La
recuperación de la industria automotriz de
EEUU no será fácil
Por Joseph B. White
Wall Street Journal,
01/05/09
Detroit.–
En medio del lúgubre panorama que ha dejado la bancarrota
de Chrysler LLC, es difícil imaginarse escenarios positivos
para la industria automotriz de Estados Unidos. Sin embargo,
eso es exactamente lo que están haciendo los ejecutivos del
sector y cuentan con un poderoso y motivado aliado: el
presidente Barack Obama.
El
camino que saque a las automotrices de esta cuneta no será
fácil de recorrer, y las estrategias que están diseñando
los líderes de la industria y la Casa Blanca enfrentan
riesgos por parte de la economía general, los consumidores
y la falta de consistencia de las políticas del gobierno en
temas energéticos y medioambientales.
No
obstante, existe una posibilidad de recuperación. Esta sería
la ruta hasta ella:
Sin
sacrificio no hay recompensa. Todos en la industria sabían
desde hace años que los modelos de negocios de las tres
grandes automotrices de EE.UU. (General Motors Corp., Ford
Motor Co. y Chrysler) estaban destinados al desastre. La
crisis financiera está obligando a estos fabricantes
–especialmente a GM– a tragarse la medicina que evitaron
durante los últimos 10 años.
Pese
a lo desagradable que le resultará a GM la supervisión
gubernamental y la posible reorganización dentro de una
corte de bancarrota, podría emerger libre de deudas, sin fábricas
innecesarias, y sin costosas obligaciones con sus jubilados
ni la responsabilidad de mantener marcas y concesionarios
redundantes. Una GM reestructurada podría concentrarse en
diseñar menos pero mejores autos y camionetas.
Estos
cambios en GM y Chrysler podrían impulsar el esfuerzo del líder
de Ford, Alan Mulally, para reestructurar la segunda mayor
automotriz del país sin ayuda del gobierno ni pasar por la
corte de bancarrotas. Sus rivales dejarían de inundar el
mercado de vehículos no deseados y rebajas desesperadas que
aniquilan los ingresos.
Recortes
de producción hoy, auge mañana. Este año, las tres
automotrices de Detroit han despedido a miles de empleados y
han recortado drásticamente su producción. Eso ha hecho
mella en la acumulación de autos sin vender que está
hundiendo los precios. GM, Ford y Chrysler tenían cerca de
1,5 millones de vehículos estacionados a fines de marzo,
frente a 2,1 millones en marzo de 2007, según Autodata Corp.
Si las ventas repuntan a fines de año o el próximo, las
automotrices podrían tener que operar horas extra para
satisfacer la demanda, y eso suele significar grandes
ganancias.
El
gobierno está dispuesto a ayudar. Los ejecutivos de Detroit
han envidiado silenciosamente la atención que sus rivales
de Alemania, Japón y China han recibido de sus gobiernos.
Ahora, EE.UU. cuenta con su propio Ministerio Automotriz en
la forma del grupo de trabajo que Obama designó para la
industria. Si el gobierno acaba con participaciones en una
Chrysler o GM reestructuradas, Washington tendrá grandes
incentivos para adoptar políticas que las ayuden a salir
adelante.
¿Qué
podría salir mal? Muchas cosas
La
economía. Si la macroeconomía no despega al menos un poco
en 2010, toda la industria –dentro y fuera de EE.UU.–
estará en apuros. Los planes actuales de reestructuración
de la meca automotriz de EE.UU. dependen de que las ventas
recuperen su ritmo y pasen de los menos de 10 millones de
vehículos al año de hoy en día a 12 millones o 13
millones anuales como mínimo. Es por eso que los
fabricantes están tan ansiosos de que el Congreso siga el
ejemplo de Alemania y conceda fondos para programas de
intercambio de vehículos viejos por nuevos y así estimular
la demanda.
La
historia sin fin. Los procesos de bancarrota expeditos de
los que están hablando GM, Chrysler y el gobierno podrían
convertirse en embrollos interminables, ahuyentando a
consumidores e incapacitando a proveedores. Las referencias
a las posibles bancarrotas han minado las ventas en los
concesionarios de GM y Chrysler, y afectado los precios de
reventa de marcas como Chevrolet y Dodge, dicen los
concesionarios.
El
gobierno, un socio problemático. El Congreso y el gobierno
exigen que las automotrices produzcan para 2020 flotas de
vehículos que sean tan eficientes en el consumo de
combustible como los autos europeos de hoy en día. Pero los
europeos compran autos pequeños con costosas tecnologías
de ahorro de combustible porque sus gobiernos imponen altos
impuestos a la gasolina, independientemente de cuáles sean
los precios del petróleo en el resto del mundo.
Obama
y los líderes del Congreso se han opuesto a una mayor
gravación de los combustibles. Esto preocupa a los
ejecutivos de la industria porque temen que si producen los
autos modernos y eficientes que Washington pide, los
consumidores los rechacen. Si eso sucede, la rápida
reestructuración podría complicarse y hasta repetirse.
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