¿Ha
llegado el estancamiento global con deflación?
Por Nouriel Roubini (*)
Crisis-economica.blogspot,
21/12/08
Nueva
York.– Las noticias macroeconómicas más recientes de los
Estados Unidos, otras economías avanzadas y los mercados
emergentes confirman que la economía global se enfrentará
a un recesión grave en 2009. En los Estados Unidos, la
recesión comenzó en diciembre de 2007 y durará al menos
hasta diciembre de 2009 – la recesión más larga y
profunda en el país desde la Segunda Guerra Mundial, con
una caída acumulada del PIB que tal vez supere el 5%.
La
recesión en otras economías avanzadas (la zona del euro,
el Reino Unido, la Unión Europea, Canadá, Japón,
Australia y Nueva Zelanda) empezó en el segundo trimestre
de 2008, antes de que los problemas financieros de
septiembre y octubre agravaran la contracción global del crédito.
Desde entonces, esta contracción se ha hecho aun más
severa.
Ahora,
los mercados emergentes están experimentando también el
principio de un aterrizaje brusco a medida que los efectos
negativos de la recesión en las economías avanzadas, la caída
de los precios de los productos básicos y la fuga de
capitales se empiezan a sentir en el crecimiento. En efecto,
el mundo debe esperar algo cercano a una recesión en Rusia
y Brasil en 2009, debido a los bajos precios de los
productos básicos y una abrupta desaceleración en China y
la India que será el equivalente de un aterrizaje brusco
(crecimiento muy por debajo del potencial) para estos países.
A
otros mercados emergentes de Asia, África, América Latina
y Europa no les irá mejor y algunos podrían sufrir crisis
financieras plenas. En efecto, más de una docena de economías
de mercados emergentes se enfrentan ahora a presiones
financieras severas: Belarús, Bulgaria, Estonia, Hungría,
Letonia, Lituania, Rumania, Turquía y Ucrania en Europa;
Corea, Indonesia y Pakistán en Asia; y Argentina, Ecuador y
Venezuela en América latina. La mayoría de estas economías
pueden evitar lo peor si aplican los ajustes de política
adecuados y si las instituciones financieras internacionales
(incluyendo al FMI) les dan créditos suficientes para
cubrir sus necesidades de financiamiento externo.
Con
la certeza casi total de una recesión global, la deflación
–más que la inflación—se convertirá en la preocupación
principal de los encargados del diseño de políticas. La caída
de la demanda agregada, mientras que la oferta agregada
potencial ha estado aumentando debido a la inversión
excesiva de China y otros mercados emergentes, reducirá
abruptamente la inflación. Los mercados laborales
deprimidos, con tasas de desempleo crecientes, limitarán
los salarios y los costos de la mano de obra. Las caídas
adicionales de los precios de los productos básicos –que
ya disminuyeron un 30% de su punto más elevado en el
verano—aumentarán estas presiones deflacionarias.
Los
encargados del diseño de políticas tendrán que
preocuparse por una bestia rara llamada "estancamiento
con deflación" (una combinación de estancamiento económico,
recesión y deflación); por las trampas de liquidez (cuando
las tasas de interés oficiales se acercan tanto a cero que
la política monetaria tradicional deja de ser efectiva); y
por la deflación de la deuda (el aumento del valor real de
las deudas nominales, que aumenta el riesgo de quiebra de
los hogares, empresas, instituciones financieras y gobiernos
en problemas).
Al
hacerse menos efectiva la política monetaria tradicional,
será necesario hacer uso de herramientas no tradicionales
de política orientadas a generar mayor liquidez y crédito
(mediante la facilitación cuantitativa y las compras
directas por los bancos centrales de activos privados no líquidos).
Y si bien la política fiscal tradicional (gasto
gubernamental y recortes de los impuestos) se aplicará
agresivamente, la política fiscal no tradicional (gasto
para rescatar a las instituciones financieras, los
prestamistas y los deudores) será cada vez más importante.
En
este proceso se ampliará enormemente el papel de los
Estados y los gobiernos en la actividad económica.
Tradicionalmente, los bancos centrales han sido los
prestamistas de último recurso, pero ahora se están
convirtiendo en los de primero y único recurso. A medida
que los bancos restringen sus préstamos mutuos, y los que
conceden a otras instituciones financieras y al sector
empresarial, los bancos centrales se están convirtiendo en
los únicos prestamistas que existen.
Igualmente,
con el colapso del consumo de los hogares y de la inversión
de las empresas, los gobiernos pronto serán los primeros y
únicos que gasten para estimular la demanda y rescatar
bancos, empresas y hogares. Las consecuencias a largo plazo
del resultante aumento súbito de los déficit fiscales son
graves. Si los bancos centrales monetizan los déficit, la
inflación seguirá las presiones deflacionarias a corto
plazo; si se financian con deuda, la solvencia a largo plazo
de algunos gobiernos podría estar en riesgo, a menos que se
restablezca la disciplina fiscal a mediano plazo.
No
obstante, a corto plazo deben emprenderse medidas muy
agresivas de política monetaria y financiera –tanto
tradicionales como no tradicionales—para asegurar que el
inevitable estancamiento con deflación de 2009 no se
extienda a 2010 o más. Hasta ahora, la respuesta de los
Estados Unidos parece ser más agresiva que la de la zona
del euro, puesto que el Banco Central Europeo se ha quedado
por debajo de la curva en materia de tasas de interés y la
postura fiscal de la UE sigue siendo débil.
Dada
la gravedad de esta crisis económica y financiera, los
mercados financieros no mejorarán durante un tiempo. Los
riesgos de deterioro de los precios que plantean una amplia
gama de activos riesgosos (acciones, bonos de empresas,
productos básicos, viviendas y clases de activos de los
mercados emergentes) perdurarán hasta que haya señales
verdaderas –hacia finales de 2009—de que la economía
global se podrá recuperar en 2010. Secure
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(*)
Nouriel Roubini es profesor de economía en la Stern School
of Business de la Universidad de Nueva York y presidente de
RGE Monitor (www.rgemonitor.com) una consultoría sobre
temas económicos.
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