Reunión del G-20
Sólo hubo acuerdo en un “principio”:
que la crisis la paguen los trabajadores
Por
Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 21/11/08
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El gran problema: ¿quién pone
"orden"?
La reorganización neoliberal del capitalismo
–iniciada en la década del 80 por el presidente Ronald
Reagan– y luego el derrumbe de la ex URSS en 1989/91 y la
restauración capitalista en los ex “países
socialistas” incluyendo China, ratificaron el carácter “yanqui-céntrico”
de las finanzas mundiales, establecido en 1944 en la
conferencia de Bretton Woods. Sin embargo, ya en los años
90 existía una contradicción: EE.UU. no tenía la absoluta
hegemonía económica de fines de la Segunda Guerra Mundial.
La desaparición de la Unión Soviética había creado,
el relativo espejismo de la “superpotencia”
incontrastable. Pero detrás de eso había serias
debilidades. El equipo neoconservador que en el 2001, con
Bush, se hace cargo del gobierno, viene con un plan para
remontar los problemas y hacer del siglo XXI el “nuevo
siglo norteamericano”. El fracaso no pudo haber sido más
rotundo.
En la esfera de la economía y las finanzas, EE.UU. no sólo
es el epicentro de la bancarrota capitalista mundial, sino
que en las últimas décadas un sector importante de la
producción –principalmente el que produce artículos de
consumo– se mudó a otros países de mano de obra barata,
como China.
Además, a nivel geopolítico –es decir, de relaciones
de fuerza entre Estados–, EE.UU. también está mucho
más débil: el fracaso de las aventuras militares
emprendidas por Bush han terminado con la hegemonía
indiscutida del imperialismo yanqui.
El problema es que tampoco existe otro Estado con el
poder suficiente económico y geopolítico como para imponer
un nuevo ordenamiento del capitalismo, como pretenden varios
gobiernos europeos (y la presidenta argentina, Cristina K.,
que en Washington proclamó la necesidad de “otro
capitalismo”). Ni la UE (que es una bolsa de gatos), ni
Japón, ni menos China pueden cumplir ese papel. Como en el
capitalismo nada de fondo se decide “por las buenas”
sino imponiendo relaciones de fuerza –y si es necesario,
con guerras y masacres–, las perspectivas de que las cosas
se arreglen en “conferencias internacionales” no son muy
grandes.
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El fin de semana pasado se desarrolló la tan publicitada
reunión del G-20. Como era de esperar, resultaron un fiasco
los anuncios rimbombantes acerca del “nuevo Bretton Woods”,
que iba a marcar un punto de inflexión en la peor crisis
capitalista desde la Gran Depresión de los años 30. Sin
embargo, conviene hacer un repaso de esta cumbre. Es que
fueron significativas tanto las divergencias que
impidieron acordar un plan conjunto de medidas concretas,
como los acuerdos generales “de principio”, que
se expresaron en la retórica del Documento ratificado en la
reunión.
Obama... y algo más
La cumbre del G-20 tenía por supuesto una gran
dificultad para resolver algo concreto. Bush, anfitrión de
la cumbre y presidente del país epicentro del terremoto, es
un cadáver político. Por su parte, Obama, prudentemente,
se negó a concurrir en carácter de presidente electo, como
se había insinuado al principio.
Por esos motivos, la decisión fundamental del G-20
fue... volver a reunirse en marzo. Con Obama en funciones,
el “problema Bush” estaría solucionado... Sin embargo,
eso no implica que las cosas vayan a encarrilarse fácilmente
para lograr medidas conjuntas. Es que, con Bush o con Obama,
va a seguir en pie el gran problema que dificulta una acción
concertada de las principales potencias económicas: si bien
hay intereses comunes, hasta ahora están primando
las divergencias de intereses entre las distintas
burguesías y sus estados. Por eso, a la reunión de
Washington, cada uno fue con su propio “programa”
y sus propias “soluciones”. No vemos que esto varíe
cuando el G-20 vuelva a reunirse.
Sarkozy,
el gran promotor del cónclave, había anunciado la “refundación
del capitalismo" y el fin de “la dictadura del
mercado”. Pero Bush le salió al cruce en vísperas de
la reunión, sosteniendo que la crisis “no es un
fracaso del sistema de libre mercado. Y la respuesta no es
tratar de reinventar el sistema... El triunfo del
capitalismo de libre mercado se demostró a través del
tiempo, la geografía, la cultura y la fe [¡según Bush,
Dios está con Wall Street!]. Y sería un terrible error
permitir que unos pocos meses de crisis socaven 60 años de
éxitos”.
Por supuesto, Sarkozy no está proponiendo ninguna medida
“anticapitalista”. Lo que pone en discusión es otra
cosa: se trata del papel central (y sin control alguno)
que EE.UU. ha ocupado en las finanzas mundiales en los
“60 años de éxitos”, de que se jacta Bush. Es decir,
desde que antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial
(1939-45), los “acuerdos de Bretton Woods” coronaron a
EEUU como el emperador absoluto (que no rinde cuentas
a nadie) de las finanzas y el sistema bancario del planeta,
y al dólar como la moneda mundial de comercio y
reserva.
Esta grave contradicción –que un estado nacional
haga lo que quiera con el sistema financiero y monetario mundial–
se puso al rojo vivo con la crisis.
Los principales gobiernos europeos, aunque con opiniones
divididas, plantean distintas formas de regulación que ponen
en cuestión, en mayor o menor medida, este manejo
absoluto y arbitrario de EEUU.
Frente
a eso, Bush ya había anunciado que rechazaría “cualquier
intento de crear agencias regulatorias con autoridad sobre
todos los países”... es decir, sobre EEUU. ¿Pero Obama,
cuando se reúna el G-20 en marzo, va a opinar distinto?
El cuadro de intereses contradictorios es aún más
complicado. Incluye a países como China, al que todos
–EEUU y Europa– reclaman que revalúe su moneda, para
poder hacerle competencia en el comercio internacional. Por
supuesto, en momentos en que se inicia una recesión que
nadie sabe si no desembocará en una depresión mundial,
China se niega. Pero, al mismo tiempo, tiene la grave
contradicción de que es uno de los principales acreedores
de EE.UU. Para que pueda pagarle, EE.UU. debe
“ajustarse” severamente, aunque sin hundirse. Pero eso
implica, simultáneamente, restringir las billonarias
compras que EEUU hacía a China y aumentar sus
exportaciones... La madeja de la crisis está llena de estas
contradicciones y círculos viciosos...
Peleas de perros entre capitalistas
Por esos motivos, por debajo de los amables discursos
diplomáticos, se desarrollan pujas encarnizadas. En los
mismos días de la amable charlatanería del G-20, estalló
la pelea de perros entre EE.UU. y la Unión Europea por la
industria automotriz.
General Motors, Ford y Chrysler están en bancarrota. Sin
ayuda del Estado, lo más probable es que desaparezcan. Esto
dejaría a las firmas europeas y asiáticas como los únicos
fabricantes mundiales de automóviles. Pero Obama estaría
considerando subsidios por 30.000 millones de dólares para
salvarlas.
Ante esa posibilidad, estalló en furia el presidente de
la Comisión Europea, Durão
Barroso: “es una ayuda estatal ilegal”, dijo en
declaraciones a la radio francesa Europe 1. Y amenazó a
EE.UU. con iniciar un juicio ante la OMC (Organización
Mundial de Comercio).
¡La
UE exige a Washington que deje hundirse a su industria
automotriz! Y, en verdad, debería hacerlo, si EEUU
cumpliese sus compromisos en la OMC, y su retórica de
“libre empresa”, y contra el “proteccionismo” y el
“intervencionismo estatal”, que impuso a todo el mundo.
Todos
unidos contra los trabajadores
En
medio de las discordancias sobre medidas concretas (que
reflejan intereses opuestos), hubo sin embargo unanimidad en
cuanto a descargar la crisis sobre los trabajadores. Esto se
expresó cabalmente en el Documento firmado, un mamarracho
neoliberal que suscribieron hasta los más “críticos”
al neoliberalismo, como Sarkozy, Cristina K. y Cía.
Este
documento es un manual de cómo descargar la crisis en la
cabeza de los trabajadores. Ni siquiera a nivel retórico
hay una referencia a la masacre de puestos de trabajo
que se está produciendo en todo el mundo. Por el contrario
es un himno a “los principios del libre mercado,
incluyendo el imperio de la ley, el respeto por la propiedad
privada, el comercio y las inversiones libres en los
mercados competitivos...”
¡O
sea, de los “principios” que se están aplicando hoy
para producir millones de despidos en todos los países
del mundo!
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