Una
conversación con Jorge Beinstein (*)
“Crisis
general de la civilización burguesa”
Entrevista
de Salvador López Arnal
Enviada
por el autor, 16/04/09
“Es
necesario ir más allá de 1930, esta crisis es muy superior
incluso si nos limitamos a los aspectos económico–financieros.
Nunca antes en la historia del capitalismo se acumuló una
masa especulativa como la actual no solo en términos
absolutos sino principalmente cuando la comparamos con el
Producto Bruto Mundial”.
SLA.: ¿De qué crisis hablamos cuando hablamos de
la crisis? ¿De una abisal crisis financiera, de una fuerte
crisis político–cultural del neoliberalismo, de una usual
crisis de sobreproducción si bien de mayor tamaño que en
otras ocasiones, de una crisis del sistema de producción
mercantil mundial sin bridas limitadoras, de una crisis del
capitalismo como sistema civilizatorio?
JB:
Bajo de la apariencia de una curiosa convergencia de
numerosas “crisis” (económica, energética, ambiental,
urbana, estatal, etc.) lo que se está produciendo es una
crisis general de la civilización burguesa. En su origen más
próximo encontraremos una crisis crónica de sobreproducción
de cerca de cuatro décadas de duración, controlada,
amortiguada gracias a la expansión exponencial del sistema
financiero, del consumismo en los países ricos, de la sobre
explotación de recursos naturales y pueblos periféricos,
de la hipertrofia del Complejo Militar Industrial del
Imperio, etc. Dicha crisis fue la antesala de la supercrisis
ahora en curso. Me parece importante señalar que aunque la
crisis crónica de sobreproducción aparece como el
disparador, el catalizador decisivo de la crisis de
civilización, debemos sin embargo diferenciar claramente
ambos conceptos. Los fenómenos de sobreproducción, de carácter
cíclico, han formado parte del proceso más general de la
reproducción del capitalismo, fueron sucesivamente
digeridos por el desarrollo del sistema aunque en el largo
plazo histórico apuntaban hacia la “crisis
general” hacia el desorden irreversible del sistema.
Los defensores del capitalismo solían decir que esa famosa
crisis general incontenible, arrasadora, nunca llegaría y
la archivaban en el baúl de la ilusiones incumplidas de los
enemigos del orden vigente. Pero ocurre que cada crisis de
sobreproducción dejó heridas, taras, degeneraciones
parasitarias bien visibles desde fines del siglo XIX cuya
acumulación terminó por engendrar un vasto proceso
destructivo que a comienzos del siglo XXI está produciendo
una “crisis general
de subproducción”, incapacidad estructural del
sistema para reproducirse de manera ampliada, para seguir
creciendo en el largo plazo. En consecuencia proliferan los
síntomas de decadencia, los bloqueos al desarrollo
productivo como lo es hoy la crisis energética y al
desarrollo social en el sentido más amplio del término
como lo demuestra la crisis ambiental. Las crisis generales
de subproducción que causaron en muchos casos la decadencia
de grandes civilizaciones precapitalistas fueron
consideradas en la era moderna como fenómenos propios del
mundo antiguo, carente del arma tecnológica hoy disponible,
de esa manera se concretaba una curiosa operación ideológica
de autonomización del conocimiento científico–técnico
ignorante de sus límites socio–históricos.
Dicho
de otra manera la sucesión de crisis de sobreproducción
durante los siglos XIX y XX debe ser vista como síntoma, no
único, de la mortalidad del capitalismo, que cuando ingresó
en su etapa senil, a comienzos de los años 1970, empezó a
sufrir los efectos negativos de los rendimientos productivos
decrecientes de la innovación tecnológica cada vez más al
servicio del proceso parasitario de destrucción neta de
fuerzas productivas y de su entorno ambiental.
Estamos
transitando el comienzo del fin de un largo recorrido histórico
que atravesó varias etapas desde los primeros embriones de
protocapitalismo en Occidente combinando innovaciones
internas con saqueos coloniales para culminar en los últimos
dos siglos de desarrollo del capitalismo industrial
finalmente financierizado. Al final de esos dos siglos de
expansión dicha civilización llegó a dominar el planeta
acumulando al mismo tiempo los factores parasitarios de su
autodestrucción. En principio nos encontraríamos en el
inicio de una crisis–decadencia de larga duración, pero
eso no es más que una hipótesis de trabajo, la Historia
suele deparar sorpresas.
Se ha señalado que la idea de que la crisis
financiera que atraviesa Estados Unidos sea debida a una
anomalía en un segmento del sistema de préstamos
hipotecarios es equivocada, que los créditos hipotecarios
irresponsables y de mala calidad no hubieran sido capaces de
generar por sí mismos una crisis de estas dimensiones. ¿Es
así en su opinión? ¿Por qué?
El
desinfle de la burbuja inmobiliaria norteamericana ha sido
el disparador de un mega desastre del sistema mundial de
poder con centro en el Imperio. Esa burbuja era el corazón
de un enorme sistema de burbujas especulativas instaladas en
todo el mundo, especialmente en las grandes potencias económicas.
Solo la red global de burbujas inmobiliarias era evaluada en
un dossier publicado en The
Economist hacia 2005, poco antes del comienzo del
desinfle en los Estados Unidos, como equivalente al Producto
Bruto del conjunto de los países ricos. Es mucho pero poco
si lo comparamos con la masa mundial de productos
financieros derivados registrados por el Banco de Basilea
que hacia fines de ese año representaban cerca de siete
veces el Producto Bruto Mundial la que a su vez formaba
parte de una montaña especulativa global equivalente a unas
12 veces el PBM. A mediados de 2008 solo los derivados
registrados llegaban a los 680 billones de dólares, yo diría
que la hipertrofia financiera había llegado al punto de
saturación, bastó la prolongación del desinfle
inmobiliario norteamericano iniciado hacia 2006, un muy buen
detonador, para hacer estallar al sistema en su conjunto.
Sin embargo, a pesar de la crisis, la política del
Imperio pasa por ampliar la guerra en Afganistán
preservando así el poder del Complejo Industrial Militar.
¿Se quieren suicidar? ¿Nos quieren suicidar a todos?
No,
no se quieren suicidar, tampoco lo querían cuando
promovieron la burbuja inmobiliaria, más aún creyeron que
las guerras coloniales de Irak y Afganistán les facilitaría
el control de una vasta franja territorial euroasiática que
va desde los Balcanes hasta Pakistan en cuyo centro, el
Golfo Pérsico y la Cuenca del Mar Caspio, están
localizadas cerca del el 70 % de las reservas petroleras
globales. La “Guerra
de Eurasia”, podríamos llamarla así, comenzó hacia
fines de la Guerra Fría, durante la presidencia de Bush
padre cuando lanzó la primera guerra del Golfo, prosiguió
durante la era Clinton con los interminables bombardeos a
Irak, las guerras yugoslavas y la tentativa de control de
las repúblicas ex soviéticas de Asia Central, y culminó
durante la presidencia de Bush hijo, (auto)atentados del 11
de Septiembre de 2001 mediante, con las invasiones de Irak y
Afganistán que los halcones consideraban la antesala de la
ocupación de Irán. Esa ofensiva imperial tuvo como
protagonista visible al Complejo Militar Industrial
presentado a veces como una suerte de fuerza malvada
usurpadora del llamado sistema democrático. En realidad dicho Complejo fue la espina dorsal de la rehabilitación económica de
los Estados Unidos luego de la depresión de la década de
los años 1930 y más adelante de su larga prosperidad de
postguerra que algunos autores han calificada como keynesianismo
militar. Desde la presidencia de Reagan y tal vez un
poco antes se fue integrando con otras esferas de negocios
parasitarios y/o depredadores como los del petróleo, la
especulación financiera, el tráfico de drogas, la
seguridad privada, etc., llegando a conformar un sistema
oligárquico y mafioso que actualmente constituye el núcleo
central del poder imperial. Todo eso estuvo expresado de
manera casi caricatural por el gobierno de George W. Bush y
sus halcones, ahora Obama, pese a sus gestos populistas, es
una marioneta de ese poder altamente irracional cuya dinámica
empuja al sistema hacia el desastre. El nuevo presidente ha
decidido ampliar la guerra en Afganistán y Pakistán
mientras enviaba al Congreso un Presupuesto que incluye
gastos militares cuyo volumen sigue la línea expansiva de
la era Bush. Es más de lo mismo, los negocios militaristas
continúan su marcha exitosa contribuyendo a un déficit
fiscal sin precedentes en la historia norteamericana cuya
prolongación puede conducir a mediano plazo a la bancarrota
del Estado imperial.
Usted ha señalado que la
desintegración–implosión del sistema global no significa
su transformación en un conjunto de subsistemas
capitalistas o bloques regionales con relaciones más o
menos fuertes entre ellos. El hundimiento del centro del
mundo en medio de la depresión económica internacional
significará el despliegue de una cadena global de crisis
(económicas, políticas, sociales, etc.) de intensidad
creciente. ¿Puede ponernos ejemplos de esa crisis que usted
vislumbra? ¿Qué intensidad les otorga?
La cadena
global de crisis ya está en marcha. En el último trimestre
de 2008 la economía de los Estados Unido se contrajo más
del 6%, la de Japón lo hizo en un 12%, los últimos
indicadores conocidos señalan que en el primer trimestre de
2009 la situación será igual o peor. La Unión Europea ha
entrado en depresión y su espacio
colonial–subdesarrollado: Europa del Este, está
comenzando a sufrir un derrumbe mucho mayor que el que sufrió
a comienzos de los años 1990. Su crisis financiera amenaza
directamente a Suiza y Austria cuyos bancos estuvieron
durante los últimos años regando a esa zona con prestamos
que ahora no podrán cobrar. A lo largo de los últimos
cuarenta años se intensificó el proceso de mundialización
iniciado desde el origen del capitalismo, fue calificado
como “globalización” para marcar su diferencia
cualitativa respecto de las etapas anteriores. ¿En que
consiste esa diferencia?, en primer lugar en la
financierización integral del sistema, es decir la mas
completa hegemonía económica pero también cultural en el
sentido más amplio del término por parte de los negocios
financieros y alrededor de ellos de una compleja trama
parasitaria. En segundo lugar un fenómeno de
transnacionalización productiva que atrapó a los núcleos
decisivos de la economía mundial, atravesó países ricos y
pobres, emergentes o declinantes. Toda esa estructura giraba
en torno de un gran centro imperial: los Estados Unidos,
articulador supremo del planeta burgués pero al mismo
tiempo resultado, consecuencia de la dinámica internacional
del capitalismo. El hundimiento del centro del mundo no es
un fenómeno “nacional” sino global, sus causas no las
encontraremos solo en la historia de los Estados Unido sino
principalmente en la evolución general, mundial del sistema
afectado por una crisis crónica de sobreproducción.
En
consecuencia el quiebre del Imperio está asociado, forma
parte de un proceso mayor, sobredeterminante de crisis.
Tuvimos una primera ola depresiva desatada por la explosión
financiera de septiembre de 2008, ahora numerosos expertos
anuncian la próxima llegada de una segunda ola depresiva
motorizada por el llamado “sector real”, las grandes empresas transnacionales productivas
ahogadas por las deudas y enfrentadas a mercados en rápida
contracción. De todos modos no debemos esperar una sucesión
interminable de estallidos y depresiones, pueden también
aparecer períodos de relativa calma, con estancamiento
generalizado o incluso crecimientos moderados sucedidos por
nuevas turbulencias.. Cuando estos momentos de estabilidad
efímera ocurran seguramente los medios masivos de
comunicación nos bombardearán con la ilusión del fin de
la crisis aunque esas intoxicaciones son cada día menos
eficaces.
Sin olvidar otras aristas, ¿estamos presenciando el
estallido y desarrollo de la peor catástrofe financiera
desde 1930? ¿La peor crisis financiera en siete décadas
extendida por todo el planeta?
Es
necesario ir más allá de 1930, esta crisis es muy superior
incluso si nos limitamos a los aspectos económico–financieros.
Nunca antes en la historia del capitalismo se acumuló una
masa especulativa como la actual no solo en términos
absolutos sino principalmente cuando la comparamos con el
Producto Bruto Mundial. Es que el capitalismo es hoy básicamente
un sistema depredador–parasitario y eso establece una
diferencia cualitativa esencial respecto del pasado. En los
años que siguieron a la Primera Guerra Mundial se aceleró
el proceso de control financiero del capitalismo mundial
pero todavía las grandes estructuras industriales estaban
animadas por la cultura productiva, disponían por así
decirlo de una importante autonomía, actualmente los núcleos
decisivos de la industria, el comercio y la agricultura
moderna forman parte del “negocio financiero” o para
expresarlo de una manera más rigurosa: integran un sistema
de negocios cuyo estilo operativo está marcado por el
parasitismo.
Aunque
es ineludible incluir otros temas: el energético, el
alimentario, el ambiental, etc. Jamás el capitalismo
enfrentó una crisis de esta magnitud que aparece como el
fenómeno inverso de la crisis de nacimiento del sistema
moderno de fines del siglo XVIII y sus crisis juveniles
posteriores: En aquel momento la técnica apuntaba a
convertirse en tecnología, integración del conocimiento
científico con la actividad productiva, se iniciaba la
explotación salvaje de los recursos naturales no renovables
y la domesticación de los renovables, despegaba el Estado
moderno y su brazo armado que hacia fines del siglo XIX
emergía bajo la forma de complejo Militar Industrial, etc.
Ahora nos encontramos ante una crisis de senilidad del mundo
burgués con su sistema económico atrapado por el
parasitismo financiero, su Complejo Militar Industrial
imperial convertido en un aparato decadente, sus estructuras
estatales degradadas, etc.
Usted
mismo ha recordado que en 2008 los estados centrales (el G7)
disponían de recursos fiscales por unos 10 billones de dólares
contra 600 billones de dólares en productos financieros
derivados a los que es necesario agregar otros negocios
financieros, y que la masa especulativa global supera
actualmente los 1.000 billones de dólares, unas 20 veces el
producto Bruto Mundial. ¿De dónde esta enorme burbuja? ¿Es
una lucha entre el capital financiero especulativo y el
mucho más sosegado capital productivo?
No, ese supuesto antagonismo entre capital financiero y productivo no
existe. Lo que si existe es un entrelazamiento, una
continuidad entre negocios productivos y financieros que en
numerosos casos se articulan en el seno de una misma empresa
o grupo. La pérdida de dinamismo de la economía mundial a
lo largo de los últimos cuarenta años (donde las tasas de
crecimiento del Producto Bruto Mundial recorren una línea
descendente) volcó crecientes excedentes de capital de las
empresas productivas hacia los negocios financieros que
permitieron preservar ganancias e impulsar el consumo sobre
todo de las clases medias y altas de los países centrales.
La droga financiera, pero también otras drogas como la de
los gastos militares del Imperio y sus principales aliados,
posibilitaron la reproducción del sistema. La llamada
oposición entre el sector productivo y el financiero, en el
nivel de las grandes operaciones transnacionales, es un
invento de los medios de comunicación y de algunos políticos
y tecnócratas mediáticos que tratan de convencernos de que
además de los megacapitalistas especuladores están también
los buenos capitalistas productivos a quienes deberíamos
apoyar para superar la crisis.
Le cito: “los pronósticos sobre China anuncian
para 2009 una reducción de su tasa de crecimiento a la
mitad respecto de 2008, sus exportaciones de enero han sido
17,5 % inferiores de las de enero del año anterior, este
brusco deterioro del centro vital de su sistema económico
no tiene perspectivas de recuperación mientras dure la
depresión global por lo que su ritmo de crecimiento general
seguirá descendiendo”. ¿Qué pasará entonces en China?
¿Ya no será la gran superpotencia del siglo XXI? ¿Qué
relaciones vislumbra usted entre China y USA en un futuro próximo?
La
modernización postmaoísta de China giró en torno del
sistema industrial exportador cuyos principales clientes
eran los Estados Unidos, Japón y otros países
comercialmente dependientes del Imperio. China ha sido el
principal receptor periférico de las inversiones
industriales de las grandes potencias capitalistas que
aprovecharon sus bajos salarios, la exportación china de
productos baratos se transformó así en un área decisiva
de la reproducción de los capitalismos centrales, ahora la
declinación de los Estados Unidos está golpeando a China.
Lo de la “superpotencia
capitalista china en el siglo XXI” no ha sido más que
una intoxicación mediática que reiteró la vieja y siempre
fracasada ilusión de la reconversión del subdesarrollo en
desarrollo gracias a la intensificación de las
transformaciones de tipo burgués. El crecimiento chino
subordinado a la dinámica del capitalismo global,
estrechamente dependiente de la evolución consumista del
Imperio ha ingresado a su etapa de agotamiento. Como es lógico
los dirigentes chinos participan activamente en las
tentativas de salvataje del sistema mundial tratando así de
preservar su modelo aunque al mismo tiempo lanzan algunos
salvavidas. Por ejemplo intentan modificar el sistema
monetario internacional para suavizar su dependencia del dólar,
apuntan hacia mayores relaciones en el espacio eurasiático,
proponen y en algunos casos consiguen desarrollar relaciones
comerciales con países periféricos basadas en la utilización
de monedas nacionales (esquivando dólares, euros y yenes).
Pero esos son alivios, parches que no llegan a compensar la
pérdida de mercados en los Estados Unidos o Japón, tarde o
temprano, parece que será muy pronto, la otrora próspera
estructura industrial china entrará en una profunda crisis
que cuestionará de manera radical al conjunto del sistema
vigente.
También
usted ha hecho referencia a las declaraciones de George
Soros y Paul Volcker en la Universidad de Columbia, el 21 de
febrero de 2009, que en su opinión marcaron una ruptura
radical, muy superior de la que estableció hace dos años
Alan Greenspan cuando anunció la posibilidad de que los
Estados Unidos entre en recesión. Volcker, por ejemplo,
admitió que esta crisis es muy superior a la de 1929. Usted
ha apuntado que en realidad la avalancha de dinero que
arrojan sobre los mercados auxiliando a los bancos y a
algunas empresas transnacionales no solo no frena el
desastre en curso sino que además está creando las
condiciones para futuras catástrofes inflacionarias, próximas
burbujas especulativas. ¿No hay salida entonces desde una
perspectiva de corrección o revisión no esencial del
capitalismo?
El
capitalismo puede sobrevivir pero de manera decadente como
lo viene haciendo desde hace cuatro décadas, eso dependerá
de las convulsiones sociales y políticas causadas por su
declinación que incluye, no lo olvidemos, sucesivos
estallidos, colapsos como la catástrofe financiera iniciada
en septiembre de 2008. La tentativa neo–fascista de los
halcones no tiene porque ser la última de ese tipo, el
Complejo Militar Industrial norteamericano sufre una grave
crisis cultural, su prestigio interno se ha deteriorado pero
dispone de los instrumentos que le podrían permitir
motorizar una nueva alternativa reaccionaria, es una
posibilidad a tomar en cuenta.
Por
ahora los dirigentes del sistema global tratan de salvar a
los intereses dominantes que son sus padrinos. Se suceden
los salvatajes a los grupos financieros y también a
empresas transnacionales tradicionales, es lo que pueden
hacer. No pueden volver al capitalismo industrial liberal
del siglo XIX y tampoco al capitalismo keynesiano de los años
1950, semejante operación requeriría desmantelar por
completo las estructuras de poder del capitalismo del siglo
XXI, algo así como reconvertir al capitalismo hacia atrás
contra los intereses de los capitalistas realmente
existentes. Ellos saben que los estímulos
realizados y por realizar son muy poco frente a la masa
mundial de negocios en crisis pero no disponen de otro
remedio, también saben que las proclamas, sobre todo de
algunos dirigentes de la Unión Europea, acerca de la
aplicación de controles a la especulación financiera no
podrán concretarse más allá de algunas medidas simbólicas
que no afectarán al corazón del negocio, porque si así
fuera estarían destruyendo al núcleo motor del capitalismo
global. Y sobre todo saben muy bien que esta crisis económica
no es una crisis de liquidez o de crédito sino de
insolvencia, de sobreacumulación de deudas públicas y
privadas. Pero no lo pueden reconocer públicamente (aunque
a veces lo hacen en privado o en ciertos círculos muy
restringidos de expertos) ya que si lo hicieran estarían
reconociendo que esta crisis no tiene solución superadora
al interior del sistema. Entonces lo que les queda es
aplicar sucesivas dosis de calmantes, de remedios parciales,
insuficientes, a la espera de algún milagro, es lo que
suelen hacer los médicos con los pacientes incurables.
En cuanto a George Soros, éste señaló que el
sistema financiero mundial se ha desintegrado, y agregó el
descubrimiento de similitudes entre la situación actual y
la vivida durante el derrumbe de la Unión Soviética. ¿Qué
opinión le merece esta analogía?
Es
una muy buena analogía que podríamos extenderla no solo a
la ex URSS sino también a numerosas civilizaciones
premodernas desbordadas por el parasitismo y que finalmente
implotaron.
La
implosión del capitalismo global es un escenario posible,
no inexorable, aunque tiene por supuesto características
específicas, originales. La implosión de la ex URSS tuvo
como protagonista central a un inmenso aparato burocrático,
militarizado, afectado de parálisis general progresiva, se
trató en última instancia de un “derrumbe
estatal”. La posible implosión capitalista combinaría
podredumbre estatal y privada, la decadencia del Pentágono
y de las instituciones civiles en los Estados Unidos,
Inglaterra, Japón, etc., con la degeneración parasitaria
de los grandes grupos capitalistas, industriales,
financieros, comerciales, con la declinación de la cultura
productiva en la sociedad imperial, etc. La desintegración
del sistema financiero a que alude Soros afecta de manera
decisiva, irreversible al conjunto del capitalismo mundial,
en primer lugar a los Estados Unidos y bien puede ser el
disparador de un escenario de implosión. .
¿En
qué países se está notando la situación con mayor
profundidad? ¿Afectará todo el sistema–mundo
capitalista?.
Ya
está afectando a la totalidad del capitalismo mundial, no
existe actualmente ninguna zona desacoplada de la depresión
general. En un comienzo la opinión mayoritaria coincidía
en que los más afectados serían los norteamericanos, pero
ahora vemos que la economía japonesa se esta contrayendo a
un ritmo que duplica el de los Estados Unidos y que por su
parte la Unión Europea que algunos presentaban como mas sólida
que el Imperio está demostrando debilidades y
contradicciones que superan a las de su hermano mayor. En su
espacio colonial, la Europa del Este, se está produciendo
una gran catástrofe económico–financiera, sus países
centrales: Francia, Inglaterra y Alemania se están
hundiendo en la depresión. En fin, tanto en China como en
India las tasas de crecimiento económico se están
reduciendo de manera significativa.
Ahora
ya en pleno 2009 la economía mundial aparece poblada por
varios centros de tormenta capaces cada uno de ellos de
provocar crisis de carácter global. En síntesis, es la
totalidad del sistema el que está enfermo.
¿Cree
que los países que intentan o han intentado procesos no
capitalistas van igualmente a quedar afectados por la
situación? Estoy pensando en Cuba, en Venezuela, en
Ecuador, en Bolivia por ejemplo.
Los
países que usted menciona ya están siendo afectados por la
crisis, sus exportaciones están disminuyendo. Cuba está
sufriendo el efecto de la caída en las exportaciones,
seguramente caerán sus ingresos en el rubro turismo.
Existen
diferencias notables entre la situación cubana actual y la
de comienzos de los años 1990. En aquella época, el
derrumbe de la URRS generó un fenómeno de contracción
económica que sumado a la mayor presión agresiva de los
Estados Unidos obligó a los cubanos a generar un sistema de
supervivencia muy innovador que resultó exitoso, en
realidad dicho sistema enlazaba con una tradición social
muy consolidada de resistencia, la exacerbó hasta niveles
difíciles de imaginar cuando se produjo el desastre. Ahora
Cuba enfrenta la convergencia de dos fenómenos, en primer
lugar un proceso de contracción económica causado por la
crisis mundial, evidentemente mucho menos duro que el del
pasado, pero el mismo se combina con un segundo fenómeno
que podríamos calificar como de descompresión político–cultural
impulsado por la decadencia del Imperio. Cuba actualmente
tiene excelentes relaciones con la mayor parte de los países
latinoamericanos y muchos otros de Asia, África, etc, han
mejorado notablemente sus relaciones con Rusia.
Este
doble impacto de compresión–descompresión coloca al
sistema cubano ante un enorme desafío que atraviesa todas
sus relaciones internas y mucho más que en los años 1990
enfrenta la opción entre ser arrastrado por la tormenta o
innovar, adaptarse rápidamente a los cambios globales en
curso.
En
cuanto a Venezuela, Bolivia y Ecuador la reducción de la
renta externa brindada por sus exportaciones primarias
seguramente incrementará la disputa social interna por
ingresos nacionales disminuidos. Los procesos de cambio allí
iniciados enfrentarán la opción entre ser despedazados por
las confrontaciones cada vez más agudas entre ricos y
pobres o bien radicalizarse hacia la izquierda, hacer
avanzar a los de abajo en detrimento de las clases altas.
Algunos autores han señalado que lejos de ser
enviado a un segundo plano, el tema de la destrucción
ambiental debería estar al frente de la discusión sobre la
salida de la crisis. Sin embargo, las cosas no parecen
apuntar en esa dirección. Lo que importa, se dice, es salir
de la crisis, sea como sea, y, además, de forma rápida.
Esos temas exquisitos, se señala, es mejor dejarlo por
ahora en un segundo plano. ¿Qué opina usted de este tipo
de razonamiento?
La
degradación ambiental está en el centro de la actual
crisis de civilización, está estrechamente asociada al
proceso de depredación de recursos naturales que está
provocando las crisis energética y alimentaria, en realidad
todos esos fenómenos presentados de manera separada deberían
ser vistos como un solo problema cuya causa última la
encontraremos en la reproducción tecnológica del
capitalismo. La misma ha seguido una trayectoria de unos dos
siglos desde la destrucción–depredación creadora en el
sentido shumpeteriano del concepto, es decir con resultado
neto positivo desde el punto de vista de la expansión de
las fuerzas productivas hasta llegar hoy a lo que podríamos
definir como etapa de rendimientos crecientemente negativos
en términos civilizatorios, incluido el aspecto ambiental.
La decadencia de esta civilización se expresa también, yo
diría que cada vez más, como destrucción de su entorno
ambiental, componente decisiva de la autodestrucción del
sistema, puerta abierta para la barbarie pero también para
su superación humanista.
La
degradación ambiental no es un problema del largo plazo, de
las generaciones futuras en un futuro lejano, está
golpeando ahora a la actividad económica, a la vida urbana
y rural. Quienes quieren dejar de lado el tema en nombre de
las urgencias de la economía tienen una visión abstracta,
muy despegada de la realidad concreta, de los problemas de
una posible reorganización productiva, de la necesaria
reconversión energética, etc.
En esta situación, dada la correlación de fuerzas
existentes, ¿en qué puntos deberían poner énfasis la
izquierda política? ¿En las nacionalizaciones? ¿En el
control del sistema financiero? ¿En el desarrollo
sostenible del sector industrial? ¿En una agricultura menos
extensiva?
Nos
encontramos en plena crisis capitalista que además se
perfila como de larga duración y sin salida a la vista. Las
turbulencias recién comienzan y su desarrollo planteará
serios problemas de gobernabilidad, protestas populares en
ascenso, desocupación, quiebras masivas de empresas, etc.
En síntesis, el capitalismo más allá de las
especificidades nacionales está entrando en una etapa de
debilidad estratégica (política, económica, cultural,
etc). En este nuevo contexto la izquierda debería pasar rápidamente
a la ofensiva desarrollando un amplio abanico de combates
apuntando hacia el poder. Agrupar fuerzas anti–sistema,
desestabilizar a los sistemas de poder existentes, reducir
su legitimidad social, realizar esfuerzos de convergencia
regional y global.
Es
difícil, casi imposible, esbozar un programa general para
todas las izquierdas del planeta sin embargo podemos
encontrar algunos ejes comunes. Por ejemplo la democratización
política a todos los niveles quebrando la dinámica
elitista que caracterizó a la era neoliberal: democracia de
base contra seudodemocracia burguesa. Y a partir de ella la
reconversión con sentido social, popular, igualitario,
solidario del tejido productivo, de las finanzas, del
comercio interior y exterior, etc. Ello implica
nacionalizaciones, en especial en el sector financiero pero
no solo allí sino también en un vasto espacio de
actividades industriales y comerciales. No para ponerlas al
servicio de las elites dominantes sino para convertirlas
realmente en públicas, es decir democráticas con fuertes
marcas de autogestión, de transparencia administrativa, de
control popular. Es necesario plantear la reconversión
social de la economía, redefinir estilos de consumo
apoyados en la calidad y durabilidad de los bienes es decir
rechazando la locura consumista deshumanizante,
individualista: consumir para vivir y no vivir para
consumir, etc. Una orientación de ese tipo nos permitiría
instalar racionalmente el tema energético, facilitando un
reconversión que llevará tiempo y que deberá pasar por
grandes ahorros de energía. También debería posibilitar
el inicio de estrategias de reconstrucción del contexto
ambiental.
¿Debería hablar también la izquierda de
socialismo en estos momentos? Si fuera así, ¿a qué
sistema económico social se estaría apuntando, cuáles serían
sus ejes esenciales? Descartar el modelo neoliberal para
proceder con un diseño nuevo que realmente coloque a la
justicia, la responsabilidad social y la integridad
ambiental en el centro de las prioridades no parece una
tarea fácil. ¿Qué modelo asegura una situación así?
La
salida a la crisis que acabo de esbozar no es otra cosa que
una marcha hacia el socialismo. Pero ¿que deberíamos
entender hoy por socialismo?. Seguramente no el socialismo
estatista experimentado en el siglo XX prisionero de una
decisiva dependencia ideológica respecto del
estatismo–militarista burgués ascendente desde fines del
siglo XIX. Hoy esa cultura se encuentra en franca
decadencia, no fue así cuando se produjo la revolución
rusa ni las tentativas anticapitalistas posteriores. Durante
ese período la civilización burguesa empezaba a
resquebrajarse, en su seno comenzaban a desarrollarse los
parasitismos financiero y militar, se produjeron algunos períodos
turbulentos donde el sistema presentó brechas, expresiones
de debilidad, guerras intestinas que numerosos pueblos periféricos
aprovecharon para intentar romper o aflojar las cadenas del
capitalismo mundial. Sin embargo esas rebeliones periféricas,
muchas de ellas como la rusa o la china desplegando una
clara vocación postcapitalista, estaban penetradas ideológicamente,
desbordadas por la cultura ya en crisis pero aún ascendente
del capitalismo. En esa etapa inicial de la declinación del
mundo burgués este seguía manteniendo una hegemonía
cultural imbatible: dictaba las pautas tecnológicas
reproductoras de las dinámicas de depredación ambiental y
de explotación de los trabajadores, los estilos de
organización de tipo autoritario, de creación artística
deshumanizante, etc, los rebeldes portaban en sus
conciencias las trampas ideológicas elaboradas por sus
opresores.
Ahora
todo eso está cambiando muy velozmente, la civilización
burguesa navega a la deriva, sus grandes mitos están
comenzando a caer, aunque no seamos excesivamente
triunfalistas, en medio de las ruinas que se van acumulando
subsiste mucho material reutilizable, muchas reservas ideológicas
esperando su momento para reaparecer, retomar la ofensiva
tal vez levantando banderas de barbarie.
Esta
crisis cultural, este clima de “ancien
régime” agotado irá brindando a la humanidad
oprimida la posibilidad de retomar el camino de las
revoluciones a partir de un horizonte infinitamente más
amplio, más transitable que el que se le presentaba hace un
siglo.
En
consecuencia el socialismo debería hoy asumir formas mucho
mas radicales, revolucionarias, democráticas que en el
pasado. Por ejemplo eliminando comportamientos aparatistas
vinculados a la cultura de la razón de estado, la
profundidad de la crisis lo permite, lo exige.
El
movimiento emancipador debe ser pensado y ensayado a partir
de objetivos finales claramente comunistas, en tanto
transición hacia formas crecientemente democráticas,
igualitarias, libres, desmontando la compleja articulación
de opresiones económicas, burocráticas, sexuales,
generacionales, étnicas, nacionales, etc.. El socialismo
pensado como camino plural, como proceso de destrucción
creadora, de rupturas, de demoliciones institucionales que
permitan instalar estructuras sociales solidarias,
fraternales de producción y consumo no como complemento
humanista del capitalismo sino como su superación
revolucionaria, estableciendo formas políticas
descentralizadas, incrementando, multiplicando la democracia
directa. Mucho de eso puede ser encontrado en los
movimientos populares ascendentes de América Latina, aunque
estoy convencido de que no se trata de una excepción
regional.
¿Cree usted que estamos volviendo a Marx y a su
tradición política? ¿Asistiremos a un resurgimiento de la
tradición marxista revolucionaria?
En
realidad la declinación del neoliberalismo debería ser
interpretada como la expresión concreta, a comienzos del
siglo XXI de la decadencia del conjunto de la cultura
dominante y el pensamiento de Marx es uno de los principales
demonios que la misma trato mil veces de sepultar para
siempre.
Sí,
estamos volviendo a Marx, al pensamiento crítico enraizado
en la rebelión de los explotados, enemigo irreconciliable
del conformismo, de la adaptación seudo realista respecto
de lo que los conservadores califican como “posible”. Al
verdadero Marx no para repetirlo sino seguramente para
avanzar más allá de Marx. Al Marx sin ataduras dogmáticas,
irreverente, el que escribió “yo no soy marxista” negándose así a convertirse
en suministrador de recetas infalibles y verdades
eternas. Uno de los puntos flojos del anticapitalismo del
siglo XX fue la manipulación del pensamiento de Marx para
convertirlo en “ideología”,
en sistema cerrado, monolítico, en referencia
legitimadora obligatoria.
Las
ideas de Marx son necesarias, imprescindibles cuando
queremos entender la crisis actual aunque también son
insuficientes. Por ejemplo, cuando nos referimos al
mecanismo que ha llevado al capitalismo a la actual crisis
de sobreproducción estamos utilizando a pleno el
pensamiento de Marx, pero cuando queremos comprender el fenómeno
más vasto de crisis de civilización nos estamos apoyando
en Marx para avanzar mucho más allá de su universo
cultural. Enfrentamos un enorme desafío a la vez teórico y
práctico: asumir la herencia de Marx no para reutilizarla
como si nada hubiera cambiado sino para convertirla en
insumo de las próximas rebeliones.
Gracias, muchas gracias por su tiempo y por sus generosas y
documentadas respuestas. ¿Quiere añadir algo más?.
Si,
constato que una de las características más notables de
esta crisis es su alta velocidad, algunos hablan de “turbo–crisis”,
tenemos que estar preparados para bruscos saltos
cualitativos, para grandes rupturas ahora difíciles de
imaginar pero que deberíamos imaginar y colocarlas en
nuestro horizonte de posibilidades. No es sencillo hacerlo
porque durante las últimas décadas hemos sido aplastados
por una avalancha cultural conservadora, conformista, que
por su magnitud no tiene precedentes en la historia de la
modernidad. Solo hace menos de una década irrumpió con
cierto éxito una consigna muy modesta de la que nos hubiéramos
burlado por su timidez en los años 60 o 70s: “otro
mundo es posible”. Tenemos que empezar a pensar en términos
de “revolución”, “socialismo”,
“postcapitalismo”, no como audacias para hacer circular
entre algunos amigos sino como banderas para la acción,
destinadas a las grandes mayorías populares.
(*)
Jorge Beinstein es Doctor de Estado en Ciencias Económicas
por la Universidad de Franche Comté–Besançon.
Especialista en pronósticos económicos y economía
mundial, ha sido durante estos últimos treinta años
consultor de organismos internacionales además de dirigir
numerosos programas de investigación. Ha sido igualmente
titular de cátedras de economía internacional y
prospectiva tanto en Europa como en América Latina.
Actualmente es profesor titular de la Universidad de Buenos
Aires (Cátedra "Globalización y Crisis"). En sus
libros “La larga crisis del capitalismo global”
(Ediciones Corregidor, Buenos Aires 1999) y “Capitalismo
Senil” (Ediciones Record, Rio de Janeiro, 2001) anticipó
la actual crisis mundial. Su libro más reciente es “Crónica
de la decadencia. Capitalismo global 1999–2009”,
Editorial Cartago, Buenos Aires, 2009.
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