Colapso en el Norte: ¿muerte en el Sur?
Por Michael T. Klare (*)
La Jornada, 10/11/09
Traducción de Ramón Vera Herrera
Aunque
la contracción económica parece amainar en los países
industriales avanzados y puede tocar fondo en un futuro no
muy distante, apenas comienza a cobrar vuelo en el mundo en
desarrollo, que se ahorró los efectos más tempranos de
este colapso global.
Puesto que la crisis se precipitó en gran medida por la estrepitosa caída
del mercado inmobiliario en Estados Unidos y la resultante
desintegración de productos financieros derivada de la
"securitización" de cuestionables hipotecas, la
mayoría de las naciones en desarrollo sintieron poco los
efectos de las etapas primeras del colapso, por la sencilla
razón de que poseían pocos de tales activos.
Ahora, conforme las naciones más ricas dejan de invertir en el mundo en
desarrollo o de adquirir sus exportaciones, la crisis las
golpea con saña. Por encima de todo esto, las condiciones
se deterioran en un momento en que una sequía severa afecta
a muchas regiones claves en la producción de alimentos y
los campesinos pobres carecen de lo indispensable para
comprar semillas, fertilizantes y combustible. El resultado
probable: se cierne ya sobre muchas áreas una crisis
alimentaria que golpeará sobre todo donde más golpeó el
colapso económico global.
Es entendible que hasta ahora nuestras preocupaciones por los impactos
humanos de la crisis global se enfocaran sobre todo en el
desempleo y las penurias económicas en Estados Unidos,
Europa y la anterior Unión Soviética. Se han publicado
muchas historias del devastador impacto de los cierres de
las plantas, las bancarrotas y los embargos de viviendas que
afectan a familias y comunidades en estas partes del mundo.
Se ha dado mucho menos cobertura al impacto del colapso
sobre el mundo en desarrollo. Sin embargo, conforme la
crisis se esparza a los países más pobres, es probable que
su gente atraviese penurias tan severas como las de los países
más ricos y, en muchos casos, mucho peores. La mayor
preocupación es que casi todas las mejoras logradas en la
erradicación de la pobreza en los últimos diez años serán
inútiles, y que decenas de millones de personas de la clase
trabajadora y de los círculos bajos de la clase media se
sumirán en las penurias de las que habían escapado.
Es igualmente preocupante el riesgo de escasez de comida en estas áreas, lo
que puede desatar desnutrición, hambre e inanición
generalizadas. Todo esto producirá seguramente vasta
miseria humana, enfermedades y muerte, pero también
provocará desasosiego social y político de varios tipos,
incluidos los motines, la rebelión y las refriegas étnicas.
Ni el presidente Obama ni el Congreso ni los medios masivos están, en su
mayor parte, abordando estos peligros. Como antes, el interés
público mantiene su foco en cómo se ven afectados Estados
Unidos y otras potencias industriales por la crisis. Sin
embargo, existen tres informes recientes: uno del Banco
Mundial, otro de la Organización de Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (la FAO), y otro más de los
funcionarios de inteligencia de Estados Unidos, que
comienzan a prestar atención a la perspectiva de una
segunda ola económica de conmoción, la cual golpeará al
mundo en desarrollo.
Hundidos
en penurias
A fines de febrero, ejecutivos del Banco Mundial prepararon un documento de
contexto (http://siteresources.worldbank.org/NEWS/Resources/swimmingagainstthetide-march2009.pdf) para la junta de ministros de Finanzas
del Grupo de los 20 (G-20) celebrada cerca de Londres, entre
el 13 y el 14 de marzo.
El documento se titula “Swimming Against the Tide: How Developing
Countries Are Coping with the Global Crisis” [Nadando a
contracorriente: cómo lidian con la crisis global los países
en desarrollo] y nos brinda una evaluación preliminar de
los impactos del colapso en los países de bajos ingresos (PBI).
Aunque sigue siendo borroso, el panorama se anuncia sombrío.
La mayor parte de los PBI estuvieron protegidos del impacto
inicial de los repentinos bloqueos en el flujo de capitales
privados porque tenían acceso limitado a tales mercados.
Pero aunque "fueron más lentos en emerger",
apunta el informe, "los impactos de la crisis sobre los
PBI no han sido menos significativos que los efectos que se
esparcen por otros canales".
Por ejemplo, "muchos gobiernos de PBI confían desmesuradamente en las
entradas procedentes de la exportación de mercancías,
cuyos precios cayeron de modo dramático junto con la
demanda global". Del mismo modo, la inversión
extranjera directa está cayendo también, en especial en
los sectores de recursos naturales. Por sobre todo han
disminuido las remesas de los migrantes en los países más
ricos a sus familias en casa, borrando una fuente importante
de ingresos para las comunidades pobres. Si sumamos todo
esto, "es muy probable que la desaceleración del
crecimiento profundice las privaciones de los pobres
realmente existentes". Es más, en muchos PBI
"grandes cantidades de personas serán particularmente
vulnerables a la volatilidad económica y a las
desaceleraciones temporales".
Conforme crezca la intensidad de la crisis, más y más de estas personas
perderán sus empleos o sus otras fuentes de ingreso (como
esas remesas tan importantes) y serán empujados debajo de
la línea de la pobreza, habiendo estado arriba. ¿El
resultado?: "Se prevé que la crisis económica
incremente la pobreza en 46 millones de personas en
2009". El panorama que presenta el informe del banco al
G-20 resulta más oscuro cuando intenta evaluar la capacidad
de los PBI para enfrentar las necesidades de todos estos
nuevos pobres. Y dado que mucho del ingreso de estos países
se deriva de la venta de exportaciones –cuya demanda ha
disminuido significativamente (lo que baja los precios)– y
debido a que los préstamos e inversiones del extranjero se
han ido secando muchísimo, los gobiernos implicados tienen
muy poco y preciado dinero para proporcionar servicios de
emergencia a sus crecientes legiones de pobres.
Las implicaciones son ominosas. "Estando ausente la asistencia [pública],
los establecimientos pueden verse forzados a ventas
adicionales de activos de los que depende su subsistencia
[implementos agrícolas, ganado], a retirar a los niños de
las escuelas, a una menor confiabilidad de la atención a la
salud, dietas inadecuadas y desnutrición". Las
consecuencias de largo plazo de estas acciones desesperadas
pueden ser severas: "La caída del nivel nutricional y
de salud entre los niños que sufren de un consumo reducido
(o la mala calidad de los alimentos) puede ser
irreversible". Ya ahora “los cálculos sugieren que
la crisis alimentaria ha causado que el número de personas
con desnutrición aumente en 44 millones. “Estas
estimaciones –un incremento de 46 millones en aquellos que
fueron empujados a la pobreza y un aumento de 44 millones más
de desnutridos– exceden con mucho cualquier cosa reportada
en otras partes. Y deben verse como datos preliminares, que
pueden ser recalibrados con base en la duración y la
severidad del colapso mundial. Si resultan precisos los pronósticos
del banco sobre los impactos probables de la crisis sobre
los PBI, estas cifras pueden crecer mucho más.
Se
cierne la inseguridad alimentaria
La temporada de cultivo primaveral ha comenzado en muchas áreas del mundo,
y los preocupados expertos agrícolas comienzan a calcular
las perspectivas de la disponibilidad alimentaria conforme
avance el año. Sus preocupaciones están muy bien fundadas:
la primavera y verano pasados los aumentos en los precios
del petróleo y la escasez localizada de comida condujeron a
motines en Camerún, Egipto, Etiopía, Haití, India,
Indonesia, Costa de Marfil y Senegal, entre otros países.
El precio de la comida está muy ligado al del crudo, dado que la
agricultura moderna se basa en gran medida en productos
derivados del petróleo para el cultivo, la cosecha, la
entrada a los mercados, los plaguicidas y los fertilizantes
artificiales. Desde entonces, los precios de los alimentos
bajaron un poco debido a la disminución de los costos del
petróleo, pero las existencias tienen también riesgo de
contracción debido a la severa sequía en muchas partes del
mundo; de ahí la preocupación por la disponibilidad
alimentaria en 2009.
La primera valoración de la disponibilidad alimentaria para este año acaba
de salir, y el pronóstico no es promisorio. Publicado por
la FAO, el primer informe de 2009, titulado Crop prospects
and Food Situation [Perspectivas de cosechas y situación de
los alimentos] (www.reliefweb.int/rw/rwb.nsf/db900SID/MVDU-7PD4Q8?OpenDocument)
proporciona una revisión, región por región, de lo
producido a nivel agrícola por todo el mundo. Aunque se
espera que algunas áreas tengan cosechas mejores que el
promedio, la mayoría no van a tenerlas. La conclusión
principal del informe es: "Los primeros indicios
apuntan a una reducción global en la producción de
cereales en 2009 [relativa a 2008]. Menor cultivo y/o climas
adversos hacen probable que la producción del grano baje en
casi todo el mundo".
Los hallazgos más significativos del informe han de encontrarse en su
revisión de las varias regiones agrícolas, donde dos áreas
claves –Asia y Sudamérica– están en riesgo particular
debido a la creciente escasez de agua.
En Asia, indica el informe, "se reporta una severa sequía en el norte
y el oeste de China, donde se registran niveles de
precipitación 70-90 por ciento menores de lo normal".
Hay informes de que 9.5 millones de hectáreas de trigo
invernal –44 por ciento del área total plantada– están
seriamente afectadas en las provincias de Hebei, Shandong,
Henan, Shanxi, Anhai, Shaanxi y Gansu. Las perspectivas para
el trigo de invierno se consideran mejores en India, pero ahí
también la lluvia ha sido escasa en los meses recientes,
"y 30 de las 36 subdivisiones meteorológicas reportan
lluvias más bajas de lo normal en niveles
significativos".
Si juntamos esto, parece que la producción de cereales en dos de las
naciones más populosas del mundo fueron sustancialmente
menores en 2009 que en los años previos. El incremento
resultante en las importaciones de granos empujará hacia
arriba los precios en el mercado por todo el mundo. Las
condiciones son incluso peores en la parte sur de Sudamérica,
donde una severa sequía atenaza Argentina y el sur de
Brasil.
En Argentina, la producción de trigo en la temporada 2008-2009, que está
por terminar, fue la más baja en 20 años y virtualmente la
mitad del récord de 2007. Esto significa que las
exportaciones de trigo argentino –uno de los principales
productores del mundo– será 60 por ciento menor que el
promedio de los últimos cinco años, lo que reduce dramáticamente
las existencias en los mercados mundiales y sube los precios
globales todavía más.
Se espera que la producción de maíz también decline por toda la porción
sur de Sudamérica. "Precipitaciones escasas y erráticas,
altas temperaturas y precios relativamente altos en los
insumos [muchos derivados de petroquímicos] han demorado
las operaciones de cultivo y en algunos casos han impedido
las siembra por completo", anota el informe de FAO. Las
pérdidas debidas a la sequía están en un rango de entre
40 y 60 por ciento en muchas áreas productoras de
Argentina, y se declaró incluso una emergencia agrícola en
los departamentos de Chaco, Entre Ríos y Santa Fe.
Condiciones similares se reportan en el sur de Brasil, lo
que conduce a pronosticar, ahí también, descensos en los
cultivos.
En otras áreas claves de producción, las existencias de agua pueden ser
adecuadas pero los agricultores no pueden sembrar lo
suficiente por falta de semillas, fertilizantes u otros
insumos esenciales. Esto es especialmente cierto en los así
llamados países de bajos ingresos y déficit en alimentos (PBIDA)
–naciones que persistentemente están pobres y
hambrientas. Un ejemplo es Zimbabwe, “donde, pese a que
las condiciones del clima son satisfactorias, las carencia
de semillas de calidad, fertilizantes, agroquímicos y poder
de labranza, más los precios incosteables de casi todos los
insumos agrícolas… ponen al maíz severas
restricciones”.
Otros países que enfrentan severa inseguridad alimentaria, debida a alguna
combinación de pobreza, sequía, daños por tormentas o desórdenes
internos son Afganistán, la República Centroafricana,
Chad, la región de Darfur en Sudán, la República Democrática
del Congo, Eritrea, Etiopía, la franja de Gaza, Haití,
Irak, Myanmar (Birmania), Corea del Norte, Somalia y
Tayikistán. En éstos y otros 17 PBIDA, una proporción
significativa de la población enfrenta hambre, desnutrición
o inanición persistentes. Es más, esta lista crecerá,
conforme los efectos descritos en el informe del Banco
Mundial comiencen a hacerse sentir en los meses venideros.
Si más personas caen en la pobreza por todo el mundo y
conforme suban los precios debido a rendimientos
descendentes en las cosechas, es seguro que crecerá el número
de aquellos que experimentan inseguridad alimentaria.
Desasosiegos
que amenazan regímenes
Conforme estos efectos reverberan por todo el mundo en desarrollo y millones
de personas se enfrentan a condiciones más y más
inclementes, tiende a crecer el desasosiego político y
social en todas sus formas. Tal desasosiego, que implica
furibundas protestas por el cierre de fábricas, por los
despidos masivos y por las medidas de austeridad de los
gobiernos, ya hizo erupción en Europa, Rusia y China y
ahora amenaza esparcirse a otras áreas del mundo. Hasta
ahora, los desórdenes se han limitado a disturbios urbanos
y a algunos incidentes donde se arrojaron piedras, pero es fácil
imaginar formas mucho más violentas de conmoción incluso
el estallido de alguna rebelión armada o de trifulca entre
civiles.
El peligro fue puesto en evidencia por un tercer informe, digno de atención,
una evaluación anual de amenazas, (http://intelligence.senate.gov/090212/blair.pdf)
que entregó el director de la Inteligencia Nacional, el
almirante Dennis C. Blair, al comité selecto del Senado
relativo a inteligencia, el 12 de febrero pasado. Aunque
mucho del informe de Blair se centra en asuntos conocidos,
como las aspiraciones nucleares de Irán y la guerra en
Afganistán, le dedica considerable atención a la
perspectiva de que surjan disturbios sociales y políticos
debido al actual colapso económico. "La principal
preocupación a corto plazo de Estados Unidos en cuanto a la
seguridad, es la crisis económica global y sus
implicaciones geopolíticas", se apunta en el informe.
Al rastrear esta preocupación, “el tiempo es quizá
nuestra mayor amenaza… y los modelos estadísticos
muestran que las crisis económicas incrementan el riesgo de
una inestabilidad amenazante a los regímenes si perduran más
allá de uno o dos años”.
Por supuesto, la crisis ya duró más de un año en Estados Unidos y parece
destinada a persistir mucho más tiempo en los países
desarrollados y en las áreas en desarrollo, así que el
peligro de la "inestabilidad amenazante para los regímenes"
tiene que ser tomada muy en serio. El almirante Blair no
proporciona, país por país, una valoración de dónde
espera él dicha inestabilidad. Pero sí apunta varias áreas
con riesgos particulares, entre ellas África, América
Latina y Asia Central. Hablando de esta última, por
ejemplo, apunta que Kazajstán, Kirgiztán, Tayikistán,
Turkmenistán y Uzbekistán, "con su política
altamente personalizada, sus débiles instituciones y sus
crecientes desigualdades, están mal equipados para lidiar
con los retos planteados por el extremismo islamita
violento, por el pobre desarrollo económico y los problemas
asociados con la energía, el agua y la distribución de
alimentos".
Todos estos países son particularmente vulnerables a la crisis económica
global, sobre todo con la caída de las remesas de los
migrantes. “Tayikistán y Kirgiztán han dependido mucho
de las remesas de los trabajadores migrantes de Rusia y
Kazajstán para suplir una porción significativa de su
producto interno bruto –casi 45 por ciento en el caso de
Tayikistán– y se verán afectados severamente por la
crisis financiera. La privación económica acicatea también
un incremento en el crimen y la piratería en ciertas áreas”,
apunta Blair. Esto es especialmente cierto en África
occidental, donde la pobreza y la disminuida capacidad del
Estado facilitan el trasiego y embarque de narcóticos de América
Latina a Europa. "Los traficantes han logrado cooptar a
funcionarios del gobierno y de la procuración de justicia
de estos países, lo que mina aún más a los gobiernos débiles
y económicamente empobrecidos, que carecen de mecanismos
adecuados para impulsar el cumplimiento de la ley y la
capacidad judicial", apunta el informe.
Blair señala a Guinea Bissau, que describe como el “Estado africano típicamente
narco”. El 3 de marzo, el presidente del país, João
Bernardo Vieira, fue asesinado, en lo que algunos
observadores consideran una disputa entre intereses rivales
en el tráfico de drogas.
En un reciente testimonio, Blair vincula el desasosiego político en el
mundo en desarrollo con las condiciones económicas
globales. Hablando de los recientes disturbios en Pakistán,
por ejemplo (ver www.dni.gov/testimonies/20090225_transcript.pdf)
le dijo el 25 de febrero a un comité de la Cámara de
Representantes: "El gobierno está perdiendo autoridad
en el norte y en el occidente, e inclusive en las partes más
desarrolladas del país, debido a que las penurias económicas
crecientes, y las frustraciones por la pobre gobernanza, han
dado pie a mayores radicalizaciones". Aunque es quizá
muy pronto para especificar dónde ocurrirán episodios de
"inestabilidad amenazante a los regímenes" a
resultas de la crisis económica, el análisis derivado de
los recientes informes del Banco Mundial y de la FAO
sugieren que muchas naciones en desarrollo están en riesgo
y éste es significativo.
Las naciones más adineradas experimentaron sólo la primera oleada de la
crisis económica global. Los efectos de la segunda oleada
–que golpeará a las naciones menos desarrolladas– todavía
están por sentirse. A juzgar por todos los indicios, las
consecuencias de esta segunda oleada pueden sacudir la
Tierra mucho más que la primera.
(*)
Michael T. Klare es profesor de estudios de paz y seguridad
mundial en el Hampshire College y autor de “Blood and Oil:
The Dangers and Consequences of America's Growing Dependence
on Imported Petroleum (Owl Books)”, su obra más reciente,
así como de “Resource Wars, The New Landscape of Global
Conflict”.
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