El
apocalipsis financiero no ha terminado
Impacto
global
Por
Ignacio Ramonet (*)
Le Monde Diplomatique, noviembre 2008
El
apocalipsis financiero no ha terminado. Se está
transformando en recesión global. Y todo indica que vamos
hacia una Gran Depresión. Por espectaculares que sean, las
medidas adoptadas en Europa y en Estados Unidos no van a
provocar el final de las dificultades. Lo admitió el propio
Henry Paulson, Secretario del Tesoro estadounidense: "A
pesar de nuestro gran plan de rescate, más instituciones
financieras van a ir a la quiebra".
En un
informe sobre las crisis de los últimos treinta años, el
Fondo Monetario Internacional (FMI) confirma que las que
tienen a los bancos y al sector inmobiliario como
protagonistas son especialmente "intensas, largas,
profundas y dañinas para la economía real". Las
efectos ya se extienden por los cinco continentes: en unas
semanas, el real brasileño ha perdido el 30% de su valor;
el zloty polaco, un 22%; la rupia india, un 10%; el peso
mexicano, un 14%. Presiones similares afrontan Indonesia,
Filipinas o la República Checa.
Las
autoridades estadounidenses ya han inyectado más de billón
y medio de euros (equivalente al doble de lo que ha costado,
desde 2001, las guerras de Afganistán y de Irak) en sus
diferentes planes de rescate de bancos, cajas de ahorros y
compañías de seguros. Y los grandes bancos del mundo aún
necesitan varios miles de millones de euros... Lo cual les
conduce a restringir el crédito a las empresas y a los
particulares. Con las consecuencias muy negativas que eso
está teniendo en la economía real.
Los países
avanzados, entre ellos España, que han recurrido a la
innovación financiera para garantizar altas rentabilidades
a los inversores, son los que encajan el golpe más duro. El
FMI estima que la economía de esos países tendrá el
avance más débil desde hace 27 años. El mundo va camino
de sufrir su peor pesadilla desde 1929.
Por sus inéditas
dimensiones, esta crisis pone fin al periodo neoliberal
basado en las tesis monetaristas de Milton Friedman que
dominaron, durante tres décadas, el campo capitalista. Y
encandilaron también a la socialdemocracia internacional.
El repentino derrumbe de ese credo deja a la mayoría de los
dirigentes políticos desamparados. El patético espectáculo
de responsables multiplicando de modo disparatado las
reuniones y las "medidas de rescate" da una idea
de su despiste.
En Estados
Unidos, los bancos han trabajado en unas condiciones de
libertad absoluta concedidas en nombre de fundamentos ideológicos.
Por ello, la clase política norteamericana tiene la
responsabilidad del caos actual. El dogma del mercado
infalible se ha autodestruido. En cambio, el modelo de los
países que han mantenido algún tipo de control de cambio
–China o Venezuela, por ejemplo– se ve ahora
reivindicado. Y aunque el impacto de la crisis se hará
sentir en todo el planeta, esas economías que no adoptaron
la desregulacion ultraliberal saldrán mejor paradas.
Algunos analistas resaltan, para América Latina, el interés
de mecanismos como la Alternativa Bolivariana para las Américas
(ALBA), el Banco del Sur, o la idea de un banco de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)
recientemente propuesta por el presidente venezolano, Hugo
Chávez.
Es un
momento histórico (1). Se derrumba no sólo un modelo de
economía sino también un estilo de gobierno. Eso altera el
liderazgo de EEUU en el mundo. En particular su hegemonía
económica. Sus finanzas dependen de que sigan entrando
fuertes sumas de capital extranjero. Y los países de donde
procede ese dinero –China, Rusia, petromonarquías del
Golfo– van ahora a influir en su futuro.
En 2006,
China y Oriente Próximo financiaron, a partes iguales, el
86% del déficit de los países industriales. En 2013, el
superávit chino excederá la totalidad del déficit de los
países industriales. Todo ello otorga a Pekín un papel
decisivo en el mantenimiento de la estabilidad del sistema
financiero internacional. Y es probable que, a cambio, China
trate de obtener concesiones en asuntos como los de Taiwan o
el Tíbet.
El declive
de la economía anuncia, en general, la decadencia de los
imperios (2). ¿Podrá la debilitada economía
estadounidense seguir asumiendo la costosísima guerra de
Irak? El conflicto de Vietnam acabó con la equivalencia
entre el dólar y el oro, e hizo tambalear el sistema de
Bretton Woods. La guerra de Irak, por su coste, ha provocado
una transferencia de riqueza de EEUU a sus competidores. La
influencia de los fondos soberanos y de China se ha
reforzado. La crisis actual refuerza ese movimiento, y
provoca un reequilibrio fundamental: el centro de gravedad
del mundo se desplaza de Occidente hacia Oriente.
Pero tal
desplazamiento desencadena consecuencias en cascada como las
que plantea el ensayista británico John N. Gray: "Si
EEUU se retira de Irak, Irán quedará como vencedor
regional. ¿Cómo reaccionará Arabia Saudí? ¿Habrá más
o menos probabilidades de una acción militar para impedir
que Irán adquiera armas nucleares?" (3). Es evidente
que Washington está perdiendo poder. La guerra de Georgia,
en agosto pasado, mostró a Rusia rediseñando el mapa
geopolítico del Cáucaso, sin que EEUU pudiera hacer nada.
La situación
económica es tan grave que muchos Gobiernos echan por la
borda sus creencias ideológicas, y están dispuestos a
adoptar medidas que ellos mismos habrían tachado de heréticas
hace poco. Por ejemplo, aumentar el gasto público. Y
relanzar las inversiones en obras de infraestructura
importantes como estímulo económico. El propio FMI aboga
por una intervención pública más radical.
El modelo
de capitalismo, diseñado por los Estados del Norte para el
mayor provecho de los países ricos, ha muerto. La nueva
arquitectura de economía social de mercado la definirán, a
partir de la reunión del 15 de noviembre en Washington, no
sólo los Grandes del G8 sino también, por primera vez,
potencias del Sur como Argentina, Sudáfrica, Brasil, China,
la India y México. Ya era hora.
(*)
Ex director de Le Monde Diplomatique.
Notas:
(1)
John N. Gray, "Mucho más que una crisis
financiera", El País , Madrid, 11 de octubre de 2008.
(2)
Paul Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias ,
Debolsillo, Barcelona, 2004.
(3)
Op. cit .
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