Crisis mundial

Bajo el espectro de la Gran Depresión (parte III)

Crisis laboral mundial y lucha de clases

La compleja mecánica del despertar obrero

Por Roberto Sáenz
Para Socialismo o Barbarie, 21/03/09

“Durante los último días hemos sabido que Microsoft, Intel, United Airlines, Home Depot, Sprint Nextel, y Caterpillar están eliminando cada una miles de puestos de trabajo. No son sólo números sobre una página. Como en el caso de los millones de puestos de trabajo perdidos en 2008, se trata de hombres y mujeres trabajadoras cuyas familias han sido desestabilizadas y cuyos sueños han sido postergados”[1].

La revista inglesa The Economist acaba de dedicar su última edición (19/3) al tratamiento de la evolución del empleo a nivel mundial. Bajo el título “La crisis del trabajo” de lo que se está dando cuenta es del más reciente desenvolvimiento de la crisis: “La próxima fase del derrumbe económico mundial está tomando forma: una crisis laboral global. Sus contornos están recién definiéndose, pero la severidad, ritmo y amplitud de la recesión, junto con el cambio en la estructura de los mercados laborales, tanto en los países ricos como en los emergentes, sugieren que el mundo está a punto de vivir el mayor incremento en el desempleo en décadas”[2].

Su mecánica ha venido siendo la siguiente: de una crisis “originada” en el terreno del quebranto hipotecario, luego trasladada por la vía de la restricción crediticia a un retroceso del producto mundial, e inmediatamente a una grave reversión en materia de comercio internacional, la preocupación comienza a transportarse al impacto de todos estos desarrollos en el “mercado laboral” internacional.

“El mes pasado el desempleo en EEUU llegó al 8.1%, el más alto en 25 años. Para aquellos que acaban de ser despedidos, las chances de encontrar uno nuevo son las peores desde que comenzó a medirse este índice hace 50 años. En China, 20 millones de trabajadores migrantes (posiblemente el 3% de la fuerza laboral) han sido despedidos. La industria textil de Camboya, su principal fuente de exportaciones, ha despedido un trabajador sobre diez. En España, la caída en la construcción ha llevado la tasa de desempleo al 14.8% en enero. Y en Japón decenas de miles de personas con contratos temporarios están perdiendo no solo sus trabajos, sino incluso las casas provistas por sus empleadores”[3]

En estas condiciones, las razones para la creciente preocupación entre los poderosos acerca de las posibles consecuencias de esta realidad son obvias: la crisis mundial del empleo plantea la posible emergencia de un salto de envergadura en las luchas obreras a nivel mundial[4].

Sin embargo, y a pesar de lo anterior, es un hecho que ante la magnitud de la crisis en curso, la respuesta de los trabajadores se está expresando todavía de una manera desigual, tan desiguales cómo lo son también las circunstancias políticas diversas en las cuales la crisis impacta y que tienen que ver con la configuración específica de cada clase obrera “nacional” en lo que tiene que ver con sus dimensiones de “clase en sí” como de “clase para sí”.

Como alertara agudamente Trotsky: “los efectos de una crisis sobre el curso del movimiento obrero no son todo lo unilaterales que ciertos simplistas imaginan. Los efectos políticos de una crisis  (no solo la extensión de su influencia sino también su dirección) están determinados por el conjunto de la situación política existente y por aquellos acontecimientos que preceden y acompañan la crisis, especialmente las batallas, los éxitos o fracasos de la propia clase trabajadora anteriores a la crisis. Bajo un conjunto de condiciones, la crisis puede dar un poderoso impulso a la actividad revolucionaria de las masas trabajadoras; bajo un conjunto distinto de circunstancias puede paralizar completamente la ofensiva del proletariado, y en caso que la crisis dure demasiado y los trabajadores sufran demasiadas pérdidas, podría debilitar extremadamente no solo el potencial ofensivo sino también defensivo de la clase”[5].

Calibrar la medida de la respuesta de la clase trabajadora a la crisis requiere de una análisis concreto del “ambiente” en el cual la crisis está impactando y que es el que permite ir metabolizando y traduciendo esta misma crisis en acciones de lucha y organización. Esto es lo que pretendemos hacer en el presente trabajo.

La emergencia del desempleo de masas

Partamos de un muy somero repaso de la evolución de la crisis económica en las últimas semanas. La misma no ha hecho más que profundizarse. El Banco Mundial acaba de emitir un sombrío panorama de las perspectivas del año 2009. Por primera vez desde la Segunda Guerra el producto mundial caerá al menos en uno o dos puntos. También informó que la producción industrial se derrumbaría respecto del 2008 la friolera de un 15%. Como la sombra al cuerpo, el comercio mundial también está en una caída libre que la aproxima a índices similares 80 años atrás[6]. No por nada el presidente de la entidad, Robert Zoellick (puesto en su cargo nada más y nada menos que por el mismísimo G. W. Bush) ha señalado que “no se veían números de este tipo desde la II Guerra Mundial, o desde los años ‘30”. 

En síntesis: la economía mundial está balanceándose entre una crisis recesiva inédita en los últimos 50 años o la cada vez más probable Segunda Gran Depresión del capitalismo contemporáneo. Es esta dinámica la que está impactando ahora, en tiempo real, sobre el mercado de trabajo mundial.

En este contexto, se está viviendo el dramático salto en los índices de desempleo mundial. Como dice The Economist, los índices más graves en décadas sobre todo en los países capitalistas centrales. Hay que recordar que el índice de desempleo es otro de los indicadores de la tendencia a la depresión mundial. Porque si bien en términos absolutos todavía se está relativamente “lejos” de los picos de la Gran Depresión, la aceleración que está tomando el despido de cientos de miles y millones de trabajadores muestra una dinámica similar a la de los años ’30. En aquella oportunidad es sabido que en 1929 el desempleo apenas se situaba en el 3% en EEUU y se disparó al 8% en 1930 y rozó su peor momento alcanzando el 25% en 1933.

En estas condiciones y amen del ya conocido informe de la OIT acerca de que en 2009 se produciría la destrucción absoluta de 50 millones de puestos de trabajo[7], el tema es ver, región por región, cómo está afectando esta crisis. Su dimensión “teórica” es sencilla: a la destrucción de los capitales sobrantes (exceso de capacidad instalada y cierre de plantas) le sigue la destrucción de los puestos de trabajo que quedan sin razón de ser…

“EEUU sufre un exceso de capacidad. Las señales de exceso de capacidad son fáciles de divisar. El número de casas vacías llegó a los 19 millones en el cuarto trimestre del 2008: un alza de 6% frente al mismo periodo del año anterior. Las tasas de ocupación hotelera han caído de 65.5% hace un año a 55.2% a principios de marzo. Las plantas manufactureras operaron en febrero a un promedio de 67.4% de su capacidad, el nivel más bajo desde que la FED empezó a seguir estos datos en 1948”. Y agrega específicamente respecto de la industria automotriz (la rama industrial más afectada por la crisis): “La gran pregunta para el sector automotriz europeo es ‘donde cerrar fábricas’. En EEUU, el rescate a la industria automotriz está tomando una forma diferente al de Francia. En vez de concentrarse en la protección de empleos, las autoridades estadounidenses han ligado los préstamos a un requisito que ha obligado a GM y Chrysler a desarrollar planes que resultarán en miles de despidos más y recortes de sueldo, servicios de salud y otras prestaciones. Francia ejemplifica el dilema que enfrenta la industria automotriz Europea continental: cómo resolver la enorme sobrecapacidad cuando ningún gobierno está dispuesto a dejar que las fábricas cierren. Los analistas del sector temen que el proteccionismo atrase la profunda reestructuración que creen que hace falta en todo el mundo (…). ‘Entiendo que sea un problema político, pero no hay futuro en mantener todas las fábricas abiertas[8].

Así funciona entonces la mecánica material de la crisis: al abaratamiento de la masa del capital constante fijo le sigue también la del capital variable tanto por la vía del desempleo liso y llano como por la de un correlativo aumento de la productividad del trabajo: más mercancías serán producidas –cuando pase la crisis– con menos trabajadores en condiciones de una mayor tasa de explotación.

EEUU, España, China y Brasil

Acerca del tópico que venimos tratando hay puntos de referencia de extrema importancia por su peso objetivo; se trata de los casos de EEUU, España, China y Brasil, “casos testigos” en materia de la emergencia de situaciones de desempleo de masas. Verdaderos laboratorios en lo que tiene que ver cómo la clase obrera irá metabolizando el derrumbe de sus condiciones de existencia producida por la crisis y cómo irá sobreponiéndose y respondiendo a esta agresión.

“En el mundo rico, las pérdidas laborales son más impactantes en EEUU, donde comenzó la recesión. Su mercado laboral flexible ha destruido 4.4 millones de empleos desde que comenzó la caída en diciembre del 2007, incluyendo 600.000 trabajadores en cada uno de los últimos tres meses. La tasa de desempleo ha saltado al 8.1% en febrero, la más alta en un cuarto de siglo. El americano que pierde hoy un empleo tiene las más bajas chances de encontrar uno nuevo que en cualquier otro momento en los últimos cincuenta años”[9].

En los últimos días a este informe se la ha añadido lo siguiente: “Las señales más claras del exceso de capacidad está en el mercado laboral. Ayer [miércoles 18/03] el Departamento de Trabajo informó que el número de nuevas solicitudes de seguro de desempleo cayó la semana pasada a 646.000. El promedio de cuatro semanas, sin embargo, subió a 654.750, el nivel más alto en 26 años. El total de estadounidenses que recibe el seguro de desempleo saltó a casi 5.5 millones, un nuevo record. En general, el número de desempleados en EEUU, ajustado por temporada, ascendió a 12.5 millones en los últimos doce meses, elevando la tasa de desempleo a 8.1%. Otras 8,6 millones de personas están trabajando a tiempo parcial, pero preferirían tener un puesto a tiempo completo. Cuando se contabilizan estos trabajadores, la tasa de ‘subempleo’ –un índice más amplio de la capacidad ociosa en el mercado laboral– llega a 14.8%. Eso no es sólo un problema para los desocupados, sino que ejerce una fuerte presión a la baja en los sueldos”[10]. Es decir, oficialmente, ¡la friolera de más de veinte millones de personas tiene problemas laborales en los EEUU hoy!

Pero no se trata sólo de Norteamérica: “Sin embargo, ya está claro que el desempleo va a impactar muy duramente más allá de EEUU y Gran Bretaña. En Japón el producto se está derrumbando más rápido que en cualquier otra economía rica. Aunque el desempleo es bajo, rápidas pérdidas de trabajo entre el arma de trabajo temporaria están exponiendo la injusticia de un mercado laboral de doble estándar y poniendo bajo presión la idea de una sociedad igualitaria.

En Europa al desempleo ha crecido más rápidamente en lugares como España[11] e Irlanda[12], donde los booms inmobiliarios son cosa del pasado, pero la crisis sólo comienza a impactar más allá. Las tasas de desempleo en muchos países europeos son más bajas que en EEUU, pero esto es porque sus mercados laborales más rígidos se ajustan más lentamente a la caída de la demanda. Sin embargo, dado el ritmo de caída de las economías europeas nadie duda que lo peor está por delante. Para el final del 2010, el desempleo en mucho del mundo rico está estimado estar por encima del 10%”. Y el informe termina dando cuenta de la situación en la periferia: “En los países emergentes, el patrón no será diferente, pero las consecuencias más dolorosas aun. Mientras el intercambio cae, millones de trabajadores están perdiendo sus puestos en la cadena de abastecimientos globales. La pobreza va a crecer en la medida que deban volver al mercado informal o retornar al campo. El Banco Mundial espera que 53 millones de personas caigan debajo del nivel de extrema pobreza este año”[13].

En este sentido, el caso de Brasil es paradigmático en Latinoamérica (más bien por sus peligros que por sus potencialidades), dado que es la mayor economía de las de la región. El dato de destrucción absoluta de empleos en diciembre impactó por su carácter descomunal, alcanzando más de 600.000 despidos, dinámica que parece haber continuado en enero y febrero. Es en este contexto se están produciendo situaciones como en la fábrica de aviones EMBRAER donde la patronal despidió de un saque 4200 trabajadores sobre un plantel de unos casi 20.000. Es decir, a todas luces, produjo una situación de despidos en masa que sin embargo, más allá de diversos recursos políticos y judiciales que está llevando adelante su representación sindical, no ha logrado generar una sola medida de lucha efectiva de las bases frente a la agresión[14]. Esta claro que este podría transformarse en un dramático problema, porque sí este (mal) ejemplo se multiplicara sin que se produjera una reacción obrera acorde, las perspectivas del movimiento obrero del país podrían registrar un  giro dramático…

En síntesis, lo que se puede ver es la emergencia de una circunstancia donde se están poniendo sobre la mesa índices de desempleo no habituales en la normalidad del sistema –sobre todo entre los países del norte del mundo– y que en variadas circunstancias configuran dramáticas situaciones donde lo que está en juego es la eventualidad de que se produzcan situaciones de desempleo de masas[15].

Esta realidad es la que remite –en el plano político– a una cuestión más amplia y “delicada”: la que tiene que ver con la concreta recepción de la crisis entre los trabajadores del mundo y sus procesos de enfrentamiento al ataque capitalista que ya está significando a ojos vista un tremendo martillazo sobre sus condiciones de existencia y conciencia.

Esto remite concretamente al ciclo de luchas y proceso de recomposición más en su conjunto de su conciencia y organización que puedan emerger de la crisis.

El metabolismo social del desempleo

La dialéctica que estamos señalando en materia de empleo está inevitablemente marcada por una desigualdad nacional de circunstancias. Hay –sin embargo– una serie de patrones comunes: mundialmente el capitalismo logró fragmentar y dividir profundamente a la clase trabajadora en los últimos 30 años. La asalarización se extendió a ojos vista, el número de proletariado aumentó, pero con ellos creció la atomización y fragmentación de los trabajadores: una clase obrera cuya estructura está marcada por una serie de “anillos concéntricos”.

Esto se puede ver palmariamente en momentos donde el eslabón más débil tiene que ver con todas las circunstancias de contratación informales. Aquí, se superponen varias “situaciones”: diferenciales de relación de contratación, cuestiones generacionales, cuestiones étnicas y migratorias.

Desde otro ángulo, lo que se pone sobre la mesa es toda la rica diversidad de la clase obrera mundial en lo que tiene que ver con sus generaciones, orígenes nacionales, diferenciales étnicos, etc., y cómo esta potencial riqueza, esta “universalidad” es aprovechada por el capitalismo para lo contrario: dividir, emponzoñar y empobrecer al conjunto de la clase trabajadora internacional.

Mundialmente el capitalismo se las ingenió para dividir cada clase obrera “nacional” en diversas situaciones de contratación, una más frágil que la otra. Estas “figuras obreras” frágiles son las que vienen siendo la primera variable de ajuste de la crisis. En el caso de EEUU, la inmigración latina y la clase obrera de color; en al caso de la UE, se trata de la migración africana o asiática; en la de China, del proletariado venido del campo; en países latinoamericanos como la Argentina –socialmente muy “homogéneo”– la variable de ajuste son los contratados.

En todos estos casos, esta importantísima porción de la clase obrera mundial (estamos hablando de quizás casi la mitad del proletariado mundial), opera como “válvula de seguridad” del sistema que permite dejar en la calle a la franja más débil de la clase obrera.

Se trata de una “variable de ajuste” –o, más conceptualmente, una de las leyes contrarestantes del capitalismo a la crisis– que al no afectar directamente a las porciones más estables de la clase obrera funcionan a modo de “colchón” social para producir despidos en masa sin que –en lo inmediato– se haya producido todavía una respuesta a la altura de la agresión. Este es un patrón internacional que explica materialmente también porque –mundialmente– la reacción no es todavía acorde al ataque en curso.

“Los cambios estructurales en Europa sugieren que los puestos de trabajo se van a perder más rápido en caídas económicas anteriores. Los contratos temporarios han proliferado en muchos países, a expensas de la dificultad de despedir trabajadores permanentes. Mucha de la reducción del desempleo en Europa en estas últimas décadas fue debido al rápido crecimiento en este tipo de contratos. Ahora el proceso está yendo en reversa. En España, el ejemplo más extremo de mercado de trabajo ‘dual’, todos los puestos de trabajo perdidos el año pasado han sido de temporales. En Francia, el empleo temporáneo ha caído en un quinto. Los puestos de trabajo permanentes prácticamente no han sido afectados. Aunque la profusión de los contratos temporarios ha traído mayor flexibilidad, ha dejado caer el mayor peso del ajuste desproporcionadamente sobre los menos calificados, los jóvenes y los inmigrantes. La mayor proporción de inmigrantes en la fuerza de trabajo europea también hace que el patrón  del desempleo se sienta menos”[16].

Luego se da el ejemplo de Japón, también aleccionador en este sentido: “A pesar de que tiene pocos inmigrantes, Japón también está mostrando las consecuencias de un mercado laboral dual. Su fuerza de trabajo está más dividida que en cualquier otro país industrializado. Los trabajadores ‘regulares’ gozan de una fuerte protección; el arma flotante de los temporarios, contratados y trabajadores de medio tiempo ni tiene prácticamente ninguna. Desde 1990, la ‘década perdida’, las empresas se han apoyado crecientemente en estos irregurales, los cuales ahora representan un tercio de la fuerza laboral, por encima del sólo 20% en 1990”[17].

La ley dialéctica del pasaje de la pasividad a la acción

Pero todo lo anterior no quita que el carácter histórico de los índices que se están poniendo sobre la mesa expresen una acumulación de tensiones y la eventualidad de situaciones de desequilibrio social que puede terminar estallando abruptamente bajo la forma de una ola mundial de protestas.

Es que en la dinámica de la profundización de la crisis y del cierre liso y llano de plantas no hay cómo no atacar al “primer anillo” de trabajadores con contratos estables.

Sin embargo, es un hecho que el problema estructural que estamos señalando se combina –en este primer momento– con otro que atañe más a la subjetividad de la primera reacción frente al derrumbe que nos rodea: “Creo que el primer efecto de la crisis no va a ser poner a la gente en movimiento, sino darles miedo, y ponerlos temerosos por sus empleos si es que todavía tienen uno. Pero luego de un cierto punto, generalmente las cosas cambian. Las diferencias entre los ’70 y ahora es que cuando la crisis impactó a mediados de esa década [en EEUU], ya se había pasado el pico del ascenso de aquella época, tanto en términos del movimiento de la mujer como del ‘poder negro’; pero también el movimiento laboral había pasado su punto más alto. Desde ya que no estamos en un ascenso todavía. La trayectoria es diferente ahora. Uno debe ser cauto en hacer pronósticos, pero sí alguna vez hubo una convergencia de condiciones que pueden presionar las cosas en una dirección correcta, creo que han comenzado a decantar ahora”[18].

El miedo acerca del que venimos hablando se desprende precisamente de la “muerte social” que significa –en muchos casos– el desempleo[19]. Está claro que la cobertura social varía de región en región haciendo más o menos dramática la circunstancia de estar sin trabajo. Por ejemplo, globalmente, es mucho más importante en la Europa Occidental continental que en EEUU, Inglaterra o mismo China. Recordar respecto de EEUU el dato que acabamos de dar más arriba: si la tasa de desempleo ya es la más alta en 25 años, ¡la recuperación de un nuevo empleo es la más difícil en 50 años!: “los despidos masivos de obreros y empleados en EEUU son un barómetro y marcan el momento en que la crisis comienza a salir de la ‘superestructura’ económico financiera y a meterse dentro de la sociedad estadounidense. La desocupación, ya ocurra en el mundo subdesarrollado como en el Imperio, es una instancia límite, donde la prioridad es el riesgo de la supervivencia del individuo y su familiar. Ya no se trata de una devaluación de su salario por aumento de los precios, sino de la desaparición del salario y de la capacidad del consumo con la disgregación de la conducta social que conlleva. Un desocupado (que ha perdido su universo de consumo y de supervivencia, incluido el de su familia) no puede ser contenido con ‘inyecciones financieras’ con ‘asistencialismo’, requiere de una solución estructural (la restitución del empleo y el salario)[20].

Precisamente esta realidad se expresa en una tendencia de orden “metabólico–social”: siempre a la clase obrera la ha resultado más difícil enfrentar situaciones de despidos en masa. Por lo menos en un primer momento; es que cuesta hacerse una composición de lugar y encontrar puntos de apoyo cuando el mundo se derrumba a ojos vista a su alrededor; además, en el lugar de trabajo, esto coloca materialmente a la clase obrera “a la defensiva” a diferencia que las situaciones dónde lo que predomina es el pleno empleo que habitualmente facilita la presión por la recuperación del salario o las condiciones de trabajo.

El metabolismo social de desempleo funciona así –inicialmente– como un factor paralizador[21]: psicológicamente se trata de la idea de que “a mi no me va a tocar” o que la misma “solo será pasajera”: “(…) es inevitable que todavía haya, a pesar de la severidad de la caída, una aquiescencia residual en el ‘mercado’, inclusive entre los trabajadores. Muchos están paralizados por el colapso económico. Hay inclusive una visión ingenua entre muchos trabajadores de que la crisis va a ser ‘temporaria’, que terminará sobre el final del año”[22].

Y en el mismo sentido respecto, por ejemplo, de la situación en Irlanda: “Los salvatajes del gobierno han causado un profundo repudio y están presionando a la gente hacia la izquierda, hacia la actividad y la lucha. Muchos están disgustados de que el gobierno corre a salvar a los que causaron la crisis financiera, al mismo tiempo que recorta empleo y salarios. Pero al mismo tiempo, la propaganda de los medios de comunicación y del gobierno y el impacto de la crisis golpean a la gente llevándola hacia atrás. Junto con la bronca hay también el miedo y la confusión acerca de que es lo que se puede hacer”[23]. En síntesis, factores estructurales y “psicológicos” se combinan para dificultar la reacción inicial de la clase trabajadora a los ataques capitalistas.

Sin embargo, pasado el tiempo, vale la ley dialéctica del salto de cantidad en calidad: cuando la afectación de los ataques atañe ya a la mayoría social de los trabajadores, cuando no quedan recursos económicos y subjetivos como para creer que a uno no le va a tocar, cuando comienzan, aquí o allá, a darse experiencias de lucha que sirven de punto de referencia o ejemplos para los demás, la situación puede virar 180 grados a una de ascenso de las luchas obreras tal cual ocurrió por ejemplo en los EEUU de la Gran Depresión a partir de 1933, el más grande ascenso de las luchas obreras en ese país hasta hoy. La distancia entre el constante empeoramiento de la situación objetiva y la conciencia de la clase obrera puede tender dialécticamente a cerrarse en el próximo período. Eventos explosivos van a ayudar en esta dinámica. Al borde del abismo la masa de los trabajadores van a cuestionar el sistema capitalista, muchas veces sin ideas claras acerca de que es lo que puede ser puesto en su lugar. Es precisamente esta misma ley materialista dialéctica la que acaba de funcionar en la toma de dos altos funcionarios de Sony en el sur de Francia: “impedir que el ejecutivo deje la planta era nuestra última chance. No teníamos ninguna otra alternativa”[24].

En síntesis: la dialéctica de la lucha de clases puede terminar haciendo de la necesidad de enfrentar la catástrofe una virtud para empujar a la clase obrera mundial a la lucha. Es esta mecánica la que seguramente entrará en acción una vez pasada esta primera fase del desastre económico mundial: “En el camino especulativo hacia el equilibrio capitalista hay muchos obstáculos gigantescos: el caos del mercado mundial, el desbaratamiento de los sistemas monetarios, el dominio del militarismo, la amenaza de la guerra, la falta de confianza en el futuro. Las fuerzas elementales del capitalismo están buscando vías de escape entre pilas de obstáculos. Pero estas mismas fuerzas fustigan a la clase obrera y la impulsan hacia adelante[25].

La posible emergencia de un nuevo movimiento obrero

“Por primera vez en toda mi vida, estoy viendo algunos líderes sindicales [de EEUU] que toman la cuestión racial. Esto es muy inusual. Generalmente no les interesa; de hecho, le tienen miedo. Ellos tienen que hablar para sus bases blancas, muchos de los cuales son perfectos racistas[26].

Marx utiliza dos conceptos para dar cuenta de la situación de la clase obrera: los planos de la clase en si (es decir, el análisis de su situación “estructural” del que acabamos de dar cuenta) y la clase para si (como hecho subjetivo, sus niveles de conciencia y organización). Estos planos son muy importantes para comprender hoy el impacto de la crisis y los inhibidores y desencadenantes de la lucha. Se trata de que la clase obrera a nivel mundial –más allá de sus desigualdades– emerge en esta crisis luego de prácticamente 30 años de contrarreformas y transformaciones antiobreras tanto en el plano estructural, como sindical y político. De ahí que no pueda ser “mecánica” la respuesta frente a la agresión capitalista de hacerle pagar la crisis.

Estructuralmente, ya hemos hecho referencia a las condiciones de atomización y fragmentación en toda una serie de condiciones contractuales, amen del hecho del rol que cumple la inmigración, el factor étnico o la lisa y llana “exportación” a otro país [los EEUU] de toda una clase obrera cómo ocurre en el caso de Centroamérica.

Pero a este elemento “estructural” se le está comenzando a “sobreimprimir” otro de orden revolucionario en el terreno de la “subjetividad”. Por ejemplo, en los EEUU está colocada la eventualidad de una re–sindicalización masiva de la clase: sí en la década del ’50 el 35% de la clase obrera estaba sindicalizada, ahora a duras penas alcanza el 8%. Hoy para formar un sindicato en el lugar de trabajo hay que pasar por un plebiscito secreto que autorice tal cosa, plebiscito la más de las veces es manipulado por la patronal. Sin embargo, hoy, al calor de la crisis, parecen estar abriéndose grietas en esta situación, grietas por donde podría pasar un concreto proceso de reorganización sindical de los trabajadores estadounidenses un poco como ocurrió también en los años ’30.

“El 10 de marzo pasado United Tecnologies, golpeada por la crisis económica, se transformó en el último gigante industrial en anunciar despidos masivos, recortando la fuerza de trabajo en 11.600, alrededor del 5%. El desempleo alrededor del mundo desarrollado está alcanzando niveles no visto por décadas. Sin embargo, incluso sí los períodos de alto desempleo son una desgracia, parece que podrían ser buenos para los derechos de los trabajadores. La crisis capitalista ha fortalecido las perspectivas de los sindicatos, los cuales son vistos más positivamente en EEUU de lo que ocurrió desde que Jimmy Carter ocupó la presidencia”[27].

Inhibiendo estos posibles desarrollos en materia de lucha y organización está, por supuesto, el decisivo rol de las burocracias sindicales en mediar todo posible proceso de lucha y la reorganización. Ver por ejemplo el caso de Francia, donde entre una y otra convocatoria a jornada nacional de lucha de un día pasaron prácticamente dos meses! Esto se puede apreciar también hoy EEUU. Ver el “cipayo” rol de la burocracia en las automotrices entregando una a una las conquistas de los trabajadores sin llamar a una sola medida de lucha.

También con el caso irlandés podemos ver un ejemplo que es representativo de la actuación conservadora de todas las burocracias a nivel mundial: “La bronca [por el rescate a los bancos] obligó al Congreso Sindical de Irlanda (ICTU) a responder forzándolo a llamar a una demostración nacional en Dublín contra las medidas del gobierno. Esto ocurrió respondiendo a las presiones primariamente del sector público, pero [más de conjunto] el ICTU y los sindicatos individuales están haciendo prácticamente nada para pelear los efectos de la crisis en el sector privado. Esta actuación es una desgracia y ayuda al gobierno en sus planes de divide y reinaras, ayudándolo a la vez en lograr un cierto éxito en sus ataques al propio sector público”[28].

En el mismo sentido queremos reafirmar aquí una de las posibles tendencias de la crisis en el terreno de la dimensión de clase para si de los trabajadores en el orden mundial: la eventualidad de desarrollos progresivos en el terreno de la organización de los trabajadores al calor de la crisis. Un ejemplo obvio por su importancia es el de los mismos EEUU. Muchos analistas están señalando el impacto de la elección de un presidente de color sobre todo entre la clase obrera del sur del país todavía hoy dramáticamente dividida por el color y el racismo. ¿Qué va a pasar ahora con ese trabajador blanco del sur que se identificaba más con el patrón blanco que con su compañero de color ahora que el presidente es negro?

Este interrogante tiene que ver con el aprovechamiento de las mayores posibilidades eventuales de sindicalización de nuevos y más dinámicos sectores de la clase obrera norteamericana como contradictorio efecto de una serie de leyes laborales que podría poner en efecto el gobierno de Obama. En este sentido señala el especialista Kin Moody, antiguo editor de las conocidas Labor Notes: “Creo que está bastante claro que las direcciones tradicionales del movimiento obrero norteamericano –la UAW (sindicato automotriz), los trabajadores del acero, etc.– no están llamados a ser la vanguardia de lo que ocurra. Están colocados completamente a la defensiva, y no veo cambio en eso. Pero podemos mirar hacia otros lugares, en lugares tales como los trabajadores de empaquetamiento de carnes, cual es una de las pocas industrias donde la densidad sindical ha crecido en los últimos años. Ellos han sido obligados a establecer relaciones con movimientos sociales, con grupos en el Sur, y particularmente con trabajadores inmigrantes (…). Creo que organizar el Sur es la clave en toda esta cuestión. Los inmigrantes van a jugar un papel en esto, lo mismo que los trabajadores negros, así como una pequeña porción de trabajadores blancos que sostuvieron Obama y que están dispuestos a ir más allá de su tradicional racismo”[29].

Más allá de si estas apreciaciones y apuesta estratégica son correctas o no (nos queda la duda acerca del rol imprescindible de los pesos pesados de la clase obrera yanqui) expresa muy bien el tipo de cuestiones que se han echado a rodar en el proletariado yanqui quizás las más importantes desde el ascenso de los años ’30.

Cuando se puede quebrar el equilibrio social de las clases

Sin embargo, lo anterior no quita que se estén viviendo ya las primeras manifestaciones de radicalización como subproducto de la crisis aunque todavía no sean del todo generalizadas: “Si se quiere quedar ingratamente impresionado, no hay más que colgar un mapa en la pared y empezar a clavar alfileres rojos allí donde ya se han sucedido episodios de violencia. Atenas (Grecia), Longnan (China), Puerto Príncipe (Haití), Riga (Letonia), Santa Cruz (Bolivia), Sofía (Bulgaria), Vilnus (Lituania), y Vladivostock (Rusia) servirían para empezar. Muchas otras ciudades, de Reikjavic, París, Roma, y Zaragoza a Moscú y Dublín ha sido testigos de importantes protestas provocadas por el creciente desempleo y los salarios en descenso. Si claváramos alfileres de color naranja en estas localidades –ninguna todavía de los EEUU– nuestro mapa parecería arder de actividad. Y si es usted jugador o jugadora, es apuesta sobre seguro que este mapa se verá pronto bastante más poblado de alfileres rojos y naranjas”[30]. Y luego agrega este mismo analista: “En su mayor parte, es probable que estas convulsiones, aun cuando sean violentas, sigan siendo de índole localizada, y lo bastante desorganizadas como para que las fuerzas gubernamentales las pongan bajo su control en cuestión de días o semanas, por más que –como en el caso de Atenas durante seis días del diciembre pasado– la parálisis urbana se prolongue debido a los disturbios, gases lacrimógenos y cordones policiales. Esa ha sido la tónica hasta ahora. Es enteramente posible, sin embargo, que a medida que la crisis económica empeore, algunos de estos sucesos sufran una metástasis que los convierta en acontecimientos de mucha mayor duración e intensidad: rebeliones armadas, toma del poder por los militares, conflictos civiles y hasta guerras entre estados motivadas por la economía”[31].

En este sentido, el más avanzado ejemplo de lucha obrera mundial ha sido hasta el momento la huelga general revolucionaria en las reducidas islas de Guadalupe y Martinica: huelga general que obligó al gobierno de Sarkozy a firmar un compromiso de 170 puntos incluyendo salarios, condiciones de contratación, etc. La lucha tuvo características semi “insurreccionales”: la central sindical organizó en torno a ella prácticamente a toda la comunidad durante los 44 días de huelga general; el “Colectivo contra la Explotación” fue a lo largo de semanas y semanas un verdadero doble poder en la isla.

No se trata que solo en el caso de Guadalupe y Martinica se hayan visto acciones obreras radicalizadas. Como ya hemos señalado, en la fábrica de SONY en el sur de Francia, días atrás los trabajadores tomaron de rehén por toda una noche a sus patrones. Solo los dejaron ir cuando estos se comprometieron a pagar las indemnizaciones correspondientes por el despido generado por el cierre de la planta. Se trató de una dura medida de lucha solo para cobrar una indemnización mayor, pero el hecho mismo de esta acción seguida de otras similares en este país de enorme tradición de lucha, no deja de actuar como un signo poderoso de las tremendas potencialidades que están encerradas en la clase obrera y que podrían desplegarse con la crisis.

Concretamente si los cierres de fábricas se multiplicaran, se podría estar ante la eventualidad de una oleada mundial de ocupaciones de fábricas. Hasta ahora, la que más trascendió internacionalmente es la de los obreros latinos de Chicago de la “Republic Windows and Doors”, los que ocuparon su planta a lo largo de una semana aunque también solo para cobrar su indemnización. En estos momentos, a la vez, se están viviendo una serie de ocupaciones en varios países pero todavía esto es un fenómeno aislado y fragmentario. Sin embargo, ante la generalización de situaciones de despidos de masa, se podría extender este proceso, cuestión que en todo caso cabe impulsar con todo a las corrientes revolucionarias.

Al mismo tiempo, en países arrasados por la experiencia del thatcherismo como Inglaterra, también se comienzan a expresar síntomas –aun cuando estos sean plagados de contradicciones– de un posible despertar obrero: es el caso de los obreros de construcción de refinerías.

Esta lucha fue presentada –de manera interesada– como una huelga “racista”. Aún a pesar de nuestra distancia de los acontecimientos, nos da la impresión de que la cosa fue, al menos, muchísimo más contradictoria. La cuestión es que se trató de una de las pocas huelgas salvajes en Inglaterra en años. Huelga “salvaje” en la medida que no siguió los ultra reaccionarios requisitos establecidos desde la época de Margaret Tatcher en el sentido de que para realizar una miserable medida de fuerza hay hacer un plebiscito secreto previo, anticipar la medida con meses y meses de antelación, etc., etc., todas cuestiones que tienden a liquidar su mismísimo carácter de lucha de una medida de fuerza.

En estas condiciones “esta lucha ha sido un laboratorio, un test para medir la consciencia de la clase obrera y como las diferentes tendencias políticas hacen frente a esta realidad. Dada la noche oscura del neoliberalismo, sería enteramente utópico no esperar que elementos de nacionalismo e incluso de racismo estuviera presente en la conciencia de algunos trabajadores, en algunos casos quizás de la mayoría. Este, sin embargo, no fue el caso en esta oportunidad. Fue, en esencia, una lucha contra el intento capitalista de imponer condiciones laborales de esclavitud”[32].

En síntesis, lo que está en juego en esta nueva situación mundial abierta por la crisis es que en los países más característicos de la dominación capitalista mundial parecen está acumulándose condiciones para una ruptura del equilibrio social de las clases de enormes proporciones: amén de Francia (con toda su tradición de lucha), es el caso de los mismísimos EEUU, de la propia China, de Japón, de Inglaterra, etc.; naciones centrales de la dominación capitalista mundial que podrían vivir un auge de las luchas obreras que terminara dando una vuelta de página marcando un mojón histórico en la lucha de clases mundial.


[1] “Los costes humanos de la crisis financiera”. En www.socialismo–o–barbarie.org

[2] The Economist, 12–03–09.

[3] Idem, The Economist.

[4] En este sentido, lo que se está observando es que los países que primero caen por el tobogán de la crisis son los eslabones débiles del sistema. Esta viene siendo una de las características de la crisis en curso. Dentro de este pelotón de regiones y países que están al borde de la bancarrota, se cuenta con prácticamente todos los países del Este europeo: Hungría, los países bálticos (cruzados por recientes movilizaciones violentas), etc. Esto supondría una reversión de tendencias respectos del “aprecio” al capitalismo de libre mercado por contraste con el viejo “comunismo”, una cuestión evidentemente de importancia y sobre cuyas consecuencias la revista inglesa The Economist (por ejemplo) acaba de encender una luz de alerta.

Pero el listado no acaba aquí: también es el caso de Irlanda, otrora modelo exitoso de la globalización (el repudio popular a los planes de ajuste se expresó en un reciente movilización nacional de 120.000 trabajadores, si bien controlada por la burocracia), Islandia (cuyos cacerolazos echaron un gobierno), Grecia (rebelión popular de por medio en diciembre pasado), estados del Caribe como Guadalupe y Martinica (con una senda huelga general revolucionaria) entre otros, se pueden sumar a este creciente listado de países al borde de la bancarrota y el desastre social. 

[5] “Flujos y reflujos”, en “El retorno del viejo fantasma”, Roberto Sáenz, SOB Nº 22.

[6] A este respecto, un dato impactante es la caída a pique en el uso de grandes buques de transporte, que cada vez tienen menos lugar donde ser fondeados…

[7] Quizás más impactante que esto es el dato que el 45% de la fuerza laboral mundial podría caer este año a ganar por debajo de dos dólares por día de trabajo (umbral por debajo de la reproducción normal de la fuerza de trabajo)!

[8] Wall Street Journal Americas, 20–03–09.

[9] Idem, The Economist.

[10] Wall Street Americas, 20–03–09.

[11] En ciudades como Zaragoza el colapso de la construcción está significando que el crecimiento del desempleo en el último año aumentó un 75%, mientras que en España de conjunto, su puede pasar del actual prácticamente 15% (una enormidad que ya afecta a 3.3 millones de trabajadores) a un aterrador 20%, una cifra comparable al colapso argentino del 2001!

[12] El caso de Irlanda, aunque un país más pequeño, es paradigmático: resulta ser que el otrora “Tigre Céltico” caería un 6% en su PBI (que se suma a una caída del 3% el año pasado) y podría tener un desempleo de 500.000 trabajadores para este fin de año, ni más ni menos que el 25% de su fuerza laboral figura reminiscente de la gran depresión! Y todo esto por no señalar que el país podría caer en la insolvencia.

[13] Idem, The Economist.

[14] Al respecto ver la polémica que nuestros compañeros de PRAXIS en Brasil vienen sosteniendo con los compañeros del PSTU (los que desde el CONLUTAS tiene la responsabilidad de la dirección del sindicato de la planta): “EMBRAER: basta de superestructura, organicemos la lucha por la base”. En www.socialismo–o–barbarie.org.

[15] Sobre el importantísimo caso de China ver los datos que a este efecto hemos presentado en nuestra nota anterior: “Cuando colapsa el comercio internacional”, en www.socialismo–o–barbarie.org.

[16] The Economist, 12–03–09.

[17] The Economist, 12–03–09.

[18] Kin Moody, idem.

[19] Este fenómeno ya lo observamos en la Argentina en oportunidad de la crisis del 2001.

[20] “Los emergentes de la recesión”, en www.socialismo–o–barbarie.org

[21] Esta mecánica que fue de la parálisis a la rebelión social la vivimos en la Argentina a comienzos del siglo, experiencia de la cual se pueden sacar muchas enseñanzas. 

[22] Socialist Today, n°126.

[23] Socialismo Hoy, n°126.

[24] The Independent, Londres, 16–03–09.

[25] León Trotsky, tomado del artículo “¿Salvar al capitalismo desde el Estado?, Juan José Funes, en www.socialismo–o–barbarie.org

[26] Kin Moody, idem.

[27] The Economist, 12–03–09.

[28] Socialismo Hoy, n°129.

[29] “Perspectivas para un nuevo movimiento obrero”, Kin Moody, Internacional Socialista Review, n°64, marzo–abril 2009.

[30] Michael T. Klare, 26–02–09, en www.socialismo–o–barbarie.org

[31] Michael T. Klare, ídem.

[32] Socialist Today, n°126.