EEUU y Gran Bretaña: alza rápida de los precios para
reducir el valor de sus obligaciones
La inflación, tentación para los países endeudados
Por
Mark Whitehouse
Wall
Street Journal, 01/04/09
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el primer
ministro británico, Gordon Brown, intentan liderar el mundo
en una batalla contra la crisis financiera, inyectando
millones de millones de dólares para reanimar sus economías
y rescatar a los bancos. Los inversionistas y políticos,
sin embargo, se preguntan si esos gobiernos podrán afrontar
el costo de sus medidas.
La respuesta, según analistas y economistas, es casi
seguro que sí. Pero algunos hacen una advertencia: a medida
que la deuda de los países alcanza niveles no vistos en décadas,
éstos se enfrentarán a la creciente tentación de dejar
que la inflación crezca a un ritmo superior al que típicamente
permitirían, una medida que reduciría el valor de su deuda
a medida que los precios suben.
Eso podría perjudicar en gran medida a todo tipo de
inversionistas, desde jubilados de EEUU y el Reino Unido que
dependen de una pensión fija, a grandes tenedores de bonos
del Tesoro estadounidense como el banco central de China.
"Sería algo terrible, de proporciones épicas, pero
es probablemente más fácil que una moratoria
rotunda", señala Kenneth Rogoff, un profesor de economía
de la Universidad de Harvard y ex economista en jefe del
Fondo Monetario Internacional.
Mientras los líderes de las 20 principales economías del
mundo se preparan para una cumbre en Londres mañana, Obama
y Brown han asumido un papel protagónico en los esfuerzos
para sacar al mundo de la recesión. Ambos han anunciado
paquetes de estímulo fiscal; EEUU planeando gastar unos
US$787.000 millones. Y ambos han acudido a la "relajación
cuantitativa", en la que sus bancos centrales planean
imprimir grandes sumas de dinero —más de US$1 billón
(millón de millones) en EEUU y por lo menos 75.000 millones
de libras esterlinas (unos US$107.390 millones) en el Reino
Unido— en parte para comprar algunos de los mismos bonos
que los gobiernos emitirán para cubrir sus déficit
presupuestarios.
Si las medidas de estímulo dan señales de que están
funcionando y previniendo la deflación, tanto EEUU como
Gran Bretaña tendrán que solucionar otro dilema: ¿cuándo
y cómo hacer un alto y poner sus déficit fiscales bajo
control?
Si esperan demasiado, podrían desatar una espiral
inflacionaria a medida que gran parte del dinero de los estímulos
va detrás de los mismos productos y empleos, una
posibilidad cada vez más preocupante. La semana pasada, el
primer ministro checo, Mirek Topolánek —antes de
renunciar al cargo luego de un voto de no confianza— llamó
a los planes de gasto de EEUU la "ruta hacia el
infierno", haciéndose eco de las quejas de otros líderes
europeos. Mientras tanto, la débil demanda durante una
subasta de bonos del gobierno estadounidense y el fracaso de
otra en el Reino Unido elevaron la inquietud sobre la
disposición de los mercados a apoyar el enorme nivel de
endeudamiento de los países.
Algunos analistas han revivido los recuerdos de Alemania
en los años 20 o Zimbabwe durante esta década, cuando la
impresión de dinero para cubrir un déficit crónico en el
presupuesto devaluó las divisas y gestó la hiperinflación.
"Las historias de horror de cómo nace la hiperinflación
volverán a surgir", asegura Jan Loyes, estratega de
mercados globales de J.P. Morgan Chace & Co. en Londres.
"Los inversionistas están preocupados".
La mayoría de los economistas y analistas dice que en el
caso de EEUU y el Reino Unido, ese tipo de escenario fatal
es altamente improbable. Aunque creen que las autoridades
preferirán el camino de la inflación, no prevén que los
precios se salgan de control. Un alto nivel de endeudamiento
podría elevar la deuda neta de ambos gobiernos a casi 100%
del Producto Interno Bruto de ambos países, aunque eso aún
es menos que el nivel de deuda de Japón que, hasta ahora no
ha tenido ningún problema en emitir bonos pese a su menor
calificación de crédito. Al precio correcto, los bonos de
ambos países tienen una gran cantidad de compradores
naturales, como los fondos de pensión que necesitan
asegurar pagos para el largo plazo.
Más nocivo, sin embargo, será el costo político de
pagar los intereses sobre toda esa deuda nueva. Si las tasas
de interés suben a un nivel moderado, los economistas
estiman que los pagos anuales de deuda para EEUU podrían
alcanzar el 4% de su PIB. Las obligaciones de deuda podrían
ser aún más problemáticas para Gran Bretaña, que ya
enfrenta la perspectiva de recortes profundos en su
presupuesto e impuestos más altos después de años de
depender del sector financiero para sus ingresos fiscales.
La presión de los pagos de deuda tiene el potencial de
cambiar la actitud de los legisladores respecto a la inflación.
Generalmente, los bancos centrales buscan, a toda costa,
mantener la inflación bajo control, ya que la ven como un
fuerte factor en la erosión del poder de compra de la
divisa de un país y de los ahorros de la población. Pero
en un país con un alto nivel de endeudamiento —las
familias de EEUU y Gran Bretaña son las que más deuda
tienen en el mundo— la ecuación cambia. La inflación
puede reducir el peso de la deuda. Ya que el valor nominal
de los bonos y de la deuda hipotecaria se mantiene
inalterado, los ingresos tributarios y los precios de los
inmuebles tienden a subir.
Rogoff predice que en tres o cinco años, la inflación
anual puede llegar a hasta 10% en EEUU y al mismo nivel en
el Reino Unido aún más pronto.
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