Registro
de despropósitos de los “expertos” para merecido descrédito
de la teoría económica ortodoxa
Lo
que va de 1929 a 2008
Por
Sasan Fayazmanesh (*)
Counterpunch, 14/11/08
Sin Permiso, 16/11/08
Traducción de Mínima Estrella
«¿Por qué
se equivocaron tanto los expertos? En general, se
equivocaron porque la teoría económica es una disciplina
científicamente subdesarrollada, desvergonzadamente
dominada por la pura ideología. La escuela imperante de
pensamiento económico durante la Gran Depresión era, y
sigue siéndolo a día de hoy, la escuela "neoclásica"
o marginalista. Pero en el mundo "neoclásico" no
existen cosas parecidas a las crisis. No habita en el mundo
real en que vivimos, sino en un mundo sin clases sociales,
compuesto de "consumidores" y
"productores"; un mundo armonioso, modelado por lo
general con instrumentos procedentes de la física matemática.
En ese mundo no hay historia; no hay pasado, no hay
presente, no hay futuro. En ese mundo nunca sucede nada
importante, y desde luego ningún acontecimiento catastrófico.
Ese mundo marginalista irreal, insípido y a–histórico
debería haber sido abandonado hace mucho tiempo,
particularmente después de la Gran Depresión. Sin embargo,
su apariencia de elegancia matemática, ligada a su
integrista y descarada defensa del capitalismo, o del
"libre mercado", según prefieren sus partidarios,
lo ha mantenido con vida.»
Una
reciente invitación a hablar sobre "la causa o las
causas de la actual crisis financiera", me llevó a
meditar sobre otro asunto: la causa o las causas de la Gran
Depresión. Hasta el día de hoy, no hay ningún consenso
entre los economistas en lo tocante a las causas de la grave
depresión que duró desde 1920 hasta 1939. ¿Fue el
desplome del mercado de valores en 1929 lo que trajo consigo
la Gran Depresión? ¿Fueron el consiguiente pánico
bancario y la contracción monetaria? ¿Fue acaso la reducción
del crédito internacional y las políticas proteccionistas
practicadas por los EEUU –como la Ley Smooth–Hawley—
lo que causó la Gran Depresión? ¿O acaso fue causada la
"gran contracción", como solía llamarla Milton
Friedman (1), por las medidas de la Reserva Federal, que
permitieron un descenso de la oferta de dinero, en parte
para preservar el patrón oro? Todas esas explicaciones son,
ni que decir tiene, ad hoc.
Lo cierto
es que los "cerebros" económicos de los años 20,
los pretendidos "expertos", ni lograron
pronosticar el desastre venidero, ni, una vez desatado,
consiguieron predecir correctamente su magnitud y su duración.
En su libro de 1984, Hablan los expertos: el compendio
definitivo de la ignorancia con sello de autoridad [The Experts Speak: The Definitive Compendium of
Authoritative Misinformation], Christopher Cerf yVictor
Navasky mencionan muchas predicciones y comentarios de
"expertos" económicos durante la Gran Depresión.
(2) Entre ellos, los que siguen.
El 17 de
Octubre de 1929, siete días antes del crac bursátil del
Martes Negro, Irving Fisher, el gurú de la teoría económica
ortodoxa, profesor de economía en la Universidad de Yale,
escribía: "Las acciones han alcanzado lo que se diría
es un nivel de cotización permanentemente alto".
Fisher, el "experto económico", no se detuvo aquí.
Luego del crac, el 14 de Noviembre de 1929, escribía:
"El final del bajón del mercado de valores … no se
hará probablemente esperar, a lo sumo, unos pocos días más".
Un año después del crac, y nueve años antes del fin de la
depresión, Fisher todavía se avilantaba a predecir:
"Al menos de cara al futuro,
las perspectivas son brillantes". En 1933, la
inversión neta ya era negativa, la producción de bienes y
servicios había caído un tercio, la tasa de desempleo había
subido un 24%, los salarios y los precios monetarios habían
caído un tercio, cerca del 40% de todos los bancos habían
colapsado y las acciones habían perdido el 90% de su valor.
Tal era el "brillante" futuro augurado por el
eminente profesor de teoría económica.
Fisher, sin
embargo, no fue el único "experto" suministrador
de ignorancia con sello de autoridad. El consejero
presidencial y "experto" en mercados de valores
Bernard Baruch hizo la siguiente predicción el 15 de
Noviembre de 1929: "La tormenta financiera amainó
definitivamente". Análogamente, el presidente del
Banco Continental de llinois en Chicago, Arthur Reynolds,
predijo el 24 de Octubre de 1929 que "el crac no tendrá
mucho efecto en el mundo de los negocios".
Y para no
quedarse corto ante esos "expertos", Thomas C.
Shotwell escribió un "Análisis de Wall Street"
para el World Almanac de 1929 en el que se podia leer:
"El mercado está siguiendo leyes económicas naturals
y no hay razón para que la propsperidad y el Mercado no
continúen durante años a este mismo nivel, o incluso a un
nivel todavía más elevado". Los expertos del gobierno
no se quedaron muy a la zaga.
El Departamento estadounidense de Trabajo predijo en
Diciembre de 1929 que el siguiente año sería "un año
espléndido para el empleo".
Es verdad
que siempre hay quien predice "siete de las dos pasadas
recesiones", como reza el chiste. La Gran Depresión no
fue una excepción. El New York Times del pasado 12 de
Octubre de 2008, que reproducía varias de las citas antes
mencionadas, añadía: "Evidentemente, no todo el mundo
era tan optimista". De acuerdo con el NYT, "Roger
Babson, un conocido hombre de negocios y editor de estadísticas
económicas y financieras", dio una voz de alerta en un
discurso pronunciado el 5 de Septiembre de 1929 ante una
conferencia empresarial: "Hay más prestatarios y
especuladores hoy que nunca en nuestra historia. Tarde o
temprano vendrá un crac, y puede ser terrorífico.
Sabiamente proceden los inversores que salen ahora de deudas
y venden". Pero como el propio NYT señala, un año
antes, el mismo Babson había dicho que "la elección
de Hoover y un Congreso con mayoría republicana tendrían
que resultar en la continuación de la prosperidad en
1929".
¿Por qué
se equivocaron tanto los expertos? En general, se
equivocaron porque la teoría económica es una disciplina
científicamente subdesarrollada, desvergonzadamente
dominada por la pura ideología.
La escuela
imperante de pensamiento económico durante la Gran Depresión
era, y sigue siéndolo a día de hoy, la escuela "neoclásica"
o marginalista. Pero en el mundo "neoclásico" no
existen cosas parecidas a las crisis. No habita en el mundo
real en que vivimos, sino en un mundo sin clases sociales,
compuesto de "consumidores" y
"productores"; un mundo armonioso, modelado por lo
general con instrumentos procedentes de la física matemática.
En ese
mundo no hay historia; no hay pasado, no hay presente, no
hay futuro. En ese mundo nunca sucede nada importante, y
desde luego ningún acontecimiento catastrófico. Ese mundo
marginalista irreal, insípido y a–histórico debería
haber sido abandonado hace mucho tiempo, particularmente
después de la Gran Depresión. Sin embargo, su apariencia
de elegancia matemática, ligada a su integrista y descarada
defensa del capitalismo, o del "libre mercado",
según prefieren sus partidarios, lo ha mantenido con vida.
Huelga
decir que desde los días de la Gran Depresión la teoría
neoclásica ha sido enmendada aquí y allí con algunas
ideas tomadas del aristócrata británico John Maynard
Keynes, ideas que trataban de enriquecer con ciertas dosis
de realidad a una teoría de todo punto irreal. Pero el
resultado de la llamada "síntesis neoclásica" o
"neokeynesianismo" no es más que una amalgama de
ideas dispersas, confusas e incoherentes que sirven como
pasto a los estudiantes de teoría económica bajo la rúbrica
de "micro" y "macroeconomía".
Esa triste
situación no fomenta precisamente el análisis inteligente
del pasado o del presente. Tampoco permite pronosticar el
futuro, señaladamente las crisis. Como observaba críticamente
un artículo firmado en 1988 por varios economistas
ortodoxos y publicado en el periódico económico ortodoxo
por antonomasia: "Ni los actuales especialistas en pronósticos,
ni los analistas contemporáneos de series temporales habrían
podido predecir las imponentes caídas de producción que
siguieron al crac [de 1929]". (3)
En otras
palabras, no había nada en la caja de herramientas de la
teoría económica de la época de la Gran Depresión, ni
hay nada en la versión moderna de la teoría económica
ortodoxa, que nos permita entender la naturaleza de los
desplomes económicos graves y predecirlos. Sin embargo,
proliferan las explicaciones de las "causas" de
las crisis.
Entre otras
causas, las estropicios financieros de 2008 han sido
atribuidos a las obligaciones hipotecariamente respaldadas,
particularmente a las vinculadas con hipotecas sub prime; a
la burbuja inmobiliaria, que fue a peor por culpa del préstamo
predatorio, temerario en la estimación de riesgos y laxo en
los criterios de concesión; a los instrumentos financieros
exóticos o derivados, supuestamente diseñados por algún
niño prodigio de las matemáticas o de la física en Wall
Street, por ejemplo, los créditos de cobertura mutua; a los
acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001, la posterior
invasión norteamericana de Irak y la consiguiente subida
del precio del petróleo; a la exuberancia irracional en el
mercado de valores, seguida de un mercado bajista; a la
continuada reducción de las tasas de descuento por parte de
la Reserva Federal y a sus tasas directrices en 2001–2003,
yerros del presidente de la Fed, Alan Greenspan, que declaró
recientemente sentirse en un "estado de estupefacción
e incredulidad" al descubrir que "el interés
propio de las instituciones de crédito" podía ser
compatible con una "desprotección del valor
patrimonial" (4); a la desregulación del sector
bancario, particularmente a la Ley de Modernización de los
Servicios Financieros de 1999 o Gramm–Leach–Biley Act; a
los problemas de liquidez en general; a la falta de
confianza en el sistema financiero y el mercado crediticio,
etc.,
Aunque
cualquiera de esas explicaciones "causales", o
alguna combinación de varias de ellas, podría resultar
plausible y merecer una exploración más fondo, hay que
observar que son todas explicaciones dadas luego de los
hechos. Ninguno de los economistas que proliferan hoy en los
medios de comunicación explicando las causas de los
estropicios de 2008 fue capaz de predecir la crisis un año
o dos antes. Es verdad que siempre hay un Roger Babson o un
Dr. Muerte que predice siete de las pasadas dos recesiones.
Pero entre miles de economistas, las probabilidades son que
uno o dos acierten a pronosticar algo de cuando en cuando.
Sin olvidar, claro está, a quienes desvergonzadamente se
avilantaron a predecir cosas tales como "La Gran
Depresión de los años 90". Puede que ganaran fama y
fortuna en 1990, pero ahora las copias usadas de sus libros
se venden en amazon.com
por un centavo.
Los pánicos
financieros y los desplomes económicos graves no son nada
nuevo en la economía capitalista. La historia del sistema
económico, desde al menos la época de la economía política
clásica, muestra que las crisis monetarias y los
"atracones" se repiten con relativa frecuencia. Lo
que resulta esperable. Una economía en la que los bienes se
producen no para su uso, sino para sacar beneficios, está
abocada a los excesos y los atracones, entonces y ahora.
Además, en un sistema económico en el que la conducta
consumista se considera una virtud y en el que se acepta
como un bien la codicia, es de esperar la incesante creación
de nuevos y exóticos instrumentos financieros que permitan
estafarse unos a otros en Wall Street –como antes en
Lombard Street— . También son de esperar los persistentes
e ingeniosos intentos de los prestamistas y de los
industriales para evitar nuevas regulaciones y eludir las
existentes.
Además, en
una economía en la que el sustento de las masas depende de
los caprichos y los deseos de los capitanes de la industria
y de las finanzas, hay que esperar que se recurra a esas
mismas masas para que acudan en "rescate" de los
magnates cuando éstos se hallan en aprietos. Tales medidas,
como dijo el presidente Bush en su discurso económico del
14 de Octubre de 2008, "no están concebidas para
hacerse con el control del libre mercado, sino para
preservarlo". Todo eso es de esperar. Lo que no es de
esperar es la capacidad para predecir exactamente cuándo
esta bestia dormida se despertará para dar sus característicos
zarpazos y sacudidas. No disponemos de un edificio teórico
que nos permita pronósticos de ese tipo. Quienes con la
mayor confianza proceden a explicar las causas de las
crisis, como quienes, post mortem, explicaban con
certidumbre dignas de mejor causa las causas de la Gran
Depresión, son probablemente quienes menos entienden la
naturaleza de la bestia.
En lo que a
mí hace, felizmente, la entrevista que tenían que hacerme
sobre "la
o las causas de la actual crisis financiera" tuvo que
ser aplazada por "dificultades técnicas". Mis
respuestas no habrían sido, con toda probabilidad, las que
el entrevistador esperaba escuchar.
(*)
Sasan Fayazmanesh es profesor de economía en la Universidad
del Estado de California en
Fresno.
Notas:
[1]
"The Role of Monetary Policy," Milton Friedman,
The American Economic Review, Vol. 58, No. 1 (Marzo, 1968),
pp. 1–17.
[2]
Una version ampliada y actualizada del libro apareció en
1998.
[3]
"Forecasting the Depression: Harvard versus Yale,"
Kathryn M. Dominguez, Ray C. Fair and Matthew D. Shapiro,
The American Economic Review, Vol. 78, No. 4 (Septiembre,
1988), pp. 595–612.
[4]
"Greenspan Concedes Flaws In Deregulatory Approach,"
The New York Times, 24 de Octubre, 2008.
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