Se
acelera él deterioro de la economía mundial
Bajo
el espectro de la Gran Depresión
Por
Roberto Sáenz
Socialismo
o Barbarie, periódico, 05/02/09
“Esto se parece horriblemente al inicio de la Segunda Depresión”
(Paul
Krugman, economista postkeynesiano, Premio Nóbel 2008 de
economía).
En
las últimas semanas los signos de deterioro económico
mundial se han multiplicado. Es tan cotidiana la catarata de datos negativos que
cuesta dar cuenta de todos. Hay un patrón común: en la
mayoría de los casos se trata de índices
históricos, los
más graves de la serie desde que se comenzó a medir ese
factor. En muchos casos, lisa y llanamente, hay que
remontarse ocho décadas para encontrar uno peor. Algo ya
está confirmado: el
mundo está ante la más grave crisis económica desde la II
Guerra Mundial.
Pero
la dinámica de la crisis se mueve tan rápido que ahora la
discusión se está desplazando. Si los analistas dan por
descontado que se trata de la crisis más profunda desde la
posguerra, ahora se interrogan espantados si no se estará
frente a la Segunda
Gran Depresión de la economía capitalista contemporánea.
Este
mismo pánico es el que está comenzando a hacer emerger matices, diferencias e incluso, agudas divisiones entre los círculos
dirigentes del capitalismo mundial. El impactante cruce
de acusaciones entre empresarios, políticos y funcionarios
en Davos; las diferencias dentro de la Unión Europea y las
agudas divisiones entre Demócratas y Republicanos alrededor
del Acta de Reconstrucción Económica de Obama, sirven para
graficar esta situación.
Sin
embargo, a muchos todavía les cuesta pensar que la crisis
podría ser tan grave como la de los años 30. Pero los
hechos son testarudos. Porque la realidad es que son los
mismos datos económicos los que están mostrando esta dinámica:
el mundo podría
estar franqueando las puertas hacia la Segunda Gran Depresión
del capitalismo contemporáneo.
En
estas condiciones, ya se está viviendo el traslado de la
crisis al terreno de la lucha de clases. La reciente caída
del gobierno de Islandia (cacerolazos mediante); la dramática
crisis en curso en la mayoría de los países del Este
europeo (también cruzados por manifestaciones violentas);
los crecientes temores a “estallidos de cólera” entre
los 20 millones de trabajadores recientemente despedidos en
China; las “huelgas salvajes” que han detonado en
Inglaterra y el reciente paro general francés, son todas
expresiones que apuntan a un dramático
salto en la lucha de clases mundial.
Este
concreto espectro de
la Gran Depresión del siglo XXI parece estar
confirmando entonces la caracterización de que el mundo se
está adentrando en un período marcado por agudas crisis,
lucha de clases incrementada, contradicciones entre Estados,
guerras y, por qué no, nuevas revoluciones sociales
en el siglo que se aproxima a cumplir su primera década.
Una mirada a la magnitud de la crisis
“En la teoría general de Marx,
ningún sistema económico, no importa cuán débil, colapsa
por sí mismo en forma automática. Debe ser «derribado».
El análisis teórico de las tendencias objetivas que llevan
a la parálisis del sistema sirve para descubrir los «eslabones
débiles» cual barómetros que indican cuándo el sistema
está listo para ser cambiado. Pero incluso cuando ese punto
es alcanzado, el cambio sólo puede venir de la acción
activa de los factores subjetivos. Esta parte de su teoría
Marx la desarrolló en el estudio de la lucha de clases
(…). La llamada «necesidad histórica» no opera automáticamente,
sino que requiere de la activa participación de la clase
obrera en el proceso histórico. Esta participación, sin
embargo, en sí misma no es algo arbitrario, sino que se sigue de la presión de los factores objetivos”.
En
una charla realizada hace un par de meses decíamos: “La
primera problemática para comprender esta nueva situación
mundial tiene que ver con el grado de profundidad de la crisis. Efectivamente, cuando uno
compara con la crisis del 30, cuando uno recuerda que la
tasa de desempleo en los EEUU alcanzaba el 20 ó 25%, hoy lo
que se puede ver es que todavía Estados Unidos tiene el 7,
8 ó 9%. Es decir, está lejos todavía de esa magnitud de
caída del empleo. Otro dato de enorme importancia es la caída
del producto, en cuanto se destruye trabajo y se destruye
capital; cuántas plantas cierran, cuánta población
sobrante queda. Por ejemplo, en la década del 30, los índices
de caída del producto estuvieron en torno al 20 ó 30%.
También hay otro dato de importancia que es un interrogante
mundial hoy y que no está todavía claro: se trata de cuánto
progresa y se desarrollan realmente salidas competitivas
proteccionistas. Esto también tiene que ver con la
comparación con los 30: porque el retroceso de las fuerzas
productivas se expresó en un brutal retroceso del mercado
mundial, de los intercambios internacionales, que todos
estos años del último período (décadas del 80, 90 y en
lo que va de ésta), han ido por encima del crecimiento del
producto. En la crisis del 29 el retroceso del mercado
mundial, del comercio internacional entre estado y naciones,
llegó al 50%”.
Estas
comparaciones vienen a cuenta porque una depresión se debe
expresar en datos
concretos. En este sentido, la comparación es y no
puede dejar de ser con los años 30. Y la realidad es que,
increíblemente, datos
de esta magnitud se comienzan a expresar en la dinámica
de la crisis. Una dinámica hasta ahora imparable a pesar de
los enormes rescates estatales, los que hasta ahora han
venido fracasando
redondamente en su cometido. Conviene entonces realizar
un muy somero “recorrido” por los datos de la economía
mundial para poder “medir” la dinámica real de la
crisis.
Previamente
señalemos que lo que está en juego en esta comparación no
es hacer una analogía mecánica entre ambos eventos ni
perder la especificidad de la actual crisis. Lo que interesa
es comparar la
magnitud de ambos eventos: “Algunos compañeros han
cuestionado la comparación que estamos haciendo de la
actual crisis económica con la de los años 30. Pero no es
a ese lugar a donde apunta la analogía; analogía que
creemos sin embargo de enorme utilidad. La
comparación con los años 30 tiene que ver con la magnitud
del acontecimiento histórico que está desarrollándose
ante nuestros ojos”.
La
revista inglesa The
Economist señala que para configurar depresión la caída
del producto mundial debería ser del orden del 10% o
prolongarse a lo largo de tres años: “La Gran Depresión
de los EEUU que se inició en 1929 cumplió
las dos condiciones: el PBI cayó alrededor de un 30% y
la caída se prolongó por más de tres años, desde 1929 a
1933. Los norteamericanos también vieron cómo el PBI cayó
el 13% entre 1937 y 1938”.
También
se puede echar una ojeada a otros datos. Por ejemplo, la caída
del producto en la ex URSS después de la restauración
capitalista fue un shockeante 45% entre 1990 y 1998
(comparables con las de Alemania o Japón luego de sus
derrotas en la II Guerra Mundial).
En
fin, el concreto desplome
que está viviendo en estos precisos momentos la economía
mundial acaba de ser reconocido por el mismísimo Fondo
Monetario Internacional: “Según las proyecciones, el
ritmo de crecimiento mundial caerá a 0,5% en 2009, la
tasa más baja registrada desde la II Guerra Mundial.
Pese a que se han adoptado medidas de amplio alcance,
subsisten agudas tensiones financieras que constituyen un
lastre para la economía real. No será posible una
recuperación económica sostenida mientras no se
restablezca la funcionalidad del sector financiero y se
destraben los mercados de crédito”.
Es
este cambio drástico en las condiciones materiales en las
cuales se desarrolla la lucha entre las clases a nivel
mundial la que ha abierto una nueva situación internacional que acumula crecientes tensiones
revolucionarias.
Balanceándose
al borde del precipicio
“En
los años 30, no había un sistema financiero global, como
hoy, en el cual todo afecta a todos”
(Gordon Brown, Primer Ministro de Inglaterra).
En
las últimas semanas está viviéndose el tercer
momento de la crisis económica internacional. Sí el
primero detonó a mediados del 2007 con la crisis de las
hipotecas basura, y el segundo se dio en torno a la caída
de Lehman Brothers a mediados de septiembre pasado, ahora se
está entrando como en un tercer
giro de la crisis. Se trata de un momento en el que se
están manifestando de manera “superpuesta” un
nuevo pico de la crisis bancaria conjuntamente con el
acelerado deterioro de la economía real.
El
ya señalado reporte del FMI define que se está viviendo en
tiempo real un “pernicioso
círculo vicioso” entre los sectores real y financiero
de la economía internacional, círculo que está causando
estragos económicos generalizados.
Este
“círculo vicioso” es de enorme importancia para la
marcha económica en su conjunto: “En la actual crisis
financiera mundial se están destruyendo ingentes cantidades
de capital bajo la forma de capital-dinero (real y
ficticio). Sí esta destrucción no encuentra un piso y se
produce una brutal restricción crediticia producto de una
crisis bancaria generalizada, es como si la economía se
quedara sin su ‘lubricante’, o asfixiada. Si se secara
la acción del dinero para los intercambios la
recesión inevitablemente se transformará en depresión,
con desvalorización y destrucción de capital mercantil,
capital productivo y capital dinerario”.
Esto
es lo que está ocurriendo en estos mismísimos momentos:
una retroalimentación entre la crisis “financiera” y la real;
retroalimentación que presiona en el sentido de una concreta
transformación de la recesión en depresión. El hecho
es que los históricos paquetes de ayuda económica
implementados desde el Estado por los gobiernos de los países
imperialistas (¡por casi 5 billones de dólares!) parecen
no haber alcanzado para rescatar a los bancos y a la economía como un
todo del abismo en el que están.
Concretamente,
el sistema de bancos, al menos en EEUU e Inglaterra, está al borde de la bancarrota o ante la eventualidad de una estatización
completa por parte de los gobiernos de Obama y Brown.
Este
dato es de enorme importancia. Más aun cuando se toma nota
que en la Gran Depresión de los años 30 la crisis afectó
directamente a los pequeños y medianos bancos pero no puso
realmente en riesgo a los grandes: “Las más grandes
corporaciones financieras e industriales operan hoy en una
escala mucho más grande que en los años de entre guerras
y, como consecuencia, la presión sobre los gobiernos para
rescatarlas es desproporcionadamente grande. La crisis
bancaria de los años 30 en EEUU fue una crisis masiva de
los pequeños y medianos –‘los grandes bancos no fueron
mayormente los que devinieron insolventes y cayeron,
inclusive en los períodos de amplias caídas
bancarias’– mientras que en Inglaterra directamente no
hubo crisis bancaria. Esta
vez estamos viendo una crisis en muchos de los más grandes
bancos en las mayores economías”.
Los
ejemplos de las últimas semanas son aleccionadores en este
sentido. El Citigroup (segundo banco norteamericano), que en
los últimos meses recibió una ayuda económica estatal por
45.000 millones de dólares (al tiempo que una cobertura
multimillonaria por 304.000 millones de dólares sobre unos
activos “tóxicos”), está nuevamente tambaleándose
ante lo insondable de su cartera “tóxica” (la misma
alcanzaría los 1,2 billones). Un reporte señala que
“tras clausurar el
peor año de negocios de su historia, al contabilizar un
total de pérdidas por US$ 18.720 millones, el Citi anunció
una escisión que dará lugar al Citicorp y el Citi Holding,
dos estructuras organizativas en las que agrupará sus
actividades más sanas (la primera) y las más polémicas y
riesgosas (la segunda), en un intento desesperado
por estabilizarse y dejar atrás una crisis que desvalorizó
ayer otro 8,6% sus papeles en el mercado bursátil para
dejarlos a US$ 3,50 cada uno”.
Tampoco
al Bank of America (primer banco norteamericano) le va muy
bien que digamos: acaba de recibir otra ayuda estatal por
20.000 millones de dólares. A su quebranto hay que
adicionarle situaciones como el reciente despido del ex
gerente de Merrill Lynch (conocido banco de inversión
recientemente absorbido por esta institución) por reportar
pérdidas inesperadas
por 15.300 millones de dólares.
En
definitiva, el hecho es que las 13 primeras entidades del
sistema bancario estadounidense han recibido una asistencia
directa por parte del Estado de 147.910 millones de dólares,
asistencia que no ha
logrado ni sacarlos del quebranto ni que los mismos vuelvan
a prestar dinero.
Es
que a pesar de esta asistencia multimillonaria, estas mismas
instituciones acaban de declarar un declive
en sus préstamos en el último trimestre del 2008 del
1,4% mostrando la continuidad de la restricción a dar créditos
que asfixia a la
economía productiva y que la asistencia recibida ha
sido utilizada sólo para tapar malamente agujeros y seguir
pagando dividendos a sus accionistas.
“El
volumen total de préstamos en trece de los mayores bancos
de EEUU que recibieron inyecciones de capital del gobierno
cayó el 1,4% en el cuarto trimestre, aumentando el
escepticismo acerca de la eficacia del Programa de Alivio de
Activos en Problemas (TARP). Creado en octubre para
estabilizar a las instituciones financieras para que
pudieran reanudar sus préstamos a empresas, consumidores y
otros bancos, el TARP
no ha cumplido sus metas. Los préstamos totales en 13
bancos que han recibido 148.000 millones de dólares en
capital de los contribuyentes cayeron en 46.000 millones de
dólares a 3,31 billones a fines de 2008”.
Del
otro lado del Atlántico (Inglaterra) las cosas no
van mejor. El Royal Bank of Scotland (segundo banco del
país) acaba de declarar pérdidas
históricas para el año 2008 por 40.500 millones de dólares.
El
reconocimiento de semejantes pérdidas por parte de uno de
los bancos más “fuertes” del país volvió a hacer temblar
todo el sistema financiero inglés y desnudó que tampoco el
plan de Gordon Brown ha alcanzado para sacar al sistema
financiero de la posibilidad de la quiebra generalizada.
“El
gobierno del Reino Unido se comprometió a destinar decenas
de miles de millones de dólares adicionales
para reanimar un tambaleante paquete de rescate financiero.
El último plan del gobierno británico se produce sólo
tres meses después de que el primer ministro, Gordon Brown,
anunciara un paquete de rescate de 400.000 millones de
libras esterlinas en octubre (unos US$ 590.000 millones),
que incluía una inyección de capital de 37.000 millones de
libras en RBS, HBOS, PLC y Lloyds TBS Group PLC. Ese paquete
impidió un colapso de los bancos británicos pero no
estabilizó al sector”.
El
hecho es que en el RBS la participación del Estado ha
aumentando del 58 al 70% y muchos opinan que la nacionalización
total del banco es cada vez más probable. El segundo
banco británico seguiría así los pasos del Northern Rock,
primer banco en ser estatizado en este país en décadas y décadas.
Tal es la descapitalización del RBS que su acción valdría
12 peniques, créase o no, menos
de lo que cuesta en Londres una cajita de chicles!
Agregando
–como sí fuera posible– más dramatismo a la situación,
el diario inglés The
Guardian alertó días atrás acerca de la eventualidad
de que el peso de los rescates termine siendo tan grande que
arrastre a la propia
Inglaterra a la bancarrota: “El periódico laborista The
Guardian advirtió esta semana que Gran Bretaña se
arriesga a caer en
bancarrota tras haberse endeudado por un total de
970.000 millones de dólares al final del 2008, lo que
representa un 47,5% del PBI. Del total de la deuda, 140.000
millones de dólares fueron a la nacionalización del banco
Northern Rock y a la recapitalización del Royal Bank of
Scotland”.
En
síntesis: se podría estar frente a la lisa y llana
quiebra del sistema bancario norteamericano e inglés
(cosa que arrastraría inevitablemente al resto de la banca
europea) como acaba de declarar el gurú económico de moda
Nouriel Roubini, circunstancia que obligaría a los
gobiernos a su estatización
lisa y llana.
La industria mundial muestra señales tangibles de
depresión
Más
allá de la crisis bancaria, desde hace semanas la
“novedad” es la dramática caída que se está
procesando en el terreno de la “economía real”, fundamento material y elemento “nuclear” de la crisis. Porque
en lo que hace a la producción mundial, el retroceso del
producto y, dentro de él, del producto industrial, comienza
a acercarse a cifras realmente “depresivas”.
Es
decir, los concretos desplomes de la producción en general
y de la industrial en particular, tienden a crecer
alcanzando en varios casos cifras de dos dígitos. Esto lo acerca a los números de la Gran
Depresión en la cual la caída del producto en EEUU –como
ya hemos señalado– rondó algo en torno al 30%.
Aquí
hay que subrayar la significación del hecho de que el
PBI industrial esté cayendo más que el producto en
general. Esto tiene su importancia en la medida que,
comprensiblemente, se entiende que la industria es la mayor
fuente de creación de riqueza y valor de la economía.
Es
decir, también la agricultura produce valor, lo mismo que
aquellas operaciones de comercio y servicios que están
ligadas a la producción. Pero está claro que la sede
“por excelencia” de la producción de la riqueza es la
industria. Y si en lo que hace al producto en general los índices
de caída siguen siendo de un dígito, lo
que tiene que ver con la producción industrial se está
acercando peligrosamente a dos.
Este
concreto desplome
de la industria en los países centrales está llamado a
extenderse al resto de las ramas de la economía: “la caída
en la economía productiva necesariamente lleva a los
capitalistas a cortar el gasto improductivo, causando una
masiva caída en los precios de las propiedades y afectando
los balances de los bancos que prestan para financiar la
producción generando sucesivas olas de quebrantos
bancarios”.
Es
decir, en última instancia la caída del producto
industrial termina necesariamente afectando
al resto de las esferas económicas porque es la riqueza
que se produce en su seno la que puede solventar todos los
demás gastos improductivos.
Hay
que ver entonces la evolución de las diversas regiones de
la economía mundial. Nos dedicaremos sólo a algunas de
ellas arrancando por las economías del sudeste asiático, motor
económico mundial de los últimos años y sede de todas
las elucubraciones vulgares acerca de su posible
“desacople” respecto de la evolución económica en los
países centrales.
“Increíblemente”,
los datos de caída del producto industrial más dramáticos
provienen de esta región: “La escala y la velocidad de la
caída corta la respiración, y es de un rango más amplio que cuando la crisis
financiera de 1997-8. El PBI chino, que se expandió el
13% en 2007, escasamente creció algo en el último
trimestre del 2008. En el mismo período, para el PBI
industrial del Japón, se estima una caída anualizada del
10%; en Singapur, la caída del producto industrial sería
del 17% para igual período, y en Corea del Sur se habla de
algo en torno al 21%. El producto industrial cayó incluso más
dramáticamente desplomándose
en Taiwán al 32% en diciembre último respecto del
mismo mes del 2007”.
Como se ve, se trata de cifras en la región más dinámica
de la economía mundial que nada
tienen que envidiarles a las de los años ’30…
Según
la revista inglesa The
Economist “las causas inmediatas de este desplome
son evidentes: la
reducción de stocks y el colapso en las exportaciones.
Incluso en China, las exportaciones se están derrumbando,
con una caída del 2,8% en diciembre comparado con el mismo
mes del año anterior. Ese mismo mes en Japón las mismas
cayeron un 35%
y en Singapur un 20%. Las cifras de importaciones son
incluso peores: en China cayeron un 21% en diciembre respecto de igual mes del año
anterior; en Vietnam por un 45% en enero de este año.
Algunos habían sugerido que el comercio intraregional habría
de proteger a Asia contra la caída en el Oeste… Pero esto
no está ocurriendo porque el comercio dentro de Asia es
parte de la cadena globalizada de la oferta que está en última
instancia atada a la demanda del mundo rico”.
Por
si no fuera suficiente, hay más: “Muchas de las economías
asiáticas parecen haber sido golpeadas más duramente que
sus contrapartes del Oste. En el último trimestre del 2008,
el PBI probablemente haya caído en un índice anualizado
del 15% en Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán; sus
exportaciones se derrumbaron más del 50% en un índice
anualizado. Las acciones en Asia emergente se
desplomaron casi tanto que durante la crisis financiera asiática
de una década atrás. Esa crisis fue causada por la
excesiva dependencia del capital extranjero. Esta vez los
tigres han sido atrapados por su excesiva dependencia de las exportaciones. El gigante más rico de Asia,
Japón, ha reportado caídas de sus exportaciones por 35% en
diciembre del 2008 respecto del mes anterior. En el mismo
período, las exportaciones taiwanesas cayeron un 42% y la producción industrial
un llamativo 32%, peor que en la mayor caída anual del
producto en EEUU durante la Depresión”.
Particularmente
respecto de China la situación es la siguiente: “La
producción industrial se ha desacelerado aun más
bruscamente, ya que creció sólo un 5,7% en los 12 meses
hasta diciembre comparada con el 18% registrado a fines de
2007. Miles de fábricas han cerrado y millones de
trabajadores emigrantes ya han perdido sus empleos. Pero
podrían llegar tiempos peores. Es probable que las
exportaciones chinas caigan aún más en los próximos
meses, a medida que la demanda mundial baja. Qu Hongbin,
economista de HSBC, pronostica que las exportaciones en el
primer trimestre podrían ser un 19% inferior a las
registradas hace un año. Este
año podría ser testigo del primer descenso anual en las
exportaciones en más de un cuarto de siglo”.
Claro
que no se trata sólo del sudeste asiático: el
producto en general y el industrial en particular se está
estancando o en caída libre a lo largo y ancho del globo.
Según la última edición de The
Economist la situación es la siguiente: en EEUU, de
diciembre 2008 al mismo mes 2007, la industria cayó un
7,8%; en el caso del Japón, de noviembre a noviembre, la caída
ha sido por la friolera del 16,6%; en Inglaterra, la caída
también de noviembre a noviembre, ha sido por un 6,9% (no
hay que olvidar que en este país la industria está
debilitada más estructuralmente);
en el caso de Francia, de noviembre 2008 en comparación con
2007, la caída ha sido del 9%; en Alemania, para igual período,
ha sido del 8,3%; en Italia diciembre contra diciembre, del
9,7%; y como no podía ser de otra manera de las grandes
economías europeas la que está cualitativamente
peor es la de España (este país bate record tras
record en varios rubros): ¡de
noviembre a noviembre una caída del PBI industrial del
17,2%!
En
síntesis, hemos mostrado una catarata de cifras de la
producción que se acercan peligrosamente a índices de caída
del 10%, es decir, indicadores de depresión. Pero aun hay más. En Europa del Este,
Rusia y Turquía, la situación es todavía peor:
en la República checa, la caída del último año alcanza
el 17,6%; en Hungría, el 12.0%; en Finlandia, el 10,1%; en
Estonia, el 17,7%; en Lituania, el 13,9%; en Rusia el 10% y
en Turquía el 13,9%…
Por
si todo esto fuera poco, es evidente que por detrás de
estos datos generales hay que estudiar la evolución de cada
rama productiva, algo que aquí no podemos hacer. En todo
caso hay que hacer una referencia a la rama automotriz, dado que su peso en todas las economías es
“descomunal” llegando en muchos casos a implicar el 10%
del producto total. No es casual entonces que sobre ella
haya cada día cataratas de datos: se trata de la rama
productiva más golpeada de la economía internacional, a la
cual están atadas toda otra serie de industrias.
En
su principal mercado, EEUU, el descenso de la producción es
vertiginoso: de algo en torno a las 16 millones de unidades como
promedio de ventas de los últimos años, se estima que en
el 2009 difícilmente se alcancen los 10 millones (una caída
en torno al 40%). En el caso de Japón, la producción de
vehículos cayó en noviembre pasado un 20,4% en comparación
con igual mes del año anterior. Este porcentaje es el mayor
desde que la Asociación de Fabricantes de Automóviles de
Japón comenzó a compilar datos desde 1967. El informe
también señala que miles de obreros de automotrices han
perdido sus empleos en las últimas semanas, llegándose
incluso a hablar de ollas populares en ese país: “La
crisis global está llegando hacia nosotros como una
marea” declaró Teruyuki Minoura, presidente de Daihatsu
Motor Co, filial de Toyota.
La “bomba nuclear” del retroceso del comercio
internacional
El
tercer índice que podría estar alimentando la eventual
tendencia depresiva está radicado en el terreno del comercio
internacional. ¿Cuál es la realidad en este terreno?
Simple: por primera
vez en décadas cae el comercio mundial incluso por detrás
de las figuras de caída del producto.
Este
es un dato impactante
si se tiene en cuenta que desde la II Guerra Mundial ha
venido creciendo sostenidamente de manera más
que proporcional que el producto. Este fenómeno pegó
un escalón ulterior en las últimas décadas con el giro
neoliberal de la economía mundial y el ordenamiento que la
misma implicó de los flujos de comercio y capitales en el
terreno internacional. Ahora esto está completamente
cuestionado. Así, cuando el FMI pronostica para el año un
“crecimiento” del 0,5%, sus propios pronósticos
respecto del comercio mundial hablan de una caída
neta para este año de más del 3% (primera caída desde
1982) en comparación del crecimiento del 4,1% en 2008.
Si bien esto está todavía lejos de las figuras de la Gran
Depresión (una caída de casi el 50% del comercio mundial),
digamos que el declive recién comienza a hacerse notar y
hay que ver su dinámica a lo largo de todo el año más aun
si se siguen multiplicando los reflejos proteccionistas que
parecen estar poniéndose en marcha.
“Por
primera vez en más de una generación, dos
motores de la integración global –el comercio y los
flujos de capitales– están pasando simultáneamente a
reversa. El Banco Mundial dice que los flujos de capital
privado neto a las economías emergentes en 2009
probablemente serán la mitad del record de 1 billón de dólares
de 2007, mientras que los volúmenes de comercio globales se
reducirán por primera vez desde 1982. Estos cambios gemelos
obligarán a ajustes
muy duros. Los países que han dependido de las
exportaciones para motorizar su crecimiento, desde China a
Alemania, tendrán una baja, a menos que pudieran apuntalar
la demanda interna rápidamente. La fuga de capital privado
significa que las economías emergentes con déficit de
cuenta corriente enfrentan una sequía de financiamiento
además de la baja de las exportaciones. Existe el riesgo
que en su incomodidad, los
gobiernos se vuelvan hacia su viejo pero falso amigo del
proteccionismo. Pero las lecciones de la historia son
claras. El aislacionismo económico de la década del 30,
simbolizado por el arancel Smoot-Hawley de EEUU, intensificó
cruelmente la depresión”.
Efectivamente,
la caída en las exportaciones ha sido exacerbada
por la restricción crediticia global, la cual hace más difícil
el conseguir financiamiento comercial. La eliminación de
stocks a escala masiva ha llevado la caída del producto aún
más lejos. El comercio dentro de Asia ha caído incluso más
que sus ventas a EEUU y Europa. Todo esto no es extraño
cuando es conocido que el comercio mundial mueve valores por
14 billones de dólares y para eso necesita
sí o sí financiamiento, financiamiento que se ha
vuelto un bien escaso.
Al
mismo tiempo, como subproducto de la crisis, están
creciendo las ya señaladas presiones proteccionistas.
En este sentido, el paquete que Obama está tratando de
hacer votar en el Congreso norteamericano ha despertado una creciente
polémica por su cláusula de “buy american”
(“compre americano”) para ciertos productos estratégicos
como hierro y acero. Lo concreto es que desde distintas
partes del mundo (China, Brasil, Canadá, UE, etc.) se está
cuestionando duramente esta cláusula que podría desatar reacciones simétricas respecto del acero estadounidense. Esto
recuerda el famoso acta de arancelamiento de importaciones
en los años 30 en EEUU –la ley Smoot-Hawley– que generó
una similar reacción en el mundo y llevó al fondo del
tacho al comercio internacional constituyéndose en uno de
los más poderosos factores depresivos. Demás está decir
que este factor sería realmente una “bomba
nuclear” hoy, cuando con la globalización y
mundialización de las últimas décadas los encadenamientos de la economía mundial son más profundos e
inextricables que nunca antes en la historia. Por si
fuera poco, a lo anterior se le suma el hecho descomunal de
que con la crisis, lo que estalló y no tiene retorno, es
una particular
configuración de la economía mundial que no va más.
Esto también alimentará
la presión al retroceso del comercio mundial: “Los
gobiernos asiáticos tienen más que preocuparse este año
que sólo por la tasa de crecimiento económico. Más allá
de la crisis inmediata, el interrogante es ¿de dónde vendrá
el crecimiento? El consumo americano y su amplio déficit,
que empujó mucho del crecimiento asiático en la década
pasada, ha llegado a
un final. No se trata de algo cíclico sino estructural.
En los próximos años, los americanos tendrán que ahorrar
más e importar menos. El crecimiento asiático traccionado
por las exportaciones parece haber alcanzado sus límites.
Necesita una nueva máquina de crecimiento: en el futuro
deberá descansar más en la demanda doméstica”.
En
definitiva: “Para considerar los eventuales desarrollos de
la crisis actual, cabe recordar que en la Gran Depresión de
los años 30 operó no sólo la restricción crediticia sino
un retroceso en la tendencia secular a la internacionalización
de las fuerzas productivas propias del capitalismo. La
crisis desató reflejos condicionados en el sentido de un
‘sálvese quien pueda’ que terminó haciendo retroceder
el mercado mundial casi a la mitad de su dimensión”.
Y agregábamos: “los más probable es que la actual crisis
acentúe estas tendencias. Esto es, frente a una crisis en
el punto máximo de internacionalización alcanzado bajo el
capitalismo, los mecanismos defensivos que se ponen en
marcha apuntan en sentido contrario.
La disputa sobre quién pagará la cuenta del desastre
agudizará de modo casi inevitable, y en un grado no visto
en las últimas décadas, no sólo la competencia entre
capitales y bandos capitalistas, sino entre los propios
estados nacionales de EEUU, la Unión Europea, Japón y
China”. Esto es lo que ya de alguna manera está
ocurriendo e inevitablemente sumará a la presión depresiva por la vía del retroceso de los
intercambios internacionales.
El peligro “deflacionista”
Otro
indicador de la
magnitud histórica de la crisis en curso ha sido el
verdadero vértigo con
que se pasó de una tendencia alcista mundial en materia
inflacionaria en la primera mitad del año pasado a la
actual completa reversión
de esa tendencia cuando la eventualidad a la que más le
temen las autoridades monetarias de los EEUU es
a la caída en un proceso deflacionario.
Como
síntoma debería ser evidente que para una semejante
reversión de tendencias que tienen el peso y la inercia de
la estadística, es que subyaciendo detrás de ellas existen
fuerzas de una magnitud sin igual.
Esta
tendencia deflacionaria tiene una evidente conexión con las
tendencias depresivas en la economía real. Es que las
tendencias que ahora quedan expuestas a la sobreproducción
de mercancías y la sobre acumulación en materia de inversión
empujan en el sentido
de la desvalorización generalizada de todo tipo de
“activos”.
De
ahí que no sea casual la preocupación que acaba de
expresar el FMI también a este respecto. Mundialmente los
precios sólo “aumentarían” un 0,3% en el 2009. Por su
parte, en los EEUU, diciembre pasado marcó la tercera
deflación consecutiva en el orden del 0,7%, dejando la
“inflación” total del 2008 sólo en 0,1%, la
más baja desde 1954.
No
hace falta recordar que el año 2008 se había iniciado con
una fuertísima presión a nivel del precio de las
commodities, presión que si bien también respondía a
razones especulativas, estaba sin embargo atada –en términos
reales– al fuerte
crecimiento del producto mundial que se estaba procesando
hasta el momento.
Desde
el salto descomunal del barril de petróleo a casi 150 dólares
y el alza imparable de las commodities agrícolas,
promediando el año se estaba viviendo una de esas raras
situaciones donde los términos de intercambio parecían
deteriorarse no para el sur dependiente y semicolonial sino
para el norte imperialista.
Sin
embargo, la
emergencia de la crisis puso el mundo nuevamente sobre sus
pies. Porque lo que se está viviendo es una reversión
brutal a nivel precios aunque no sólo de las
commodities: se trata de las caídas generalizadas de todos los “activos”: desde
las acciones bursátiles, pasando por la propiedad, las
commodities y el precio de todas las mercancías en general.
Pero
la deflación al tiempo que destruye valor tiene otra
contradicción: aumenta
el peso del endeudamiento. Esto en la medida que va de
suyo que la desvalorización se expresa como fortalecimiento
de la moneda. Es decir, los precios de las mercancías
caen… pero las
deudas no. El hecho es que durante la Gran Depresión la
caída de los precios en EEUU fue de casi un 25%, índice
del cual aun se está lejos.
Precisamente,
para contrarrestar esta realidad es que los gobiernos de los
países imperialistas han bajado
masivamente la tasas de referencia. En el caso de la
Reserva Federal estadounidense, la baja de las tasas también
ha adquirido números históricos:
las ha dejado en el 0,5%, un umbral donde a todos los
efectos prácticos no hay otro escalón, niveles no vistos
desde la Gran Depresión. En este sentido, el record de la estadística se la lleva la baja de las tasas que
instrumentó el Banco de Inglaterra, el que bajó sus tasas
de referencia al 1,5%, el menor nivel desde que fue fundado
el banco en… 1694!
Paradójicamente,
esto no quiere decir que esta tasa de referencia sea la que
se le cobra al público… Esto no es así: ¡precisamente en este tipo de crisis depresivas lo que ocurre a nivel
tasas es como una tijera: cuanto más bajan las tasas de
referencia para los “mayoristas” más sube la tasa de
interés minorista para el público en general!
En
este contexto y como para responder –al menos en parte–
de dónde sale el dinero para enfrentar los paquetes
multimillonarios, información extraoficial señala que la
FED hizo imprimir un
billón de dólares desde el salto de la crisis en
septiembre pasado: “Este ‘relajamiento
cuantitativo’ es un augurio respecto de la opción a ser
utilizada in extremis: reflacionar
la economía emitiendo dinero para financiar los déficits
fiscales”.
Es decir, de las actuales tendencias deflacionarias
se podría volver a pasar a una inflación brutal o a una combinación
contradictoria de tendencias en los diversos países o
regiones.
Todo
esto tiene otra serie de consecuencias a nivel de los
niveles históricos de déficit fiscal que enfrenta EEUU y
los peligros que se ciernen por estas razones sobre el dólar
como moneda mundial y su relación con la cotización de
todo el resto de las monedas, así como las presiones que la
crisis puede estar introduciendo al fraccionamiento
monetario también en este sentido. Pero esto nos llevaría
demasiado lejos para los propósitos del presente trabajo.
En
todo caso, simplemente concluyamos que, como síntoma de
factores subyacentes, la
deflación de los precios es otro poderoso indicador de las
profundas tendencias depresivas en las que se encuentra
basculando la economía mundial.
Eyectados hacia la desconocido
“En
el 2009 puede ahondarse con consecuencias imprevisibles la
mayor crisis del capitalismo en ocho décadas. La fragilidad
de este año radica en que incluso antes del estallido de la
crisis financiera existían tendencias preocupantes en el
sistema mundial: tendencias que alentaban una creciente pugnacidad en el plano interno de los países y en el ámbito de las
relaciones internacionales. En los EEUU la desigualdad económica
actual es similar a la de los años 20 del siglo pasado. Si
bien la interdependencia económica se aceleró en los últimos
lustros y la globalización produjo más riqueza, la
redistribución regresiva del ingreso acompañó el auge
mercantil. En breve, se
fueron agigantando las diferencias de todo tipo entre clases
y con ello la pugnacidad social”.
Efectivamente,
la gran noticia del momento es como la crisis se comienza a
trasladar al plano de la lucha entre las clases, a la “pugnacidad
social” como dice el analista que acabamos de citar.
Cuando
comenzó la misma tuvimos un debate en el cual determinados
compañeros de la izquierda tendían a poner de relieve el
supuesto hecho de que la crisis “no estaba dando lugar a
una respuesta acorde por parte de las masas a nivel
mundial”… En ese momento dijimos varias cosas que aquí
no podemos repetir. Pero básicamente lo que señalamos es
que semejante
martillazo en las condiciones de vida y trabajo de los
explotados y oprimidos a nivel mundial, el semejante cambio
en las condiciones materiales de existencia de la clase
obrera mundial iba –inevitable y necesariamente– a dar
lugar al período más convulsionado de la lucha de clases
mundial en décadas y décadas.
También
dijimos que había que tener “paciencia”; que cuando el
mundo se derrumba debajo de los píes, el
metabolismo social de la reacción frente a esa catástrofe
lleva su tiempo. La realidad es que incluso para
nuestros parámetros estos tiempos parecen estar acelerándose
ya.
En
todo caso no es aquí el lugar para dar cuenta de este
proceso que se acelera y que tiene bombas
de tiempo a lo largo y ancho del globo. Tampoco haremos
la estadística de la masiva destrucción de empleo mundial que ya está ocurriendo a lo
largo y ancho del mundo aunque sí subrayar que este dato es
otro que, inequívocamente, de profundizarse, señala
la perspectiva de una nueva Gran Depresión. Es decir,
el desempleo de masas es otro
rasgo inequívoco de depresión, independientemente que
la forma que tome no vaya a ser igual a las fotografías que
todos hemos visto de los años 30.
Aquí
entonces sólo pintaremos un
“fresco” de la situación refiriéndonos muy
someramente a algunos países claves de la economía
mundial. Tomaremos tres casos “testigo”: EEUU, China y
España por las dimensiones del problema en ellos.
Sobre EEUU, el escritor argentino –un peronista bastante
conservador por cierto– radicado hace años en EEUU hace
una vívida pintura de los problemas del empleo en ese país:
“A los norteamericanos les apremia saber cómo fue posible
que en sólo dos meses –octubre y noviembre–
se evaporaran un
millón de puestos de trabajo”.
Quieren
saber, sobre todo, qué hará el nuevo Presidente para que
cese el incesante drenaje laboral, el
más pronunciado desde la II Guerra Mundial. El 7,2% es
una cifra que los norteamericanos no imaginaban hace dos años,
cuando era del 4,4% [pero con ser alta para los estándares
estadounidenses como se verá enseguida, no deja de ser una
cifra mentirosa, N. de R.]. Más de 11 millones están en la
calle, y si a ellos se sumaran los derrotados que ya se han
cansado de golpear puertas y los 3,4 millones que aceptaron
un trabajo de medio tiempo aunque necesitan uno de tiempo
completo, el
porcentaje de la desocupación llegaría al 13,5% [es
decir, una cifra que no está tan delirantemente lejana del
20 o 25% de los años 30, N. de R.]”.
Respecto
de China, un informe de The
Economist es aleccionador.
Titulado “Migración hacia lo desconocido” señala lo
siguiente: “Los lideres chinos están peleando para
enfrentar el más
grande crecimiento en el desempleo en años. Migrantes
desde el campo, la fuente más grande de mano de obra para
las industrias orientadas a las exportaciones del oriente y
la construcción, están siendo fuertemente afectados. Millones han sido tirados fuera del trabajo. Los trabajadores
urbanos de cuello blanco, por años acostumbrados a un
crecimiento de dos dígitos, ahora se enfrentan a una caída
en las bonificaciones y al congelamiento salarial. Algunos
están perdiendo también el trabajo. Los estudiantes, de
los cuales el gobierno siempre tiene el temor a algún
levantamiento, se
enfrentan a la más difícil
perspectiva de empleo desde el levantamiento de
Tiananmen 20 años atrás”.
Podemos
agregar que en lo que hace a despidos en masa, China se está
llevando efectivamente las palmas: 20.000.000
de trabajadores rurales acaban de quedarse sin trabajo.
Es decir, el 15,3% de los 130 millones de trabajadores que
migran desde el campo se quedaron en la calle por lo que han
debido retornar a sus casas. El 55% de los 1.300 millones de
habitantes son todavía campesinos, 727,5 millones. De
ellos, precisamente 130 millones parten de sus pueblos a
buscar trabajo en las ciudades. Pero 20 millones se han
quedado sin nada que hacer. Lo que está haciendo temblar en
estos mismísimos momentos al PCCH es qué
harán ahora de sus vidas estos 20 millones…
Yendo
a Europa occidental, la situación más dramática está en
España: “Durante el auge económico en España, los
inmigrantes eran bienvenidos. En 2005 el gobierno otorgó
una amnistía a más de 500.000 personas que vivían en el
país ilegalmente. Hoy esos inmigrantes son vistos como un creciente
problema social. Muchos de los inmigrantes
de España son de África o Latinoamérica y ven las
perspectivas de encontrar trabajo en sus países de origen
cada vez más difíciles.
España está entrando en un ‘territorio
desconocido’, dice Fernando Eguidazu, economista y
vicepresidente del Círculo de empresarios. ‘Hay
un grupo de cinco millones de inmigrantes en una situación
de crisis y contracción económica. No sabemos cómo se va
a solucionar eso”.
En
definitiva, las tendencias depresivas de la economía
mundial están alimentando este concreto “salto a lo
desconocido” por parte del capitalismo de las últimas décadas.
Es decir, una ruptura
de todos los equilibrios de las últimas décadas que ya
ha significado la
concreta apertura de una nueva situación mundial preñada de “eslabones débiles” y
posibilidades revolucionarias donde la lucha entre las
clases apunta a pegar
un salto de dimensiones histórico-epocales.
Henryk Grossman, “La revuelta evolucionista contra la
teoría clásica”, en www.marxists.org.
[2]
Roberto Sáenz, en la mesa sobre crisis mundial
organizado por el Gallo Rojo, www.socialismo-o-barbarie.org.
Reforzando lo anterior se puede agregar que entre 1929 y
1933 el PBI de
EEUU declinó un 33%; las inversiones, un 89%; el valor
de las construcciones residenciales, un 75%; la producción
de hierro y acero, un 59%, y la producción automotriz,
un 65%.
The Economist en La Nación, 4-01-09. La publicación
agrega que en puridad la “década perdida” de Japón
en la década del 90 habría sido una depresión
leve porque la mayor caída desde el pico hasta el
piso del PBI real fue de sólo 3,4% en los dos años
hasta 1999.
“El retorno del viejo fantasma”, Roberto Sáenz. En
revista SOB n°22.
[9]
“John Thain, aclamado como un héroe hace menos de
cuatro meses por evitar el potencial colapso de Merril
Lynch & Co, fue despedido el jueves por su nuevo
jefe. En las oficinas de Merril en Manhattan, los
banqueros se juntaron alrededor de los televisores para
seguir de cerca la noticia sobre la repentina partida de
Thain. El ánimo era de incredulidad por informes de que
había gastado más de US$ 1 millón del dinero de la
firma para decorar su oficina, incluyendo
más de US$ 35.000 en un inodoro”… En el Wall
Street Journal Americas, 23-01.09.
Wall Street Journal Americas, 26-01-09.
Esto como subproducto de la que ya es considerada una de
las peores
operaciones económicas de la histórica de la banca
mundial: él aumento de su participación en otro
importante banco sujeto ahora a una situación de
quebranto.
Wall Street Journal Americas, 20-01-09.
“La caída de los años 30 y la crisis hoy”, Chris
Harman, en Internacional Socialist n°121. Se trata un
instructivo artículo más allá que en los análisis de
este autor se
sigue pecando en gran medida por “defecto” en lo que
tiene que ver con caracterizar la gravedad de la crisis
en curso.
The Economist, 29 de enero del 2009. En www.economist.com
En el caso de Japón la caída de la industria es la
peor desde que comenzó a llevarse la estadística en
1953.
Ídem, The Economist, 29-01-09.
Ídem, The Economist, 29-01-09.
The Economist, en La Nación, 25-01-09.
Sin embargo, la caída del PBI global sí sería de los
más importantes de los países industrializados,
llegando al 3%, su peor descenso no solo desde la II
Guerra Mundial sino desde la Gran Depresión de 1931.
Los datos de Latinoamérica no son todavía tan dramáticos
pero se están deteriorando. Igualmente para nuestra
región hace falta un análisis específico que no
podemos realizar aquí.
The Economist en La Nación, 27-12-08.
The Economist, en La Nación, 29-11-08.
Juan C. Tokatlian, La Nación, 11-01-09.
Las enseñanzas del proceso del “Argentinazo”, con
sus asambleas populares, sus cortes de ruta y
movimientos de masas de desocupados y, sobre todo, el
movimiento de ocupaciones de fábrica, seguramente podrán mostrar en esta crisis un cierto alcance universal.
También nos gustaría tomar el Brasil pero lo dejamos
para otro trabajo específico de compañeros de nuestra
corriente internacional.
Wall Street Journal Americas, 26-01-09.
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