Hacia la desintegración del sistema global
Señales de implosión
Por Jorge Beinstein (*)
ALAI, 03/03/09
Septiembre de 2008 marcó un punto de inflexión en el proceso recesivo que
se venía desarrollando en los Estados Unidos a lo largo de
ese año: estalló el sistema financiero y la recesión
comenzó a extenderse rápidamente a nivel planetario al
tiempo que se evidenciaban síntomas muy claros de tránsito
global hacia la depresión cuya llegada comenzó a ser
admitida desde comienzos de 2009.
Ahora asistimos a un encadenamiento internacional de derrumbes productivos y
financieros acompañado por una mezcla de pesimismo e
impotencia en el más alto nivel de las élites dirigentes
ante la probable transformación de la ola depresiva en
colapso general.
La declaraciones de George Soros y Paul Volcker en la Universidad de
Columbia el 21 de febrero de 2009 marcaron una ruptura
radical, muy superior de la que estableció hace dos años
Alan Greenspan cuando anunció la posibilidad de que los
Estados Unidos entre en recesión.
Volcker admitió que esta crisis es muy superior a la de 1929, eso significa
que la misma carece de referencias en la historia del
capitalismo, la desaparición de paralelismos respecto de
crisis anteriores es también (principalmente) la de los
remedios conocidos.
Porque 1929 y la depresión que le siguió están asociados a la utilización
exitosa de los instrumentos keynesianos, a la intervención
masiva del Estado como salvador supremo del capitalismo y lo
que estamos presenciando es la más completa ineficacia de
los estados de los países centrales para superar la crisis.
En realidad la avalancha de dinero que arrojan sobre los
mercados auxiliando a los bancos y a algunas empresas
transnacionales no solo no frena el desastre en curso sino
que además está creando las condiciones para futuras catástrofes
inflacionarias, próximas burbujas especulativas.
¿Implosión capitalista?
Por su parte Soros confirmó lo que era evidente: el sistema financiero
mundial se ha desintegrado, a lo que agregó el
descubrimiento de similitudes entre la situación actual y
la vivida durante el derrumbe de la Unión Soviética.
¿Cuales son esos paralelismos? Como sabemos, el sistema soviético comenzó
a desmoronarse hacia fines de los años 1980 para finalmente
implotar en 1991, el fenómeno ha sido por lo general
atribuido a la degradación de su estructura burocrática
haciéndolo en principio intransferible al capitalismo que
alberga una vasta burocracia aunque no hegemónica como lo
fue en el caso soviético. Existe un proceso, una enfermedad
que no es el patrimonio exclusivo de los regímenes burocráticos,
se ha desarrollado en el capitalismo al igual que en
civilizaciones anteriores a la modernidad: se trata de la
hipertrofia parasitaria, del predominio aplastante de formas
sociales parasitarias que depredan a las fuerzas productivas
hasta un punto tal en que el conjunto del sistema queda
paralizado, no puede reproducirse más y finalmente muere
ahogado por su propia podredumbre.
A lo largo del siglo XX el capitalismo impulsó estructuras parasitarias
como el militarismo y sobre todo las deformaciones
financieras que marcaron su cultura, su desarrollo tecnológico,
sus sistemas de poder. Las tres últimas décadas
presenciaron la aceleración del proceso adornado con el
discurso de la reconversión neoliberal, del reinado
absoluto del mercado, tal vez su punto más alto fue
alcanzado durante el último lustro del siglo XX, en plena
expansión de las burbujas bursátiles y cuando el poder
militar de los Estados Unidos aparentaba ser imbatible.
Pero en la primera década del siglo XXI comenzó el desmoronamiento del
sistema, el Imperio se empantanó en dos guerras coloniales,
su economía se degradó velozmente y burbujas financieras
de todo tipo (inmobiliarias, comerciales, de endeudamiento,
etc.) poblaron el planeta. El capitalismo financierizado había
entrado en una fase de expansión vertiginosa aplastando con
su peso a todas las formas económicas y políticas, en 2008
los estados centrales (el G7) disponían de recursos
fiscales por unos 10 billones (millones de millones) de dólares
contra 600 billones de dólares en productos financieros
derivados registrados por el Banco de Basilea a lo que es
necesario agregar otros negocios financieros, según algunos
expertos la masa especulativa global supera actualmente los
mil billones de dólares (cerca de 20 veces el producto
Bruto Mundial).
Esa montaña financiera no es una realidad separada, independiente de la
llamada economía real o productiva, fue engendrada por la
dinámica del conjunto del sistema capitalista: por las
necesidades de rentabilidad de las empresas transnacionales,
por las necesidades de financiamiento de los estados. No es
una red de especuladores autistas lanzados a una suerte de
autodesarrollo suicida sino la expresión radicalmente
irracional de una civilización en decadencia (tanto a nivel
productivo como político, cultural, ambiental, energético,
etc.). Desde hace más de cuatro décadas el capitalismo
global con eje en los países centrales soporta una crisis
crónica de sobreproducción, acumulando sobrecapacidad
productiva ante una demanda global que crecía pero cada vez
menos, la droga financiera fue su tabla de salvación
mejorando beneficios e impulsando el consumo en los países
ricos, aunque a largo plazo envenenó por completo al
sistema.
Se ha puesto de moda achacarle la crisis a los llamados especuladores
financieros y según nos explican altos dirigentes políticos
y expertos mediáticos las turbulencias llegarán a su fin
cuando la "economía real" imponga su cultura
productiva sometiendo a las reglas del buen capitalismo a
las redes financieras hoy fuera de control. Sin embargo a
mediados de la década actual en los Estados Unidos más del
40 % de los beneficios de las grandes corporaciones provenía
de los negocios financieros, en Europa la situación era
similar, en China en el momento de mayor auge especulativo
(fines de 2007) solo la burbuja bursátil movía fondos casi
equivalentes al Producto Bruto Interno de ese país
alimentada por empresarios privados y públicos, burócratas
encumbrados, profesionales, etc.
No se trata por consiguiente de dos actividades, una real y otra financiera,
claramente diferenciadas sino de un solo conjunto heterogéneo,
real de negocios. Es ese conjunto el que ahora se está
desinflando velozmente, implotando luego de haber llegado a
su máximo nivel de expansión posible en las condiciones
históricas concretas del mundo actual. Bajo la apariencia
impuesta por los medios globales de comunicación de una
implosión financiera afectando negativamente al conjunto de
las actividades económicas (algo así como una lluvia tóxica
atacando las verdes praderas) aparece la realidad del
sistema económico global como totalidad contrayéndose de
manera caótica.
Señales
Las declaraciones de Soros y Volcker fueron realizadas unos pocos días
antes de que el gobierno norteamericano diera a conocer las
cifras oficiales definitivas de la caída del Producto Bruto
Interno en el último trimestre de 2008 con respecto a igual
período de 2007: la primera estimación oficial que había
fijado dicha caída en un 3,8 % resultó ser una burda
mentira, ahora resulta que la contracción había llegado al
6,2%, eso ya no es recesión sino depresión. Japón por su
parte tuvo para el mismo período un descenso en su PBI del
orden del 12 %, en enero de 2009 sus exportaciones cayeron
45 % en comparación con igual mes del año anterior, en
Europa la situación es similar o tal vez peor, luego del
derrumbe financiero de Islandia la amenaza de bancarrota
económica en varios países de Europa del Este como
Polonia, Hungría, Ucrania, Letonia, Lituania, etc., amenaza
a su vez de manera directa a las bancas acreedoras suiza y
austríaca que podrían hundirse como la de Islandia.
Mientras tanto los grandes países industriales de la región
como Alemania, Inglaterra o Francia van pasando de la recesión
a la depresión. Los pronósticos sobre China anuncian para
2009 una reducción de su tasa de crecimiento a la mitad
respecto de 2008, sus exportaciones de enero han sido 17,5 %
inferiores de las de enero del año anterior, este brusco
deterioro del centro vital de su sistema económico no tiene
perspectivas de recuperación mientras dure la depresión
global por lo que su ritmo de crecimiento general seguirá
descendiendo.
Que Soros y Volcker abran la expectativa de un colapso del sistema económico
mundial no significa que el mismo se produzca de manera
inevitable, después de todo una de las principales características
de una decadencia civilizatoria como la que estamos
presenciando es la existencia de una profunda crisis de
percepción en las élites dominantes, sin embargo la
acumulación de datos económicos negativos y su proyección
realista para los próximos meses nos están señalando que
la gran catástrofe anunciada por ellos tiene muy altas
probabilidades de realización. A ese desenlace contribuyen
la impotencia comprobada de los supuestos "factores de
control" del sistema (gobiernos, bancos centrales, FMI,
etc.) y la rigidez política del Imperio, por ejemplo
ampliando la guerra en Afganistán preservando así el poder
del Complejo Industrial Militar, gigante parasitario cuyos
gastos reales actuales (aproximadamente algo más de un billón
de dólares) equivale al 80 % del déficit fiscal de los
Estados Unidos.
A estos síntomas económicos y políticos debemos agregar la crisis energética
y la alimentaria derivada de ella que seguramente volverán
a manifestarse apenas se detenga el proceso deflacionario (y
tal vez antes), todo eso bajo un contexto de crisis
ambiental que ha pasado a ser un factor actual de crisis (ya
no es más una amenaza casi intangible localizada en un
futuro lejano). Y detrás de esas crisis parciales
encontramos la presencia de la crisis del sistema tecnológico
moderno incapaz de superar, en tanto componente motriz de la
civilización burguesa, los bloqueos energéticos y
ambientales creados por su desarrollo depredador.
Desintegración,
implosión y desacople
La desintegración–implosión del sistema global no significa su
transformación en un conjunto de subsistemas capitalistas o
bloques regionales con relaciones más o menos fuertes entre
ellos, algunos prósperos, otros declinantes (la
unipolaridad estadounidense convirtiéndose en
multipolaridad, "desacople" ordenado en torno de
nuevos o viejos polos capitalistas). La economía mundial
está altamente transnacionalizada, conforma una densa maraña
de negocios productivos, comerciales y financieros que
penetra profundamente en las llamadas "estructuras
nacionales", inversiones y dependencias comerciales las
atan de manera directa o indirecta a los núcleos decisivos
del sistema global.
En términos generales para un país o una región la ruptura de sus lazos
globales o su debilitamiento significativo implica una
enorme ruptura interna, la desaparición de sectores económicos
decisivos con las consecuencias sociales y políticas que de
ello se derivan. Además el sistema global estaba hasta
ahora organizado de manera jerárquica tanto en su aspecto
económico como político–militar (unipolaridad) resultado
del fin de la Guerra Fría y de la transformación de los
Estados Unidos en el amo del planeta. No solo en el espacio
de concentración de las decisiones comerciales y
financieras (eso ya ocurría desde hace más de seis décadas)
sino también de las grandes decisiones políticas.
El hundimiento del centro del mundo en medio (como detonador) de la depresión
económica internacional significa el despliegue de una
cadena global de crisis (económicas, políticas, sociales,
etc.) de intensidad creciente.
Recientemente Zbigniew Brzezinski dejó a un costado sus tradicionales
reflexiones sobre política internacional para alertar sobre
la posibilidad de agravación de los conflictos sociales en
los Estados Unidos que podría según él derivar en una
generalización de disturbios violentos. Por su parte y
desde una perspectiva ideológica opuesta Michael Klare ha
descrito el mapa de las protestas populares atravesando
todos los continentes, países ricos y pobres, del Norte y
del Sur, iniciadas en 2008 como consecuencia de la crisis
alimentaria en un amplio abanico de países periféricos
pero que comienzan a desarrollarse globalmente en respuesta
a la agravación de la depresión económica: la
multiplicación de crisis de gobernabilidad nos espera en el
corto plazo.
La hipótesis de implosión capitalista abre el espacio para la reflexión y
la acción en torno del horizonte postcapitalista donde se
mezclan viejas y nuevas ideas, ilusiones fracasadas y densos
aprendizajes democráticos del siglo XX, frenos
conservadores legitimando ensayos neocapitalistas y visiones
renovadas del mundo empujando grandes innovaciones sociales.
Agonía de la modernidad burguesa con sus peligros de barbarie senil, pero
ruptura de bloqueos ideológicos, de estructuras opresivas,
esperanza en la regeneración humanista de las relaciones
sociales.
(*) Jorge Beinstein es economista argentino, profesor de la Universidad de
Buenos Aires.
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