¿Recuperación
a la vista?
Por
Alejandro Nadal (*)
La
Jornada, 13/05/09
¡Buenas
noticias! Vamos a regresar a la normalidad. La epidemia de
la influenza porcina ya está en plena retirada y la
recuperación económica está al alcance. Terminó la
pesadilla. Para el cuarto trimestre de este año, cuando la
influenza humana sea una simple anécdota, la confianza habrá
retornado a los mercados financieros y la economía estará
levantándose nuevamente.
El
gobierno de Obama, con el apoyo del secretario del Tesoro,
Timothy Geithner, y su jefe de asesores económicos, Larry
Summers, está empeñado en detectar signos de la recuperación
por todos lados. Lo más importante es el resultado de las
famosas pruebas de esfuerzo que se le hicieron a los
principales bancos de Estados Unidos. Las noticias que de ahí
salieron hace una semana fueron optimistas. Además, hay un
rally en la bolsa de valores desde hace tres semanas. Y para
el departamento de relaciones públicas eso es signo de que
la confianza
está
retornando. Finalmente, las cifras de desempleo presentaron
una notable mejoría: sólo 531 mil despidos en abril (el
promedio mensual entre enero y marzo fue de 620 mil).
No
importa que otros indicadores sigan enviando señales de
alarma color rojo sangre. La administración de Obama parece
estar convencida de que con una buena inyección de
confianza y optimismo, la economía va a recuperarse. Eso es
lo que se llama levantarse del suelo usando sus propios
calzones como punto de apoyo.
La
verdad es que las cosas no están como para cantar victoria.
Para empezar, no todos encuentran las famosas pruebas de
esfuerzo tan convincentes como piensa Geithner. El resultado
de esas pruebas es que seis de los 19 bancos más grandes de
Estados Unidos necesitan recapitalizarse. Se calcula que las
necesidades ascienden a unos 75 mil millones de dólares.
Pero, como en el Congreso no hay muchos ánimos de inyectar
más plata a los bancos, Geithner salió con una idea
brillante: la mayor parte de ese capital puede venir de
transformar las acciones preferentes de esos bancos que ya
tiene el Tesoro en acciones comunes. Eso es un escándalo
contable. Se añade a la mala fama que ya tiene el
Departamento del Tesoro y a la de una Reserva Federal
manchada por sus intervenciones en favor de los grandes
barones de las finanzas.
Al día
siguiente de anunciarse los resultados de las pruebas de
esfuerzo, la empresa Institutional
Risk Analytics (IRA, especializada en evaluación de
inversiones) anunció los resultados de sus propias pruebas
independientes. Sus conclusiones son interesantes. Esta
empresa utilizó los datos de la FDIC (agencia de seguros de
depósitos) y pudo detectar un repunte en el grado de presión
sobre los bancos. Resulta que muchos más bancos de todos
los tamaños han perdido solidez y sus reservas han sufrido
porque los ingresos netos se hicieron
negativos.
Hay unos mil 575 bancos en esta situación y el índice de
presión bancaria que calcula IRA cada trimestre pasó de
1.8 al final de 2008 a 5.5 en el primer trimestre de este año.
Para
Christopher Whalen, fundador de IRA, los reguladores del
gobierno federal no se han percatado de la profundidad del
problema y esta prueba de estrés de los 19 bancos más
importantes ha sido un enorme factor de distracción. De
hecho, al concentrarse en los bancos grandes, el Tesoro está
mandando la señal de que lo que realmente le interesa es
salvar a los grandes tenedores de bonos de los bancos más
importantes, es decir, a los bancos centrales de muchos países.
El
deterioro del sistema bancario estadounidense es preocupante.
La reacción típica de un banco saludable es que al ver
crecer la cartera vencida recorta los préstamos. Pero eso
es como suicidarse, porque sus ingresos se reducen. Muchas
veces los bancos buscan compensar las pérdidas con
incrementos en el cobro de tarifas por todo tipo de
servicios, lo que empeora las cosas debido a que los
clientes resienten el abuso. El hecho es que todo este
proceso conduce a una mayor contracción del crédito y eso
puede alargar la recesión durante meses.
Algo
grave está pasando con la administración de Obama. Parece
ser que la estrategia es esperar a que la recuperación económica
saque a los bancos del atolladero. Pero eso es una apuesta
arriesgada. Se puede argumentar que la recuperación misma
no vendrá con bancos enfermos, así que se presenta un círculo
vicioso y será difícil salir de ahí.
Se
impone una nota final. Este Christopher Whalen es el mismo
que estudió con todo detalle el modelo mexicano y la crisis
de 1995. En su análisis ocupa un lugar preponderante el señor
Guillermo Ortiz, corriendo de la SHCP al Banco de México, y
de ahí a Los Pinos, para otorgar garantías cambiarias
(sobre los Tesobonos) a los miembros del poderoso Grupo
Weston. Hoy mantiene el mismo modelo económico que condujo
a la crisis de diciembre 1994. Y, como ya no tiene que
correr de un lado a otro, en sus ratos libres se dedica a
alertarnos sobre los peligros de la recesión.
(*)
Alejandro Nadal, economista, es profesor investigador del
Centro de Estudios Económicos, de El Colegio de México.
Swaps
de deuda, el monstruo sigue vivo
Por
Alejandro
Nadal
La
Jornada, México, 20/05/09
La
administración Obama anunció la semana pasada planes para
regular el mercado de derivados. Pero el proceso legislativo
es lento y aun cuando el Congreso pudiera aprobar una
legislación adecuada en el próximo periodo de sesiones, la
puesta en pie de las agencias reguladoras y la maquinaria
administrativa necesaria llevará todavía algo de tiempo.
Mientras
tanto, el monstruo más temible jamás engendrado por Wall
Street sigue vivo. Se trata de los llamados swaps de riesgo
crediticio (en inglés, credit default swaps, CDS). De todas
las innovaciones financieras de los últimos 15 años, los
swaps de deuda fueron y continúan siendo el instrumento
financiero más destructivo y mortífero.
¿Cuál
es la naturaleza de este instrumento? Los swaps de deuda son
una cobertura de riesgo crediticio, algo parecido a una póliza
de seguro para cubrir la posible moratoria sobre una deuda.
Ese contrato derivado parece una operación estándar de
seguro: hay una prima y una transferencia de una suma cuando
ocurra el evento definido en el contrato (por ejemplo, si la
empresa X es incapaz de pagar sus deudas, el asegurador paga
al acreedor asegurado el monto del crédito). Pero hay
grandes diferencias. Para empezar, estas operaciones no están
reguladas. Las entidades que ofrecen este tipo de contratos
no están obligadas a mantener reservas relacionadas con
estas operaciones.
Los
CDS fueron inventados por bancos precisamente para eludir
los requerimientos sobre reservas. Si otra entidad absorbía
el riesgo (a cambio de una prima), el banco podía liberar
sus reservas e incrementar sus operaciones. Los CDS también
fueron usados para darle la vuelta a restricciones que tenían
inversionistas institucionales (como fondos de pensión)
para prestar recursos a empresas con una calificación
insuficiente.
El
tufo de gran especulación se intensifica al ver que los
adquirentes de swaps de deuda no tienen que ser propietarios
del instrumento subyacente (digamos, de la deuda original).
En contraste con un contrato de seguro, el comprador de un
CDS no tiene que demostrar que en caso de moratoria de deuda
él sería directamente afectado. Por eso los swaps de deuda
dejaron de parecerse a operaciones de cobertura de riesgo
crediticio y se fueron convirtiendo más en apuestas sobre
si tal o cual empresa caería en bancarrota.
Otra
diferencia es que las compañías aseguradoras administran
riesgos sobre la base de un análisis estadístico en el que
las pérdidas son estimadas a través de variantes de la ley
de los grandes números (que no es otra cosa que un teorema
probabilístico). En cambio, el riesgo en los swaps de deuda
es administrado sobre la base de coberturas financieras y
transacciones en los mercados secundarios de bonos (de ahí
el nombre de swaps).
En
el colmo del libertinaje, las reglas contables usualmente
aceptadas no se aplican en el caso de swaps de deuda. Por
eso los estados financieros de las entidades que
intervinieron en operaciones con CDS son tan poco
informativos. Muchos de los males que aquejan al sistema
bancario se desprenden de esta falta de transparencia.
¿De
qué tamaño es el problema de los swaps de deuda? De
acuerdo con la Asociación Internacional de Swaps y
Derivados, el valor de los CDS en Estados Unidos es de 62
billones (castellanos) de dólares. Eso es equivalente a más
de cuatro veces el PIB de Estados Unidos y es mucho mayor
que el valor total de los títulos comercializados en el
mercado de valores (22 billones) o el valor de los títulos
respaldados por hipotecas en ese país (7 billones).
La
proliferación de los CDS en Estados Unidos fue
espectacular, pero no se detuvo en ese país. JP Morgan
comenzó sus operaciones con estos instrumentos en
1994–95, pero muy rápidamente le siguieron bancos
comerciales, de inversión, fondos de pensiones y fondos de
cobertura en Europa. Los principales bancos europeos tienen
426 mil millones de dólares en operaciones de swaps con el
colapsado gigante AIG. Y es que esos bancos vieron en los
CDS el camino para evadir requerimientos de reservas
prudenciales y liberar recursos para ampliar sus operaciones
crediticias. El sector bancario y financiero contribuyó a
la expansión de operaciones con swaps de deuda a escala
planetaria.
Los
swaps de deuda supuestamente debían servir para
diversificar riesgos y mejorar los servicios financieros. En
realidad, el riesgo aumentó y llegó a contaminar a todo
tipo de empresas, sanas o enfermas. La madeja de
interrelaciones entre agentes que intervinieron en los swaps
introdujo un ingrediente de fragilidad y de vulnerabilidad
insospechado. Por eso una moratoria o una calificación a la
baja de una empresa podrían volver a colapsar todo el
mercado, generando una crisis más devastadora que la del
mercado hipotecario en Estados Unidos. Esta eventualidad no
puede descartarse porque simple y llanamente, las agencias
reguladoras de estas operaciones no conocen ni su monto
exacto, ni su entramado institucional. La aberración que
destruyó a Wall Street aún respira.
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