La
caída de los precios refleja el colapso de la producción
industrial
Los
riesgos de la deflación
Por
Martin Feldstein (*)
Crisis
Económica Blog, mayo 2009
Cambridge.–
Actualmente la tasa de inflación es cercana a cero en
Estados Unidos y varios otros países importantes. La
revista The Economist informó recientemente que los
economistas que había entrevistado predecían que los
precios en Estados Unidos y Japón de hecho caerán en todo
2009, mientras que la inflación en la zona del euro será
de apenas 0.6%. En Corea del Sur, Taiwán y Tailandia también
disminuirán los niveles de los precios al consumidor.
La
perspectiva de la caída de los precios refleja el colapso
de la producción industrial, el alto nivel de desempleo
resultante y el espectacular desplome de los precios de los
productos básicos. La producción industrial está
disminuyendo a niveles superiores al 10% en los países con
inflación negativa y el índice de precios de todos los
productos básicos cayó más del 30% a lo largo del año
pasado.
La
deflación es potencialmente un problema muy grave, porque
la caída de los precios –y las expectativas de que seguirán
cayendo—empeoraría la actual desaceleración de la economía
de tres formas distintas.
El
impacto adverso más directo de la deflación es aumentar el
valor real de la deuda. De la misma forma en que la inflación
favorece a los deudores porque erosiona el valor real de sus
deudas, la deflación los perjudica porque aumenta el valor
real de lo que deben. Aunque la muy modesta magnitud de la
deflación actual no crea un problema significativo, si
continua es concebible que el nivel de los precios caiga un
10% acumulado en los próximos años.
Si
eso sucede, el valor real de la deuda de un propietario de
vivienda con una hipoteca aumentaría un 10%. Puesto que la
disminución de los precios traería consigo una disminución
de los salarios, la relación entre los pagos hipotecarios
mensuales y el salario crecería.
Además
de este aumento en el costo real del servicio de la deuda,
la deflación significaría una relación préstamo-valor más
elevada para los propietarios de viviendas, lo que conduciría
a un mayor impago de las hipotecas, especialmente en Estados
Unidos. Un nivel menor de los precios también aumentaría
el valor real de las deudas empresariales, lo que debilitaría
las hojas de balance y dificultaría a las empresas obtener
créditos adicionales .
El
segundo efecto adverso de la deflación es un aumento de la
tasa de interés real, es decir, la diferencia entre la tasa
de interés nominal y la tasa de “inflación”. Cuando
los precios aumentan, la tasa de interés real es menor que
la tasa nominal ya que el deudor paga con dólares que valen
menos. Pero cuando los precios caen, la tasa de interés
real supera a la nominal. El hecho de que los deudores únicamente
pueden deducir los pagos de intereses nominales al calcular
su ingreso imponible empeora la situación.
Debido
a que la Reserva Federal y otros bancos centrales han
disminuido sus tasas de interés a corto plazo casi a cero,
no pueden rebajarlas más para impedir que la deflación
aumente la tasa de interés real. Las tasas de interés real
elevadas desalientan las compras que los hogares y las
empresas financian con crédito. Esto debilita la demanda
global y conduce a caídas más pronunciadas de los precios.
El
inusual ambiente económico de caídas de precios y salarios
resultante también puede tener un impacto psicológico dañino
sobre los hogares y las empresas. Con la deflación nos
dirigimos a territorio desconocido. Si los precios caen a
una tasa del 1%, ¿podrían caer a una tasa del 10%? Si el
banco central no puede rebajar más las tasas de interés
para estimular la economía, ¿cómo se podrá detener una
potencial espiral descendente de los precios? Esas
preocupaciones socavan la confianza y hacen que sea más difícil
impulsar las actividades económicas.
Algunos
economistas han dicho que la mejor forma de abordar la
deflación es que el banco central inunde la economía con
dinero a fin de convencer al público de que la inflación
crecerá en el futuro y reducir de esa forma las tasas
previstas de interés real a largo plazo. Esa recomendación
podría conducir a los bancos centrales a seguir ampliando
la oferta monetaria y las reservas bancarias incluso cuando
hacerlo ya no disminuya las tasas de interés. De hecho, la
Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón
están haciendo exactamente eso con el nombre de
"flexibilización cuantitativa".
No
debe sorprender que los banqueros centrales, que están
comprometidos a cumplir objetivos formales o informales de
inflación de alrededor del 2% anual no estén dispuestos a
abandonar sus mandatos abiertamente y a afirmar que buscan
una tasa de inflación elevada. No obstante, sus acciones
expansionistas han contribuido a elevar las expectativas de
inflación a largo plazo hacia los niveles de los objetivos.
En
Estados Unidos, la tasa de interés de los bonos del
gobierno ahora aumenta del 1.80% a cinco años a 2.86% en el
caso de los bonos a diez años y a 3.70% en el de los bonos
a 30 años. La comparación de estas tasas de interés con
los rendimientos de los bonos del gobierno protegidos contra
la inflación muestra que las tasas de interés implícitas
correspondientes son de 0.9% a cinco años, 1.3% a 10 años
y 1.7% a 30 años.
Irónicamente,
si bien algunos bancos centrales están concentrados en el
problema de la deflación, el riesgo más grave a plazo más
largo es que la inflación crezca rápidamente a medida que
sus economías se recuperen y que los bancos utilicen los
grandes volúmenes de reservas acumuladas para crear préstamos
que expandan el gasto y la demanda.
(*)
Martin Feldstein, profesor de economía en Harvard, fue
Presidente del Consejo de Asesores Económicos del
Presidente Ronald Reagan y Presidente de la Oficina Nacional
de Investigaciones Económicas.
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