carmona y Carlos Herrera. Comentarios pueden ser dirigidos al autor.