¿Brotes
verdes o hierba amarillenta?
Por
Nouriel Roubini (*)
Crisis
Económica.blogspot, junio 2009
Nueva
York.– La información reciente indica que el ritmo de
contracción de la economía mundial puede estar
disminuyendo. Sin embargo, la esperanza de que pueden estar
surgiendo los “retoños verdes” de la recuperación se
ha visto frustrada por muchas hierbas amarillentas. Los últimos
datos sobre el empleo, las ventas al menudeo, la producción
industrial y la vivienda en Estados Unidos siguen siendo muy
débiles; las cifras correspondientes al crecimiento del PIB
en Europa en el primer trimestre son desalentadoras; la
economía japonesa sigue en coma; e incluso las
exportaciones de China –que se está recuperando—son
escasas. Así pues, la opinión generalizada de que la
economía global pronto tocará fondo ha resultado ser
–una vez más—demasiado optimista.
Tras
la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, el
sistema financiero global casi se colapsó y la economía
mundial entró en caída libre. En efecto, el ritmo de la
contracción económica en el último trimestre de 2008 y el
primero de 2009 llegó casi a los niveles de la depresión.
En
ese momento, los encargados del diseño de políticas a
nivel mundial comenzaron a utilizar la mayoría de las armas
de sus arsenales: un enorme relajamiento de la política
fiscal; expansiones monetarias convencionales y no
convencionales; billones de dólares para apoyar la
liquidez, recapitalizar, dar garantías y seguros a fin de
detener la contracción de liquidez y de crédito. Sólo en
los dos últimos meses, se pueden contar más de 150
intervenciones de política en el mundo.
Este
equivalente en términos de políticas de la doctrina de la
“fuerza abrumadora" del ex Secretario de Estado de
Estados Unidos, Colin Powell, junto con la aguda contracción
de la producción por debajo de la demanda final de bienes y
servicios (que arrastró los inventarios de mercancía no
vendida), fija condiciones para que la mayoría de las
economías toquen fondo a principios del próximo año.
Aun
así, se demostró que los optimistas que el año pasado
hablaban de un aterrizaje suave o de una recesión moderada
"en forma de V" de ocho meses de duración estaban
equivocados, mientras que quienes afirmaban que se trataría
de una recesión más severa "en forma de U" de 24
meses –la desaceleración en Estados Unidos ya lleva 18
meses– tenían
razón. Los últimos datos económicos han frustrado, además,
el optimismo reciente de que las economías tocarían fondo
a mediados de año.
No
obstante, la cuestión crucial no es cuándo tocará fondo
la economía global, sino si la recuperación –cuando sea
que ésta llegue—será fuerte o débil a mediano plazo. No
podemos descartar que haya un par de trimestres con
acelerado crecimiento del PIB, a medida que el ciclo de los
inventarios y el enorme impulso generado por las políticas
conduzcan a una recuperación de corto plazo. Pero las
hierbas amarillentas bien podrían asfixiar esos tentativos
retoños verdes de los que tanto se habla actualmente
incluso a mediano plazo, lo que anunciaría una recuperación
mundial débil en los próximos dos años.
En
primer lugar, el empleo sigue cayendo abruptamente en
Estados Unidos y otras economías. En efecto, en las economías
avanzadas, la tasa de desempleo será superior al 10% en
2010. Estas son malas noticias para el consumo y la magnitud
de las pérdidas de los bancos.
En
segundo lugar, ésta es una crisis de solvencia, no sólo de
liquidez, pero el verdadero desapalancamiento no ha
comenzado en realidad porque las pérdidas privadas y las
deudas de los hogares, las instituciones financieras e
incluso las corporaciones no se están reduciendo, sino más
bien socializando e incluyendo en las hojas de balance de
los gobiernos. La falta de desapalancamiento limitará de
capacidad de los bancos para prestar, de los hogares para
gastar y de las empresas para invertir.
En
tercer lugar, en los países con déficit en cuenta
corriente los consumidores deben disminuir el gasto y
aumentar el ahorro durante muchos años. Los consumidores, que han comprado en exceso, no tienen
ahorros y están cargados de deudas se han visto afectados
por un golpe a la riqueza (la caída de los precios de las
viviendas y de los mercados de valores), un aumento en la
relación del servicio de la deuda y una disminución del
ingreso y el empleo.
En
cuarto lugar, el sistema financiero – a pesar del respaldo
político – está gravemente dañado. La mayor parte del
sistema financiero no bancario ha desparecido y los bancos
comerciales tradicionales tienen billones de dólares de pérdidas
previstas en créditos y títulos y siguen estando muy
descapitalizados. Por lo tanto, la contracción del crédito
no se aliviará rápidamente.
En
quinto lugar, la débil rentabilidad, debida al alto
endeudamiento y al riesgo de moratoria, el bajo crecimiento
económico –y por lo tanto el bajo crecimiento de los
ingresos—y la persistente presión deflacionaria sobre los
márgenes de las empresas seguirán limitando la disposición
de éstas a producir, dar empleos e invertir.
En
sexto lugar, el aumento de la relación de la deuda del
gobierno conducirá a la larga a un aumento de las tasas de
interés reales, lo que podría desplazar al gasto privado y
llevar a un riesgo de refinanciamiento soberano.
En séptimo
lugar, la monetización de los déficit fiscales no es
inflacionaria a corto plazo, mientras que los mercados de
productos y de empleo con poca actividad implican enormes
fuerzas deflacionarias. Pero si los bancos centrales no
encuentran una estrategia de salida clara de las políticas
que duplican o triplican la base monetaria, al final habrá
una inflación de los precios de los bienes u otra peligrosa
burbuja de activos y crédito (o ambas). Algunos de los
recientes aumentos de los precios de los valores, los
productos básicos y otros activos peligrosos claramente han
estado impulsados por la liquidez.
En
octavo lugar, algunas economías de mercado emergentes con
fundamentos económicos más débiles podrían no ser
capaces de evitar una severa crisis financiera, a pesar de
un apoyo enorme del FMI.
Por
último, la reducción de los desequilibrios globales
implica que los déficit en cuenta corriente de las economías
derrochadoras (Estados Unidos y otros países anglosajones)
mermará los superávit de los países que ahorran en exceso
(China y otros mercados emergentes, Alemania y Japón). Pero
si la demanda interna no crece con la suficiente rapidez en
los países con superávit, la resultante falta de demanda
global en relación con la oferta –o de manera
equivalente, el exceso de ahorro a nivel mundial en relación
con el gasto de inversión—conducirá a una recuperación
más débil del crecimiento económico y la mayoría de las
economías crecerán con mucho mayor lentitud de lo que
potencialmente podrían hacerlo.
Así
pues, las hierbas amarillentas del estancamiento podrían
sustituir a los retoños verdes de la estabilización si
varios factores de mediano plazo limitan la capacidad de la
economía mundial para recuperar el crecimiento sostenido. A
menos que se solucionen esas debilidades estructurales, la
economía global podría crecer en 2010–2011, pero a un
ritmo anémico.
(*)
Nouriel Roubini es profesor de economía en la Stern School
of Business de la Universidad de Nueva York y presidente de
RGE Monitor.
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