Europa
empieza a evaluar el costo del megasalvataje por parte del
estado
¿Quién
pagará la factura del rescate?
Por
Eduardo Febbro
Corresponsal en Francia
Página 12, 15/10/08
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Europa
va a la recesión
El
PBI bajó en Francia un 0,1 por ciento en el tercer
trimestre de 2008 respecto al anterior, según una
previsión del Banco Central de Francia, lo que
confirma que la segunda economía de la Eurozona se
encuentra en recesión. Mientras que la economía
alemana se encuentra al borde de la recesión,
advirtieron los principales institutos de
investigación económica del país al difundir sus
pronósticos para 2009.
Desde
un punto de vista técnico, la recesión se produce
cuando hay al menos dos trimestres consecutivos de
baja de la actividad económica. Francia no se
encontraba en esta situación desde 1993. El 12 de
septiembre, el Banco de Francia, que contaba con un
alza de 0,1 por ciento del PBI para el tercer
trimestre, debió revisar sus previsiones a la baja,
confirmando las del Instituto Nacional de
Estadísticas y Estudios Económico. En sus
estimaciones de comienzos de octubre, ese organismo
señalaba la baja del poder adquisitivo como el
principal responsable de la desaceleración del
crecimiento. A este factor hay que agregar el
endurecimiento de las condiciones de concesión de
crédito como consecuencia de la crisis financiera
internacional y los problemas en el mercado
inmobiliario.
En
tanto, el crecimiento del PBI alemán será mucho más
bajo de lo calculado hasta ahora, y en vez de un
incremento de 1,4 por ciento, ahora los cálculos dan
0,2 por ciento. Sin embargo, la situación podrá
evolucionar de peor manera, alertan los institutos. En
caso de que la actual crisis financiera internacional
repercuta de lleno en la economía, hasta podría
registrarse una contracción de 0,8 por ciento de la
primera economía europea. “El riesgo de que se
concrete esta evolución negativa se ha incrementado
en las últimas semanas”, indican los expertos. |
Los
gobiernos de los países centrales que dispusieron el plan
millonario de capitalización de los bancos aseguran que el
costo no recaerá en los contribuyentes. Analistas creen lo
contrario, y los sectores más vulnerables serán los más
perjudicados.
París.–
El dinero corre como un torrente, fluye desde todas partes
del mundo para mantener bajo respiración artificial un
modelo asfixiado por sus propios abusos. Ayer, de nuevo, los
mercados bursátiles de Europa volvieron a cerrar sus
sesiones con alzas confortables. Sin embargo, al día
siguiente de los anuncios de inyección masiva de fondos en
el sistema bancario (casi dos billones de euros) y de la
reacción ascendente de las Bolsas, ayer empezó a aparecer
una pregunta recurrente: ¿quién pagará la factura de
los planes de rescate?
En Francia,
el presidente francés, Nicolas Sarkozy, aseguró que el
contribuyente no pagará un céntimo de su bolsillo. El plan
francés –360 mil millones de euros– será financiado a
través del endeudamiento y no con aumentos de los
impuestos. En Alemania –480 mil millones de euros– y en
Gran Bretaña –380 mil millones–, el respaldo al sector
bancario se hará esencialmente mediante empréstitos del
Estado.
La operación
es de una paradoja hilarante: el dinero necesario para las
operaciones de rescate se obtiene gracias a la buena imagen
del Estado. Es él quien, en lugar de los bancos, recurre al
mercado de los capitales para conseguir lo que los bancos no
pueden. A cambio de ello, el Estado recibe lo que la
ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, llamó
“activos de buena calidad”. Todo un milagro. El Estado,
ese viejo sacerdote disciplinado, moralista y paternal
condenado a muerte por el liberalismo, se convierte así en
garante de la salvación.
Los
antiintervencionistas se cambiaron de vereda y hoy esgriman
la varita mágica de la intervención. Los economistas
observan que, en lo que atañe a Francia, el Estado puede
hacer un buen negocio con su esquema de recapitalización de
los bancos, adonde prevé invertir 40 mil millones de euros
–los 320 mil restantes están destinados a empujar la
fluidez de los créditos interbancarios–.
Jean–Paul
Fitoussi, presidente del Observatorio francés de coyunturas
económicas (OFCE), comentó que dado que los valores
bancarios están hoy por el piso, el Estado no corre muchos
riesgos: “Tarde o temprano las acciones de los bancos van
a subir y, en ese momento, sería interesante que el Estado
venda sus participaciones. El Estado está casi seguro de
que realizará una plusvalía consecuente”.
En cuanto a
la garantía dada por el Estado a los créditos
interbancarios –los 320 mil millones de euros–, el
presidente francés aclaró que esa garantía “habrá que
pagarla”. Desde ya, en uno u otro caso, los
establecimientos financieros que recurran a los fondos públicos
tendrán que respetar una serie de “obligaciones éticas”,
sobre todo en lo que toca el bolsillo de sus dirigentes:
sueldos de los ejecutivos, bonos en forma de acciones,
indemnizaciones, en suma, todo lo que entra bajo el
“paracaídas de oro” que protege a los ejecutivos más
allá de los resultados obtenidos.
Los
economistas destacan que los mecanismos activados para
desahogar el sistema impiden que aumenten los déficits,
pero no el endeudamiento del Estado. La inyección masiva de
dinero hace crecer la deuda pública, y esa deuda hay que
pagarla. Y quien reembolsa está, forzosamente, en déficit.
En la actualidad, la deuda del Estado francés equivale al
65 por ciento del PIB, con lo cual cada francés con trabajo
debe 47 mil euros, unos 73 mil dólares.
Los
ministerios de Economía guardan hoy un religioso silencio
sobre el tributo que pesará sobre las generaciones futuras.
Se hace obvio que los Estados harán recortes drásticos
sobre algunos segmentos de los presupuestos nacionales o
recurrirán a artimañas para transferir a las provincias o
regiones costos que antes asumían las cajas nacionales. Una
sospecha ronda en los labios de analistas y economistas: ¿cuál
será la sorpresa que aparecerá en el horizonte cuando las
aguas se calmen y la serenidad permita sacar debidamente las
cuentas?
En este
sentido, Xavier Timbaud, otro miembro del OFCE, recuerda lo
que ocurrió en 1990 en Japón y los Estados Unidos. Timbaud
señala que “las recapitalizaciones fueron muy costosas en
efectos indirectos y también por los efectos indirectos que
tuvieron sobre el crecimiento”.
Uno de esos
efectos es una realidad cuyas consecuencias recaen sobre las
personas con menos recursos. Un hogar de cada cinco que el año
pasado podía aspirar a obtener un crédito inmobiliario ya
no puede hacerlo hoy a raíz del aumento de las tasas de
interés. Este cálculo figura en un estudio publicado ayer
en París por el corredor de préstamos Empruntis. Geoffroy
Bragadir, fundador de Empruntis, observó que “el crédito
sólo estará disponible para una categoría privilegiada de
la población”.
En resumen,
lo que más temen los gobiernos y los economistas es un
desborde de la crisis global del sistema sobre la realidad:
ello se traduce por desempleo, inflación, cierre de
empresas, recesión y empobrecimiento.
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