Agencia
EFE, 27/03/09
Brasilia.–
Un día después de que las políticas económicas de la
Casa Blanca fueran duramente criticadas en la Unión
Europea, el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da
Silva, echó ayer más leña al fuego al cuestionar la
compra multimillonaria de "activos tóxicos" en
Estados Unidos y apoyar la propuesta china de reemplazar el
dólar en el comercio internacional.
"No me
gustaría dar una opinión sobre la política soberana [del
presidente norteamericano, Barack Obama]..., pero creo que
no podemos gastar el dinero que nos resta comprando títulos
podridos", dijo Lula en una conferencia de prensa
conjunta con el premier británico, Gordon Brown, a quien
recibió en la residencia oficial pocas horas antes de que
ambos viajaran a Chile para la Cumbre de Líderes
Progresistas.
"Si
ese billón de dólares que se usará para comprar activos
podridos fuera para el comercio, sería mucho mejor",
agregó.
Las
declaraciones de Lula se producen cuando faltan pocos días
para la cumbre del Grupo de los 20 (G–20) que tendrá
lugar en Londres el 2 de abril y mientras crece el
proteccionismo en el mundo, según un informe publicado ayer
por la Organización Mundial del Comercio (OMC).
En la
cumbre del G–20, los líderes mundiales y las
organizaciones internacionales, incluido el FMI, discutirán
la reforma del sistema financiero mundial.
El
mandatario brasileño admitió ayer que no estudió a fondo
el plan económico de Obama, pero indicó que "el
dinero que se dirige al sistema financiero no ayuda a que se
recuperen los flujos de comercio".
"Lo
importante ahora es recuperar el crédito para favorecer el
intercambio comercial", añadió. Pero, a su juicio,
"ninguna de las medidas tomadas hasta el momento ayudan
a recuperar el crédito".
Al
respaldar la propuesta china de sustituir al dólar en las
transacciones internacionales, Lula dijo que ese proyecto,
que fue rechazado por la Casa Blanca, Francia y la UE, será
bien recibido por los países en desarrollo.
Si bien
reconoció no conocerlo en profundidad, afirmó que tendrá
una reunión en la cumbre del G–20 con el presidente
chino, Hu Jintao, en la que espera abordar el tema.
"En
principio, creo que todos los países emergentes pueden ser
favorables a una nueva moneda, ciertamente Estados Unidos va
a estar en contra, pero creo que esta discusión es válida,
pertinente", dijo Lula.
"Al
final de cuentas, el mundo no debe estar subordinado a una
sola moneda", reforzó Lula.
Luego citó
la experiencia de sustituir parcialmente el dólar en el
comercio con la Argentina, tercer socio económico de
Brasil. "Aprobamos con la Argentina el uso de las
monedas argentina y brasileña [en el intercambio] porque
creemos que es posible no quedar subordinados a la moneda de
otro país."
"Creemos
que es posible en el mediano plazo ir estableciendo acuerdos
comerciales [con otros países], con monedas de varios
países, no necesariamente vinculados al dólar",
señaló Lula.
Además, en
una polémica declaración que fue interpretada como una
crítica a las naciones ricas, Lula dijo: "La crisis
fue causada por comportamientos irracionales de gente blanca
de ojos azules, que antes parecía saber de todo y ahora
demostró no saber de nada".
El actual
escenario económico mundial no es responsabilidad de
ningún "negro, indio o pobre", según destacó el
mandatario.
Por otra
parte, el presidente brasileño advirtió que si fracasa la
cumbre del G–20, pueden multiplicarse los estallidos
sociales.
"La
reunión en Londres, el día 2, es histórica, porque de
ella el pueblo del mundo espera mucho", agregó.
Luego,
pronosticó que, si no se logran avances en la cumbre, los
europeos "comenzarán a hacer manifestaciones como en
Francia, que comienzan como simples protestas y después
viene una convulsión social que no se sabe cuándo va a
parar".
Por su
parte, Brown evitó identificar responsables de la crisis
económica global, pero coincidió con Lula en que es
necesario revertir la falta de crédito para reactivar el
comercio internacional, que, según se prevé, caerá un 9%
este año, la peor performance desde la Segunda Guerra
Mundial.
Además,
anunció que propondrá en la cumbre del G–20 la creación
de un fondo especial de 100.000 millones de dólares para
que las empresas puedan exportar.
Por
Alfredo Jalife–Rahme
La Jornada, 22/03/09
En
vísperas de la trascendental cumbre del G–20 del próximo
2 de abril en Londres, que constituye la última oportunidad
para instalar un nuevo orden mundial de corte multipolar, el
G–7 llega sumamente averiado, mientras el BRIC (Brasil,
Rusia, India, China) ha exhibido sus grandes
vulnerabilidades financieras.
Desde el
punto de vista geoeconómico, la cumbre del G–20
constituye en realidad "una cumbre del G–11": la
suma del G–7, en plena decadencia, y del cuatripartita
BRIC, en pleno ascenso, a quienes les corresponderá definir
el nuevo orden mundial más geofinanciero que geoeconómico.
El orden
geoeconómico y sus tendencias tanto en el corto como en el
mediano plazo han sido definidos, con la obvia salvedad de
una tercera guerra mundial: ascenso irreversible del BRIC
que, junto a las potencias petroleras del Golfo Pérsico (en
el que descuella en forma impresionante el doble ascenso
geopolítico y geoeconómico de Irán como nueva potencia
regional), y declive del G–7, que ha penetrado los
infiernos e inviernos del crecimiento negativo.
En el orden
geopolítico global también los hechos señalan un empate
técnico entre las dos superpotencias nucleares, Estados
Unidos y Rusia.
El
verdadero desorden mundial se centra en el tsunami
financiero que creó la dupla anglosajona, y cuyo símbolo
inequívoco de poder lo constituye el dolarcentrismo, con la
paradoja trágica de contar con un dólar sin valor
económico intrínseco, pero todavía muy funcional debido a
la ominosa ausencia de divisas competitivas.
El nuevo
orden mundial ya asentó sus reales multipolares en los
ámbitos geoestratégico y geoeconómico, pero falta por
definir el destino de las geofinanzas.
¿Qué
tanto estarán dispuestos Estados Unidos y Gran Bretaña a
ceder su hegemonía financiera, al riesgo de llevar al mundo
a una hecatombe sin paralelo?
Las
finanzas especulativas anglosajonas –con todo su sistema
bancario, contable, de seguros, de regulación y de
calificadoras– se convirtieron en un cáncer intratable
cuya metástasis empieza a carcomer a la socioeconomía y a
la psicopolítica del mundo.
En la
pasada cumbre del G–20 en Washington, que resultó
estéril en el ocaso del aciago bushismo (lo cual hizo
perder un tiempo precioso), afloraron tres posturas: 1) la
exigencia de Rusia, Alemania y Francia para finiquitar la
hegemonía del dólar a favor de una multipolaridad de
divisas relativamente fuertes (euro, yen, yuan y rublo); 2)
el unilateralismo anglosajón, apuntalado por Japón (que,
en realidad, siempre ha pertenecido a la esfera de
influencia del dólar, desde la Segunda Guerra Mundial),
pese al tsunami financiero que provocó pretende mantener
las prerrogativas unipolares del dolarcentrismo caduco, y 3)
la equidistancia china, entre las posturas uno y tres, cuya
desgracia consiste en poseer la mayor reserva de divisas,
pero en dólares inservibles, que, insistimos, todavía son
insustituibles.
Si la
globalización financiera anglosajona reflejó la
unipolaridad geopolítica de Estados Unidos a partir de 1991
(fecha de la disolución de la URSS), ergo, por necesidad
imperativa el nuevo orden multipolar tanto geoestratégico
como geoeconómico desemboca ineluctablemente en la
desglobalización, con mayor ahínco en la
"regionalización" con sus respectivas esferas de
influencia que subsumen lo que hemos planteado como el
"nuevo orden hexapolar" configurado por Estados
Unidos, la Unión Europea y el BRIC. Con todo nuestro debido
respeto, pero Japón, pese a representar todavía la segunda
superpotencia económica, paradójicamente, a diferencia de
los citados, no cuenta con una esfera de influencia
regional, ya ni siquiera en el noreste ni el sureste de
Asia. Japón no es un líder mundial, sino que pertenece a
la zona de influencia de la anglosfera, que lideran Estados
Unidos y Gran Bretaña.
En el
ámbito geofinanciero se afinan las posturas previas a la
cumbre del G–20 en Londres, entre las que cabe destacar la
guerra a los paraísos fiscales que han declarado Alemania,
Francia e Italia. Los paraísos fiscales, donde se manejan
opacamente los "derivados", representan una de los
principales causales del tsunami financiero anglosajón y
donde también se practican la evasión fiscal y el lavado
de dinero de los bancos gracias a la "contabilidad
invisible" y a la desregulación, es decir, la ausencia
de supervisión gubernamental y ciudadana.
Al respecto
el portal alemán Der Spiegel (23/2/09) afirma que
"Europa desea una mayor seguridad financiera", que
pasa por la abolición de la piratería que practica la
banca anglosajona en sus paraísos fiscales.
Entre las
medidas que adoptaron los líderes de Francia, Alemania,
Italia, España, Holanda y Gran Bretaña en la cumbre de
Berlín del pasado 22 de febrero se sugirió la
recapitalización del Fondo Monetario Internacional (FMI),
es decir, su duplicación de capital hasta 500 mil millones
de dólares (Obama levantó la puja para triplicar el
capital del FMI). Falta ver qué tanto el BRIC, donde el FMI
goza de pésima reputación, estará dispuesto a avalar
tales propuestas, que pretenden resucitar subrepticiamente
al cadavérico viejo orden mundial de los depredadores FMI y
Banco Mundial.
La postura
de Francia, Alemania e Italia no es nueva, y recordamos que
durante una cumbre del G–7 celebrada en Francia, el
entonces presidente gaullista Jacques Chirac había
catalogado a los hedge funds (fondos de cobertura de riesgo)
como un "sida financiero" y había exigido la
erradicación de los paraísos fiscales, a lo que siempre se
opuso Gran Bretaña.
Der Spiegel
asevera que los "comentaristas no creen" la
abolición de los paraísos fiscales "hasta no verla
implementada".
Es evidente
que a la demencial desregulación que imperó en los
mercados de la globalización financiera anglosajona
proseguirá una mayor regulación que los grandes de Europa
continental (Alemania, Francia e Italia) desean sea mucho
mayor a lo que quizá llegue a conceder la dupla anglosajona
de Estados Unidos y Gran Bretaña. No faltarán
comentaristas a los dos lados del Atlántico que aduzcan que
la administración Obama, de corte eminentemente
rooseveltiano, se acerque más a la postura de Europa
continental y se aleje de la clásica piratería financiera
de Gran Bretaña, que ha llevado al planeta al borde del
colapso financiero. Tales comentaristas se basan en la
gélida recepción que Obama procuró al primer ministro
británico Gordon Brown en su reciente visita a Estados
Unidos, llegando hasta vaticinar el fin de la
"relación especial" entre Washington y Londres.
No creer
hasta ver. La cumbre del G–20 marcará los verdaderos
posicionamientos de los actores y probablemente la
salvación financiera del planeta radicará en gran medida
en la trascendental postura que adopte Obama: en tanto
cuanto se aleje de la desregulación británica y se acerque
a la regulación de Europa continental, al unísono del BRIC.