Demasiado
tarde para dar marcha atrás en la crisis: “Nadie sabe qué
hacer”
Stiglitz:
“Crisis de Wall Street es el muro de Berlín
del fundamentalismo de mercado”
Entrevista
de Nathan Gardels
Visiones Alternativas, 25/09/08
Joseph
Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, sostiene que la
crisis de Wall Street pone de manifiesto que el modelo de
fundamentalismo de mercado no funciona. En su opinión, la
crisis que ha sacudido Wall Street la última semana es para
ese modelo el equivalente a lo que fue la caída del muro de
Berlín para el comunismo.
Pregunta:
Barack Obama afirma que el hundimiento de Wall Street es la
mayor crisis financiera desde la gran depresión. John
McCain dice que la economía está amenazada, pero es básicamente
fuerte. ¿Cuál de ellos tiene razón?
Respuesta:
Obama se acerca mucho más a la verdad. Sí, Estados Unidos
tiene talentos, grandes universidades y un buen sector de
alta tecnología. Pero los mercados financieros desempeñan
un papel muy importante; supusieron en los últimos años el
30% de los beneficios empresariales. Los directivos de los
mercados financieros han cosechado esos beneficios con el
argumento de que ayudaban a gestionar el riesgo y a asignar
el capital con eficacia, y afirmaban que por eso “merecían”
unos rendimientos tan altos. Se ha demostrado que no es
cierto. Lo han gestionado todo mal. Ahora el tiro les ha
salido por la culata, y el resto de la economía pagará
porque las ruedas del comercio se ralentizan debido a la
quiebra del crédito. Ninguna economía moderna puede
funcionar bien sin un sector financiero vibrante.
De modo que
el diagnóstico de Obama, cuando dice que nuestro sector
financiero está en un estado deplorable, es correcto. Y si
está en un estado deplorable, significa que nuestra economía
está en un estado deplorable. Aunque no observásemos la
conmoción financiera, sino la deuda doméstica, nacional y
federal, el problema es serio. Nos estamos ahogando. Si
observamos la desigualdad, que es la mayor desde la gran
depresión, el problema es serio. Si observamos el
estancamiento de los salarios, el problema es serio. La
mayor parte del crecimiento económico de los últimos cinco
años se basaba en la burbuja de la vivienda, que ahora ha
estallado. Y los frutos de ese crecimiento no se repartieron
ampliamente. En resumen, los cimientos no son buenos.
P.
¿Cuál debería ser la respuesta política al hundimiento
de Wall Street?
R.
Está claro que no sólo necesitamos volver a regular, sino
también rediseñar el sistema regulador. Durante su reinado
como jefe de la Reserva Federal en la que surgió esta
burbuja hipotecaria y financiera, Alan Greenspan tenía
muchos instrumentos a su alcance para frenarla, pero no lo
consiguió. Después de todo, Ronald Reagan le escogió por
su actitud contraria a la regulación.
A Paul
Volcker, el anterior presidente de la Reserva Federal,
conocido por mantener la inflación bajo control, le cesaron
porque el Gobierno de Reagan no creía que fuera un
liberalizador adecuado.
Por
consiguiente, nuestro país ha sufrido las consecuencias de
escoger como regulador supremo de la economía a alguien que
no creía en la regulación. De modo que para corregir el
problema, lo primero que necesitamos son líderes políticos
y responsables que crean en la regulación. Además,
necesitamos establecer un sistema nuevo, capaz de soportar
la expansión de las finanzas y los instrumentos financieros
mejor que los bancos tradicionales.
Por
ejemplo, necesitamos reglamentar los incentivos. Las primas
tienen que pagarse basándose en los resultados de varios años,
y no de un solo año, porque esto último fomenta las
apuestas. Las opciones de compra de acciones fomentan la
adulteración de la contabilidad y hay que frenarlas. En
resumen, ofrecimos incentivos para que se diese un mal
comportamiento en el sistema, y nos salimos con la nuestra.
También
necesitamos frenos, bandas sonoras. Históricamente, todas
las crisis financieras han estado asociadas con una expansión
muy rápida de determinados tipos de activos, desde los
tulipanes hasta las hipotecas. Si frenamos eso, podremos
impedir que las burbujas se descontrolen. El mundo no
desaparecería si las hipotecas creciesen un 10% y no un 25%
anual. Conocemos tan bien el patrón que deberíamos poder
hacer algo para dominarlo. Ante todo, necesitamos una comisión
de seguridad de los productos financieros, como la que
tenemos para los productos de consumo. Los financieros
estaban inventando productos que no gestionaban el riesgo,
sino que lo producían.
Por
supuesto, creo firmemente en una mayor transparencia. Sin
embargo, desde el punto de vista de los criterios
reguladores, estos productos eran transparentes en un
sentido técnico. Pero eran tan complejos que nadie los
entendía. Aunque se hicieran públicas todas las cláusulas
de estos contratos, no le habrían aportado a ningún mortal
información útil sobre el riesgo.
Demasiada
información equivale a nada de información. En este
sentido, quienes piden más revelaciones como solución al
problema no entienden la información. Si uno compra un
producto, lo que necesita es conocer el riesgo, así de
sencillo. Ésa es la cuestión.
P.
Los activos hipotecarios que han provocado el caos están en
manos de bancos o fondos soberanos de China, Japón, Europa
y el Golfo. ¿Cómo les afectará esta crisis?
R.
Es cierto. Las pérdidas de las instituciones financieras
europeas por las hipotecas subprime han sido mayores que en
Estados Unidos. El que Estados Unidos diversificase estos
activos hipotecarios entre tenedores de todo el mundo
gracias a la globalización de los mercados ha suavizado de
hecho el impacto en Estados Unidos. Si no hubiéramos
diseminado el riesgo por todo el mundo, la crisis sería
mucho peor. Una cosa que ahora se entiende, a consecuencia
de esta crisis, es la información asimétrica de la
globalización. En Europa, por ejemplo, no se sabía muy
bien que las hipotecas estadounidenses son hipotecas sin
recurso: si el valor de la casa baja más que el de la
hipoteca, uno puede devolverle la llave al banco y largarse.
En Europa, la casa sirve de garantía, pero el prestatario
sigue endeudado por la cantidad debida, pase lo que pase.
Éste es
uno de los peligros de la globalización: el conocimiento es
local, porque uno sabe mucho más de su propia sociedad que
de las otras.
P:
¿Cuál es entonces en último término el impacto del
hundimiento de Wall Street en la globalización regida por
el mercado?
R:
El programa de la globalización ha estado estrechamente
ligado a los fundamentalistas del mercado: la ideología de
los mercados libres y de la liberalización financiera. En
esta crisis, observamos que las instituciones más basadas
en el mercado de la economía más basada en el mercado se
vienen abajo y corren a pedir la ayuda del Estado. Todo el
mundo dirá ahora que éste es el final del fundamentalismo
del mercado. En este sentido, la crisis de Wall Street es
para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del
muro de Berlín fue para el comunismo: le dice al mundo que
este modo de organización económica resulta insostenible.
Al final, dicen todos, ese modelo no funciona. Este momento
es señal de que las declaraciones de liberalización del
mercado financiero eran falsas.
La hipocresía
entre el modo en el que el Tesoro estadounidense, el FMI y
el Banco Mundial manejaron la crisis asiática de 1997, y el
modo en que se está manejando ésta, ha acentuado dicha
reacción intelectual. Ahora los asiáticos dicen: “Un
momento, a nosotros nos dijisteis que imitásemos a Estados
Unidos que vosotros sois el modelo. Si hubiéramos seguido
vuestro ejemplo, ahora estaríamos en el mismo lío.
Vosotros tal vez podáis permitíroslo. Nosotros, no”.
|