El gran circo de Londres
Por Atilio Borón (*)
ALAI, América Latina en Movimiento, 02/04/09
Meses atrás la formidable maquinaria propagandística del
imperio alimentaba la ilusión de que la reunión del G–20
en Londres le daría la estocada final a la crisis. Sin
embargo, a medida que se acercaba la fecha comenzaron a oírse
voces discordantes.
Nicolas Sarkozy y Angela Merkel lanzaron baldes de agua fría
sobre el inminente cónclave y el anfitrión, el
“progresista” británico Gordon Brown, aconsejó bajar
las expectativas al paso que un número creciente de
economistas críticos e historiadores advertían sobre lo fútil
de la tentativa. Pese a ello los ilusionistas y malabaristas
del sistema no dejaron de ensalzar la reunión de Londres y
tratar de que las tibias medidas que allí se adoptasen
fuesen interpretadas por el público como propuestas
sensatas y efectivas para resolver la crisis.
Como era de esperar, poco y nada concreto salió de la
reunión. Y esto por varias razones. Primero, porque lo que
con arrogancia e ignorancia inauditas algunos caracterizaron
como Bretton Woods II ni siquiera se planteó la pregunta
fundamental: ¿reformar para qué, con qué objeto? Al
soslayarse el tema por omisión quedó establecido que el
objetivo de las reformas no sería otro que el de volver a
la situación anterior a la crisis.
Esto supone que lo que la causó no fueron las
contradicciones inherentes al sistema capitalista sino
aquella “exuberante irracionalidad de los mercados” de
la que se lamentaba Alan Greenspan, sin percatarse que el
capitalismo es por naturaleza exuberantemente irracional y
que esto no se debe a un defecto psicológico de los agentes
económicos sino que tiene sus fundamentos en la esencia
misma del modo de producción. Segundo: dado lo anterior no
sorprende comprobar que el G–20 haya decidido fortalecer
el papel del FMI para liderar los esfuerzos de la recuperación,
siendo el principal autor intelectual de la crisis actual.
El FMI ha sido, y continúa siendo, el principal vehículo
ideológico y político para la imposición del
neoliberalismo a escala planetaria. Es una tecnocracia
perversa e inmoral que percibe honorarios exorbitantes (¡exentos
del pago de impuestos!) y cuya pobreza intelectual la resumió
muy bien Joseph Stiglitz cuando dijo que el FMI está
poblado por “economistas de tercera formados en
universidades de primera.” ¿Y de la mano de estos
aprendices de brujos se piensa salir de la crisis más grave
del sistema capitalista en toda su historia?
No hay en esto un ápice de exageración: esta crisis es
la manifestación externa de varias otras que irrumpen por
primera vez: crisis energética, medioambiental, hídrica.
Nada de esto había en la depresión de 1873–1896 o en la
Gran Depresión de los años treinta. En su entrelazamiento
estas crisis plantean un desafío de inéditas proporciones,
frente al cual las recetas del FMI no harán sino
profundizar los problemas hasta extremos insospechados.
Tercero: dada esta situación el tema es demasiado grave
para dejarlo en manos del G–20 y sus “expertos”. Por
eso el presidente de la Asamblea General de la ONU, Miguel
D’Escoto, dijo que lo que se necesitaba no era un G–20
sino un G–192, una cumbre de todos los países, y la
convocó para Junio de este año.
El G–20 trata de cooptar a varios países del Sur con la
esperanza de robustecer el consenso para una estrategia
gatopardista de “salida capitalista a la crisis del
capitalismo”: cambiar algo para que nada cambie. Pero no
hay posibilidad alguna de capear este temporal apelando a
las recetas del FMI, y los países invitados a Londres,
entre ellos la Argentina, lo mejor que podrían hacer es
denunciar con serenidad pero con firmeza la inanidad de las
medidas allí adoptadas y que dentro del capitalismo no habrá
solución para nuestros pueblos ni para las amenazas que se
ciernen sobre todas las formas de vida del planeta Tierra.
(*) Atilio Borón, sociólogo, profesor de la Universidad
de Buenos Aires y miembro del Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales (CLACSO)
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