El
G–20 plantea la defensa del sistema
como cuestión de fe
Gara,
16/11/08
Los
participantes en la cumbre de Washington pasaron de
puntillas sobre las discrepancias existentes sobre el
alcance de la intervención de los Estados y la regularización
de los mercados y se comprometieron a una reforma basada en
una mayor transparencia y regulación, sin más concreción.
Acordaron celebrar nuevas cumbres, la primera antes del 30
de abril, probablemente en Londres, mientras que la
siguiente tendrá lugar en Italia en julio del mismo año.
Pese
a que líderes europeos como el presidente de la Comisión
Europea, José Manuel Durao Barroso, defendieran la
celebración de la cumbre bajo la tutela de la interina
Administración Bush –Barack Obama toma posesión del
cargo el 20 de enero– porque «el mundo no podía esperar»,
la cita dejó sin resolver las diferencias sobre la
intervención estatal y la regularización de los mercados.
«El camino más seguro para solucionar los problemas es el
capitalismo de libre mercado», volvió a insistir el
presidente saliente de Estados Unidos, George Bush, quien
aseguró que «el mundo debe rechazar el proteccionismo».
Los
líderes del G–20 pasaron de puntillas sobre las
discrepancias existentes para fortalecer la regulación de
los mercados y trataron de cumplir con el acuerdo de dar un
mayor peso en las instituciones financieras a los países
emergentes y en desarrollo y la convocatoria de una nueva
reunión antes del 30 de abril su anuncio de que la cita de
Washington no sería sólo para hablar, sino una «reunión
concluyente».
La
Unión Europea propone que se endurezca la regulación,
especialmente en cuanto al funcionamiento de los fondos de
alto riesgo y a las indemnizaciones de los directivos, algo
a lo que Estados Unidos se opone. Por ello, se deja en manos
de cada estado la opción de elegir sus propias medidas,
pero fijan como plazo máximo el 31 de marzo para que cada
gobierno extienda la vigilancia de esos fondos y ejerza un
mayor control sobre las firmas de calificación de riesgo.
La
cumbre, presentada por algunos como un nuevo Bretton Woods,
terminó casi tres cuartos de hora antes de lo previsto con
una declaración oficial de Bush, tras que la que no
admitieron preguntas.
El
presidente interino de Estados Unidos y anfitrión de la
cumbre dijo que la crisis económica y financiera actual
podría haberse convertido en algo peor que la Gran Depresión
de 1929 sin las medidas ya adoptadas en su país.
Aunque
no las enumeró en detalle, aludió al plan de rescate
financiero valorado en unos 700.000 millones de dólares y
aprobado en octubre.
Agregó
que la cumbre de las principales economías del mundo y de
países emergentes ha representado «un éxito» y que los líderes
mundiales se han comprometido a modernizar la regulación
del sistema y acometer una reforma de los mercados
financieros que descanse sobre los principios de una mayor
transparencia y regulación. Acordaron, además, trabajar
juntos para restaurar el crecimiento mundial y conseguir las
reformas que necesita el sistema financiero, algo que debe
estar delineado antes del 31 de marzo con el fin de «restablecer
la confianza en el sistema financiero». Esos esfuerzos
estarán guiados por la «fe compartida en los principios
del libre mercado, el libre comercio y la regulación
efectiva».
Comunicó
que los gobernantes también se mostraron de acuerdo en la
necesidad de reformar las instituciones financieras, como el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y de
mejorar la integridad de los mercados financieros.
«Vamos
a revisar de nuevo las normas sobre la regulación del
mercado y el fraude», sostuvo.
La
declaración final reconoce los «serios desafíos» a los
que se enfrentan la economía mundial y los mercados
financieros, y destaca la decisión de los líderes de «trabajar
juntos» para restaurar el crecimiento económico. «Ante el
deterioro de las condiciones económicas a escala mundial,
estamos de acuerdo en la necesidad de una respuesta política
más amplia, basada en una cooperación macroeconómica más
estrecha para restaurar el crecimiento».
El
único camino para ello, indican, es la reforma de los
sistemas financieros, aspecto en el que existen
discrepancias a un lado y otro del Atlántico, aunque el
comunicado refleja sólo los puntos de consenso sobre los
que debe descansar la reforma.
«Primera
línea de defensa»
La
declaración final indica que es «muy necesario»
fortalecer la regulación, pero aclara que esto «debe ser
la responsabilidad última» de cada estado, pues
constituyen «la primera línea de defensa contra la
inestabilidad de los mercados».
Los
participantes en el encuentro instan a «intensificar la
cooperación internacional entre los reguladores y a
fortalecer los estándares internacionales».
El
documento consensuado recoge que toda reforma adoptada por
un estados debe descansar sobre cinco principios, entre
ellos mejorar la transparencia de los mercados,
especialmente en lo que se refiere a los productos
financieros más sofisticados.
Además,
debe intensificarse la vigilancia, y destaca sobre todo a
las agencias de calificación de riesgo, que fallaron en la
última crisis.
Otro
de los puntos acordados es promover la integridad ética de
los mercados financieros y proteger a los consumidores,
evitando los conflictos de intereses y previniendo la
manipulación ilegal, las actividades fraudulentas y los
abusos.
Cada
estado, según el acuerdo, deberá, además, poner su grano
de arena para reforzar la cooperación internacional en
materia de regulación y de vigilancia.
En
la declaración final, los mandatarios reunidos en
Washington alzan la voz en contra del proteccionismo
comercial, e instan a una conclusión de la Ronda de Doha,
de la Organización Mundial de Comercio (OMC), atascadas
desde hace años. Además, piden que no se levanten barreras
comerciales en los próximos doce meses.
Cerco
policial
El
servicio secreto y decenas de agencias policiales, federales
y locales levantaron un cerco en torno al Museo Nacional de
la Construcción, edificio del siglo XIX en el que se
desarrolló la cumbre del G–20, e impidieron el paso de
quien no estuviera acreditado.
Londres
El
presidente francés, Nicolas Sarkozy, propuso que la próxima
cumbre del G–20 se celebre en Londres, con motivo de la
presidencia de turno de Gran Bretaña de este grupo,
integrado por países desarrollados y emergentes y la UE
como bloque.
Histórico
El
presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, calificó
de histórica la cumbre y consideró que representa un
cambio en el panorama político mundial. «Sólo puedo decir
que el día de hoy es histórico», indicó en unas breves
declaraciones.
La
«cumbre del pueblo» pide medidas para los trabajadores
De
forma paralela a la cumbre del G–20, activistas de todo
Estados Unidos celebraron en Washington la «cumbre del
pueblo» para para exigir medidas económicas que beneficien
a los trabajadores en todo el mundo. Los actos comenzaron el
viernes, con un «banquete del pueblo» que ofrecieron a
personas con pocos recursos frente a la Casa Blanca.
«Pedimos
cambios estructurales reales que antepongan las necesidades
del pueblo a las ganancias, en el contexto de una verdadera
democracia», explicó David Thurston, de Casa de Maryland,
uno de los organizadores de la protesta.
Agregó
en un comunicado que exigen políticas que creen empleos
para la clase trabajadora, tanto inmigrantes como nacidos en
EEUU, y que ayuden a construir comunidades sostenibles en
materia social y medio ambiental.
Esa
exigencia se convirtió en el motor de la manifestación
realizada ayer para «celebrar el fin de una economía
global desigual». Acompañados de músicos que entonaban
canciones protesta, los manifestantes denunciaron el «gran
perjuicio» del sistema capitalista, que «permite la
avaricia corporativa en detrimento de los países pobres».
«¡Un
funeral para el capitalismo. Finalmente ha muerto!», rezaba
una vistosa pancarta, adornada con dos calaveras en blanco y
negro en ambos lados. «¿Para quién estás salvando al
capitalismo? Para los ricos y los poderosos», indicaba
otra. Algunos manifestantes gritaron consignas y portaron
carteles con mensajes como «resistencia contra el imperio
estadounidense» y «alto a la avaricia corporativa,
trabajos con justicia!» y a favor de medidas para «la
necesidad humana y no para la avaricia corporativa».
El
«desfile fúnebre», encabezado por dos mujeres ataviadas
con el sombrero emblemático del «Tío Sam», partió de un
parque cercano a la sede del Fondo Monetario Internacional y
marchó hacia una iglesia luterana, donde celebraron un foro
popular. «Nuestro mensaje es que el sistema económico
necesita un cambio fundamental. El fundamentalismo del libre
mercado ha estado perjudicando a las familias trabajadoras
durante décadas», dijo Ruth Castel Branco, del grupo
Trabajos con Justicia. Bush «ha estado presionando por más
desregulación y sus políticas han provocado la pérdida de
miles de empleos», agregó la activista. Subrayó que los
trabajadores han sido los más golpeados por la crisis, «pero
sólo cuando se viene abajo Wall Street se pone atención».
Los
actos de protesta desarrollados en Estados Unidos
coincidieron con otros realizados en Europa. En Euskal
Herria, LAB protagonizó una concentración a mediodía de
ayer ante el BBVA en Bilbo. Denunció que las medidas
adoptadas ante la crisis «generada por la especulación y
el descontrol intrínseco que promueve el neoliberalismo»
están suponiendo despidos y perjuicios para la clase
trabajadora.
El
G–20 tenía que tomar acuerdos y acordó aplazar
lo único
que debía debatir
Gara,
16/11/08
Desde
que Nicolas Sarkozy anunciara la muerte de «la dictadura
del mercado» el pasado 15 de octubre, transcurrió un mes
exacto hasta el diagnóstico de George W. Bush en las horas
previas al encuentro del G–20, a saber, que no es preciso
reinventar nada, toda vez que la crisis «no es un fracaso
del sistema de libre mercado». Entre tanto, la propuesta
del presidente francés de una mayor regulación del sistema
financiero fue rebajada por ser considerada demasiado
proteccionista por algunos socios de la Unión Europea. Con
esos antecedentes, ayer, un 15 de noviembre que
probablemente no pasará a la historia, tuvo lugar la
esperada y, en opinión de algunos, crucial cumbre.
Los
participantes en el encuentro se mostraron satisfechos y a
buen seguro estarán convencidos, o aparentarán estarlo, de
haber cubierto las expectativas. Si se refieren a las de
quienes esperaban de la cumbre decisiones de calado, difícilmente
pueden hacer una valoración mínimamente positiva. Algo
imposible para quienes comparaban la cumbre con aquella de
Bretton Woods en Nueva Hampsire hace 64 años, en la cual se
acordaron las normas comerciales y financieras y la creación
del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Claro
que aquélla fue preparada a lo largo de dos años, algo más
de tiempo que las dos semanas que han precedido a la de
ayer. Por otro lado, la situación de EEUU era la de la
indiscutible primera potencia mundial, a diferencia del
actual país en recesión y originario de la crisis
financiera que se ha extendido por el mundo y ha afectado a
la economía productiva. En cualquier caso, el hecho de que
el G–20 se haya reunido en Washington poco antes del
abandono de Bush de la Casa Blanca, cuando EEUU tiene nuevo
presidente electo, no auguraba tales decisiones de calado.
Probablemente
el principal acuerdo fue posponer el debate sustancial para
antes del próximo 30 de abril, seguramente en Gran Bretaña,
cuyo presidente entonces ostentará la presidencia de la UE,
y posteriormente, en julio, celebrar un tercer encuentro en
Italia. En efecto, los miembros del G–20 no lograron
unificar sus posturas en lo referente a la regularización
de los mercados y la intervención estatal. George Bush, en
la línea de lo manifestado el día anterior, advirtió de
los peligros de comenzar a aplicar políticas
proteccionistas. Georg Bush, el mismo presidente que ha
nacionalizado entidades financieras e incluso ha perdonado
casi en secreto miles de millones de dólares a los bancos.
Por
lo demás, la medidas que tomaron se resumen en la
transparencia en el funcionamiento de los mercados y en el
control de los reguladores como las agencias de calificación.
Medidas que habrán de aplicarse antes del 31 de marzo, pero
que, en cualquier caso, era preciso tomar tanto con crisis
como sin ella, por lo que resulta inevitable la pregunta de
por qué no se tomaron antes. Estos han sido los acuerdos
–porque algún acuerdo habían de presentar– de una
cumbre que calificaron de éxito, por no reconocer que
seguirán poniendo parches a una embarcación atravesada por
una importante vía de agua.
Así
pues, la «refundación del capitalismo» habrá de esperar.
De lo que se trata es de sacar el sistema del bache para
volver a las andadas. Es decir, a la especulación sin ningún
tipo de control hasta que una nueva crisis haga necesaria la
intervención pública para reflotar el sistema con el fin
de evitar el desastre colectivo. La responsabilidad de los
gobiernos es clara y grave por permitir los actos
delictivos, aunque no tipificados como tal, de quienes con
su afán de riqueza arrastran a la pobreza a millones de
personas, precarizan aún más la situación de los
trabajadores y, por si fuera poco, en tiempos de
turbulencias financieras son rescatados con dinero público,
como si esas turbulencias obedeciesen a impulsos
incontrolables de la naturaleza.
En
vez de «refundación», cambio estructural
Sin
embargo, la solución a esos desmanes y a sus devastadoras
consecuencias tampoco puede venir de «refundación» alguna
del capitalismo, cuyas crisis no obedecen a la mala cabeza
de los responsables de algunas compañías financieras, sino
al propio sistema económico cuyo funcionamiento es
precisamente el que ponen en práctica los causantes de las
crisis, las cuales no se producen como consecuencia de un
mal funcionamiento, sino todo lo contrario, toda vez que son
una característica estructural de ese sistema. El cambio
necesario, por tanto, ha de ser estructural.
Ese
cambio exigieron ayer, también en Washington y mientras se
celebraba la cumbre del G–20, activistas de todo EEUU, en
la que denominaron «cumbre del pueblo». Esa cumbre, aunque
apenas concitó la atención de los medios de comunicación
mundiales, denunció el intento de la cumbre del G–20 de
salvar el capitalismo «para los ricos y poderosos», y
exigió, así mismo, medidas económicas que beneficien a
los trabajadores en todo el mundo. Ciertamente, ésas
medidas son las verdaderamente necesarias, aunque sean
incompatibles con el sistema neoliberal, porque los
trabajadores, las clases humildes son las más dura y trágicamente
golpeadas por la crisis, por los despidos que conlleva y por
la precarización económica y laboral. Pero, como también
se pudo oír ayer en las calles de Washington, tras décadas
de situación crítica de los trabajadores, cuando se hunde
Wall Street se reúnen para tomar medidas. Así ha sido.
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