Bajo
el espectro de la Gran Depresión (parte III)
Crisis
laboral mundial y lucha de clases
La compleja mecánica del despertar obrero
Por Roberto Sáenz
Para Socialismo o Barbarie, 21/03/09
“Durante los último días
hemos sabido que Microsoft, Intel, United Airlines, Home
Depot, Sprint Nextel, y Caterpillar están eliminando cada
una miles de puestos de trabajo. No son sólo números sobre
una página. Como en el caso de los millones de puestos de
trabajo perdidos en 2008, se trata de hombres y mujeres
trabajadoras cuyas familias han sido desestabilizadas y
cuyos sueños han sido postergados”.
La
revista inglesa The
Economist acaba de dedicar su última edición (19/3) al
tratamiento de la evolución del empleo a nivel mundial.
Bajo el título “La crisis del trabajo” de lo que se está
dando cuenta es del más reciente desenvolvimiento de la
crisis: “La próxima fase del derrumbe económico mundial
está tomando forma: una crisis laboral global. Sus contornos están recién definiéndose,
pero la severidad, ritmo y amplitud de la recesión, junto
con el cambio en la estructura de los mercados laborales,
tanto en los países ricos como en los emergentes, sugieren
que el mundo está a punto de vivir el mayor incremento en
el desempleo en décadas”.
Su
mecánica ha venido siendo la siguiente: de una crisis
“originada” en el terreno del quebranto hipotecario,
luego trasladada por la vía de la restricción crediticia a
un retroceso del producto mundial, e inmediatamente a una
grave reversión en materia de comercio internacional, la preocupación comienza a transportarse al impacto de todos estos
desarrollos en el “mercado laboral” internacional.
“El
mes pasado el desempleo en EEUU llegó al 8.1%, el más alto
en 25 años. Para aquellos que acaban de ser despedidos, las
chances de encontrar uno nuevo son las
peores desde que comenzó a medirse este índice hace 50 años.
En China, 20 millones de trabajadores migrantes
(posiblemente el 3% de la fuerza laboral) han sido
despedidos. La industria textil de Camboya, su principal
fuente de exportaciones, ha despedido un trabajador sobre
diez. En España, la caída en la construcción ha llevado
la tasa de desempleo al 14.8% en enero. Y en Japón decenas
de miles de personas con contratos temporarios están
perdiendo no solo sus trabajos, sino incluso
las casas provistas por sus empleadores”…
En
estas condiciones, las razones para la creciente preocupación
entre los poderosos acerca de las posibles consecuencias de
esta realidad son obvias: la
crisis mundial del empleo plantea la posible emergencia de
un salto de envergadura en las luchas obreras a nivel
mundial.
Sin
embargo, y a pesar de lo anterior, es un hecho que ante la
magnitud de la crisis en curso, la respuesta de los
trabajadores se está expresando todavía de una manera desigual,
tan desiguales cómo lo son también las circunstancias políticas
diversas en las cuales la crisis impacta y que tienen que
ver con la configuración
específica de cada clase obrera “nacional” en lo que
tiene que ver con sus dimensiones de “clase en sí” como
de “clase para sí”.
Como
alertara agudamente Trotsky: “los efectos de una crisis
sobre el curso del movimiento obrero no son todo lo
unilaterales que ciertos simplistas imaginan. Los efectos
políticos de una crisis
(no solo la extensión de su influencia sino también
su dirección) están
determinados por el conjunto de la situación política
existente y por aquellos acontecimientos que preceden y
acompañan la crisis, especialmente las batallas, los éxitos
o fracasos de la propia clase trabajadora anteriores a la
crisis. Bajo un conjunto de condiciones, la crisis puede
dar un poderoso impulso a la actividad revolucionaria de las
masas trabajadoras; bajo un conjunto distinto de
circunstancias puede paralizar completamente la ofensiva del
proletariado, y en caso que la crisis dure demasiado y los
trabajadores sufran demasiadas pérdidas, podría debilitar
extremadamente no solo el potencial ofensivo sino también
defensivo de la clase”.
Calibrar
la medida de la
respuesta de la clase trabajadora a la crisis requiere
de una análisis concreto del “ambiente” en el cual la
crisis está impactando y que es el que permite ir
metabolizando y traduciendo esta misma crisis en acciones de
lucha y organización. Esto es lo que pretendemos hacer en
el presente trabajo.
La emergencia del desempleo de masas
Partamos
de un muy somero repaso de la evolución de la crisis económica
en las últimas semanas. La misma no ha hecho más que profundizarse.
El Banco Mundial acaba de emitir un sombrío panorama de las
perspectivas del año 2009. Por primera vez desde la Segunda
Guerra el producto mundial caerá al menos en uno o dos
puntos. También informó que la producción industrial se
derrumbaría respecto del 2008 la friolera de un 15%. Como
la sombra al cuerpo, el comercio mundial también está en
una caída libre que la aproxima a índices similares 80 años
atrás.
No por nada el presidente de la entidad, Robert Zoellick
(puesto en su cargo nada más y nada menos que por el mismísimo
G. W. Bush) ha señalado que “no
se veían números de este tipo desde la II Guerra Mundial,
o desde los años ‘30”.
En
síntesis: la economía mundial está balanceándose entre
una crisis recesiva inédita en los últimos 50 años o la
cada vez más probable Segunda Gran Depresión del capitalismo contemporáneo. Es esta dinámica
la que está impactando ahora, en tiempo real, sobre el mercado
de trabajo mundial.
En
este contexto, se está viviendo el dramático
salto en los índices de desempleo mundial. Como dice
The Economist, los índices más graves en décadas sobre
todo en los países capitalistas centrales. Hay que recordar
que el índice de desempleo es otro de los indicadores de la
tendencia a la depresión mundial. Porque si bien en términos
absolutos todavía se está relativamente “lejos” de los
picos de la Gran Depresión, la aceleración
que está tomando el despido de cientos de miles y
millones de trabajadores muestra una dinámica similar a la
de los años ’30. En aquella oportunidad es sabido que en
1929 el desempleo apenas se situaba en el 3% en EEUU y se
disparó al 8% en 1930 y rozó su peor momento alcanzando el
25% en 1933.
En
estas condiciones y amen del ya conocido informe de la OIT
acerca de que en 2009 se produciría la destrucción
absoluta de 50 millones de puestos de trabajo,
el tema es ver, región por región, cómo está afectando
esta crisis. Su dimensión “teórica” es sencilla: a la
destrucción de los capitales sobrantes (exceso de capacidad
instalada y cierre de plantas) le sigue la destrucción de
los puestos de trabajo que quedan sin razón de ser…
“EEUU
sufre un exceso de
capacidad. Las señales de exceso de capacidad son fáciles
de divisar. El número de casas vacías llegó a los 19
millones en el cuarto trimestre del 2008: un alza de 6%
frente al mismo periodo del año anterior. Las tasas de
ocupación hotelera han caído de 65.5% hace un año a 55.2%
a principios de marzo. Las plantas manufactureras operaron
en febrero a un promedio de 67.4% de su capacidad, el nivel
más bajo desde que la FED empezó a seguir estos datos en
1948”. Y agrega específicamente respecto de la industria
automotriz (la rama industrial más afectada por la crisis):
“La gran pregunta para el sector automotriz europeo es ‘donde
cerrar fábricas’. En EEUU, el rescate a la industria
automotriz está tomando una forma diferente al de Francia.
En vez de concentrarse en la protección de empleos, las
autoridades estadounidenses han ligado los préstamos a un
requisito que ha obligado a GM y Chrysler a desarrollar
planes que resultarán en miles de despidos más y recortes de sueldo, servicios de salud y otras
prestaciones. Francia ejemplifica el dilema que enfrenta
la industria automotriz Europea continental: cómo resolver
la enorme sobrecapacidad cuando ningún gobierno está dispuesto a dejar que
las fábricas cierren. Los analistas del sector temen que el
proteccionismo atrase la profunda reestructuración que
creen que hace falta en todo el mundo (…). ‘Entiendo que
sea un problema político, pero no hay futuro en mantener todas las fábricas abiertas”.
Así
funciona entonces la mecánica material de la crisis: al
abaratamiento de la masa del capital constante fijo le sigue
también la del capital variable tanto por la vía del
desempleo liso y llano como por la de un correlativo aumento
de la productividad del trabajo: más mercancías serán
producidas –cuando pase la crisis– con menos
trabajadores en condiciones de una mayor tasa de explotación.
EEUU, España, China y Brasil
Acerca
del tópico que venimos tratando hay puntos de referencia de
extrema importancia por su peso objetivo; se trata de los
casos de EEUU, España, China y Brasil, “casos testigos” en materia de la
emergencia de situaciones de desempleo de masas. Verdaderos laboratorios
en lo que tiene que ver cómo
la clase obrera irá metabolizando el derrumbe de sus
condiciones de existencia producida por la crisis y cómo irá
sobreponiéndose y respondiendo a esta agresión.
“En
el mundo rico, las pérdidas laborales son más impactantes
en EEUU, donde comenzó la recesión. Su mercado laboral
flexible ha destruido
4.4 millones de empleos desde que comenzó la caída en
diciembre del 2007, incluyendo 600.000 trabajadores en
cada uno de los últimos tres meses. La tasa de desempleo ha
saltado al 8.1% en febrero, la más alta en un cuarto de
siglo. El americano
que pierde hoy un empleo tiene las más bajas chances de
encontrar uno nuevo que en cualquier otro momento en los últimos
cincuenta años”.
En
los últimos días a este informe se la ha añadido lo
siguiente: “Las señales más claras del exceso de
capacidad está en el mercado laboral. Ayer [miércoles
18/03] el Departamento de Trabajo informó que el número de
nuevas solicitudes de seguro de desempleo cayó la semana
pasada a 646.000. El promedio de cuatro semanas, sin
embargo, subió a 654.750, el nivel más alto en 26 años. El
total de estadounidenses que recibe el seguro de desempleo
saltó a casi 5.5 millones, un nuevo record. En general,
el número de desempleados en EEUU, ajustado por temporada,
ascendió a 12.5 millones en los últimos doce meses,
elevando la tasa de desempleo a 8.1%. Otras
8,6 millones de personas están trabajando a tiempo parcial,
pero preferirían tener un puesto a tiempo completo.
Cuando se contabilizan estos trabajadores, la tasa de
‘subempleo’ –un índice más amplio de la capacidad
ociosa en el mercado laboral– llega a 14.8%.
Eso no es sólo un problema para los desocupados, sino que
ejerce una fuerte presión a la baja en los sueldos”.
Es decir, oficialmente, ¡la
friolera de más
de veinte millones de personas tiene problemas laborales en
los EEUU hoy!
Pero
no se trata sólo de Norteamérica: “Sin embargo, ya está
claro que el desempleo va a impactar muy duramente más allá
de EEUU y Gran Bretaña. En Japón el producto se está
derrumbando más rápido que en cualquier otra economía
rica. Aunque el desempleo es bajo, rápidas pérdidas de
trabajo entre el arma de trabajo temporaria están
exponiendo la injusticia de un mercado laboral de doble
estándar y poniendo bajo presión la idea de una
sociedad igualitaria.
En
Europa al desempleo ha crecido más rápidamente en lugares
como España
e Irlanda, donde los booms
inmobiliarios son cosa del pasado, pero la crisis sólo
comienza a impactar más allá. Las tasas de desempleo en
muchos países europeos son más bajas que en EEUU, pero
esto es porque sus mercados laborales más rígidos se
ajustan más lentamente a la caída de la demanda. Sin
embargo, dado el ritmo de caída de las economías europeas
nadie duda que lo peor está por delante. Para el final del 2010, el desempleo en
mucho del mundo rico está estimado estar por encima del
10%”. Y el informe termina dando cuenta de la situación
en la periferia: “En los países emergentes, el patrón no
será diferente, pero las consecuencias más dolorosas aun. Mientras el intercambio cae, millones de
trabajadores están perdiendo sus puestos en la cadena de
abastecimientos globales. La pobreza va a crecer en la
medida que deban volver al mercado informal o retornar al
campo. El Banco Mundial espera que 53 millones de personas
caigan debajo del nivel de extrema pobreza este año”.
En
este sentido, el caso de Brasil es paradigmático en
Latinoamérica (más bien por sus peligros que por sus
potencialidades), dado que es la mayor economía de las de
la región. El dato de destrucción absoluta de empleos en
diciembre impactó por su carácter descomunal, alcanzando más
de 600.000 despidos, dinámica que parece haber continuado
en enero y febrero. Es en este contexto se están
produciendo situaciones como en la fábrica de aviones
EMBRAER donde la patronal despidió de un saque 4200
trabajadores sobre un plantel de unos casi 20.000. Es decir,
a todas luces, produjo
una situación de despidos en masa que sin embargo, más
allá de diversos recursos políticos y judiciales que está
llevando adelante su representación sindical, no
ha logrado generar una sola medida de lucha efectiva de las
bases frente a la agresión.
Esta claro que este podría transformarse en un dramático
problema, porque sí este (mal) ejemplo se multiplicara sin
que se produjera una reacción obrera acorde, las
perspectivas del movimiento obrero del país podrían
registrar un giro
dramático…
En
síntesis, lo que se puede ver es la emergencia de una
circunstancia donde se están poniendo sobre la mesa índices
de desempleo no habituales en la normalidad del sistema
–sobre todo entre los países del norte del mundo– y que
en variadas circunstancias configuran dramáticas
situaciones donde lo que está en juego es la eventualidad
de que se produzcan situaciones de desempleo
de masas.
Esta
realidad es la que remite –en el plano político– a una
cuestión más amplia y “delicada”: la que tiene que ver
con la concreta recepción de la crisis entre los
trabajadores del mundo y sus procesos de enfrentamiento al
ataque capitalista que ya está significando a ojos vista un
tremendo martillazo sobre sus condiciones de existencia y conciencia.
Esto
remite concretamente al ciclo de luchas y proceso de
recomposición más en su conjunto de su conciencia y
organización que puedan emerger de la crisis.
El metabolismo social del desempleo
La
dialéctica que estamos señalando en materia de empleo está
inevitablemente marcada por una desigualdad
nacional de circunstancias. Hay –sin embargo– una serie
de patrones comunes: mundialmente el capitalismo logró fragmentar
y dividir profundamente a la clase trabajadora en los últimos
30 años. La asalarización se extendió a ojos vista, el número
de proletariado aumentó, pero con ellos creció la
atomización y fragmentación de los trabajadores: una
clase obrera cuya estructura está marcada por una serie de
“anillos concéntricos”.
Esto
se puede ver palmariamente en momentos donde el eslabón más
débil tiene que ver con todas las circunstancias de
contratación informales. Aquí, se superponen varias “situaciones”:
diferenciales
de relación de contratación, cuestiones generacionales,
cuestiones étnicas y migratorias.
Desde
otro ángulo, lo que se pone sobre la mesa es toda la rica
diversidad de la clase obrera mundial en lo que tiene que
ver con sus generaciones, orígenes nacionales,
diferenciales étnicos, etc., y cómo esta potencial
riqueza, esta “universalidad” es aprovechada por el
capitalismo para lo contrario: dividir,
emponzoñar y empobrecer al conjunto de la clase trabajadora
internacional.
Mundialmente
el capitalismo se las ingenió para dividir cada clase
obrera “nacional” en diversas situaciones de contratación,
una más frágil que la otra. Estas “figuras obreras” frágiles
son las que vienen siendo la primera variable de ajuste de la crisis. En el caso de EEUU, la
inmigración latina y la clase obrera de color; en al caso
de la UE, se trata de la migración africana o asiática; en
la de China, del proletariado venido del campo; en países
latinoamericanos como la Argentina –socialmente muy
“homogéneo”– la
variable de ajuste son los contratados.
En
todos estos casos, esta importantísima porción de la clase
obrera mundial (estamos hablando de quizás casi la mitad
del proletariado mundial), opera como “válvula
de seguridad” del sistema que permite dejar en la
calle a la franja más débil de la clase obrera.
Se
trata de una “variable de ajuste” –o, más
conceptualmente, una de las leyes contrarestantes del
capitalismo a la crisis– que al no afectar directamente a
las porciones más estables de la clase obrera funcionan a
modo de “colchón”
social para producir despidos en masa sin que –en lo inmediato–
se haya producido todavía una respuesta a la altura de la
agresión. Este es un patrón internacional
que explica materialmente también porque –mundialmente–
la reacción no es todavía acorde al ataque en curso.
“Los
cambios estructurales en Europa sugieren que los puestos de trabajo se van a perder más rápido en caídas económicas
anteriores. Los contratos temporarios han proliferado en
muchos países, a expensas de la dificultad de despedir
trabajadores permanentes. Mucha de la reducción del
desempleo en Europa en estas últimas décadas fue debido al
rápido crecimiento en este tipo de contratos. Ahora el
proceso está yendo en reversa.
En España, el ejemplo más extremo de mercado de trabajo
‘dual’, todos los
puestos de trabajo perdidos el año pasado han sido de
temporales. En Francia, el empleo temporáneo ha caído
en un quinto. Los puestos de trabajo permanentes prácticamente
no han sido afectados. Aunque la profusión de los contratos
temporarios ha traído mayor flexibilidad, ha dejado caer el
mayor peso del ajuste desproporcionadamente
sobre los menos calificados, los jóvenes y los inmigrantes.
La mayor proporción de inmigrantes en la fuerza de trabajo
europea también hace que el patrón
del desempleo se sienta menos”.
Luego
se da el ejemplo de Japón, también aleccionador en este
sentido: “A pesar de que tiene pocos inmigrantes, Japón
también está mostrando las consecuencias de un mercado
laboral dual. Su fuerza de trabajo está más dividida que
en cualquier otro país industrializado. Los trabajadores
‘regulares’ gozan de una fuerte protección; el arma
flotante de los temporarios, contratados y trabajadores de
medio tiempo ni tiene prácticamente ninguna. Desde 1990, la
‘década perdida’, las empresas se han apoyado
crecientemente en estos irregurales, los
cuales ahora representan un tercio de la fuerza laboral, por
encima del sólo 20% en 1990”.
La ley dialéctica del pasaje de la pasividad a la acción
Pero
todo lo anterior no quita que el carácter histórico de los
índices que se están poniendo sobre la mesa expresen una acumulación
de tensiones y la eventualidad de situaciones de
desequilibrio social que puede terminar estallando
abruptamente bajo la forma de una ola mundial de protestas.
Es
que en la dinámica de la profundización de la crisis y del
cierre liso y llano de plantas no hay cómo no atacar al
“primer anillo” de trabajadores con contratos estables.
Sin
embargo, es un hecho que el problema estructural que estamos
señalando se combina –en este primer momento– con otro
que atañe más a la subjetividad
de la primera reacción frente al derrumbe que nos rodea:
“Creo que el primer efecto de la crisis no va a ser poner
a la gente en movimiento, sino darles miedo, y ponerlos
temerosos por sus empleos si es que todavía tienen uno. Pero luego de un cierto punto, generalmente las cosas cambian. Las
diferencias entre los ’70 y ahora es que cuando la crisis
impactó a mediados de esa década [en EEUU], ya se había
pasado el pico del ascenso de aquella época, tanto en términos
del movimiento de la mujer como del ‘poder negro’; pero
también el movimiento laboral había pasado su punto más
alto. Desde ya que no estamos en un ascenso todavía. La
trayectoria es diferente ahora. Uno debe ser cauto en hacer
pronósticos, pero sí
alguna vez hubo una convergencia de condiciones que pueden
presionar las cosas en una dirección correcta, creo que han
comenzado a decantar ahora”.
El
miedo acerca del que venimos hablando se desprende
precisamente de la “muerte
social” que significa –en muchos casos– el desempleo.
Está claro que la cobertura social varía de región en
región haciendo más o menos dramática la circunstancia de
estar sin trabajo. Por ejemplo, globalmente, es mucho más
importante en la Europa Occidental continental que en EEUU,
Inglaterra o mismo China. Recordar respecto de EEUU el dato
que acabamos de dar más arriba: si la tasa de desempleo ya
es la más alta en 25 años, ¡la
recuperación de un nuevo empleo es la más difícil en 50 años!:
“los despidos masivos de obreros y empleados en EEUU son
un barómetro y
marcan el momento en que la crisis comienza a salir de la
‘superestructura’ económico financiera y a meterse
dentro de la sociedad estadounidense. La desocupación, ya
ocurra en el mundo subdesarrollado como en el Imperio, es una
instancia límite, donde la prioridad es el riesgo de la
supervivencia del individuo y su familiar. Ya no se trata de
una devaluación de su salario por aumento de los precios,
sino de la desaparición del salario y de la capacidad del
consumo con la disgregación de la conducta social que
conlleva. Un desocupado (que ha perdido su universo de consumo y de supervivencia, incluido
el de su familia) no puede ser contenido con ‘inyecciones
financieras’ con ‘asistencialismo’, requiere de una
solución estructural (la restitución del empleo y el
salario).
Precisamente
esta realidad se expresa en una tendencia de orden “metabólico–social”:
siempre a la clase
obrera la ha resultado más difícil enfrentar situaciones
de despidos en masa. Por lo menos en un primer momento;
es que cuesta hacerse una composición de lugar y encontrar
puntos de apoyo cuando el mundo se derrumba a ojos vista a
su alrededor; además, en el lugar de trabajo, esto coloca
materialmente a la clase obrera “a la defensiva” a
diferencia que las situaciones dónde lo que predomina es el
pleno empleo que habitualmente facilita la presión por la
recuperación del salario o las condiciones de trabajo.
El
metabolismo social de desempleo funciona así
–inicialmente– como un factor paralizador:
psicológicamente se trata de la idea de que “a mi no me
va a tocar” o que la misma “solo será pasajera”:
“(…) es inevitable que todavía haya, a pesar de la
severidad de la caída, una
aquiescencia residual en el ‘mercado’, inclusive
entre los trabajadores. Muchos están paralizados
por el colapso económico. Hay inclusive una visión ingenua
entre muchos trabajadores de que la crisis va a ser ‘temporaria’, que terminará sobre el final del año”.
Y
en el mismo sentido respecto, por ejemplo, de la situación
en Irlanda: “Los salvatajes del gobierno han causado un
profundo repudio y están presionando a la gente hacia la
izquierda, hacia la actividad y la lucha. Muchos están
disgustados de que el gobierno corre a salvar a los que
causaron la crisis financiera, al mismo tiempo que recorta
empleo y salarios. Pero al mismo tiempo, la propaganda de
los medios de comunicación y del gobierno y el impacto de
la crisis golpean a la gente llevándola hacia atrás. Junto con la bronca hay también el miedo y la confusión acerca de que es lo que se puede hacer”.
En síntesis, factores estructurales y “psicológicos”
se combinan para dificultar
la reacción inicial de la clase trabajadora a los
ataques capitalistas.
Sin
embargo, pasado el tiempo, vale
la ley dialéctica del salto de cantidad en calidad:
cuando la afectación de los ataques atañe ya a la mayoría
social de los trabajadores, cuando no quedan recursos económicos
y subjetivos como para creer que a uno no le va a tocar,
cuando comienzan, aquí o allá, a darse experiencias de
lucha que sirven de punto de referencia o ejemplos para los
demás, la situación puede virar 180 grados a una de ascenso de las luchas
obreras tal cual ocurrió por ejemplo en los EEUU de la Gran
Depresión a partir de 1933, el más grande ascenso de
las luchas obreras en ese país hasta hoy. La distancia
entre el constante empeoramiento de la situación objetiva y
la conciencia de la clase obrera puede tender dialécticamente
a cerrarse en el próximo período. Eventos explosivos
van a ayudar en esta dinámica. Al
borde del abismo la masa de los trabajadores van a
cuestionar el sistema capitalista, muchas veces sin ideas
claras acerca de que es lo que puede ser puesto en su lugar.
Es precisamente esta misma ley materialista dialéctica la
que acaba de funcionar en la toma de dos altos funcionarios
de Sony en el sur de Francia:
“impedir
que el ejecutivo deje la planta era nuestra última chance.
No teníamos ninguna otra alternativa”.
En
síntesis: la dialéctica
de la lucha de clases puede terminar haciendo de la
necesidad de enfrentar la catástrofe una virtud para
empujar a la clase obrera mundial a la lucha. Es esta
mecánica la que seguramente entrará en acción una vez
pasada esta primera fase del desastre económico mundial:
“En el camino especulativo hacia el equilibrio capitalista
hay muchos obstáculos gigantescos: el caos del mercado
mundial, el desbaratamiento de los sistemas monetarios, el
dominio del militarismo, la amenaza de la guerra, la falta
de confianza en el futuro. Las fuerzas elementales del
capitalismo están buscando vías de escape entre pilas de
obstáculos. Pero
estas mismas fuerzas fustigan a la clase obrera y la
impulsan hacia adelante”.
La posible emergencia de un nuevo movimiento obrero
“Por primera vez en toda mi vida, estoy viendo algunos líderes
sindicales [de EEUU] que toman
la cuestión racial. Esto es muy inusual. Generalmente
no les interesa; de hecho, le tienen miedo. Ellos tienen que
hablar para sus bases blancas, muchos de los cuales son perfectos
racistas”.
Marx
utiliza dos conceptos para dar cuenta de la situación de la
clase obrera: los planos de la clase en si (es decir, el análisis
de su situación “estructural” del que acabamos de dar
cuenta) y la clase para si (como hecho subjetivo, sus
niveles de conciencia y organización). Estos planos son muy
importantes para comprender hoy el impacto de la crisis y
los inhibidores y desencadenantes de la lucha. Se trata de
que la clase obrera a nivel mundial –más allá de sus
desigualdades– emerge en esta crisis luego de prácticamente
30 años de contrarreformas y transformaciones antiobreras
tanto en el plano estructural, como sindical y político. De
ahí que no pueda ser “mecánica” la respuesta frente a
la agresión capitalista de hacerle pagar la crisis.
Estructuralmente,
ya hemos hecho referencia a las condiciones de atomización
y fragmentación en toda una serie de condiciones
contractuales, amen del hecho del rol que cumple la
inmigración, el factor étnico o la lisa y llana “exportación” a otro país [los EEUU] de toda una clase obrera cómo
ocurre en el caso de Centroamérica.
Pero
a este elemento “estructural” se le está comenzando
a “sobreimprimir” otro de orden revolucionario en el
terreno de la “subjetividad”. Por ejemplo, en los
EEUU está colocada la eventualidad de una re–sindicalización
masiva de la clase: sí en la década del ’50 el 35% de la
clase obrera estaba sindicalizada, ahora a duras penas
alcanza el 8%. Hoy para formar un sindicato en el lugar de
trabajo hay que pasar por un plebiscito secreto
que autorice tal cosa, plebiscito la más de las veces es
manipulado por la patronal. Sin embargo, hoy, al calor de la
crisis, parecen estar abriéndose grietas en esta situación,
grietas por donde
podría pasar un concreto proceso de reorganización
sindical de los trabajadores estadounidenses un poco como
ocurrió también en los años ’30.
“El
10 de marzo pasado United Tecnologies, golpeada por la
crisis económica, se transformó en el último gigante
industrial en anunciar despidos masivos, recortando la
fuerza de trabajo en 11.600, alrededor del 5%. El desempleo
alrededor del mundo desarrollado está alcanzando niveles no
visto por décadas. Sin embargo, incluso sí los períodos
de alto desempleo son una desgracia, parece
que podrían ser buenos para los derechos de los
trabajadores. La crisis capitalista ha fortalecido las perspectivas de los sindicatos, los cuales son
vistos más positivamente en EEUU de lo que ocurrió desde
que Jimmy Carter ocupó la presidencia”.
Inhibiendo
estos posibles desarrollos en materia de lucha y organización
está, por supuesto, el decisivo
rol de las burocracias sindicales en mediar todo posible
proceso de lucha y la reorganización. Ver por ejemplo el
caso de Francia, donde entre una y otra convocatoria a
jornada nacional de lucha de un día pasaron prácticamente
dos meses! Esto se puede apreciar también hoy EEUU. Ver el
“cipayo” rol de la burocracia en las automotrices
entregando una a una las conquistas de los trabajadores sin
llamar a una sola medida de lucha.
También
con el caso irlandés podemos ver un ejemplo que es
representativo de la actuación conservadora
de todas las burocracias a nivel mundial: “La bronca [por
el rescate a los bancos] obligó al Congreso Sindical de
Irlanda (ICTU) a responder forzándolo a llamar a una
demostración nacional en Dublín contra las medidas del
gobierno. Esto ocurrió respondiendo a las presiones
primariamente del sector público, pero [más de conjunto]
el ICTU y los sindicatos individuales están haciendo prácticamente nada para pelear los efectos de la crisis
en el sector privado. Esta actuación es una desgracia y
ayuda al gobierno en sus
planes de divide y reinaras, ayudándolo a la vez en
lograr un cierto éxito en sus ataques al propio sector público”.
En
el mismo sentido queremos reafirmar aquí una de las
posibles tendencias de la crisis en el terreno de la dimensión
de clase para si de los trabajadores en el orden mundial: la
eventualidad de desarrollos progresivos en el terreno de la
organización de los trabajadores al calor de la crisis.
Un ejemplo obvio por su importancia es el de los mismos EEUU.
Muchos analistas están señalando el impacto de la elección
de un presidente de color sobre todo entre
la clase obrera del sur del país todavía hoy dramáticamente
dividida por el color y el racismo. ¿Qué va a pasar ahora
con ese trabajador blanco del sur que se identificaba más
con el patrón blanco que con su compañero de color ahora
que el presidente es negro?
Este
interrogante tiene que ver con el aprovechamiento de las
mayores posibilidades eventuales de sindicalización de
nuevos y más dinámicos sectores de la clase obrera
norteamericana como contradictorio efecto de una serie de
leyes laborales que podría poner en efecto el gobierno de
Obama. En este sentido señala el especialista Kin Moody,
antiguo editor de las conocidas Labor
Notes: “Creo que está bastante claro que las
direcciones tradicionales del movimiento obrero
norteamericano –la UAW (sindicato automotriz), los
trabajadores del acero, etc.– no
están llamados a ser la vanguardia de lo que ocurra.
Están colocados completamente a la defensiva, y no veo
cambio en eso. Pero podemos mirar hacia otros lugares, en
lugares tales como los trabajadores de empaquetamiento de
carnes, cual es una de las pocas industrias donde la
densidad sindical ha crecido en los últimos años. Ellos
han sido obligados a establecer relaciones con movimientos
sociales, con grupos en el Sur, y particularmente con
trabajadores inmigrantes (…). Creo que organizar el Sur es la clave en toda esta cuestión. Los
inmigrantes van a jugar un papel en esto, lo mismo que los
trabajadores negros, así como una pequeña porción de
trabajadores blancos que sostuvieron Obama y que están
dispuestos a ir más allá de su tradicional racismo”.
Más
allá de si estas apreciaciones y apuesta estratégica son
correctas o no (nos queda la duda acerca del rol
imprescindible de los pesos pesados de la clase obrera
yanqui) expresa muy bien el tipo de cuestiones que se han
echado a rodar en el proletariado yanqui quizás las
más importantes desde el ascenso de los años ’30.
Cuando se puede quebrar el equilibrio social de las clases
Sin
embargo, lo anterior no quita que se estén viviendo ya las
primeras manifestaciones de radicalización como subproducto
de la crisis aunque todavía no sean del todo generalizadas:
“Si se quiere quedar ingratamente impresionado, no hay más
que colgar un mapa en la pared y empezar a clavar alfileres rojos allí donde ya se han sucedido
episodios de violencia. Atenas (Grecia), Longnan
(China), Puerto Príncipe (Haití), Riga (Letonia), Santa
Cruz (Bolivia), Sofía (Bulgaria), Vilnus (Lituania), y
Vladivostock (Rusia) servirían para empezar. Muchas otras
ciudades, de Reikjavic, París, Roma, y Zaragoza a Moscú y
Dublín ha sido testigos de importantes protestas provocadas
por el creciente desempleo y los salarios en descenso. Si
claváramos alfileres de color naranja en estas localidades
–ninguna todavía de los EEUU– nuestro
mapa parecería arder de actividad. Y si es usted
jugador o jugadora, es
apuesta sobre seguro que este mapa se verá pronto bastante
más poblado de alfileres rojos y naranjas”.
Y luego agrega este mismo analista: “En su mayor parte, es
probable que estas convulsiones, aun cuando sean violentas,
sigan siendo de índole localizada, y lo bastante
desorganizadas como para que las fuerzas gubernamentales las
pongan bajo su control en cuestión de días o semanas, por
más que –como en el caso de Atenas durante seis días del
diciembre pasado– la parálisis urbana se prolongue debido
a los disturbios, gases lacrimógenos y cordones policiales.
Esa ha sido la tónica
hasta ahora. Es enteramente posible, sin embargo, que a
medida que la crisis económica empeore, algunos de estos
sucesos sufran una metástasis
que los convierta en acontecimientos de mucha mayor duración
e intensidad: rebeliones
armadas, toma del poder por los militares, conflictos
civiles y hasta guerras entre estados motivadas por la
economía”.
En
este sentido, el más avanzado ejemplo de lucha obrera
mundial ha sido hasta el momento la
huelga general revolucionaria en las reducidas islas de
Guadalupe y Martinica: huelga general que obligó al
gobierno de Sarkozy a firmar un compromiso de 170 puntos
incluyendo salarios, condiciones de contratación, etc. La
lucha tuvo características semi “insurreccionales”: la
central sindical organizó en torno a ella prácticamente a
toda la comunidad durante los 44 días de huelga general; el
“Colectivo contra la Explotación” fue a lo largo de
semanas y semanas un verdadero doble poder en la isla.
No
se trata que solo en el caso de Guadalupe y Martinica se
hayan visto acciones obreras radicalizadas. Como ya hemos señalado,
en la fábrica de SONY en el sur de Francia, días atrás
los trabajadores tomaron
de rehén por toda una noche a sus patrones. Solo los
dejaron ir cuando estos se comprometieron a pagar las
indemnizaciones correspondientes por el despido generado por
el cierre de la planta. Se trató de una dura medida de
lucha solo para cobrar una indemnización mayor, pero el
hecho mismo de esta acción seguida de otras similares en
este país de enorme tradición de lucha, no deja de actuar
como un signo
poderoso de las tremendas potencialidades que están
encerradas en la clase obrera y que podrían desplegarse con
la crisis.
Concretamente
si los cierres de fábricas se multiplicaran, se podría
estar ante la eventualidad de una
oleada mundial de ocupaciones de fábricas. Hasta ahora,
la que más trascendió internacionalmente es la de los
obreros latinos de Chicago de la “Republic Windows and
Doors”, los que ocuparon su planta a lo largo de una
semana aunque también solo para cobrar su indemnización.
En estos momentos, a la vez, se están viviendo una serie de
ocupaciones en varios países pero todavía esto es un fenómeno
aislado y fragmentario. Sin embargo, ante la generalización
de situaciones de despidos de masa, se podría extender este
proceso, cuestión que en todo caso cabe impulsar con todo a
las corrientes revolucionarias.
Al
mismo tiempo, en países arrasados por la experiencia del
thatcherismo como Inglaterra, también se comienzan a
expresar síntomas –aun cuando estos sean plagados de
contradicciones– de un posible despertar obrero: es
el caso de los obreros de construcción de refinerías.
Esta
lucha fue presentada –de manera interesada– como una
huelga “racista”. Aún a pesar de nuestra distancia de
los acontecimientos, nos da la impresión de que la cosa
fue, al menos, muchísimo más contradictoria. La cuestión
es que se trató de una de las pocas huelgas
salvajes en Inglaterra en años. Huelga “salvaje” en
la medida que no siguió los ultra reaccionarios requisitos
establecidos desde la época de Margaret Tatcher en el
sentido de que para realizar una miserable medida de fuerza
hay hacer un plebiscito secreto previo, anticipar la medida
con meses y meses de antelación, etc., etc., todas
cuestiones que tienden a liquidar su mismísimo carácter de
lucha de una medida de fuerza.
En
estas condiciones “esta lucha ha sido un laboratorio,
un test para medir la consciencia de la clase obrera y como
las diferentes tendencias políticas hacen frente a esta
realidad. Dada la noche oscura del neoliberalismo, sería
enteramente utópico no esperar que elementos de
nacionalismo e incluso de racismo estuviera presente en la
conciencia de algunos trabajadores, en algunos casos quizás
de la mayoría. Este, sin embargo, no fue el caso en esta
oportunidad. Fue, en esencia, una lucha contra el intento capitalista de imponer condiciones laborales
de esclavitud”.
En
síntesis, lo que está en juego en esta nueva situación
mundial abierta por la crisis es que en los países más
característicos de la dominación capitalista mundial
parecen está acumulándose condiciones para una ruptura del equilibrio social de las clases de enormes proporciones:
amén de Francia (con toda su tradición de lucha), es el
caso de los mismísimos EEUU, de la propia China, de Japón,
de Inglaterra, etc.; naciones centrales de la dominación
capitalista mundial que podrían vivir un auge de las luchas obreras que terminara dando una vuelta de página
marcando un mojón histórico en la lucha de clases mundial.
[2]
The Economist, 12–03–09.
[4]
En
este sentido, lo que se está observando es que los países
que primero caen por el tobogán de la crisis son los eslabones
débiles del sistema. Esta viene siendo una de las
características de la crisis en curso. Dentro de este
pelotón de regiones y países que están al
borde de la bancarrota, se cuenta con prácticamente
todos los países del Este europeo: Hungría, los países
bálticos (cruzados por recientes movilizaciones
violentas), etc. Esto supondría una reversión de
tendencias respectos del “aprecio” al capitalismo de
libre mercado por contraste con el viejo
“comunismo”, una cuestión evidentemente de
importancia y sobre cuyas consecuencias la revista
inglesa The Economist (por ejemplo) acaba de encender
una luz de alerta.
Pero
el listado no acaba aquí: también es el caso de
Irlanda, otrora modelo exitoso de la globalización (el
repudio popular a los planes de ajuste se expresó en un
reciente movilización nacional de 120.000 trabajadores,
si bien controlada por la burocracia), Islandia (cuyos
cacerolazos echaron un gobierno), Grecia (rebelión
popular de por medio en diciembre pasado), estados del
Caribe como Guadalupe y Martinica (con una senda huelga
general revolucionaria) entre otros, se pueden sumar a
este
creciente
listado de países al borde de la bancarrota y el
desastre social.
[5]
“Flujos y reflujos”, en “El retorno del viejo
fantasma”, Roberto Sáenz, SOB Nº 22.
[6]
A este respecto, un dato impactante es la caída a pique
en el uso de grandes buques de transporte, que cada vez
tienen
menos
lugar donde ser fondeados…
[7]
Quizás más impactante que esto es el dato que el
45% de la fuerza laboral mundial podría caer este año
a ganar por debajo de dos dólares por día de trabajo
(umbral por debajo de la reproducción normal de la
fuerza de trabajo)!
[8]
Wall Street Journal Americas, 20–03–09.
[10]
Wall Street Americas, 20–03–09.
[11]
En ciudades como Zaragoza el colapso de la construcción
está significando que el crecimiento del desempleo en
el último año aumentó un 75%, mientras que en España
de conjunto, su puede pasar del actual prácticamente
15% (una enormidad que ya afecta a 3.3 millones de
trabajadores) a
un aterrador 20%, una cifra comparable al colapso
argentino del 2001!
[12]
El caso de Irlanda, aunque un país más pequeño, es
paradigmático: resulta ser que el otrora “Tigre Céltico”
caería un 6% en su PBI (que se suma a una caída del 3%
el año pasado) y podría tener un desempleo de 500.000
trabajadores para este fin de año, ni más ni menos que el 25% de su fuerza laboral figura reminiscente de
la gran depresión! Y todo esto por no señalar que
el país podría caer en la insolvencia.
[13]
Idem, The Economist.
[14]
Al respecto ver la polémica que nuestros compañeros de
PRAXIS en Brasil vienen sosteniendo con los compañeros
del PSTU (los que desde el CONLUTAS tiene la
responsabilidad de la dirección del sindicato de la
planta): “EMBRAER:
basta de superestructura, organicemos la lucha por la
base”. En www.socialismo–o–barbarie.org.
[15]
Sobre el importantísimo caso de China ver los datos que
a este efecto hemos presentado en nuestra nota anterior:
“Cuando colapsa el comercio internacional”, en www.socialismo–o–barbarie.org.
[16]
The Economist, 12–03–09.
[17]
The Economist, 12–03–09.
[19]
Este fenómeno ya lo observamos en la Argentina en
oportunidad de la crisis del 2001.
[21]
Esta mecánica que fue de la parálisis a la rebelión
social la vivimos en la Argentina a comienzos del siglo,
experiencia de la
cual se pueden sacar muchas enseñanzas.
[22]
Socialist Today, n°126.
[23]
Socialismo Hoy, n°126.
[24]
The Independent, Londres, 16–03–09.
[27]
The Economist, 12–03–09.
[28]
Socialismo Hoy, n°129.
[29]
“Perspectivas para un nuevo movimiento obrero”, Kin
Moody, Internacional Socialista Review, n°64,
marzo–abril 2009.
[31]
Michael T. Klare, ídem.
[32]
Socialist Today, n°126.
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