El
hundimiento del dólar
Por
Immanuel Wallerstein (*)
Agence
Global, 15/05/09
La
Jornada, 24/05/09
Traducción
de Ramón Vera Herrera
Cuando
el premier Wen Jiabao de China dijo en marzo de 2009 que
estaba un poquito preocupado por la situación del dólar
estadounidense, se hacía eco de los sentimientos de
estados, empresas e individuos por todo el mundo. Él hizo
un llamado a Estados Unidos para que mantenga su buen crédito,
honre sus promesas y garantice la seguridad de los activos
de China.
Apenas
hace cinco años, esto habría parecido una petición muy
presuntuosa. Ahora parece entendible aun para Janet Yellen,
presidenta del Banco de la Reserva Federal de San Francisco,
pese a que considera que las propuestas de China acerca de
la divisa mundial de reserva está lejos de ser una
alternativa práctica.
Hay
sólo dos maneras de almacenar riqueza: en estructuras físicas
concretas y en alguna forma de dinero (divisas, bonos, oro).
Ambas implican riesgos para el poseedor. Las estructuras físicas
se deterioran a menos que se utilicen, lo que implica
costos. Utilizar tales estructuras para obtener ingresos y
como tal ganancias, depende del mercado –es decir, de la
disponibilidad de compradores que deseen adquirir lo que las
estructuras físicas puedan producir.
Las
estructuras físicas son, por lo menos, tangibles. El dinero
(que se denomina con cifras nominales) es meramente una
reclamación potencial ante las estructuras físicas. Si varía
un pequeño monto, casi nadie lo nota. Pero si varía
considerablemente y con frecuencia, sus poseedores pueden
ganar o perder mucha riqueza, en ocasiones bastante rápido.
En términos
económicos una divisa de reserva es la forma más confiable
de dinero, la que varía menos. Es entonces el lugar más
seguro para almacenar cualquier riqueza que uno tenga, que
no asuma la forma de estructuras físicas. Desde por lo
menos 1945, la divisa mundial de reserva ha sido el dólar
estadounidense. Es todavía el dólar estadounidense.
El
país que emite la divisa de reserva tiene una ventaja
singular sobre los otros países. Es el único que puede
legalmente imprimir la divisa, siempre que piense que es a
favor de su interés hacerlo.
Todas
las divisas tienen una tasa de cambio con las otras divisas.
Desde que en 1973 Estados Unidos puso fin a su tasa fija de
cambio con el oro, el dólar ha fluctuado con respecto a
otras divisas, subiendo y bajando. Cuando su divisa ha
bajado con respecto a otra, se ha vuelto más fácil vender
sus exportaciones porque el comprador de las exportaciones
requiere menos de sus propias divisas. Pero también ha
hecho más cara la importación, debido a que requiere más
dólares para pagar el artículo importado.
En
el corto plazo, una divisa debilitada puede incrementar el
empleo al interior de un país. Pero esto es, cuando mucho,
una ventaja de corto plazo. En el mediano plazo, hay mayores
ventajas de contar con una divisa considerada fuerte. Esto
significa que el poseedor de tales divisas tiene más
control de la riqueza del mundo medida en productos y
estructuras físicas.
Más
allá del mediano plazo, las divisas de reserva son fuertes
y quieren seguir siéndolo. La fortaleza de una divisa de
reserva se deriva no sólo de su control sobre la riqueza
del mundo sino del poder político que le ofrece al
sistema–mundo. Es por eso que la divisa mundial de reserva
tiende a ser la divisa del poder hegemónico en el mundo,
aun si se trata de una potencia hegemónica en decadencia.
Así
que, ¿ por qué está un poquito preocupado el primer
ministro Wen? Es claro que es porque durante las últimas
cuantas décadas, la tasa de cambio del dólar
estadounidense ha estado fluctuando bastante pero a fin de
cuentas va descendiendo lentamente. Uno de los factores
principales ha sido la deuda global increíblemente
creciente del gobierno de Estados Unidos. Existen dos modos
principales mediante los cuales Estados Unidos ha podido
balancear su contabilidad. Imprime dinero y vende bonos del
tesoro estadounidense, primordialmente a otros gobiernos
(los llamados fondos soberanos de inversión).
No
es secreto que en años recientes el mayor comprador de
bonos del tesoro estadounidense haya sido China. No es el único.
Japón y Corea del Sur, Arabia Saudita y Abu Dhabi, India y
Noruega, han comprado, todos, bonos del tesoro de Estados
Unidos. Pero China es hoy el mayor comprador, y dada la
presente contracción del crédito, China es uno de los
pocos probables compradores en el futuro inmediato.
El
dilema para China, como para otros que invirtieron en bonos
del tesoro estadounidenses, es que si el dólar baja aún más
o si hay una inflación significativa por el hecho de que
Estados Unidos imprime dinero, su inversión en bonos del
tesoro puede hacerlos perder dinero. Por otro lado, ¿qué
alternativas tienen China o los demás?
La
conclusión de políticas que China (y otros compradores)
sacan es que hay un discreto desposeimiento constante. No
quieren que sea tan rápido que ocasione un pánico
bancario, pero que tampoco sea tan lento que uno termine
siendo el último fuera de la puerta antes de la estampida,
como tituló su artículo Joseph Stroupe en el Asia Times.
China
está reduciendo la cantidad de bonos del tesoro
estadounidense que está comprando, y ahora prefiere comprar
unos de plazo más corto en lugar de aquellos de plazo más
largo. China incursiona en el cambalache o trueque de
divisas con otros países, como Argentina, de tal modo que
ninguno tenga que usar dólares en sus transacciones. Y
China está haciendo un llamado a la creación de una divisa
de reserva alterna basada en los Derechos Especiales de Giro
(DEG) creados por el Fondo Monetario Internacional, con base
en una canasta de monedas. Rusia ya respaldó el llamado.
Estados
Unidos no está seguro de cómo responder. Cuando el
secretario del Tesoro Timothy Geithner dijo que el gobierno
estadounidense está bastante abierto a la propuesta de
China de incrementar el uso de los DEG, de inmediato bajó
el dólar en el mercado de divisas. Así que Geithner
clarificó entonces lo que había dicho. El dólar
permanecería como divisa de reserva dominante en el mundo y
es probable que continúe así por un periodo prolongado de
tiempo. Aseguró que hará lo necesario para garantizar que
mantenemos la confianza en nuestros mercados financieros, y
en la capacidad productiva de este país y en nuestros
fundamentos de largo plazo.
¿Será
que Geithner sólo está aparentando calma? Y más
importante, ¿quién cree que lo que dice es plausible? La
clave de la fuerza de una divisa no son los llamados
fundamentos sino la fe en la realidad de esos fundamentos.
Todos
los actores principales están confiando que pueda haber una
aterrizaje suave, una transición ordenada hacia algo que se
aparte del dólar estadounidense. Nadie quiere precipitar
una caída libre, porque nadie está seguro de salir
adelante si eso ocurre. Pero si el estímulo de Estados
Unidos resulta ser la última de las burbujas, el dólar
bien puede desinflarse repentinamente en la forma más caótica.
El modo de decir estampida en francés es “sauve–qui–peut”,
que se traduce literalmente como sálvese quien pueda.
(*)
Immanuel Wallerstein, sociólogo e historiador
estadounidense, continuador de la corriente iniciada por
Fernand Braudel, es ampliamente conocido por sus estudios
acerca de la génesis y transformaciones históricas del
capitalismo. Su monumental trabajo "El moderno sistema
mundial", cuyo primer tomo publicó en 1976, analiza el
desarrollo del capitalismo como "economía–mundo".
Actualmente es Senior Research Scholar en la Yale University.
En
el 2003 publicó “The Decline of American Power: The U.S.
in a Chaotic World” (New Press).
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