La
amenaza del desempleo
Por
Nouriel Roubini (*)
Crisis Económica.blogspot, 22/07/09
« La
exuberancia irracional que produjo un repunte de tres meses
en la primavera ahora va a dar paso a una sobria constatación
entre los inversionistas de que la recesión no habrá
pasado sino hasta fines de año, que la recuperación será
débil y bien por debajo de la tendencia, y de que están
aumentando los riesgos de una recesión de caída doble en
forma de «W».”
Nueva
York.– Los datos recientes sugieren que las condiciones
del mercado laboral no están mejorando en los Estados
Unidos y otras economías avanzadas. En EE.UU. se proyecta
que el índice de desempleo, que en la actualidad es un
9,5%, supere el 10% para cuando llegue el otoño. Debería
llegar a un pico del 11% en 2010 y mantenerse bien por sobre
el 10% por un buen tiempo. Superará el 10% en la mayoría
de las economías avanzadas también.
Estas
cifras de pérdidas de empleos, incluso con lo malas que
son, en realidad no reflejan completamente la debilidad
actual de los mercados laborales. Si se incluye a los
trabajadores parcialmente desempleados y los trabajadores
que, desmotivados, se han restado de la fuerza laboral
estadounidense, por ejemplo, el índice de desempleo llega
al 16,5%. En la mayoría de los países, el estímulo
monetario y fiscal ha hecho poco por reducir el ritmo de la
pérdida de empleos. Como resultado, la renta laboral total
(la cantidad de empleos multiplicada por las horas
trabajadas multiplicada por los salarios promedios por hora)
ha caído radicalmente.
Más
aún, muchos empleadores, buscando distribuir de manera más
uniforme las penurias de la recesión y bajar la cantidad de
despidos, están pidiendo a sus trabajadores que acepten
reducir tanto sus horas como sus salarios por hora. Por
ejemplo, British Airways pidió a los trabajadores que
trabajen un mes completo sin paga. En consecuencia, el
efecto total de la recesión sobre la renta laboral de los
empleos, horas y reducciones salariales es mucho mayor.
Una
aguda contracción de los empleos y la renta laboral tiene
muchas consecuencias negativas, tanto para la economía como
para los mercados financieros. En primer lugar, la caída
del ingreso laboral implica una caída del consumo para los
hogares, que ya han sido afectados por una gran pérdida de
riqueza (con la caída del valor de las acciones y las
viviendas) y un agudo aumento de su proporción de
endeudamiento. Puesto que el consumo representa el 70% del
PGB en los Estados Unidos, y un porcentaje similarmente alto
en otras economías avanzadas, esto implica que la recesión
durará más y que la recuperación económica el año próximo
será anémica (menos del 1% de crecimiento en EE.UU., e índices
todavía menores en Europa y Japón).
En
segundo lugar, la pérdida de empleos producirá una recesión
en el mercado de la vivienda más acusada y grave, ya que el
desempleo y la caída del ingreso son factores clave para
determinar los impagos de las morosidades y las ejecuciones
hipotecarias. Para fin de año, cerca de 8,4 millones de
estadounidenses estarán desempleados y sin capacidad de
pagar sus hipotecas.
Tercero,
si se inserta un índice de desempleo del 10% al 11% en
cualquier modelo de impagos de préstamos, se obtienen
cifras preocupantes no sólo para hipotecas residenciales
(tanto de alto riesgo como de riesgo normal), sino también
para bienes inmuebles residenciales, tarjetas de crédito,
préstamos estudiantiles, préstamos automotrices, etc. En
consecuencia, las pérdidas bancarias por sus activos tóxicos
y sus capitales deben de ser mucho mayores que lo que se ha
estimado recientemente, lo que empeorará la crisis del crédito.
En
cuarto lugar, el aumento de la
pérdida de empleos produce mayores exigencias de
medidas proteccionistas, ya que los gobiernos se ven
presionados a proteger los empleos locales. Esto amenaza
agravar la perniciosa contracción del comercio global.
En
quinto lugar, mientras más alto sea el índice de
desempleo, más amplios se volverán los déficits
presupuestarios, ya que los estabilizadores automáticos
reducen los ingresos y aumentan el gasto (por ejemplo, en
beneficios de desempleo). En consecuencia, se proyecta que
empeore aún más una ruta fiscal estadounidense que ya es
insostenible, con déficits por sobre el 10% del PGB y una
deuda pública que se duplicará como porcentaje del GDP
para 2014.
Esto
conduce a un dilema en las políticas: el aumento de los índices
de desempleo está obligando a los políticos de Estados
Unidos y otros países a considerar programas de estímulo
fiscal adicionales para estimular la alicaída demanda y el
desempleo en caída. Sin embargo, a pesar de la persistente
presión deflacionaria hasta el año 2010, los déficits
presupuestarios en aumento, los altos costes de rescate del
sector financiero, la constante monetarización de los déficits
y los niveles de deuda pública que finalmente se harán
insostenibles, terminarán por producir una mayor inflación
(como se espera que ocurra) y mayores tipos de interés, lo
que ahogaría la recuperación de la demanda privada.
Así,
si bien parece necesario aplicar más estímulos fiscales
para evitar que se agrave la recesión, los gobiernos de
todo el mundo mal pueden permitírselo: se ven en problemas
tanto si lo hacen como si no lo hacen. Si, como Japón a
fines de los años 90 y Estados Unidos en 1937, se toman en
serio la amenaza que representan los grandes déficits y
elevan los impuestos y reducen el gasto demasiado y con
demasiada prontitud, sus economías podrían volver a caer
en la recesión. Pero eso también podría ocurrir si se
permite que se profundicen los déficits, o se aumentan con
estímulos adicionales para impulsar el empleo y el
crecimiento, porque los celadores de los mercados de bonos
podrían presionar aún más al alza los costes del crédito.
En
consecuencia, incluso a pesar de que la pérdida de empleos
socava el consumo, los precios de las viviendas, las hojas
de balance de los bancos, el apoyo al libre comercio y las
finanzas públicas, está acabándose el margen de maniobra
para más políticas de estímulo. De hecho, no sólo los
gobiernos están teniendo menos herramientas fiscales a su
disposición a medida que aumenta el nivel de deuda, sino la
política monetaria está teniendo pocos efectos de corto
plazo en las economías con problemas de insolvencia y no sólo
de liquidez. Peor aún, en el mediano plazo el exceso de
dinero puede dar origen a importantes riesgos
inflacionarios.
No
debe sorprender entonces que hoy seamos testigos de una
significativa corrección en los mercados de valores, crédito
y commodities. La exuberancia irracional que produjo
un repunte de tres meses en la primavera ahora va a dar paso
a una sobria constatación entre los inversionistas de que
la recesión no habrá pasado sino hasta fines de año, que
la recuperación será débil y bien por debajo de la
tendencia, y de que están aumentando los riesgos de una
recesión de caída doble en forma de "W".
(*)
Nouriel Roubini es Profesor de Economía en la Escuela Stern
de Negocios, Universidad de Nueva York, y Pte de RGE
Monitor.
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