Proteccionismo
vs. libre comercio
Desglobalización
Por
Eduardo Lucita (*)
Cash,
05/07/09
La
debacle de la economía de las potencias mundiales ha
provocado una caída del comercio internacional con el
aumento de las tendencias proteccionistas para proteger los
mercados locales.
Un
nuevo temor recorre el mundo de los poderosos del planeta.
Ese temor es la llamada desglobalización, término
enunciado por primera vez por el premier británico Gordon
Brown en enero pasado en el Foro de Davos. En términos
estrictamente económicos, globalización refiere al libre
movimiento del dinero y los capitales, a la liberación del
tráfico de mercancías y servicios, a la internacionalización
de la producción y a la posición cada vez más dominante
de las empresas multinacionales. Sin embargo, este término
no hace más que identificar una etapa o período del
capitalismo, que en rigor es continuación de la tendencia
histórica a la mundialización del sistema del capital que
lo acompaña desde su nacimiento.
Esta
tendencia no es mecánica ni lineal, por el contrario tienen
momentos de auge y de retroceso como puede verse a los largo
de todo el siglo XX. Argentina es un caso emblemático, si
se toma como indicador el grado de apertura de la economía
(el cociente entre el promedio de exportaciones más
importaciones sobre el PBI) se comprueba que en la primera década
del siglo pasado este índice daba un valor del orden del 30
por ciento. A partir de 1925 comienza un descenso que se
profundiza luego de los años treinta para llegar a un mínimo
de 5 por ciento en 1955. Se mantiene en niveles bajos hasta
que en la década del ‘80 inicia un nuevo ascenso que se
acelera a partir de 1995 para superar el 20 por ciento.
Los
años noventa con la desregulación de los mercados, las
reducciones impositivas, el libre movimiento de capitales y
la recuperación de mercados luego de la implosión de la
Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín y los
cambios en China, vieron el cenit de la globalización. Así
la institución emergente de este período fue la Organización
Mundial de Comercio (OMC). Creada en 1995 sus objetivos
buscan imponer reglas de liberalización comercial de los
mercados con el argumento de que contribuirían al
desarrollo, a elevar el nivel de vida de los ahora llamados
países “emergentes”. La realidad es que buscó
garantizar los negocios de las multinacionales, sometiendo a
sus intereses la posibilidad de desenvolver políticas
nacionales y la propia soberanía de los Estados–nación.
El énfasis estuvo puesto en la desregulaciones y en lograr
facilidades para el comercio, el acceso a mercados no agrícolas
y de servicios, a las inversiones y a las compras
gubernamentales. La desprotección del empleo, las
reducciones salariales, las prebendas impositivas y la
ausencia de controles estatales se convirtieron en variables
determinantes para garantizar la competitividad
internacional.
La
crisis mundial desatada a mediados del 2007 pondría un
freno –se verá si es momentáneo– a estas tendencias
liberalizadoras. Los jefes de Estado reunidos en el G–20
hicieron un llamado a todos los países a no recurrir a
medidas proteccionistas, mientras en Viña del Mar los líderes
“progresistas” de España, Inglaterra y Chile se
mostraron alarmados por las “tendencias al populismo y al
proteccionismo” que estimula la crisis.
Sin
embargo, una cosa son los organismos multilaterales con sus
llamamientos generales y otra las actitudes de cada país
respecto de sus economías nacionales. Así, Estados Unidos,
Francia, China, Gran Bretaña y España aplican distintas
versiones del compre nacional; Alemania, Francia, Estados
Unidos y Rusia han sancionado medidas administrativas que
limitan las inversiones extranjeras. En la Unión Europea se
resquebrajan los modelos de integración social y junto con
los Estados Unidos ven renacer el racismo y la xenofobia y
expulsan trabajadores extranjeros.
Las
estimaciones indican que en el 2009 el comercio mundial se
contraerá un 10 por ciento, aunque para los grandes
exportadores –Alemania, Japón, China– este porcentaje
prácticamente se triplica. Mientras, las inversiones
extranjeras directas en el mundo cayeron un 21 por ciento en
el 2008. Las corrientes migratorias comienzan a revertirse y
las remesas que enviaban los migrantes a sus países de
origen se están reduciendo rápidamente, a tal punto que el
Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas ha sido
convocado de urgencia. El turismo y el transporte
internacional también se contraen. La crisis deteriora los
pilares de la globalización. Cae el intercambio mundial de
mercancías y servicios. Hay retrocesos en la movilidad del
capital y de las personas y se contrae el flujo de dinero
entre países. La OMC está estancada desde hace varios años.
Toma cuerpo así la creación semántica del premier británico:
desglobalización.
En
nuestro país el contagio de la crisis mundial no llegó por
la vía financiera sino por el comercio internacional
afectando a la llamada economía real. El gobierno nacional
se vio obligado a reconocer el impacto que antes había
negado. Presionado por los fuertes excedentes de exportación
en los países más industrializados, ha comenzado, desde
fines del 2008, a tomar medidas que restringen las
importaciones y que buscan proteger el mercado y la producción
nacional. Se han puesto condicionamientos a la importación
de textiles, calzado, muebles, productos metalúrgicos y eléctricos.
Sea burocratizando más los trámites aduaneros en las
“licencias automáticas de importación”; sea imponiendo
permisos de importación para unos 200 productos, lo que se
conoce como “licencias no automáticas” o bien elevando
los aranceles de importación para determinados productos
provenientes de China, el Sudeste asiático y Brasil.
Complementariamente se aprobaron diversas medidas
antidumping. Estas medidas no sólo trajeron problemas con
Brasil y China, también repercutieron al interior de la Unión
Industrial, entre sectores menos competitivos o
mercadointernistas y los que representan a las corporaciones
multinacionales.
Si
bien los intercambios internacionales pueden continuar
cayendo no puede asegurarse una fractura comercial como la
de los años ‘30. Hay que tener en cuenta que en la
actualidad las multinacionales generan el 70 por ciento del
comercio mundial. Buena parte de ese porcentaje es comercio
intrafirmas por lo que, al menos por ahora, no es pensable
un desplome como aquél. Sin embargo, la persistencia del
libre comercio colisiona con las tendencias crecientes al
proteccionismo. Puede que sea una cuestión momentánea y el
libre comercio vuelva a reinar o que el proteccionismo se
acentúe. En todo caso, las dos tendencias se inscriben en
la lógica del capital, y ninguna de ellas contiene una
salida efectiva para las transformaciones que requieren
nuestras sociedades.
(*)
Integrante del colectivo EDI–Economistas de Izquierda.
|