Estados
Unidos: una recuperación muy difícil
Por
Alejandro Nadal (*)
La
Jornada, 24/06/09
Desde
hace varias semanas se intensifica una ofensiva publicitaria
con un llamativo mensaje: la recuperación está a la vista,
lo peor de la crisis ya pasó. Detrás de esta campaña están
los grandes representantes del sistema financiero, con
Goldman Sachs al frente. La premisa central de esta
narrativa es que estamos frente a una recesión como todas
las demás. Lo que hace falta es recuperarnos y regresar a
donde estábamos, es decir, en el festín de la especulación
financiera.
Son
dos los principales indicadores que se presentan como clara
señal de que la recuperación ya está en marcha. El
primero es el repunte del mercado bursátil en Estados
Unidos a partir de mayo. Pero es bien sabido que aún si la
bolsa de valores comienza a redimirse, eso no necesariamente
anuncia una recuperación económica. La historia de las
recesiones estadounidenses de los últimos 20 años debería
servir de lección. En algunos casos (por ejemplo, en 2001),
la recesión ya se había terminado y el mercado bursátil
marchaba a la zaga. Los humores de la bolsa de valores no
son un buen indicador del final de la crisis.
La
segunda señal positiva es que la contracción de la economía
de Estados Unidos es ahora más lenta que en la segunda
mitad de 2008 o que en el primer trimestre de 2009. Es
cierto, la caída ya no es tan feroz y parece que la rápida
y decidida intervención del gobierno estadounidense (y de
otros países, como China) pudo evitar la deflación
desenfrenada y una desvalorización todavía más dramática
en activos financieros, una peor caída en las inversiones y
mayor desempleo con el desplome de la demanda, etc. Se dice
que se pudo evitar caer en el precipicio de la depresión.
Pero
eso no significa que la contracción terminó. Puede ser más
lenta, pero no ha regresado el crecimiento. Eso explica que
el desempleo siga aumentando en las economías
industrializadas (superará en algunos casos tasas de 11 por
ciento), lo que significa no sólo una insuficiente demanda
efectiva, sino menor capacidad de los hogares para resolver
su situación de endeudamiento excesivo. Esto es
particularmente grave en Estados Unidos, donde la relación
entre endeudamiento e ingreso disponible creció hasta
hacerse insostenible.
Por
eso las familias buscan reducir sus deudas en tarjetas de crédito
y otros instrumentos, más que mantener su nivel de consumo.
Así, una buena parte del estímulo fiscal se destinó al
ahorro y pago de deudas, más que al consumo. Aún así, no
se ha podido frenar el incremento de la cartera vencida.
Como los hogares van a seguir presionados para rehacer sus
ahorros y salir del círculo vicioso del endeudamiento, el
consumo no repuntará fácilmente. Una buena parte del
consumo privado en Estados Unidos estuvo apuntalado por crédito
contra el valor de los activos residenciales. Al desplomarse
el valor de las casas, el consumo contra ese valor ha
llegado a cero. Y no hay que olvidar que el precio de las
casas sigue cayendo (y probablemente se reducirá otro 15
por ciento en los próximos meses).
Por
el lado de las empresas, la crisis también estalla en el
contexto de una sobreinversión colosal en muchísimas ramas
de la industria. Y si a eso añadimos la contracción en la
demanda, se observa que la capacidad de las empresas para
manipular precios y aumentar sus ganancias se verá
reducida. Por eso las inversiones productivas tenderán a
mantenerse estancadas porque la rentabilidad va a seguir muy
deprimida.
Las
perspectivas de lento crecimiento de la economía
estadounidense son normales: una crisis en la que se ha
visto envuelto todo el sistema financiero y crediticio del
país no se resuelve en unos 10 o 12 meses, aún con la
inyección masiva de liquidez que ha realizado la Reserva
Federal. La intoxicación del sistema financiero sigue
siendo colosal y cuando el crédito regrese lo hará a
cuentagotas. Es evidente que cuando la economía
estadounidense vuelva a crecer lo hará a un ritmo muy por
debajo de su promedio histórico, con tasas inferiores a uno
por ciento. Con ese ritmo de crecimiento los altos niveles
de desocupación van a mantenerse durante muchos meses en
Estados Unidos.
En México
la idea de que ya pasó lo peor de la crisis ha sido
transmitida por viejos funcionarios como José Ángel Gurría.
El objetivo es proteger el absurdo modelo neoliberal,
justificar la inacción del gobierno y fomentar la generación
de expectativas favorables. Como si se pudieran crear
expectativas positivas, cuando todos los aspectos
fundamentales de la economía mexicana están fracturados.
En
el mejor de los casos, una recuperación robusta de la
economía estadounidense apenas le permitiría a México
retornar a las mediocres tasas de semiestancamiento de 2.5
por ciento anual, con todos los problemas que se acumulan día
con día. Una recuperación letárgica del país norteño
intensificará todas las contradicciones que ya pesan
peligrosamente sobre la economía mexicana, hasta hacerlas
estallar. El único camino es un viraje estratégico y un
cambio de modelo económico.
(*)
Alejandro Nadal es economista. Profesor investigador del
Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México.
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