China:
una burbuja disfrazada de recuperación
Por
Alejandro Nadal (*)
La
Jornada, 01/07/09
La
crisis es global y la recuperación tendrá que ser global.
Así que cuando la prensa internacional comenta que China
está incrementando su demanda de materias primas, muchos
analistas saltan de gusto. La demanda de materias primas
podría ser una señal de que la actividad productiva está
retomando su curso y pronto recuperará el nivel que tenía
antes de la crisis. Pero las apariencias engañan.
La
realidad es que este aumento en importaciones chinas está
más vinculado a la especulación que a la actividad
productiva. Su efecto de corto plazo ha sido el aumento
en los precios de materias primas en los mercados mundiales,
lo que no sólo no ayuda, sino que hará mucho más lento
el proceso de recuperación.
Para
enfrentar la crisis, Pekín puso en marcha un gigantesco
paquete de estímulos fiscales y monetarios. Esta
intervención fue considerada clave para evitar que la
economía mundial cayera en algo parecido a la Gran Depresión.
Pero, cuidado, la economía china no está bien y sus
distorsiones internas impiden que el estímulo fiscal
funcione adecuadamente. Eso puede arrastrar a la economía
mundial a una recaída de efectos nefastos.
Desde
diciembre 2008, los bancos chinos han prestado alrededor de
un billón de dólares como resultado del estímulo
monetario. Pero la economía china no puede absorber esa
inyección de liquidez de manera productiva y una parte
importante de estos recursos se usó para comprar
materias primas (desde petróleo hasta madera, pasando
por mineral de hierro y bauxita). Esta demanda ha sido
considerada como una señal de que la economía china está
en vías de recuperación. Pero la realidad es otra: la
adquisición de estos commodities está más ligada a la
especulación que a la actividad productiva.
El
uso de crédito barato para especular en los mercados
de materias primas ha profundizado la disparidad entre
precios spot y precios en el mercado de futuros. El índice
Reuters-Jefferies de precios de commodities se ha
incrementado 27 por ciento desde marzo. En el caso de
algunos productos, como el petróleo y el cobre, el precio
se ha llegado a duplicar en unos cuantos meses. En el corto
plazo, eso refuerza el incentivo para apostar, lo que crea
una nueva burbuja especulativa, esta vez en el mercado de
commodities. Las repercusiones son tremendas para una
política económica que busca salir de la crisis sin
recurrir a otra onda especulativa.
Esta
burbuja en los mercados de materias primas no genera un
incremento en la demanda derivada del efecto riqueza. Al
contrario, al aumentar los precios de las materias primas,
la demanda especulativa golpea a la economía mundial. Eso
conduce a un círculo vicioso porque el miedo a las
presiones inflacionarias (que muchos piensan serán
desencadenadas por los paquetes de estímulos fiscales y
monetarios) es el motor de una demanda creciente sobre las
materias primas consideradas como refugio. Esa demanda por
un motivo de precaución conduce a hacer realidad la profecía
sobre el incremento de precios.
Lo
único que frena la demanda especulativa de materias primas
es el costo de almacenamiento. Por ejemplo, las ruedas de
troncos y el mineral de hierro tienen una relación
volumen/precio muy alta y eso es un obstáculo para
utilizarlos como refugio contra la inflación. Pero la
imaginación para diseñar instrumentos para la especulación
no tiene límites. En muchas de estas transacciones, las
mismas materias primas constituyen la garantía del crédito
bancario y en algunos casos se han concentrado estos
contratos para ser vendidos como si se tratara de las
infames hipotecas estructuradas como “vehículos de
inversión” que estuvieron en los orígenes de la crisis
en estados Unidos.
Los
recursos de un estímulo fiscal y monetario pueden ser
canalizados hacia inversiones productivas, para estimular
la demanda interna, o para especular. Pero las
inversiones productivas necesitan un mercado y en las
condiciones actuales, ese mercado se ha desplomado. Después
de todo, el ajuste en la economía de Estados Unidos ha sido
dramático y su tasa de ahorro alcanza hoy 7 por ciento del
PIB, algo no visto desde hace 20 años. Eso ha frenado su
sed de productos Made in China y hace difícil que
las fábricas en el gigante asiático regresen a los niveles
de actividad que tenían antes de la crisis.
Para
incrementar la demanda interna de manera saludable se
necesitan salarios decentes y una mejor distribución del
ingreso. Eso es algo que el modo de acumulación en China no
ha permitido realizar, y habrá que ver si lo permitirá algún
día porque requiere una profunda transformación social, lo
que lleva tiempo. Por el momento, la economía china vive en
una coyuntura de una fuerza de trabajo dislocada y es
difícil pensar en un incremento de la demanda interna en
el corto plazo.
Así
que el desvío de recursos hacia la especulación era
normal. Lo malo es que la normalidad en una economía
capitalista parece llevar el nombre de crisis. No hay que
olvidarlo: reventar es el destino de toda burbuja.
(*)
Alejandro Nadal es economista. Profesor investigador del
Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México.
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