La hiperinflación de la Alemania de Weimar
¿Podría volver a ocurrir?
Por Ellen Brown (*)
Global
Research, 19/05/09
Rebelión,
27/05/09
Traducido por Germán Leyens
“Fue
horrible. ¡Horrible! Como si hubiera caído un relámpago. Nadie estaba preparado. Las estanterías de los negocios vacías.
No se podía comprar nada con el papel moneda.” [Profesor
de derecho de la Universidad Harvard, Friedrich Kessler,
sobre la hiperinflación de Weimar (entrevista en 1993)]
Algunos comentaristas preocupados predicen una masiva hiperinflación como
la sufrida por la Alemania de Weimar en 1923, cuando una
carretilla llena de papel moneda apenas alcanzaba para
comprar un pedazo de pan. En un editorial del 29 de abril
del San Francisco Examiner advirtió:
“Con un déficit sin precedente que se acerca a 2 billones de dólares, el
presupuesto [del presidente para 2010] es una receta
infalible para la hiperinflación. De modo que cada senador
y representante que vote por ese monstruoso presupuesto de
3,6 billones de dólares estará aprobando un derroche de
dinero que podría convertir a EE.UU. en la próxima República
de Weimar.” [1]
En un boletín para inversionistas llamado Money Morning del 9 de abril,
Martin Hutchinson, señaló inquietantes paralelos entre la
actual política monetaria del gobierno y la de Alemania
durante Weimar, cuando un 50% de los gastos del gobierno era
financiado mediante señoreaje: simplemente imprimiendo
dinero. [2]
Sin embargo, hay algo críptico en sus datos. Indica que el gobierno británico
ya financia una mayor parte de su presupuesto mediante señoreaje
que la que la Alemania de Weimar financió en el clímax de
su masiva hiperinflación; sin embargo la libra sigue
sustentándose por sus propios medios, bajo circunstancias
de las que se dice que causaron la destrucción total del
marco alemán. Algo más debe haber sido responsable por el
colapso del marco aparte de la impresión de papel moneda
para enfrentar el presupuesto del gobierno, ¿pero qué? ¿nos
enfrentamos al mismo riesgo actualmente? Lancemos una mirada
más de cerca a los datos.
La
historia se repite - ¿o no?
En su bien investigado artículo, Hutchinson señala que la Alemania de
Weimar había estado padeciendo inflación desde comienzos
de la Primera Guerra Mundial; pero que fue en el período de
dos años entre 1921 y 1923 cuando ocurrió la verdadera
“hiperinflación de Weimar.” Para cuando había
terminado en noviembre de 1923, el marco valía sólo un
billonésimo de su valor en 1914. Hutchinson sigue diciendo:
“La actual mezcla política refleja la de Alemania durante el período
entre 1919 y 1923. El gobierno de Weimar no estaba dispuesto
a elevar impuestos para financiar la reconstrucción de
posguerra y los pagos de reparaciones de guerra, y por lo
tanto incurrió en grandes déficits presupuestarios.
Mantuvo los tipos de interés muy por debajo de la inflación,
expandiendo rápidamente el suministro de dinero y
aumentando en un 50% los gastos del gobierno mediante la
impresión de dinero y viviendo de los beneficios de su
emisión…
“El paralelo verdaderamente escalofriante es que EE.UU., Gran Bretaña y
Japón se han dedicado a financiar sus déficits
presupuestarios mediante señoreaje. En EE.UU., la Reserva
Federal está comprando 300.000 millones de dólares en
bonos del Tesoro durante un período de seis meses, o sea
600.000 millones por año, un 15% de los gastos federales de
4 billones de dólares. En Gran Bretaña, el Banco de
Inglaterra (BOE) está comprando 75.000 millones de gilts
(el equivalente británico de bonos del Tesoro de EE.UU.)
durante tres meses. Es decir, 300.000 millones de libras por
año, un 65% de los gastos gubernamentales británicos de
454.000 millones de libras. Por lo tanto, mientras EE.UU. se
acerca a la política de la Alemania de Weimar (un 50% de
los gastos) con bastante rapidez, ¡Gran Bretaña ya la ha
sobrepasado!”
Y es el punto en el cual los datos se embrollan. Si Gran Bretaña ya cubre
un mayor porcentaje de su déficit presupuestario mediante
señoreaje de lo que hizo Alemania en el clímax de su
hiperinflación, ¿por qué la libra vale ahora
aproximadamente lo mismo en los mercados de cambios de
divisas como hace nueve años, bajo circunstancias de las
que se dice impulsaron al marco a un billonésimo de su
valor anterior en el mismo período, y la mayor parte en sólo
dos años? Mientras tanto, el dólar de EE.UU. se ha
efectivamente fortalecido en relación a otras divisas desde
que se iniciara la política el año pasado de masivo
“aligeramiento cuantitativo” (el eufemismo actual para
señoreaje). [3]
Ahora son los bancos centrales los que imprimen, en lugar de los gobiernos,
pero el efecto sobre el suministro del dinero debiera ser el
mismo que en los antiguos proyectos de impresión de dinero
por los gobiernos. La deuda gubernamental comprada por los
bancos centrales nunca es pagada efectivamente, sino que
simplemente es continuamente refinanciada de año en año; y
una vez que el nuevo dinero está en el suministro de
dinero, se queda allí diluyendo el valor de la moneda. ¿Por
qué entonces no han colapsado nuestras monedas a un billonésimo
de su antiguo valor, como sucedió en la Alemania de Weimar?
Por cierto, si fuera un simple asunto de oferta y demanda,
un gobierno tendría que imprimir un billón de veces su
anterior suministro de dinero para bajar su moneda en un
factor de un billón; y ni siquiera se acusa al gobierno
alemán de haberlo hecho. Algo más tuvo que haber ocurrido
en la República de Weimar, ¿pero qué fue?
Schacht
revela el secreto
Escritos posteriores de Hjalmar Schacht, comisionado monetario de la República
de Weimar, arrojan luz sobre este misterio. Los hechos son
explorados ampliamente en “The Lost Science of Money” de
Stephen Zarlenga, quien escribe que en el libro de Schacht
“The Magic of Money,” él “reveló, escribiendo en
alemán, con algunas admisiones verdaderamente notables que
destrozan la “sabiduría aceptada” que la comunidad
financiera ha promulgado sobre la hiperinflación alemana.
“Lo que realmente impulsó la inflación de tiempos de
guerra hacia una hiperinflación, dijo Schacht, fue la
especulación por inversionistas extranjeros, quienes
apostaron a la disminución del valor del marco vendiéndolo
al descubierto.
La venta al descubierto es una técnica utilizada por inversionistas para
tratar de beneficiarse del precio descendiente de un activo.
Involucra pedir prestado el activo y venderlo, en el
entendimiento de que el activo tendrá que ser vuelto a
comprar más adelante y devuelto al dueño original. El
especulador apuesta a que el precio habrá caído mientras
tanto y que se podrá embolsar la diferencia. La venta al
descubierto del marco alemán fue posibilitada porque los
bancos privados pusieron a disposición cantidades masivas
de dinero para prestarlo, marcos que fueron creados a pedido
y prestados a los inversionistas, resultando en un interés
lucrativo para los bancos.
Primero, la especulación fue alimentada por el Reichsbank (el banco central
alemán) que había sido recientemente privatizado. Pero
cuando el Reichsbank ya no pudo satisfacer la voraz demanda
de marcos, se permitió que otros bancos privados los
crearan de la nada y también los prestaran con intereses.
[4]
Una
historia con un giro irónico
Si se ha de creer a Schacht, no sólo el gobierno no causó la hiperinflación,
sino el gobierno fue el que logró controlar la situación.
El Reichsbank fue colocado bajo una estricta regulación, y
se adoptaron rápidas medidas correctivas para eliminar la
especulación extranjera eliminando el fácil acceso a préstamos
de dinero creado por los bancos.
Más interesante es una secuela poco conocida de esta historia. Lo que
permitió que Alemania volviera a ponerse sobre sus pies en
los años treinta fue precisamente lo que los comentaristas
actuales culpan de haberla derrumbado en los años veinte
– el dinero emitido por señoreaje por el gobierno. El
economista Henry C. K. Liu llama esta forma de
financiamiento “crédito soberano.” Escribe sobre la
notable transformación de Alemania:
“Los nazis llegaron al poder en Alemania en 1933, en tiempos en los que la
economía se encontraba en un colapso total, con ruinosas
obligaciones de reparaciones de guerra y cero perspectivas
de inversión extranjera o crédito. Sin embargo, mediante
una política monetaria independiente de crédito soberano y
un programa de obras públicas de pleno empleo, el Tercer
Reich pudo convertir en cuatro años una Alemania en
bancarrota, privada de colonias en ultramar que pudiera
explotar, en la economía más fuerte de Europa, incluso
antes de comenzar con los gastos en armamento.” [5]
Aunque Hitler evidentemente merece el oprobio acumulado sobre su persona por
sus atrocidades posteriores, fue enormemente popular con su
propio pueblo, por lo menos por un cierto tiempo. Fue
obviamente porque rescató a Alemania de la angustia de una
depresión mundial – y lo hizo con un plan de obras públicas
pagado con dinero generado por el propio gobierno. Primero
asignaron proyectos para ser financiados, incluyendo el
control de inundaciones, la reparación de edificios públicos
y residencias privas, la construcción de edificios nuevos,
carreteras, puentes, canales e instalaciones portuarias. El
coste proyectado de los diversos programas fue fijado en
1.000 millones de unidades de la moneda nacional. Mil
millones de letras de cambio no-inflacionarias llamadas
Certificados del Tesoro de Trabajo fueron luego emitidas
contra ese coste. Millones de personas fueron puestas a
trabajar en esos proyectos, y los trabajadores fueron
pagados con Certificados del Tesoro. Los trabajadores luego
gastaron los certificados en bienes y servicios, creando más
puestos de trabajo para más gente. Esos certificados en
realidad no eran libres de deuda pero fueron emitidos como
bonos, y el gobierno pagó intereses por ellos a los
poseedores. Pero los certificados circularon como dinero y
eran renovables indefinidamente, convirtiéndolos en una
moneda de facto; y evitaron la necesidad de pedir prestado a
prestamistas internacionales o de pagar deudas
internacionales. [6] Los Certificados del Tesoro no eran
negociables en los mercados de divisas extranjeras, por lo
tanto estaban fuera del alcance de los especuladores en
divisas. No podían ser vendidos al descubierto porque no
había nadie a quien venderlos, de modo que conservaron su
valor.
Dentro de dos años se solucionó el problema del desempleo de Alemania y el
país volvió a ponerse de pie. Tenía una moneda sólida,
estable, y ninguna inflación, en días en los que millones
de personas en EE.UU. y en otros países occidentales todavía
carecían de trabajo y vivían de la asistencia social.
Alemania incluso logró restaurar su comercio exterior, a
pesar de que se le negaba créditos en el extranjero y que
enfrentaba un boicot económico en el exterior. Lo hizo
utilizando un sistema de trueque: equipamientos y materias
primas eran intercambiados directamente con otros países,
soslayando a los bancos internacionales. Este sistema de
trueque directo ocurrió sin deuda y sin déficits
comerciales. Aunque el experimento económico alemán duró
poco, dejó algunos monumentos duraderos de su éxito,
incluyendo las famosas Autobahnen [autopistas] las primeras
amplias súper carreteras. [7]
Las
lecciones de la historia: no son siempre lo que parecen ser
El plan alemán para escapar a su agobiadora deuda y revigorizar una economía
débil fue brillante, pero en realidad no fue originario de
los alemanes. La noción de que un gobierno pudiera
financiarse imprimiendo y entregando recibos de papel por
bienes y servicios recibidos fue inventada primero por
colonos estadounidenses.
Benjamin Franklin atribuyó el notable crecimiento y abundancia en las
colonias, en circunstancias en las que trabajadores ingleses
sufrían las condiciones empobrecidas de la Revolución
Industrial, al sistema particular de los colonos de dinero
emitido por el gobierno. En el Siglo XIX, el senador Clay,
lo llamó el “sistema estadounidense” distinguiéndolo
del “sistema británico” de billetes emitidos
privadamente. Después de la Revolución Estadounidense, el
sistema estadounidense fue reemplazado en EE.UU. por dinero
creado por los banqueros, pero el dinero emitido por el
gobierno fue resucitado durante la Guerra Civil, cuando
Abraham Lincoln financió su gobierno con billetes de EE.UU.
o “dólares” emitidos por el Tesoro.
La dramática diferencia en los resultados de los dos experimentos con la
impresión de moneda de Alemania fue un resultado directo de
la manera como se utilizó el dinero. La inflación de
precios resulta cuando la “oferta” (dinero) aumenta más
que la “demanda” (bienes y servicios), aumentando los
precios; y en el experimento de los años treinta, el dinero
nuevo fue creado para financiar la productividad, de modo
que la oferta y la demanda crecieron juntas y los precios se
mantuvieron estables. Hitler dijo: “Por cada marco
emitido, requeríamos el equivalente de un marco en trabajo
hecho, o de bienes producidos.” En el desastre
hiperinflacionario de 1923, por otra parte, se imprimió
dinero sólo para pagar a especuladores, haciendo que la
demanda subiera repentinamente, mientras la oferta seguía
fija. El resultado fue no sólo inflación, sino
hiperinflación, ya que la especulación se descontroló,
provocando una manía rampante estilo burbuja y pánico.
Lo mismo sucedió en Zimbabue, un dramático ejemplo contemporáneo de
inflación descontrolada. La crisis comenzó en 2001, cuando
Zimbabue incumplió el pago de sus préstamos y el FMI se
negó a hacer los ajustes usuales, incluyendo el
refinanciamiento y la renuncia a la deuda. Aparentemente, la
intención del FMI fue castigar al país por decisiones políticas
que desaprobaba, incluyendo medidas de reforma agraria que
involucraba la recuperación de tierras de acaudalados
terratenientes.
El crédito de Zimbabue fue arruinado y no pudo obtener préstamos en otros
sitios, de modo que el gobierno recurrió a emitir su propia
moneda nacional y a utilizar el dinero para comprar dólares
de EE.UU. en los mercados extranjeros de divisas. Esos dólares
fueron entonces utilizados para pagar al FMI y recuperar la
calificación crediticia. [8] Según una declaración del
banco central de Zimbabue, la hiperinflación fue causada
por especuladores que manipularon el mercado de divisas
extranjeras, cobrando tasas exorbitantes por dólares de
EE.UU., causando una drástica devaluación de la moneda de
Zimbabue.
El verdadero error del gobierno, sin embargo, puede haber sido que haya
hecho el juego del FMI. En lugar de utilizar su moneda
nacional para comprar moneda de curso forzoso para pagar a
prestamistas extranjeros, podría haber seguido el ejemplo
de Abraham Lincoln y de los colonos estadounidenses y
emitido su propia moneda para pagar por la producción de
bienes y servicios para su propio pueblo. Se podría haber
evitado la inflación, porque la oferta se habría ajustado
a la demanda; y el dinero habría servido a la economía
local en lugar de ser absorbido por especuladores.
La
verdadera amenaza de Weimar y cómo evitarla
¿Se puede decir, entonces, que EE.UU., haya escapado del peligro
hiperinflacionario con su plan de “aligeramiento
cuantitativo”? Tal vez sí, tal vez no. En la medida en la
que el dinero recién creado sea utilizado para un verdadero
desarrollo económico y crecimiento, no es probable que el
financiamiento mediante señoreaje infle los precios, porque
la oferta y la demanda crecerán juntas. La utilización del
aligeramiento cuantitativo para financiar la infraestructura
y otros proyectos productivos, como en el paquete de estímulo
del presidente Obama, puede vigorizar la economía tal como
se ha prometido, produciendo el tipo de abundancia de la que
habla Benjamin Franklin en los primeros años florecientes
de EE.UU.
Sin embargo, hay algo que sucede actualmente que tiene una similitud
inquietante con lo que provocó la hiperinflación de 1923.
Como en la Alemania de Weimar, la creación de moneda en
EE.UU. es realizada por un banco central de propiedad
privada, la Reserva Federal; y es hecha en gran parte para
pagar apuestas especulativas en los libros de bancos
privados, sin producir nada de valor para la economía. Como
advirtió el inversionista en oro James Sinclair hace casi
dos años:
“El verdadero problema es una trepidante montaña de 20 billones de dólares
de crédito en el mercado extrabursátil y en derivados
hipotecarios. Hay que pensar seriamente en el estudio del
caso de la República de Weimar porque cada día parece más
y más como una repetición de la causa y el efecto…”
[9]
Los 12.900 millones de dólares en fondos de rescate canalizados a través
de AIG para pagar a Goldman Sachs por sus altamente
especulativos “credit default swaps” es sólo un ilustre
ejemplo, [10] En la medida en que el dinero creado por
“aligeramiento cuantitativo” es absorbido por el agujero
negro del pago de esas apuestas especulativas con derivados,
podríamos ciertamente estar en el camino de Weimar y existe
un serio motivo de alarma. Se nos ha llevado a creer que
debemos afianzar a un monstruoso zombi bancario en Wall
Street porque sin él no tendríamos un sistema de crédito,
pero no es así. Existe otra alternativa viable, y puede ser
nuestra única alternativa viable. Podemos derrotar a Wall
Street en su propio juego, formando bancos de propiedad pública
que emitan toda la fe y el crédito de EE.UU. no para el
beneficio privado especulativo sino como un servicio público,
para el beneficio de EE.UU. y de su gente. [11]
(*)
Ellen Brown desarrolló su capacidad de investigación como
abogada que trabajó en litigios civiles en Los Ángeles. En
“Web of Debt,” su último libro, usa esa capacidad para
un análisis de la Reserva Federal y el “trust del
dinero.” Muestra cómo ese cartel privado ha usurpado el
poder de crear dinero de la propia gente, y cómo la gente
puede recuperarlo. Sus libros anteriores se concentraban en
el cartel farmacéutico que recibe su poder del “trust del
dinero.” Sus once libros incluyen “Forbidden
Medicine,” “Nature’s Pharmacy” (escrito en conjunto
con la doctora Lynne Walker), y “The Key to Ultimate
Health” (escrito junto al doctor Richard Hansen). Sus
sitios en Internet son www.webofdebt.com y
www.ellenbrown.com.
Notas:
1. “Examiner Editorial: Get Ready for Obama’s Coming Hyperinflation,”
San Francisco Examiner, April 29, 2009.
2.
Martin Hutchinson, “Is It 1932 – or 1923?”, Money
Morning (April 9, 2009).
3.
See Monthly Average Graphs, x-rate.com.
4.
Stephen Zarlenga, The Lost Science of Money (Valatie, New
York: American Monetary Institute, 2002), pages 590-600; S.
Zarlenga, “Germany’s 1923 Hyperinflation: A
‘Private’ Affair,” Barnes Review (July-August 1999).
5.
Henry C. K. Liu, “Nazism and the German Economic Miracle,”
Asia Times (May 24, 2005).
6. S. Zarlenga, op. cit.
7.
Matt Koehl, “The Good Society?”, Rense (January 13,
2005).
8.
“Bags of Bricks: Zimbabweans Get New Money – for What It’s
Worth,” The Economist (August 24, 2006); Thomas Homes,
“IMF Contributes to Zimbabwe’s Hyperinflation,”
www.newzimbabwe.com (March 5, 2006).
9.
Jim Sinclair, “Fed Actions a Bandaid on a Gaping Economic
Wound,” reprinted in Go for Gold, September 18, 2007.
10.
Eliot Spitzer, “The Real AIG Scandal, Continued! The
Transfer of $12.9 Billion from AIG to Goldman Looks Fishier
and Fishier,” Slate (March 22, 2009).
11.
See Ellen Brown, “Cash Starved States Need to Play the
Banking Game,” webofdebt.com/articles (March 2, 2009).
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