Ganancias
financieras, dolores económicos
Por
Nouriel Roubini (*)
Crisis Económica.blogspot, 24/06/09
Nueva
York.– En los últimos tres meses, los precios de los
activos globales rebotaron marcadamente: los precios de las
acciones aumentaron en más del 30% en las economías
avanzadas, y mucho más en los mercados emergentes. Los
precios de las materias primas –petróleo, energía y
minerales– se dispararon; los diferenciales de deuda
corporativa (la diferencia entre la rentabilidad de los
bonos corporativos y gubernamentales) se estrecharon drásticamente,
al mismo tiempo que las rentabilidades de los bonos
gubernamentales aumentaron marcadamente; la volatilidad (el
"termómetro del miedo") cayó, y el dólar se
debilitó, a medida que decreció la demanda de activos
seguros en dólares.
Ahora
bien, ¿la recuperación de los precios de los activos es
generada por los fundamentos económicos? ¿La recuperación
de los precios de las acciones es otra subida después de un
período en baja o el inicio de una tendencia alcista?
Mientras
que los datos económicos sugieren que se produjo una mejora
de los fundamentos –se redujo el riesgo de una pronta
depresión; aumentaron las perspectivas de que la recesión
global toque fondo a fin de año; y está mejorando el
sentimiento de riesgo–, es igualmente evidente que también
están influyendo otros factores, menos sustentables. Es más,
el marcado aumento de los precios de algunos activos amenaza
la recuperación de una economía global que todavía no ha
tocado fondo. De hecho, siguen existiendo muchos riesgos de
una corrección hacia abajo del mercado.
En
primer lugar, la confianza y la aversión al riesgo son
inconstantes, y pueden producirse períodos de renovada
volatilidad si los datos macroeconómicos y financieros
sorprendieran por el lado negativo –como puede suceder si
no se materializa una recuperación global a corto plazo y
robusta (que muchos esperan).
En
segundo lugar, las políticas monetarias extremadamente
laxas (tasas de interés cero, ajuste cuantitativo, nuevas
facilidades crediticias, emisiones de bonos gubernamentales
y compras de activos privados ilíquidos y riesgosos),
sumadas a las gigantescas sumas invertidas para estabilizar
el sistema financiero, pueden estar causando una nueva
burbuja de activos impulsada por la liquidez en los mercados
financieros y de materias primas. Por ejemplo, las empresas
estatales chinas que ganaron acceso a enormes cantidades de
dinero y crédito fácil están comprando acciones y
acopiando materias primas mucho más allá de sus
necesidades productivas.
El
riesgo de una corrección frente a fundamentos macroeconómicos
decepcionantes es claro. De hecho, los datos recientes de
Estados Unidos y otras economías avanzadas sugieren que la
recesión puede prolongarse hasta fin de año. Peor aún, la
recuperación probablemente sea anémica y muy por debajo
del potencial durante un par de años, si no más, ya que la
carga de las deudas y el apalancamiento del sector privado
se combinan con crecientes deudas del sector público y
limitan la capacidad de los hogares, las firmas financieras
y las corporaciones para prestar, pedir prestado, gastar,
consumir e invertir.
Este
escenario más desafiante de recuperación anémica socava
las esperanzas de una recuperación en forma de V, ya que el
crecimiento lento y las presiones deflacionarias limitan las
ganancias y los márgenes de rentabilidad, y porque las
tasas de desempleo por encima del 10% en la mayoría de las
economías avanzadas hacen que resurjan los colapsos
financieros, debido a las crecientes pérdidas para las
carteras de préstamos y activos tóxicos de los bancos y
las instituciones financieras. Al mismo tiempo, las crisis
financieras en una cantidad de mercados emergentes podrían
terminar siendo contagiosas, lo que sumaría un estrés
adicional a los mercados financieros globales.
Es más,
el incremento en los precios de algunos activos puede
conducir a una recesión secundaria en forma de W. En
particular, gracias a la liquidez masiva, los precios de la
energía hoy están subiendo demasiado, y demasiado rápido.
No debería subestimarse el papel que jugaron los precios
elevados del petróleo en el verano (boreal) de 2008 a la
hora de inclinar la economía global hacia una recesión. El
petróleo por encima de los 140 dólares el barril fue el último
golpe –tras los descalabros inmobiliarios y los colapsos
financieros– para la economía global, ya que representó
un shock de abastecimiento masivo para Estados Unidos,
Europa, Japón, China y otros importadores netos de petróleo.
Mientras
tanto, los crecientes déficits fiscales en la mayoría de
las economías hoy están presionando hacia arriba los
rendimientos de los bonos gubernamentales a largo plazo.
Parte de la suba en las tasas de interés a largo plazo es
una corrección necesaria, ya que los inversores hoy están
evaluando una recuperación global. Pero parte de este
incremento es motivado por factores más preocupantes: los
efectos de los grandes déficits presupuestarios y la deuda
en el riesgo soberano, y en consecuencia, en las tasas de
interés reales; y la preocupación de que el incentivo para
monetizar estos grandes déficits conduzca a una alta
inflación después de que la economía global se recupere
en 2010–11 y las fuerzas deflacionarias amainen. La
reducción de la demanda privada, debido a los rendimientos
más altos de los bonos gubernamentales –y el consiguiente
incremento de las tasas hipotecarias y otras rentabilidades
privadas– podría, a su vez, poner en peligro la
recuperación.
En
consecuencia, no se puede descartar que para fines de 2010 o
2011, una tormenta perfecta de petróleo por encima de los
100 dólares el barril, crecientes rendimientos de los bonos
gubernamentales e incrementos impositivos (a medida que los
gobiernos intenten evitar riesgos de refinanciación de la
deuda) puede derivar en una renovada desaceleración del
crecimiento, si no en una recesión secundaria categórica.
La
reciente recuperación de los precios de los activos de sus
puntos bajos en marzo está justificada en parte por los
fundamentos, ya que los riesgos de un colapso financiero
global y de una depresión han caído y la confianza ha
mejorado. Pero gran parte de la suba no está justificada,
ya que es motivada por expectativas excesivamente optimistas
de una rápida recuperación del crecimiento hacia su nivel
potencial, y por una burbuja de liquidez que está haciendo
subir los precios del petróleo y de las acciones demasiado
rápido demasiado pronto. Un shock petrolero negativo,
sumado a las crecientes rentabilidades de los bonos
gubernamentales, podría recortar las alas de la recuperación
y llevar a otra caída significativa de los precios de los
activos y de la economía real.
(*)
Nouriel Roubini es profesor de Economía en la Stern School
of Business, New York University, y presidente de RGE
Monitor.
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