G-20:
Un pequeño retoque de pintura en
un planeta en ruinas
Por
Eric Tousssaint y Damien Millet (*)
La
Haine, 03/04/09
Traducido
por Griselda Pionero y Raul Quiroz
El
G20 reafirma su apego a «una economía mundial abierta
basada en los principios del mercado». Por lo tanto, su
sostén al dios mercado no es negociable.
No
le falta publicidad a la cumbre del G20 que está reunida en
Londres desde el 1 de abril. El grupo de los veinte países
más industrializados y emergentes (G20) se ha citado para
aportar soluciones a la crisis. Pero mucho antes de la
clausura de la cumbre, la constatación es certera: el G20
no estará a la altura del desafío.
Y es
que el G20 no se organizó con el objetivo de aportar
soluciones, se convocó de prisa y corriendo en noviembre de
2008 para salvar la cara de los poderosos y tratar de
rellenar las brechas de un capitalismo en plena crisis. Por
lo tanto, es imposible que adopte medidas suficientemente
radicales para invertir la tendencia.
Se
le pidió a la opinión pública que mirara en dos
direcciones que servían para cristalizar la exasperación:
los paraísos fiscales y las remuneraciones de los
directivos de las grandes empresas.
Por
supuesto que hay que abolir los paraísos fiscales. Para
ello, es suficiente prohibir a las empresas y a los
residentes tener activos o mantener relaciones con asociados
establecidos en paraísos fiscales. Los países de la Unión
Europea que funcionan como paraísos fiscales (Austria, Bélgica,
Reino Unido, Luxemburgo...) y Suiza deben levantar el
secreto bancario y poner fin a su práctica escandalosa.
Pero ésta no es la orientación tomada por el G20: serán
sancionados algunos casos emblemáticos, se pedirá que
estos países tomen unas medidas mínimas, y se hará una
lista negra de territorios no cooperativos depurada con sumo
cuidado (la City de Londres, Luxemburgo y Austria
consiguieron no figurar en esa lista).
Por
otra parte, las remuneraciones de los directivos de las
grandes empresas, que incluye a paracaídas de oro y bonus
diversos, son realmente insoportables. En período de
crecimiento, los patrones afirmaban que era necesario
recompensar a los que aportaban tantos beneficios a la
empresa para evitar su partida. Ahora que la crisis está sólidamente
instalada y que las empresas ven cómo aumentan sus pérdidas,
los de siempre continúan reclamando lo que se les debe. El
G20 sólo intentará regular estas remuneraciones, y esto
durante un corto tiempo. Lo que no se tocará es la propia lógica
de todo esto.
Más
allá de los paraísos fiscales y de los super bonus de los
patrones, para quienes tampoco se han especificado las
eventuales sanciones, los países del G20 seguirán
reflotando los bancos. El FMI, a pesar de su descrédito y
deslegitimación a escala mundial, se lo colocará de nuevo
en el centro del juego político y económico gracias a un
aporte de fondos que se producirá desde ahora hasta el año
2010.
Un
pequeño retoque de pintura en un planeta en ruinas, he aquí
lo que le toca al G20. Sólo una fuerte movilización
popular podrá permitir la construcción de cimientos sólidos
para elevar por fin un mundo en el que las finanzas estén
al servicio de los seres humanos y no al revés. Las
manifestaciones del 28 de marzo al 1ro de Abril fueron muy
importantes: 40.000 personas en Londres, decenas de miles en
Viena, Berlín, Stuttgart, Madrid, Sao Paulo, Brasilia,
Roma, Buenos Aires,..., con el lema «Qué los ricos paguen
la crisis».
La
semana de acción mundial convocada por los movimientos
sociales del mundo entero durante el Foro Social Mundial
(FSM) de Belem en enero de 2009, tuvo, por consiguiente, un
eco gigantesco. Aquellos que anunciaron el fin del
movimiento altermundialista se equivocaron. El movimiento ha
demostrado que es perfectamente capaz de conseguir grades
movilizaciones y es sólo el principio. El éxito de las
realizadas en Francia el 29 de enero y el 19 de marzo con
tres millones de manifestantes en las calles, demuestra que
los trabajadores, los desocupados, los jóvenes quieren
otras soluciones para la crisis, no las que consisten en
salvar a los bancos y obligar a los de abajo a ajustarse más
el cinturón.
En
forma simultánea pero independiente del G20, el presidente
de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Miguel
d’Escoto, convocó una reunión general de jefes de Estado
para el próximo mes de junio y pidió al economista Joseph
Stiglitz que presida una comisión de propuestas para
responder a la crisis global. Las soluciones que se proponen
no son apropiadas, demasiado tímidas, pero tendrán el mérito
de ser objeto de discusión en la Asamblea General de las
Naciones Unidas.
Una
nueva crisis de la deuda se está preparando en el Sur, y es
la consecuencia de la explosión de la burbuja de la deuda
privada inmobiliaria en el Norte. Esta crisis, que afecta
actualmente a la economía real de todos los países del
Norte, ha provocado una caída de los precios de los
productos primarios, lo que ha reducido los ingresos de
divisas con las que los gobiernos de los países del Sur
reembolsan su deuda externa. Más aún, la contracción del
crédito ha conducido a un alza del coste de los préstamos
a los países del Sur. Estos dos factores ya están
produciendo suspensiones de pago de la deuda por parte de
los gobiernos de los países más expuestos a la crisis
(comenzando por Ecuador). Seguirán otros dentro de uno o
dos años.
La
situación es absurda: los países del Sur son prestadores
netos respecto al Norte, en primer lugar Estados Unidos, con
una deuda externa total de más de 6 billones de dólares
(el doble de la deuda externa de todo el Tercer Mundo). Los
Bancos Centrales de los países del Sur compran bonos del
Tesoro de Estados Unidos. Por el contrario, deberían formar
un Banco del Sur, democrático (un país=un voto), con el
objetivo de financiar proyectos de desarrollo humano; salir
del Banco Mundial, del FMI y del BID, que son instrumentos
de dominación; desarrollar las relaciones de solidaridad
Sur-Sur, como lo están haciendo los países miembro del
ALBA (Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Honduras,
Dominica); realizar auditorías de las deudas que les
reclaman y dejar de pagar las deudas ilegítimas.
El
G20 vigilará para que se preserve lo esencial de la lógica
neoliberal. Los principios son de nuevo apuntalados, aunque
su fracaso esté claro. El G20 reafirma su apego a «una
economía mundial abierta basada en los principios del
mercado». Por lo tanto, su sostén al dios mercado no es
negociable. El resto es mera palabrería.
(*)
Eric Toussaint, doctor en ciencias políticas, es presidente
de CADTM Bélgica (Comité para la Anulación de la Deuda
del Tercer Mundo, www.cadtm.org), autor de El Banco del Sur
y la nueva crisis internacional, El Viejo Topo, 2008, 230 páginas
(también publicado en 2008 en Ecuador por Abya Yala y en
Bolivia por el Observatorio DESC). Damien Millet, matemático,
es portavoz de CADTM Francia, autor de Africa sin Deuda,
Icaria, Barcelona, 2007. En forma conjunta, escribieron 60
preguntas, 60 respuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco
Mundial, próxima edición Icaria/Intermón Oxfam.
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