Interconexión
de las crisis capitalistas
Por
Éric Toussaint (*)
Comité pour
l'annulation de la dette
du Tiers Monde (CADTM), 09/10/08
Tlaxcala, 13/10/08
Traducido por Caty R. (**)
La
explosión de las crisis alimentaria, económica y
financiera en 2007–2008 demuestra hasta qué punto están
interconectadas las economías del planeta. Para resolver
estas crisis, es necesario tratar el mal en la raíz.
La
crisis alimentaria
En
2007–2008, más de la mitad de la población mundial ha
visto degradarse fuertemente sus condiciones de vida porque
ha tenido que enfrentarse a una gran subida de los precios
de los alimentos. Esto ha originado protestas masivas, por
lo menos en una quincena de países, en la primera mitad de
2008. El número de personas afectadas por el hambre llega a
varias decenas de millones, y cientos de millones más han
visto restringido su acceso a los alimentos (y, en
consecuencia, a otros bienes y servicios vitales (1)). Todo
esto como consecuencia de las decisiones tomadas por un puñado
de empresas del sector del «agronegocio» (productoras de
biocombustibles) y del sector de las finanzas (los
inversores institucionales que contribuyen a la manipulación
de los precios de los productos agrícolas), que se han
beneficiado del apoyo del gobierno de Washington y de la
Comisión Europea (2). Pero la parte correspondiente a las
exportaciones de la producción mundial de alimentos sigue
siendo escasa. Sólo una parte insuficiente del arroz, el
trigo o el maíz producidos en el mundo se exporta, una
porción aplastante de la producción se consume en el lugar
de origen. Sin embargo, los precios de los mercados de
exportación son los que determinan el precio en los
mercados locales. Es decir, los precios de los mercados de
exportación se fijan en Estados Unidos, principalmente en
tres Bolsas (Chicago, Minneapolis y Kansas City). En
consecuencia, el precio del arroz, el trigo o el maíz en
Tombuctú, México, Nairobi o Islamabad está influido
directamente por la evolución del precio de dichos
productos en los mercados bursátiles de Estados Unidos.
En
2008, con urgencia y por el peligro de que las derribasen
los motines, en los cuatro puntos cardinales del planeta,
las autoridades de los países en desarrollo tuvieron que
tomar medidas para garantizar el acceso de los ciudadanos a
los alimentos básicos.
Si
se llegó a esa situación es porque durante varios decenios
los gobiernos renunciaron progresivamente al sostenimiento
de los productores locales de granos –en su mayoría pequeños
productores– y siguieron las recetas neoliberales dictadas
por instituciones como el Banco mundial y el FMI en el marco
de los planes de ajuste estructural y los programas de
reducción de la pobreza. En nombre de la lucha contra la
pobreza, estas instituciones convencieron los gobiernos para
establecer políticas que reprodujeron, incluso reforzada,
la pobreza. Además, durante los últimos años, numerosos
gobiernos han firmado tratados bilaterales (en particular
los tratados de libre comercio) que han agravado todavía más
la situación. Las negociaciones comerciales en el marco del
ciclo de Doha de la OMC también han acarreado consecuencias
funestas. ¿Qué ha pasado?
Acto
primero
Los
países en desarrollo renunciaron a las protecciones
aduaneras que permitían proteger a los campesinos locales
de la competencia de los productores agrícolas extranjeros,
principalmente de las grandes empresas «agroexportadoras»
estadounidenses y europeas. Éstas invadieron los mercados
locales con productos agrícolas vendidos por debajo del
coste de producción de los agricultores y ganaderos
locales, lo que originó su quiebra (muchos de ellos
emigraron a las grandes ciudades de sus países o a países
más industrializados). Según la OMC , los subsidios que
pagan los gobiernos del norte a sus grandes empresas agrícolas
en el mercado interior no constituyen una infracción de las
reglas contra el dumping. Como ha escrito Jacques Berthelot:
«Mientras que para el hombre de la calle existe dumping si
se exporta a un precio inferior al coste medio de producción
del país exportador, para la OMC no hay dumping en tanto
que se exporta al precio interior, incluso si es inferior al
coste medio de producción» (3). En resumen, los países de
la Unión Europea , Estados Unidos u otros países
exportadores pueden invadir los mercados de los demás con
productos agrícolas que se benefician de cuantiosas
subvenciones internas.
El
maíz exportado a México por Estados Unidos es un caso
emblemático. A causa tratado de libre comercio (TLC)
firmado entre Estados Unidos, Canadá y México, este último
abandonó sus protecciones aduaneras frente a sus vecinos
del norte. Las exportaciones de maíz de Estados Unidos a México
se han multiplicado por nueve entre 1993 (último año antes
de la entrada en vigor del TLC) y 2006. Cientos de miles de
familias mexicanas tuvieron que renunciar a producir maíz
porque éste costaba más caro que el maíz procedente de
Estados Unidos (producido con tecnología industrial y
fuertemente subvencionado). Esto no sólo constituyó un
drama económico, sino que además acarreó una pérdida de
identidad porque el maíz es el símbolo de la vida en la
cultura mexicana, especialmente en los pueblos de origen
maya. Una gran parte de los cultivadores de maíz
abandonaron sus campos y salieron a buscar trabajo en las
ciudades industriales de México o en Estados Unidos.
Acto
segundo
México,
que para alimentar a su población depende del maíz de
Estados Unidos, se enfrenta a una subida brutal del precio
de este cereal originada, por una parte, por la especulación
en las Bolsas de Chicago, Kansas City o Minneapolis y, por
otro lado, por la producción, en casa de su vecino del
norte, de etanol de maíz.
Los
productores mexicanos de maíz ya no tienen capacidad para
satisfacer la demanda interna y los consumidores mexicanos
se enfrentan a un estallido del precio de su alimento de
base, la tortilla, esa tortita de maíz que sustituye al pan
o al tazón de arroz consumido en otras latitudes. En 2007,
enormes protestas populares sacudieron México.
En
condiciones específicas, las mismas causas produjeron,
grosso modo, los mismos efectos. La interconexión de los
mercados alimentarios a escala mundial está establecida a
un nivel jamás conocido anteriormente.
La
crisis alimentaria mundial pone al descubierto el motor de
la sociedad capitalista: la búsqueda del máximo beneficio
privado a corto plazo. Para los capitalistas, los alimentos
sólo son una mercancía que hay que vender con el mayor
beneficio posible. El alimento, elemento esencial de la
conservación de la vida de los seres humanos, se ha
transformado en un simple instrumento de beneficio. Hay que
poner fin a esta lógica mortífera. Hay que abolir el
control del capital sobre los grandes medios de producción
y comercialización y dar la prioridad a una política de
soberanía alimentaria.
La
crisis económica y financiera
También
en 2007– 2008 ha estallado la mayor crisis internacional
económica y financiera desde 1929. Si no existiera la
intervención masiva y concertada de los poderes públicos
que se han lanzado al auxilio de los banqueros ladrones, la
crisis actual ya habría adquirido mayores proporciones.
También en este terreno la interconexión es sorprendente.
Entre el 31 de diciembre de 2007 y finales de septiembre de
2008, todas las Bolsas del planeta conocieron unas bajadas
muy importantes, que han ido del 15 al 30% en las Bolsas de
los países más industrializados hasta el 50% en China
pasando por el 40% en Rusia y Turquía. El montaje colosal
de deudas privadas, pura creación de capital ficticio, acabó
por estallar en los países más industrializados empezando
por Estados Unidos, la economía más endeudada del planeta.
En efecto, la suma de la deuda pública y privada de Estados
Unidos asciende, en 2008, a 50 billones de dólares
(contando las deudas del Estado, los hogares y las empresas,
N. de T.), es decir el 350% del PIB. Esta crisis económica
y financiera, que ya ha golpeado a todo el planeta, afectará
cada vez más a los países en desarrollo de los que algunos
todavía se creen a salvo. La globalización capitalista no
desconectó unas economías de otras. Al contrario, países
como China, Brasil, la India o Rusia tampoco han podido
librarse de esta crisis. Y estamos empezando.
La
crisis climática
Los
efectos del cambio climático, de momento, han desaparecido
del primer plano de la actualidad, sustituidos por la crisis
financiera. Sin embargo el proceso está en marcha a escala
planetaria, y también en este asunto la interconexión es
evidente. Ciertamente las poblaciones de los países «pobres»
resultarán más afectadas que las de los países «ricos»,
pero nadie saldrá indemne.
La
conjunción de estas tres crisis muestra a los pueblos la
necesidad de liberarse de la sociedad capitalista y de su
modelo de producción. La interconexión de las crisis
capitalistas pone por delante la necesidad de un programa
anticapitalista y revolucionario a escala mundial. Las
soluciones, para que sean favorables para los pueblos y para
la naturaleza, deben ser internacionales y sistémicas. La
humanidad no podrá conformarse con parches.
(*)
Eric Toussaint, es el Presidente del CADTM Bélgica, y autor
de la obra “Banque du Sud et nouvelle crise
internationale”, 2008.
(**)
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate
y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.
(1)
En efecto, con el fin de comprar alimentos cuyos precios
aumentaron fuertemente, las familias pobres redujeron los
gastos de salud y educación, así como los gastos en
materia de vivienda.
(2)
Damien Millet y Eric Toussaint « Repaso de las causas de la
crisis alimentaria mundial », agosto de 2008 y Eric
Toussaint « Une fois encore sur les causes de la crise
alimentaire », octubre de 2008.
(3)
Jacques Berthelot « Démêler le vrai du faux dans le flambée
des prix agricoles mondiaux », 15 de julio de 2008, p. 47.
|