¿De
la debacle financiera a la depresión global?
Por
Nouriel Roubini
crisis–economica.blogspot, 20/10/08
El sistema
financiero internacional se encamina a la debacle. Las
bolsas de valores han estado cayendo la mayoría de los días,
los mercados monetarios y los mercados del crédito se
encuentran cerrados, ya que los diferenciales de sus tipos
de interés se han ido a las nubes, y aún es demasiado
temprano para decir si la serie de medidas adoptadas por
Estados Unidos y Europa frenará la caída de manera
permanente.
Una corrida
generalizada en el sistema bancario ha sido fuente de
temores por primera vez en siete décadas, mientras que el
sistema bancario en las sombras –corredores de bolsa,
entidades no bancarias que hacen préstamos hipotecarios,
vehículos y medios de inversión estructurada, fondos de
cobertura, fondos de mercados de dinero y firmas de
capitales privados– están en riesgo de una corrida sobre
sus pasivos de corto plazo.
Del lado de
la economía real, todas las economías avanzadas, que
representan el 55% del PGB global, entraron en recesión
incluso antes de los shocks financieros que comenzaron el
verano último. Así es que ahora tenemos recesión, una
grave crisis financiera y una grave crisis bancaria en las
economías avanzadas.
Inicialmente,
los mercados emergentes estuvieron vinculados a estos
problemas sólo cuando los inversionistas extranjeros
comenzaron a sacar su dinero de ellos. Luego, el pánico
llegó a los mercados crediticios, los mercados monetarios y
los de divisas, poniendo en evidencia las vulnerabilidades
de los sistemas financieros y sectores corporativos de
varios países en desarrollo que habían vivido auges del crédito
y habían tomado préstamos cortos y en moneda extranjera.
Los más frágiles han sido los países con grandes déficits
de cuenta corriente y/o altos déficits fiscales,
con grandes pasivos de corto plazo en moneda
extranjera. Sin embargo, incluso los que han mostrado
mejores desempeños, como Brasil, Rusia, India y China,
corren ahora el riesgo de un aterrizaje forzoso. Varios
mercados emergentes se encuentran en riesgo de sufrir también
una severa crisis financiera.
La crisis
fue causada por la mayor burbuja de activos apalancados y de
crédito de la historia. El apalancamiento y las burbujas no
se limitaron al mercado de la vivienda en EE.UU., sino que
también fueron características en otros países. Además,
más allá del mercado de la vivienda, en muchos países
hubo un excesivo endeudamiento por parte de las
instituciones financieras y algunos segmentos de los
sectores público y corporativo.
Como resultado, están estallando simultáneamente
muchas burbujas: una burbuja de la vivienda, una burbuja
hipotecaria, una burbuja de renta variable, una burbuja de
bonos, una burbuja de commodities, una burbuja de capitales
privados y una
burbuja de fondos de cobertura.
La ilusión
de que la contracción económica en EE.UU.
y otras economías avanzadas sería breve y poco
profunda –una recesión de seis meses en forma de V– ha
sido sustituida por la certeza de que será una recesión
larga y persistente, en forma de U,
que posiblemente durará al menos dos años en EE.UU.
y cerca de dos años en la mayor parte del resto del mundo.
Y, dado el creciente riesgo de una debacle financiera sistémica
local, tampoco se puede descartar la perspectiva de una
recesión en forma de L que dure toda una década, como la
que vivió Japón tras el colapso de su burbuja inmobiliaria
y de renta variable.
De hecho,
da miedo la creciente desconexión entre medidas cada vez más
drásticas y las presiones que sufre el sistema financiero.
Cuando los acreedores de Bear Stearns fueron rescatados por
un total de 30 mil millones de dólares en marzo, el repunte
en los mercados de renta variable, monetario y del
crédito duró ocho semanas. Cuando el Tesoro de
EE.UU. anunció el rescate de los gigantes hipotecarios
Fannie Mae y Freddie Mac en julio, el repunte duró apenas
cuatro semanas. Cuando se llevó a cabo el rescate por 200
mil millones de dólares de estas firmas, y el gobierno
estadounidense tomó su deuda de 6 billones de dólares, el
repunte duró un día.
Hasta que
se anunciaron las medidas estadounidense y europea, no hubo
ningún repunte. Cuando se rescató a AIG por cerca de 85
mil millones de dólares, el mercado cayó un 5% Luego,
cuando el paquete de rescate de EE.UU. fue aprobado, los
mercados cayeron otro 7% en dos días.
A medida que las autoridades en EE.UU
y en el extranjero daban pasos más radicales entre
el 6 y el 9 de octubre, los mercados accionarios, del crédito
y monetario siguieron cayendo, días tras día.
¿Van lo
suficientemente lejos las medidas recientes? Cuando las
medidas de política económica no dan un alivio real a los
participantes del mercado, uno se da cuenta de que se está
a un paso de un colapso sistémico de los sectores
corporativo y financiero. Hay en camino un círculo vicioso
de desapalancamiento, caída de los precios de los activos y
demandas de cobertura suplementaria.
De modo que
no podemos descartar un fracaso sistémico y una depresión
global. Como hemos visto en los últimos días, serán
necesarios un gran cambio en la política económica y
acciones muy radicales y coordinadas entre todas las economías
avanzadas y emergentes para evitar el desastre. Esto que
incluye:
• otra
ronda rápida de recortes globales a las tasas de interés
de al menos 150 puntos base en promedio;
• una
garantía general temporal para todos los depósitos, al
tiempo que se hace la distinción entre las instituciones
financieras insolventes que es necesario cerrar y aquellas
que están en problemas pero son solventes, las que se deben
nacionalizar parcialmente y han de recibir inyecciones de
capital público;
• una rápida
reducción de la carga de deuda insolvente de los hogares,
precedida de un congelamiento temporal de todas las
ejecuciones hipotecarias;
• entrega
masiva e ilimitada de liquidez a las instituciones
financieras solventes;
• entrega
pública de crédito a las partes solventes del sector
corporativo, con el fin de evitar una crisis de
refinanciamiento de la deuda de corto plazo para las
corporaciones y pequeñas empresas solventes pero sin
liquidez;
• un estímulo
fiscal masivo y directo de los gobiernos que incluya obras públicas,
gasto en infraestructura, beneficios de desempleo,
devoluciones de impuestos a los hogares de menores ingresos,
y la entrega de garantías a los gobiernos locales con
problemas de caja;
• un
acuerdo entre países acreedores que tengan superávits de
cuenta corriente y países deudores que tengan déficits de
cuenta corriente para mantener un financiamiento ordenado de
los déficits y reciclar los superávits de los acreedores
para evitar un ajuste desordenado de tales desequilibrios.
Si se hace
menos de lo que sugieren estas medidas radicales y
coordinadas, se corre el riesgo de un desplome del mercado,
una debacle financiera global y una depresión mundial. Las
medidas adoptadas por EE.UU. y Europa son un comienzo. Ahora
deben terminar el trabajo.
(*)
Nouriel Roubini es profesor de Economía de la Stern School
of Business, Universidad de Nueva York, y Presidente de RGE
Monitor.
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