La
alegría de Goldman Sachs
Por
Paul Krugman (*)
The
New Yorl Times, 16/07/09
El
País, 19/07/09
La
economía de EE UU sigue en situación precaria, con uno de
cada seis trabajadores en paro o subempleado. Aun así,
Goldman Sachs acaba de anunciar beneficios trimestrales históricos,
y se prepara para repartir enormes primas, comparables a las
que pagaba antes de la crisis. ¿Qué nos dice este
contraste?
Primero,
que Goldman es muy buena en lo que hace. Desgraciadamente lo
que hace es malo para Estados Unidos. Segundo, demuestra que
los malos hábitos de Wall Street (sobre todo, el sistema de
compensación que contribuyó a generar la crisis
financiera) no han desaparecido. Tercero, demuestra que, al
rescatar el sistema financiero sin reformarlo, Washington no
ha hecho nada para protegernos de una nueva crisis y, además,
ha hecho que sea más probable que se vuelva a producir.
Empecemos
por hablar de la forma en que Goldman gana dinero.
Durante
la generación anterior (desde la liberalización de la
banca de los años de Reagan), la economía estadounidense
ha estado financiarizada. La importancia del negocio de
mover el dinero, de rebanar, trocear y reenvasar activos
financieros, ha subido vertiginosamente en comparación con
la de la producción real de cosas útiles. Eso que se ha
dado en llamar oficialmente sector de "seguros,
contratos de mercancías e inversiones" ha crecido muy
deprisa, desde sólo un 0,3% del PIB a finales de los años
setenta hasta el 1,7% en 2007.
Dicho
crecimiento sería estupendo si ese carácter financiero
realmente cumpliese sus promesas (si las empresas
financieras ganasen dinero dirigiendo el capital hacia sus
usos más productivos y desarrollando formas innovadoras de
repartir y reducir los riesgos). Pero, ¿puede alguien, en
este momento, afirmar eso sin inmutarse? Las empresas
financieras, como sabemos ahora, han dirigido enormes
cantidades de capital hacia la construcción de casas
invendibles y de centros comerciales vacíos. Han hecho
aumentar el riesgo en vez de reducirlo y lo han concentrado
en vez de repartirlo. En la práctica, el sector ha estado
vendiendo peligrosos medicamentos patentados a consumidores
crédulos.
El
papel de Goldman en ese cambio de EE UU ha sido similar al
de otros actores, salvo por una cosa: Goldman no cayó en su
propio lazo. Otros bancos invirtieron muchísimo dinero en
la misma basura tóxica que vendían a los ciudadanos de a
pie. Es bien sabido que Goldman ganó un montón de dinero
vendiendo seguros respaldados por hipotecas de alto riesgo y
luego otro montón más vendiendo en descubierto seguros
respaldados por hipotecas, justo antes de que su valor se
hundiese. Todo esto era perfectamente legal, pero el
resultado neto fue que Goldman obtuvo beneficios tomándonos
al resto por bobos.
Y
los de Wall Street tienen todos los incentivos necesarios
para seguir jugando al mismo juego. Las enormes primas que
Goldman pronto repartirá ponen de manifiesto que las
empresas de altos vuelos del sector financiero siguen
funcionando según el sistema de que si sale cara ellas
ganan y si sale cruz otros pierden. Si usted es un banquero
que genera grandes beneficios a corto plazo, se le
recompensa magníficamente (y no tiene que devolver el
dinero aun en el caso de que esos beneficios resulten ser un
espejismo). Por tanto, no tiene usted más que buenos
motivos para empujar a los inversores a asumir riesgos que
no comprenden. Y los acontecimientos del año pasado han
pervertido todavía más esos incentivos, al hacer que los
contribuyentes, además de los inversores, carguen con el
mochuelo si las cosas se tuercen.
No
voy a tratar de analizar las afirmaciones contradictorias
sobre el beneficio directo que Goldman ha obtenido gracias a
los últimos rescates financieros y sobre todo la asunción
por parte del Gobierno del pasivo de AIG. Lo que está claro
es que Wall Street en general, con Goldman sin duda
incluida, se ha visto enormemente beneficiada por la red de
seguridad financiera ofrecida por el Gobierno (una garantía
de que rescatará a los principales actores financieros si
las cosas salen mal).
Se
podría argumentar que dichos rescates son necesarios si
queremos evitar que se repita la Gran Depresión. De hecho,
estoy de acuerdo. Pero la consecuencia es que el pasivo del
sistema financiero está ahora respaldado por una garantía
implícita del Gobierno.
Pero
la última vez que se produjo una ampliación comparable de
la red de seguridad financiera, la creación del seguro
federal de depósitos en los años treinta, fue acompañada
de una regulación mucho más estricta, para garantizar que
los bancos no abusaban de sus privilegios. Esta vez, las
nuevas normativas están todavía en fase de borrador (y el
grupo de presión financiero ya está oponiéndose a las más
elementales garantías para los consumidores).
Si
estas presiones logran su objetivo, tendremos todos los
ingredientes para un desastre financiero aún mayor dentro
de unos cuantos años. La próxima crisis podría parecerse
al desastre de las cajas de ahorros de la década de los
ochenta (cuando los bancos no regulados apostaron con el
dinero de los contribuyentes o, en algunos casos, lo
robaron), salvo en que en esta ocasión abarcaría a todo el
sector financiero en su conjunto.
La
conclusión es que el asombroso trimestre de Goldman es una
buena noticia para Goldman y la gente que trabaja allí. Es
una buena noticia para las superestrellas financieras en
general, cuyas nóminas están ascendiendo rápidamente
hasta las alturas anteriores a la crisis. Pero es una mala
noticia para casi todos los demás.
(*)
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio
Nobel de Economía en 2008.
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