Al
borde del abismo
Por
Paul Krugman (*)
The
New York Times, 05/02/08
La Nación,
07/02/08
Traducción de Mirta Rosenberg
“En
ausencia de una acción gubernamental, nos encaminamos a una
depresión profunda y prolongada. Lo peor de todo es la
posibilidad de que la economía termine, como ocurrió en la
década de 1930, estancada en una prolongada trampa
deflacionaria.”
Nueva York.–
Algo no muy divertido sucedió camino de la recuperación
económica. En las dos últimas semanas, lo que debería
haber sido un debate serio acerca de cómo salvar una economía
en una situación desesperada se convirtió en un trillado
teatro político, en el que los republicanos soltaban
peroratas con todos los viejos clichés acerca del derroche
en los gastos del gobierno y las maravillas de las
reducciones impositivas.
Es como si
el negro fracaso económico de los últimos ocho años nunca
hubiera existido. Aun en el caso de que una ley de estímulo
de envergadura supera la prueba en el Senado, existe un
riesgo real de que algunas partes importantes del plan
original, especialmente de ayuda a los gobiernos estatales y
locales, hayan sido cercenadas.
De alguna
manera, Washington ha perdido toda idea del hecho real de
que podríamos estar cayendo en el abismo económico y que
si caemos, será muy difícil que volvamos a salir de él.
Es
imposible exagerar las dimensiones del problema en que nos
encontramos. La crisis empezó con las viviendas, pero la
implosión de la burbuja inmobiliaria de la era Bush ha
provocado un efecto dominó económico en todo el mundo.
Con su
riqueza diezmada por el derrumbe de los precios de las
viviendas y la caída del mercado de valores, los
consumidores han recortado sus gastos y aumentado el ahorro,
algo bueno a largo plazo, pero un enorme golpe para la
economía en este momento. Las empresas han cancelado sus
planes de expansión y las exportaciones se vienen abajo a
medida que la crisis azota a nuestros socios comerciales.
Mientras
tanto, nuestra principal defensa contra las recesiones –la
reducción de las tasas de interés– ya ha sido
desbordada. La Reserva Federal ha reducido las tasas casi a
cero, pero la economía sigue en caída libre.
No es raro,
entonces, que la mayoría de los pronósticos adviertan que
en ausencia de una acción gubernamental, nos encaminamos a
una depresión profunda y prolongada. Lo peor de todo es la
posibilidad de que la economía termine, como ocurrió en la
década de 1930, estancada en una prolongada trampa
deflacionaria.
Algunos
economistas, incluyéndome a mí, creen que el plan de Obama
se queda corto, pero, sin duda, mejoraría nuestras
probabilidades. Y es por eso que los esfuerzos de los
republicanos para lograr que el plan sea más pequeño y
menos eficaz son tan destructivos.
Ha llegado
el momento de que Obama pase a la ofensiva. Sobre todo, no
debe dejar de señalar claramente que los que obstaculizan
su plan en nombre de una filosofía económica
desacreditada, están poniendo en peligro el futuro de la
nación. La economía estadounidense está al borde de la
catástrofe y gran parte del Partido Republicano está empujándola
para que se despeñe.
(*)
Economista norteamericano, cercano a los planteamientos
neokeynesianos, que recibió el Premio Nóbel de economía
en 2008. Actualmente es profesor de Economía y Asuntos
Internacionales en la Universidad de Princeton.
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