Bajo
el espectro de la Gran Depresión, parte II
Cuando
colapsa el comercio internacional
Por
Roberto Sáenz
Socialismo
o Barbarie, periódico, 19/02/09
“La
globalización está sufriendo su mayor retroceso de la era
moderna”
(The Economist) [1]
En
nuestra edición anterior publicamos la primera parte de
este trabajo que dedicamos a intentar demostrar que la
crisis económica mundial está entrando en una nueva fase
donde cada vez se hace más palpable una dinámica
depresiva. En estas dos últimas semanas estas
tendencias no han hecho más que confirmarse. Japón,
segunda economía mundial, sufrió en el último trimestre
del 2008 una dramática caída del 12.7% de su PBI
anualizado. Esto ocurrió como subproducto de un derrumbe de
sus exportaciones del 14%
[2]. Esta caída se ha venido a sumar a las del 3.8%
en EEUU y él 5.9% en la UE para él mismo período
[3]. Tan grave es la caída que el gobierno japonés
reconoció que se trata de la “peor crisis desde él
final de la II Guerra Mundial”
[4].
A
nivel bancario, las noticias tampoco han sido alentadoras.
El Citi, segundo banco norteamericano, sigue balanceándose
al borde del abismo y cada día que pasa confirma que –al
menos– las bancas de EEUU y Gran Bretaña son a todos los
efectos prácticos, insolventes (están quebradas).
En
ese contexto, esta segunda parte se refiere a otros tres
aspectos de las tendencias depresivas de la economía que
también están en el tapete: la abrupta reversión en las
tendencias del mercado mundial, la creciente presión
deflacionaria y la sistemática destrucción de empleos que
se esta viviendo a lo largo y ancho del mundo y que
preanuncia inevitables explosiones de rebelión social.
Una
abrupta reversión de las tendencias de la globalización
El
tercer índice que podría estar alimentando la eventual
tendencia depresiva está radicado en el terreno del comercio
internacional. ¿Cuál es la realidad en este terreno?
Simple: por primera vez en décadas cae el comercio
mundial incluso por detrás de las figuras de caída del
producto.
Este
es un dato impactante si se tiene en cuenta que desde
la II Guerra Mundial ha venido creciendo sostenidamente de
manera más que proporcional que el producto. Este
fenómeno pegó un escalón ulterior en las últimas décadas
con el giro neoliberal de la economía mundial y el
ordenamiento que la misma implicó de los flujos de comercio
y capitales en el terreno internacional. Ahora esto está
completamente cuestionado. Así, cuando el FMI pronostica
para el año un “crecimiento” del 0,5%, sus propios pronósticos
respecto del comercio mundial hablan de una caída neta
para este año de más del 3% (primera caída desde 1982) en
comparación del crecimiento del 4,1% en 2008. Si bien
esto está todavía lejos de las figuras de la Gran Depresión
(una caída de casi el 50% del comercio mundial), digamos
que el declive recién comienza a hacerse notar y hay que
ver su dinámica a lo largo de todo el año más aun si se
siguen multiplicando los reflejos proteccionistas que
parecen estar poniéndose en marcha.
“Por
primera vez en más de una generación, dos motores de la
integración global –el comercio y los flujos de
capitales– están pasando simultáneamente a reversa.
El Banco Mundial dice que los flujos de capital privado neto
a las economías emergentes en 2009 probablemente serán la
mitad del record de 1 billón de dólares de 2007, mientras
que los volúmenes de comercio globales se reducirán por
primera vez desde 1982. Estos cambios gemelos obligarán a ajustes
muy duros. Los países que han dependido de las
exportaciones para motorizar su crecimiento, desde China a
Alemania, tendrán una baja, a menos que pudieran apuntalar
la demanda interna rápidamente. La fuga de capital privado
significa que las economías emergentes con déficit de
cuenta corriente enfrentan una sequía de financiamiento
además de la baja de las exportaciones. Existe el riesgo
que en su incomodidad, los gobiernos se vuelvan hacia su
viejo pero falso amigo del proteccionismo. Pero las
lecciones de la historia son claras. El aislacionismo económico
de la década del 30, simbolizado por el arancel Smoot–Hawley
de EEUU, intensificó cruelmente la depresión”
[5].
Efectivamente,
la caída en las exportaciones ha sido exacerbada por
la restricción crediticia global, la cual hace más difícil
el conseguir financiamiento comercial. La eliminación de
stocks a escala masiva ha llevado la caída del producto aún
más lejos. El comercio dentro de Asia ha caído incluso más
que sus ventas a EEUU y Europa. Todo esto no es extraño
cuando es conocido que el comercio mundial mueve valores por
14 billones de dólares y para eso necesita sí o sí
financiamiento, financiamiento que se ha vuelto un bien
escaso.
Al
mismo tiempo, como subproducto de la crisis, están
creciendo las ya señaladas presiones proteccionistas.
En este sentido, el paquete que Obama hizo votar en el
Congreso norteamericano despertó polémica por su cláusula
de “buy american” (“compre americano”) para ciertos
productos estratégicos como hierro y acero
[6]. Lo concreto es que desde distintas partes del
mundo (China, Brasil, Canadá, UE, etc.) se cuestionó
duramente esta cláusula que podría desatar reacciones
simétricas respecto del acero estadounidense. Esto
recuerda el famoso acta de arancelamiento de importaciones
en los años 30 en EEUU –la ley Smoot–Hawley– que
generó una similar reacción en el mundo y llevó al fondo
del tacho al comercio internacional constituyéndose en uno
de los más poderosos factores depresivos. Demás está
decir que este factor sería realmente una “bomba
nuclear” hoy, cuando con la globalización y
mundialización de las últimas décadas los
encadenamientos de la economía mundial son más profundos e
inextricables que nunca antes en la historia. Por si
fuera poco, a lo anterior se le suma el hecho descomunal de
que con la crisis, lo que estalló y no tiene retorno, es
una particular configuración de la economía mundial que
no va más. Esto también alimentará la presión al
retroceso del comercio mundial: “Los gobiernos asiáticos
tienen más que preocuparse este año que sólo por la tasa
de crecimiento económico. Más allá de la crisis
inmediata, el interrogante es ¿de dónde vendrá el
crecimiento? El consumo americano y su amplio déficit, que
empujó mucho del crecimiento asiático en la década
pasada, ha llegado a un final. No se trata de algo cíclico
sino estructural. En los próximos años, los
americanos tendrán que ahorrar más e importar menos. El
crecimiento asiático traccionado por las exportaciones
parece haber alcanzado sus límites. Necesita una
nueva máquina de crecimiento: en el futuro deberá
descansar más en la demanda doméstica”
[7].
En
definitiva: “Para considerar los eventuales desarrollos de
la crisis actual, cabe recordar que en la Gran Depresión de
los años ‘30 operó no sólo la restricción crediticia
sino un retroceso en la tendencia secular a la
internacionalización de las fuerzas productivas propias del
capitalismo. La crisis desató reflejos condicionados en el
sentido de un ‘sálvese quien pueda’ que terminó
haciendo retroceder el mercado mundial casi a la mitad de su
dimensión” [8].
Y agregábamos: “lo más probable es que la actual crisis
acentúe estas tendencias. Esto es, frente a una crisis en
el punto máximo de internacionalización alcanzado bajo el
capitalismo, los mecanismos defensivos que se ponen en
marcha apuntan en sentido contrario. La disputa sobre
quién pagará la cuenta del desastre agudizará de modo
casi inevitable, y en un grado no visto en las últimas décadas,
no sólo la competencia entre capitales y bandos
capitalistas, sino entre los propios estados nacionales de
EEUU, la Unión Europea, Japón y China”. Esto es lo que
ya de alguna manera está ocurriendo e inevitablemente sumará
a la presión depresiva por la vía del retroceso de los
intercambios internacionales
[9].
El
peligro “deflacionista”
Otro
indicador de la
magnitud histórica de la crisis en curso ha sido el
verdadero vértigo con que se pasó de una tendencia
alcista mundial en materia inflacionaria en la primera mitad
del año pasado a la actual completa reversión de
esa tendencia cuando la eventualidad a la que más le temen
las autoridades monetarias de los EEUU es a la caída en
un proceso deflacionario.
Como
síntoma debería ser evidente que para una semejante
reversión de tendencias que tienen el peso y la inercia de
la estadística, es que subyaciendo detrás de ellas existen
fuerzas de una magnitud sin igual.
Esta
tendencia deflacionaria tiene una evidente conexión con las
tendencias depresivas en la economía real. Es que las
tendencias que ahora quedan expuestas a la sobreproducción
de mercancías y la sobre acumulación en materia de inversión
empujan en el sentido de la desvalorización generalizada
de todo tipo de “activos”.
De
ahí que no sea casual la preocupación que acaba de
expresar el FMI también a este respecto. Mundialmente los
precios sólo “aumentarían” un 0,3% en el 2009. Por su
parte, en los EEUU, diciembre pasado marcó la tercera
deflación consecutiva en el orden del 0,7%, dejando la
“inflación” total del 2008 sólo en 0,1%, la más
baja desde 1954.
No
hace falta recordar que el año 2008 se había iniciado con
una fuertísima presión a nivel del precio de las
commodities, presión que si bien también respondía a
razones especulativas, estaba sin embargo atada –en términos
reales– al fuerte crecimiento del producto mundial que
se estaba procesando hasta el momento.
Desde
el salto descomunal del barril de petróleo a casi 150 dólares
y el alza imparable de las commodities agrícolas,
promediando el año se estaba viviendo una de esas raras
situaciones donde los términos de intercambio parecían
deteriorarse no para el sur dependiente y semicolonial sino
para el norte imperialista.
Sin
embargo, la emergencia de la crisis puso el mundo
nuevamente sobre sus pies. Porque lo que se está
viviendo es una reversión brutal a nivel precios aunque
no sólo de las commodities: se trata de las caídas
generalizadas de todos los “activos”: desde las acciones
bursátiles, pasando por la propiedad, las commodities y el
precio de todas las mercancías en general.
Pero
la deflación al tiempo que destruye valor tiene otra
contradicción: aumenta el peso del endeudamiento.
Esto en la medida que va de suyo que la desvalorización se
expresa como fortalecimiento de la moneda. Es decir, los
precios de las mercancías caen… pero las deudas no. El
hecho es que durante la Gran Depresión la caída de los
precios en EEUU fue de casi un 25%, índice del cual aun se
está lejos.
“Hoy
día, la deuda en EEUU excluyendo la de las instituciones
financieras y el gobierno federal es alrededor del 190% del
producto anual, él índice más alto desde los años ’30.
Hay importantes diferencias entre ese momento y ahora. La
deuda era menor al comienzo de la Depresión, él 164% del
producto. La deuda hipotecaria era relativamente modesta en
relación al valor de las viviendas, y sus precios no
estaban tan inflados: cayeron un 24% entre 1929 y 1933. [Sin
embargo], el peso del endeudamiento explotó producto de la
deflación y la caída del producto; el producto nominal cayó
el 46% entre 1929 y 1933”
[10].
Precisamente,
para contrarrestar esta realidad es que los gobiernos de los
países imperialistas han bajado masivamente la tasas de
referencia. En el caso de la Reserva Federal
estadounidense, la baja de las tasas también ha adquirido números
históricos: las ha dejado en el 0,5% y un liso y
llano 0 %, un umbral donde evidentemente, a todos los
efectos prácticos, no hay otro escalón. Es decir, niveles
no vistos desde la Gran Depresión. En este sentido, el
record de la estadística se la lleva la baja de las
tasas que instrumentó el Banco de Inglaterra, el que bajó
sus tasas de referencia al 1,5%, el menor nivel desde que
fue fundado el banco en… 1694!
Paradójicamente,
esto no quiere decir que esta tasa de referencia sea la que
se le cobra al público… Esto no es así: ¡precisamente
en este tipo de crisis depresivas lo que ocurre a nivel
tasas es como una tijera: cuanto más bajan las tasas de
referencia para los “mayoristas” más sube la tasa de
interés minorista para el público en general!
En
este contexto y como para responder –al menos en parte–
de dónde sale el dinero para enfrentar los paquetes
multimillonarios, información extraoficial señala que la
FED hizo imprimir un billón de dólares desde el salto
de la crisis en septiembre pasado: “Este
‘relajamiento cuantitativo’ es un augurio respecto de la
opción a ser utilizada in extremis: reflacionar la
economía emitiendo dinero para financiar los déficits
fiscales” [11].
Es decir, de las actuales tendencias deflacionarias se podría
volver a pasar a una inflación brutal o a una combinación
contradictoria de tendencias en los diversos países o
regiones.
Todo
esto tiene otra serie de consecuencias a nivel de los
niveles históricos de déficit fiscal que enfrenta EEUU y
los peligros que se ciernen por estas razones sobre el dólar
como moneda mundial y su relación con la cotización de
todo el resto de las monedas, así como las presiones que la
crisis puede estar introduciendo al fraccionamiento
monetario también en este sentido. Pero esto nos llevaría
demasiado lejos para los propósitos del presente trabajo.
En
todo caso, simplemente concluyamos que, como síntoma de
factores subyacentes, la deflación de los precios es
otro poderoso indicador de las profundas tendencias
depresivas en las que se encuentra basculando la economía
mundial.
Empujados
hacia lo desconocido
“En
el 2009 puede ahondarse con consecuencias imprevisibles la
mayor crisis del capitalismo en ocho décadas. La fragilidad
de este año radica en que incluso antes del estallido de la
crisis financiera existían tendencias preocupantes en el
sistema mundial: tendencias que alentaban una creciente pugnacidad
en el plano interno de los países y en el ámbito de las
relaciones internacionales. En los EEUU la desigualdad económica
actual es similar a la de los años 20 del siglo pasado. Si
bien la interdependencia económica se aceleró en los últimos
lustros y la globalización produjo más riqueza, la
redistribución regresiva del ingreso acompañó el auge
mercantil. En breve, se fueron agigantando las
diferencias de todo tipo entre clases y con ello la
pugnacidad social”
[12].
Efectivamente,
la gran noticia del momento es como la crisis se comienza a
trasladar al plano de la lucha entre las clases, a la “pugnacidad
social” como dice el analista que acabamos de citar.
Cuando
comenzó la misma tuvimos un debate en el cual determinados
compañeros de la izquierda tendían a poner de relieve el
supuesto hecho de que la crisis “no estaba dando lugar a
una respuesta acorde por parte de las masas a nivel
mundial”… En ese momento dijimos varias cosas que aquí
no podemos repetir. Pero básicamente lo que señalamos es
que semejante martillazo en las condiciones de vida y
trabajo de los explotados y oprimidos a nivel mundial, el
semejante cambio en las condiciones materiales de existencia
de la clase obrera mundial iba –inevitable y
necesariamente– a dar lugar al período más convulsionado
de la lucha de clases mundial en décadas y décadas.
También
dijimos que había que tener “paciencia”; que cuando el
mundo se derrumba debajo de los pies, el metabolismo
social de la reacción frente a esa catástrofe lleva su
tiempo. La realidad es que incluso para nuestros parámetros
estos tiempos parecen estar acelerándose ya.
En
todo caso no es aquí el lugar para dar cuenta de este
proceso que se acelera y que tiene bombas de tiempo a lo
largo y ancho del globo. Tampoco haremos la estadística
de la masiva destrucción de empleo mundial que ya
está ocurriendo a lo largo y ancho del mundo aunque sí
subrayar que este dato es otro que, inequívocamente, de
profundizarse, señala la perspectiva de una nueva Gran
Depresión. Es decir, el desempleo de masas es otro
rasgo inequívoco de depresión, independientemente que
la forma que tome no vaya a ser igual a las fotografías que
todos hemos visto de los años ‘30
[13].
Aquí
entonces sólo pintaremos un “fresco” de la
situación refiriéndonos muy someramente a algunos países
claves de la economía mundial. Tomaremos tres casos
“testigo”: EEUU, China y España por las dimensiones del
problema en ellos [14].
Sobre EEUU, el escritor argentino –un peronista bastante
conservador por cierto– radicado hace años en EEUU hace
una vívida pintura de los problemas del empleo en ese país:
“A los norteamericanos les apremia saber cómo fue posible
que en sólo dos meses –octubre y noviembre– se evaporaran
un millón de puestos de trabajo”.
Quieren
saber, sobre todo, qué hará el nuevo presidente para que
cese el incesante drenaje laboral, el más pronunciado
desde la II Guerra Mundial. El 7,2% es una cifra que los
norteamericanos no imaginaban hace dos años, cuando era del
4,4% [pero con ser alta para los estándares estadounidenses
como se verá enseguida, no deja de ser una cifra mentirosa,
N. de R.]. Más de 11 millones están en la calle, y si a
ellos se sumaran los derrotados que ya se han cansado de
golpear puertas y los 3,4 millones que aceptaron un trabajo
de medio tiempo aunque necesitan uno de tiempo completo, el
porcentaje de la desocupación llegaría al 13,5% [es
decir, una cifra que no está tan delirantemente lejana del
20 o 25% de los años 30, N. de R.]”
[15].
Respecto
de China, un informe de The Economist es aleccionador.
Titulado “Migración hacia lo desconocido” señala lo
siguiente: “Los lideres chinos están peleando para
enfrentar el más grande crecimiento en el desempleo en años.
Migrantes desde el campo, la fuente más grande de mano de
obra para las industrias orientadas a las exportaciones del
oriente y la construcción, están siendo fuertemente
afectados. Millones han sido tirados fuera del trabajo.
Los trabajadores urbanos de cuello blanco, por años
acostumbrados a un crecimiento de dos dígitos, ahora se
enfrentan a una caída en las bonificaciones y al
congelamiento salarial. Algunos están perdiendo también el
trabajo. Los estudiantes, de los cuales el gobierno siempre
tiene el temor a algún levantamiento, se enfrentan a la
más difícil perspectiva de empleo desde el levantamiento de Tiananmen 20
años atrás” [16].
Podemos
agregar que en lo que hace a despidos en masa, China se está
llevando efectivamente las palmas: 20.000.000 de
trabajadores rurales acaban de quedarse sin trabajo. Es
decir, el 15,3% de los 130 millones de trabajadores que
migran desde el campo se quedaron en la calle por lo que han
debido retornar a sus casas. El 55% de los 1.300 millones de
habitantes son todavía campesinos, 727,5 millones. De
ellos, precisamente 130 millones parten de sus pueblos a
buscar trabajo en las ciudades. Pero 20 millones se han
quedado sin nada que hacer. Lo que está haciendo temblar en
estos mismísimos momentos al PCCH es qué harán ahora
de sus vidas estos 20 millones…
Yendo
a Europa occidental, la situación más dramática está en
España: “Durante el auge económico en España, los
inmigrantes eran bienvenidos. En 2005 el gobierno otorgó
una amnistía a más de 500.000 personas que vivían en el
país ilegalmente. Hoy esos inmigrantes son vistos como un creciente
problema social. Muchos de los inmigrantes
de España son de África o Latinoamérica y ven las
perspectivas de encontrar trabajo en sus países de origen
cada vez más difíciles. España está entrando en
un ‘territorio desconocido’, dice Fernando
Eguidazu, economista y vicepresidente del Círculo de
empresarios. ‘Hay un grupo de cinco millones de
inmigrantes en una situación de crisis y contracción económica.
No sabemos cómo se va a solucionar eso”
[17].
En
definitiva, las tendencias depresivas de la economía
mundial están alimentando este concreto “salto a lo
desconocido” por parte del capitalismo de las últimas décadas.
Es decir, una ruptura de todos los equilibrios de las últimas
décadas que ya ha significado
la concreta apertura de una nueva situación
mundial preñada de “eslabones débiles” y
posibilidades revolucionarias donde la lucha entre las
clases apunta a pegar
un
salto de dimensiones histórico–epocales.
Notas:
[1]
The Economist, 05–02–09.
[2] Mirando más en profundidad los datos son aun peores: el PBI industrial
cayó en ese mismo trimestre el 20% (tal cual ya habíamos
anunciando en nuestra edición anterior), y las
exportaciones cayeron la friolera del 35% en diciembre último
y un descomunal 46% en los primeros 20 días de enero!
[3] En él mismo período también se ha confirmado una caída del 20.8% en
un país de la importancia económica de Corea del Sur.
[4] La Nación, 16–02–09. También España suma a las presiones
depresivas: su producto industrial tuvo un derrumbe del
19.6% en diciembre último respecto de igual mes del año
anterior, la tasa más baja del país en este rubro en
cualquier serie que al respecto se haya relevado en el país.
[5] The Economist en La Nación, 27–12–08.
[6] Esta cláusula terminó siendo finalmente “atenuada” pero básicamente
sólo en lo que respecta al resto de los países
imperialistas, no respecto de las economías
“emergentes” como China, India, Brasil, Sudáfrica (o
incluso la Argentina).
[7]
The Economist, 29–01–09.
[8]
Roberto Sáenz, ídem.
[9]
Ídem, Sáenz.
[10]
The Economist, 12–02–09.
[11] The Economist, en La Nación, 29–11–08.
[12] Juan C. Tokatlian, La Nación, 11–01–09.
[13] Las enseñanzas del proceso del “Argentinazo”, con sus asambleas
populares, sus cortes de ruta y movimientos de masas de
desocupados y, sobre todo, el movimiento de ocupaciones de fábrica,
seguramente podrán mostrar en esta crisis un cierto alcance
universal.
[14] También nos gustaría tomar el Brasil pero lo dejamos para otro
trabajo específico de compañeros de nuestra corriente
internacional.
[15] La Nación, 17–01–09.
[16] The Economist, 29–01–09.
[17]
Wall Street Journal Americas, 26–01–09.
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