Bajo
el espectro de la Gran Depresión, parte I
Se
acelera el deterioro de la economía mundial
Por
Roberto Sáenz
Socialismo
o Barbarie, periódico, 06/02/09
“Esto
se parece horriblemente al inicio de la Segunda Depresión”
(Paul
Krugman,
economista postkeynesiano, Premio Nóbel 2008 de
economía).
En
las últimas semanas los signos de deterioro económico
mundial se han multiplicado. Es tan cotidiana la
catarata de datos negativos que cuesta dar cuenta de todos.
Hay un patrón común: en la mayoría de los casos se trata
de índices históricos, los más graves de la
serie desde que se comenzó a medir ese factor. En muchos
casos, lisa y llanamente, hay que remontarse ocho décadas
para encontrar uno peor. Algo ya está confirmado: el
mundo está ante la más grave crisis económica desde la II
Guerra Mundial.
Pero
la dinámica de la crisis se mueve tan rápido que ahora la
discusión se está desplazando. Si los analistas dan por
descontado que se trata de la crisis más profunda desde la
posguerra, ahora se interrogan espantados si no se estará
frente a la Segunda Gran Depresión de la economía
capitalista contemporánea.
Este
mismo pánico es el que está comenzando a hacer emerger matices,
diferencias e incluso, agudas divisiones entre los círculos
dirigentes del capitalismo mundial. El impactante cruce
de acusaciones entre empresarios, políticos y funcionarios
en Davos; las diferencias dentro de la Unión Europea y las
agudas divisiones entre Demócratas y Republicanos alrededor
del Acta de Reconstrucción Económica de Obama, sirven para
graficar esta situación.
Sin
embargo, a muchos todavía les cuesta pensar que la crisis
podría ser tan grave como la de los años 30. Pero los
hechos son testarudos. Porque la realidad es que son los
mismos datos económicos los que están mostrando esta dinámica:
el mundo podría estar franqueando las puertas hacia la
Segunda Gran Depresión del capitalismo contemporáneo.
En
estas condiciones, ya se está viviendo el traslado de la
crisis al terreno de la lucha de clases. La reciente caída
del gobierno de Islandia (cacerolazos mediante); la dramática
crisis en curso en la mayoría de los países del Este
europeo (también cruzados por manifestaciones violentas);
los crecientes temores a “estallidos de cólera” entre
los 20 millones de trabajadores recientemente despedidos en
China; las “huelgas salvajes” que han detonado en
Inglaterra y el reciente paro general francés, son todas
expresiones que apuntan a un dramático salto en la lucha
de clases mundial.
Este
concreto espectro de la Gran Depresión del siglo XXI
parece estar confirmando entonces la caracterización de que
el mundo se está adentrando en un período marcado por
agudas crisis, lucha de clases incrementada, contradicciones
entre Estados, guerras y, por qué no, nuevas
revoluciones sociales en el siglo que se aproxima a
cumplir su primera década.
Una
mirada a la magnitud de la crisis
“En
la teoría general de Marx, ningún sistema económico, no
importa cuán débil, colapsa por sí mismo en forma automática.
Debe ser «derribado». El análisis teórico de las
tendencias objetivas que llevan a la parálisis del sistema
sirve para descubrir los «eslabones débiles» cual barómetros
que indican cuándo el sistema está listo para ser
cambiado. Pero incluso cuando ese punto es alcanzado, el
cambio sólo puede venir de la acción activa de los
factores subjetivos. Esta parte de su teoría Marx la
desarrolló en el estudio de la lucha de clases (…). La
llamada «necesidad histórica» no opera automáticamente,
sino que requiere de la activa participación de la clase
obrera en el proceso histórico. Esta participación, sin
embargo, en sí misma no es algo arbitrario, sino que se
sigue de la presión de los factores objetivos”. [1]
En
una charla realizada hace un par de meses decíamos: “La
primera problemática para comprender esta nueva situación
mundial tiene que ver con el grado de profundidad de la
crisis. Efectivamente, cuando uno compara con la crisis
del 30, cuando uno recuerda que la tasa de desempleo en los
EEUU alcanzaba el 20 ó 25%, hoy lo que se puede ver es que
todavía Estados Unidos tiene el 7, 8 ó 9%. Es decir, está
lejos todavía de esa magnitud de caída del empleo. Otro
dato de enorme importancia es la caída del producto, en
cuanto se destruye trabajo y se destruye capital; cuántas
plantas cierran, cuánta población sobrante queda. Por
ejemplo, en la década del 30, los índices de caída del
producto estuvieron en torno al 20 ó 30%. También hay otro
dato de importancia que es un interrogante mundial hoy y que
no está todavía claro: se trata de cuánto progresa y se
desarrollan realmente salidas competitivas proteccionistas.
Esto también tiene que ver con la comparación con los 30:
porque el retroceso de las fuerzas productivas se expresó
en un brutal retroceso del mercado mundial, de los
intercambios internacionales, que todos estos años del último
período (décadas del 80, 90 y en lo que va de ésta), han
ido por encima del crecimiento del producto. En la crisis
del 29 el retroceso del mercado mundial, del comercio
internacional entre estado y naciones, llegó al 50%”
[2].
Estas
comparaciones vienen a cuenta porque una depresión se debe
expresar en datos concretos. En este sentido, la
comparación es y no puede dejar de ser con los años 30. Y
la realidad es que, increíblemente, datos de esta
magnitud se comienzan a expresar en la dinámica de la
crisis. Una dinámica hasta ahora imparable a pesar de los
enormes rescates estatales, los que hasta ahora han venido fracasando
redondamente en su cometido. Conviene entonces realizar
un muy somero “recorrido” por los datos de la economía
mundial para poder “medir” la dinámica real de la
crisis.
Previamente
señalemos que lo que está en juego en esta comparación no
es hacer una analogía mecánica entre ambos eventos ni
perder la especificidad de la actual crisis. Lo que interesa
es comparar la magnitud de ambos eventos: “Algunos
compañeros han cuestionado la comparación que estamos
haciendo de la actual crisis económica con la de los años
30. Pero no es a ese lugar a donde apunta la analogía;
analogía que creemos sin embargo de enorme utilidad. La
comparación con los años 30 tiene que ver con la magnitud
del acontecimiento histórico que está desarrollándose
ante nuestros ojos”
[3].
La
revista inglesa The Economist señala que para
configurar depresión la caída del producto mundial debería
ser del orden del 10% o prolongarse a lo largo de tres años:
“La Gran Depresión de los EEUU que se inició en 1929 cumplió
las dos condiciones: el PBI cayó alrededor de un 30% y
la caída se prolongó por más de tres años, desde 1929 a
1933. Los norteamericanos también vieron cómo el PBI cayó
el 13% entre 1937 y 1938”
[4].
También
se puede echar una ojeada a otros datos. Por ejemplo, la caída
del producto en la ex URSS después de la restauración
capitalista fue un shockeante 45% entre 1990 y 1998
(comparables con las de Alemania o Japón luego de sus
derrotas en la II Guerra Mundial).
En
fin, el concreto desplome que está viviendo en estos
precisos momentos la economía mundial acaba de ser
reconocido por el mismísimo Fondo Monetario Internacional:
“Según las proyecciones, el ritmo de crecimiento mundial
caerá a 0,5% en 2009, la tasa más baja registrada desde
la II Guerra Mundial. Pese a que se han adoptado medidas
de amplio alcance, subsisten agudas tensiones financieras
que constituyen un lastre para la economía real. No será
posible una recuperación económica sostenida mientras no
se restablezca la funcionalidad del sector financiero y se
destraben los mercados de crédito”
[5].
Es
este cambio drástico en las condiciones materiales en las
cuales se desarrolla la lucha entre las clases a nivel
mundial la que ha abierto una nueva situación
internacional que acumula crecientes tensiones
revolucionarias.
Balanceándose
al borde del precipicio
“En
los años 30, no había un sistema financiero global, como
hoy, en el cual todo afecta a todos”
(Gordon Brown, Primer Ministro de Inglaterra).
En
las últimas semanas está viviéndose el tercer momento
de la crisis económica internacional. Sí el primero
detonó a mediados del 2007 con la crisis de las hipotecas
basura, y el segundo se dio en torno a la caída de Lehman
Brothers a mediados de septiembre pasado, ahora se está
entrando como en un tercer giro de la crisis. Se
trata de un momento en el que se están manifestando de
manera “superpuesta” un nuevo pico de la crisis
bancaria conjuntamente con el acelerado deterioro de la
economía real.
El
ya señalado reporte del FMI define que se está viviendo en
tiempo real un “pernicioso círculo vicioso”
entre los sectores real y financiero de la economía
internacional, círculo que está causando estragos económicos
generalizados.
Este
“círculo vicioso” es de enorme importancia para la
marcha económica en su conjunto: “En la actual crisis
financiera mundial se están destruyendo ingentes cantidades
de capital bajo la forma de capital-dinero (real y
ficticio). Sí esta destrucción no encuentra un piso y se
produce una brutal restricción crediticia producto de una
crisis bancaria generalizada, es como si la economía se
quedara sin su ‘lubricante’, o asfixiada. Si se secara
la acción del dinero para los intercambios la recesión
inevitablemente se transformará en depresión, con
desvalorización y destrucción de capital mercantil,
capital productivo y capital dinerario”
[6].
Esto
es lo que está ocurriendo en estos mismísimos momentos:
una retroalimentación entre la crisis
“financiera” y la real; retroalimentación que presiona
en el sentido de una concreta transformación de la
recesión en depresión. El hecho es que los históricos
paquetes de ayuda económica implementados desde el Estado
por los gobiernos de los países imperialistas (¡por casi 5
billones de dólares!) parecen no haber alcanzado
para rescatar a los bancos y a la economía como un todo del
abismo en el que están.
Concretamente,
el sistema de bancos, al menos en EEUU e Inglaterra, está al
borde de la bancarrota o ante la eventualidad de una
estatización completa por parte de los gobiernos de Obama y
Brown.
Este
dato es de enorme importancia. Más aun cuando se toma nota
que en la Gran Depresión de los años 30 la crisis afectó
directamente a los pequeños y medianos bancos pero no puso
realmente en riesgo a los grandes: “Las más grandes
corporaciones financieras e industriales operan hoy en una
escala mucho más grande que en los años de entre guerras
y, como consecuencia, la presión sobre los gobiernos para
rescatarlas es desproporcionadamente grande. La crisis
bancaria de los años 30 en EEUU fue una crisis masiva de
los pequeños y medianos –‘los grandes bancos no fueron
mayormente los que devinieron insolventes y cayeron,
inclusive en los períodos de amplias caídas
bancarias’– mientras que en Inglaterra directamente no
hubo crisis bancaria. Esta vez estamos viendo una crisis
en muchos de los más grandes bancos en las mayores economías”
[7].
Los
ejemplos de las últimas semanas son aleccionadores en este
sentido. El Citigroup (segundo banco norteamericano), que en
los últimos meses recibió una ayuda económica estatal por
45.000 millones de dólares (al tiempo que una cobertura
multimillonaria por 304.000 millones de dólares sobre unos
activos “tóxicos”), está nuevamente tambaleándose ante
lo insondable de su cartera “tóxica” (la misma alcanzaría
los 1,2 billones). Un reporte señala que “tras clausurar el
peor año de negocios de su historia, al contabilizar un
total de pérdidas por US$ 18.720 millones, el Citi anunció
una escisión que dará lugar al Citicorp y el Citi Holding,
dos estructuras organizativas en las que agrupará sus
actividades más sanas (la primera) y las más polémicas y
riesgosas (la segunda), en un intento desesperado por
estabilizarse y dejar atrás una crisis que desvalorizó
ayer otro 8,6% sus papeles en el mercado bursátil para
dejarlos a US$ 3,50 cada uno”
[8].
Tampoco
al Bank of America (primer banco norteamericano) le va muy
bien que digamos: acaba de recibir otra ayuda estatal por
20.000 millones de dólares. A su quebranto hay que
adicionarle situaciones como el reciente despido del ex
gerente de Merrill Lynch (conocido banco de inversión
recientemente absorbido por esta institución) por reportar
pérdidas inesperadas por 15.300 millones de dólares
[9].
En
definitiva, el hecho es que las 13 primeras entidades del
sistema bancario estadounidense han recibido una asistencia
directa por parte del Estado de 147.910 millones de dólares,
asistencia que no ha logrado ni sacarlos del quebranto ni
que los mismos vuelvan a prestar dinero.
Es
que a pesar de esta asistencia multimillonaria, estas mismas
instituciones acaban de declarar un declive en sus préstamos
en el último trimestre del 2008 del 1,4% mostrando la
continuidad de la restricción a dar créditos que asfixia
a la economía productiva y que la asistencia recibida
ha sido utilizada sólo para tapar malamente agujeros y seguir
pagando dividendos a sus accionistas.
“El
volumen total de préstamos en trece de los mayores bancos
de EEUU que recibieron inyecciones de capital del gobierno
cayó el 1,4% en el cuarto trimestre, aumentando el
escepticismo acerca de la eficacia del Programa de Alivio de
Activos en Problemas (TARP). Creado en octubre para
estabilizar a las instituciones financieras para que
pudieran reanudar sus préstamos a empresas, consumidores y
otros bancos, el TARP no ha cumplido sus metas. Los
préstamos totales en 13 bancos que han recibido 148.000
millones de dólares en capital de los contribuyentes
cayeron en 46.000 millones de dólares a 3,31 billones a
fines de 2008” [10].
Del
otro lado del Atlántico (Inglaterra) las cosas no van
mejor. El Royal Bank of Scotland (segundo banco del país)
acaba de declarar pérdidas históricas para el año 2008
por 40.500 millones de dólares
[11].
El
reconocimiento de semejantes pérdidas por parte de uno de
los bancos más “fuertes” del país volvió a hacer temblar
todo el sistema financiero inglés y desnudó que tampoco el
plan de Gordon Brown ha alcanzado para sacar al sistema
financiero de la posibilidad de la quiebra generalizada.
“El
gobierno del Reino Unido se comprometió a destinar decenas
de miles de millones de dólares adicionales para
reanimar un tambaleante paquete de rescate financiero. El último
plan del gobierno británico se produce sólo tres meses
después de que el primer ministro, Gordon Brown, anunciara
un paquete de rescate de 400.000 millones de libras
esterlinas en octubre (unos US$ 590.000 millones), que incluía
una inyección de capital de 37.000 millones de libras en
RBS, HBOS, PLC y Lloyds TBS Group PLC. Ese paquete impidió
un colapso de los bancos británicos pero no estabilizó al
sector” [12].
El
hecho es que en el RBS la participación del Estado ha
aumentando del 58 al 70% y muchos opinan que la nacionalización
total del banco es cada vez más probable. El segundo
banco británico seguiría así los pasos del Northern Rock,
primer banco en ser estatizado en este país en décadas y décadas.
Tal es la descapitalización del RBS que su acción valdría
12 peniques, créase o no, menos de lo que cuesta en
Londres una cajita de chicles!
Agregando
–como sí fuera posible– más dramatismo a la situación,
el diario inglés The Guardian alertó días atrás
acerca de la eventualidad de que el peso de los rescates
termine siendo tan grande que arrastre a la propia
Inglaterra a la bancarrota: “El periódico laborista The
Guardian advirtió esta semana que Gran Bretaña se
arriesga a caer en bancarrota tras haberse endeudado
por un total de 970.000 millones de dólares al final del
2008, lo que representa un 47,5% del PBI. Del total de la
deuda, 140.000 millones de dólares fueron a la
nacionalización del banco Northern Rock y a la
recapitalización del Royal Bank of Scotland”
[13].
En
síntesis: se podría estar frente a la lisa y llana
quiebra del sistema bancario norteamericano e inglés
(cosa que arrastraría inevitablemente al resto de la banca
europea) como acaba de declarar el gurú económico de moda
Nouriel Roubini, circunstancia que obligaría a los
gobiernos a su estatización lisa y llana.
La
industria mundial muestra señales tangibles de depresión
Más
allá de la crisis bancaria, desde hace semanas la
“novedad” es la dramática caída que se está
procesando en el terreno de la “economía real”,
fundamento material y elemento “nuclear” de la crisis. Porque
en lo que hace a la producción mundial, el retroceso del
producto y, dentro de él, del producto industrial, comienza
a acercarse a cifras realmente “depresivas”.
Es
decir, los concretos desplomes de la producción en general
y de la industrial en particular, tienden a crecer
alcanzando en varios casos cifras de dos dígitos.
Esto lo acerca a los números de la Gran Depresión en la
cual la caída del producto en EEUU –como ya hemos señalado–
rondó algo en torno al 30%.
Aquí
hay que subrayar la significación del hecho de que el
PBI industrial esté cayendo más que el producto en
general. Esto tiene su importancia en la medida que,
comprensiblemente, se entiende que la industria es la mayor
fuente de creación de riqueza y valor de la economía.
Es
decir, también la agricultura produce valor, lo mismo que
aquellas operaciones de comercio y servicios que están
ligadas a la producción. Pero está claro que la sede
“por excelencia” de la producción de la riqueza es la
industria. Y si en lo que hace al producto en general los índices
de caída siguen siendo de un dígito, lo que tiene que
ver con la producción industrial se está acercando
peligrosamente a dos.
Este
concreto desplome de la industria en los países
centrales está llamado a extenderse al resto de las ramas
de la economía: “la caída en la economía productiva
necesariamente lleva a los capitalistas a cortar el gasto
improductivo, causando una masiva caída en los precios de
las propiedades y afectando los balances de los bancos que
prestan para financiar la producción generando sucesivas
olas de quebrantos bancarios”
[14].
Es
decir, en última instancia la caída del producto
industrial termina necesariamente afectando al resto de
las esferas económicas porque es la riqueza que se
produce en su seno la que puede solventar todos los demás
gastos improductivos.
Hay
que ver entonces la evolución de las diversas regiones de
la economía mundial. Nos dedicaremos sólo a algunas de
ellas arrancando por las economías del sudeste asiático, motor
económico mundial de los últimos años y sede de todas
las elucubraciones vulgares acerca de su posible
“desacople” respecto de la evolución económica en los
países centrales.
“Increíblemente”,
los datos de caída del producto industrial más dramáticos
provienen de esta región: “La escala y la velocidad de la
caída corta la respiración, y es de un rango más
amplio que cuando la crisis financiera de 1997-8. El PBI
chino, que se expandió el 13% en 2007, escasamente creció
algo en el último trimestre del 2008. En el mismo período,
para el PBI industrial del Japón, se estima una caída
anualizada del 10%; en Singapur, la caída del producto
industrial sería del 17% para igual período, y en Corea
del Sur se habla de algo en torno al 21%. El producto
industrial cayó incluso más dramáticamente desplomándose
en Taiwán al 32% en diciembre último respecto del
mismo mes del 2007”
[15]. Como se ve, se trata de cifras en la región más
dinámica de la economía mundial que nada tienen que
envidiarles a las de los años ’30…
Según
la revista inglesa The Economist “las causas
inmediatas de este desplome son evidentes: la
reducción de stocks y el colapso en las exportaciones.
Incluso en China, las exportaciones se están derrumbando,
con una caída del 2,8% en diciembre comparado con el mismo
mes del año anterior. Ese mismo mes en Japón las mismas
cayeron un 35% [16]
y en Singapur un 20%. Las cifras de importaciones son
incluso peores: en China cayeron un 21% en
diciembre respecto de igual mes del año anterior; en
Vietnam por un 45% en enero de este año. Algunos habían
sugerido que el comercio intraregional habría de proteger a
Asia contra la caída en el Oeste… Pero esto no está
ocurriendo porque el comercio dentro de Asia es
parte de la cadena globalizada de la oferta que está en última
instancia atada a la demanda del mundo rico”
[17].
Por
si no fuera suficiente, hay más: “Muchas de las economías
asiáticas parecen haber sido golpeadas más duramente que
sus contrapartes del Oste. En el último trimestre del 2008,
el PBI probablemente haya caído en un índice anualizado
del 15% en Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán; sus
exportaciones se derrumbaron más del 50% en un índice
anualizado. Las acciones en Asia emergente se
desplomaron casi tanto que durante la crisis financiera asiática
de una década atrás. Esa crisis fue causada por la
excesiva dependencia del capital extranjero. Esta vez los
tigres han sido atrapados por su excesiva dependencia
de las exportaciones. El gigante más rico de Asia, Japón,
ha reportado caídas de sus exportaciones por 35% en
diciembre del 2008 respecto del mes anterior. En el mismo
período, las exportaciones taiwanesas cayeron un 42% y
la producción industrial un llamativo 32%, peor que en la
mayor caída anual del producto en EEUU durante la Depresión”
[18].
Particularmente
respecto de China la situación es la siguiente: “La
producción industrial se ha desacelerado aun más
bruscamente, ya que creció sólo un 5,7% en los 12 meses
hasta diciembre comparada con el 18% registrado a fines de
2007. Miles de fábricas han cerrado y millones de
trabajadores emigrantes ya han perdido sus empleos. Pero
podrían llegar tiempos peores. Es probable que las
exportaciones chinas caigan aún más en los próximos
meses, a medida que la demanda mundial baja. Qu Hongbin,
economista de HSBC, pronostica que las exportaciones en el
primer trimestre podrían ser un 19% inferior a las
registradas hace un año. Este año podría ser testigo
del primer descenso anual en las exportaciones en más de un
cuarto de siglo” [19].
Claro
que no se trata sólo del sudeste asiático: el producto
en general y el industrial en particular se está estancando
o en caída libre a lo largo y ancho del globo. Según
la última edición de The Economist la situación es
la siguiente: en EEUU, de diciembre 2008 al mismo mes 2007,
la industria cayó un 7,8%; en el caso del Japón, de
noviembre a noviembre, la caída ha sido por la friolera del
16,6%; en Inglaterra, la caída también de noviembre a
noviembre, ha sido por un 6,9% (no hay que olvidar que en
este país la industria está debilitada más
estructuralmente) [20];
en el caso de Francia, de noviembre 2008 en comparación con
2007, la caída ha sido del 9%; en Alemania, para igual período,
ha sido del 8,3%; en Italia diciembre contra diciembre, del
9,7%; y como no podía ser de otra manera de las grandes
economías europeas la que está cualitativamente peor
es la de España (este país bate record tras record en
varios rubros): ¡de noviembre a noviembre una caída del
PBI industrial del 17,2%!
En
síntesis, hemos mostrado una catarata de cifras de la
producción que se acercan peligrosamente a índices de caída
del 10%, es decir, indicadores de depresión. Pero
aun hay más. En Europa del Este, Rusia y Turquía, la
situación es todavía peor: en la República checa,
la caída del último año alcanza el 17,6%; en Hungría, el
12.0%; en Finlandia, el 10,1%; en Estonia, el 17,7%; en
Lituania, el 13,9%; en Rusia el 10% y en Turquía el 13,9%
[21]…
Por
si todo esto fuera poco, es evidente que por detrás de
estos datos generales hay que estudiar la evolución de cada
rama productiva, algo que aquí no podemos hacer. En todo
caso hay que hacer una referencia a la rama automotriz,
dado que su peso en todas las economías es “descomunal”
llegando en muchos casos a implicar el 10% del producto
total. No es casual entonces que sobre ella haya cada día
cataratas de datos: se trata de la rama productiva más
golpeada de la economía internacional, a la cual están
atadas toda otra serie de industrias.
En
su principal mercado, EEUU, el descenso de la producción es
vertiginoso: de algo en torno a las 16 millones de
unidades como promedio de ventas de los últimos años, se
estima que en el 2009 difícilmente se alcancen los 10
millones (una caída en torno al 40%). En el caso de Japón,
la producción de vehículos cayó en noviembre pasado un
20,4% en comparación con igual mes del año anterior. Este
porcentaje es el mayor desde que la Asociación de
Fabricantes de Automóviles de Japón comenzó a compilar
datos desde 1967. El informe también señala que miles de
obreros de automotrices han perdido sus empleos en las últimas
semanas, llegándose incluso a hablar de ollas populares en
ese país: “La crisis global está llegando hacia nosotros
como una marea” declaró Teruyuki Minoura, presidente de
Daihatsu Motor Co, filial de Toyota.
Notas:
[1] Henryk Grossman, “La revuelta evolucionista contra la teoría clásica”,
en www.marxists.org.
[2] Roberto Sáenz, en la mesa sobre crisis mundial organizado por el Gallo
Rojo, www.socialismo-o-barbarie.org. Reforzando lo anterior
se puede agregar que entre 1929 y 1933 el PBI de EEUU declinó
un 33%; las inversiones, un 89%; el valor de las
construcciones residenciales, un 75%; la producción de
hierro y acero, un 59%, y la producción automotriz, un 65%.
[3] Roberto Sáenz, ídem.
[4] The Economist en La Nación, 4-01-09. La publicación agrega que en
puridad la “década perdida” de Japón en la década del
90 habría sido una depresión leve porque la mayor caída
desde el pico hasta el piso del PBI real fue de sólo 3,4%
en los dos años hasta 1999.
[5] “Perspectivas de la economía mundial. Informe del FMI”, 28-01-09,
en www.socialismo-o-barbarie.org.
[6] “El retorno del viejo fantasma”, Roberto Sáenz. En revista SOB n°22.
[7] Chris Harman, ídem.
[8] La Nación, 17-01-08.
[9] “John Thain, aclamado como un héroe hace menos de cuatro meses por
evitar el potencial colapso de Merril Lynch & Co, fue
despedido el jueves por su nuevo jefe. En las oficinas de
Merril en Manhattan, los banqueros se juntaron alrededor de
los televisores para seguir de cerca la noticia sobre la
repentina partida de Thain. El ánimo era de incredulidad
por informes de que había gastado más de US$ 1 millón del
dinero de la firma para decorar su oficina, incluyendo más
de US$ 35.000 en un inodoro”… En
el Wall Street Journal Americas, 23-01.09.
[10]
Wall Street Journal Americas, 26-01-09.
[11] Esto como subproducto de la que ya es considerada una de las peores
operaciones económicas de la histórica de la banca
mundial: él aumento de su participación en otro importante
banco sujeto ahora a una situación de quebranto.
[12]
Wall Street Journal Americas, 20-01-09.
[13] La Nación, 24-01-09.
[14] “La caída de los años 30 y la crisis hoy”, Chris Harman, en
Internacional Socialist n°121. Se trata un instructivo artículo
más allá que en los análisis de este autor se sigue
pecando en gran medida por “defecto” en lo que tiene que
ver con caracterizar la gravedad de la crisis en curso.
[15] The Economist, 29 de enero del 2009. En www.economist.com
[16] En el caso de Japón la caída de la industria es la peor desde que
comenzó a llevarse la estadística en 1953.
[17]
Ídem, The Economist, 29-01-09.
[18]
Ídem, The Economist, 29-01-09.
[19] The Economist, en La Nación, 25-01-09.
[20] Sin embargo, la caída del PBI global sí sería de los más
importantes de los países industrializados, llegando al 3%,
su peor descenso no solo desde la II Guerra Mundial sino
desde la Gran Depresión de 1931.
[21] Los datos de Latinoamérica no son todavía tan dramáticos pero se están
deteriorando. Igualmente para nuestra región hace falta un
análisis específico que no podemos realizar aquí.
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