La
crisis reducirá el crecimiento potencial de las economías,
quizás durante
mucho tiempo
Un
futuro menguado
Por
Alicia González
El
País, 09/08/09
Si
hiciéramos caso a la euforia en la que parecen inmersos los
mercados, a estas alturas la economía global debería haber
dejado atrás definitivamente la recesión y tendría ante sí
una etapa de crecimiento fuerte y robusto. Pero la realidad
es otra y hay muchas señales que llaman a la prudencia. Más
aún, muchos economistas y altos cargos de distintos
gobiernos en todo el mundo alertan contra un exceso de
optimismo y recuerdan que también en la Gran Depresión los
periodos de recesión se alternaron con breves etapas de
estabilización. Son los mismos que auguran una recuperación
en forma de dientes de sierra o de W repetida.
Pase
lo que pase en los próximos meses, de lo que no cabe duda
es que las consecuencias de la crisis no van a ser fáciles
de dejar atrás. La idea de que una vez superada la recesión
volveremos a la situación de partida del verano de 2007
tardará, en el mejor de los casos, años en hacerse
realidad. Incluso existe el riesgo real, según advierten
distintos informes, de que no se recupere el terreno
perdido.
Una
de las consecuencias más evidentes de la crisis es la
reducción del crecimiento potencial, entendido como el
nivel de producción máximo que puede alcanzar la economía
con el trabajo, el capital y la tecnología existentes sin
provocar presiones inflacionistas, según la definición de
José Ramón Díez Guijarro, director del Servicio de
Estudios de Caja Madrid.
Se
trata de una variable clave para analizar si siguen
predominando en la economía los riesgos deflacionistas o si
hay que empezar a preocuparse por las subidas de precios,
para valorar si las políticas fiscales expansivas han ido
demasiado lejos o, incluso, para anticipar si en el próximo
ciclo vamos a tener que convivir con unos niveles de paro más
elevados. Su análisis es, por tanto, decisivo en un momento
como el actual en el que se empiezan a analizar las posibles
estrategias de salida de los planes de estímulo y de la
corrección de las políticas monetarias laxas actualmente
en vigor.
Tradicionalmente,
el crecimiento potencial se reduce en épocas de recesión,
debido a la caída que se produce en la inversión, al
aumento del paro estructural y a la reducción de gastos,
como la investigación y el desarrollo, que propician un
aumento de la productividad. La historia sugiere, sin
embargo, que las recesiones originadas por crisis
financieras son más profundas, tienden a durar más que las
otras y suelen tener un impacto permanente sobre el nivel de
producción, lo que hace que la recuperación –cuando se
produce– sea también más suave y que mantenga ese bajo
nivel durante mucho más tiempo.
Así
lo reconocen tanto la Comisión Europea en su último
informe trimestral sobre la eurozona y la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en su
informe de perspectivas del pasado mes de junio. De acuerdo
con este último, el crecimiento potencial tras las crisis
financieras se reduce, de media, entre 1,5 y 2,4 puntos
porcentuales, según la experiencia de los 30 países que
integran la organización. Esta merma, en los peores casos,
ha llegado hasta el 4%.
Menos
claro es su impacto sobre el largo plazo, porque si bien el
crecimiento potencial se redujo tras la crisis bancaria de
Japón de finales de los años ochenta y principios de los
noventa, en el caso de Suecia y Noruega, que sufrieron una
crisis bancaria entre 1991 y 1993, ambas economías
registraron un claro aumento del crecimiento potencial
gracias al saneamiento llevado a cabo por sus Gobiernos.
En
esta ocasión, la crisis financiera se ha producido, además,
de forma sincronizada a nivel global, lo que provoca que la
recesión tenga efectos más severos sobre la economía,
como aseguran los economistas de BNP.
"El
aumento del desempleo, con sus efectos sobre el paro de
larga duración y los efectos desincentivadores sobre la
tasa de actividad y el capital humano, afectarán al
crecimiento potencial a largo plazo. Además, el reajuste
sectorial del sector financiero y su impacto –vía
restricción del crédito– sobre otros sectores hará que
el factor trabajo y el factor capital tarden tiempo en
ajustarse, lo que afectará al desarrollo a largo plazo y,
por tanto, al crecimiento potencial", admite David López–Salido,
jefe de Estudios Monetarios de la Reserva Federal de Estados
Unidos.
Es
la misma tesis que se desprende del análisis de Bruselas.
La Comisión ha reducido el crecimiento potencial previsto
para la eurozona para este año y el próximo a más de la
mitad hasta situarlo en el 0,7%. "Un descenso
atribuible a un fuerte aumento del paro estructural y a una
sustancial menor contribución del capital al
crecimiento", dicen sus autores. Todo ello en un
entorno en el que la misma Bruselas estima que habrá una
contracción del PIB del 4% en 2009 y del 0,1% en 2010 (esto
es lo que se conoce como la brecha de producción o output
gap, la diferencia entre el crecimiento potencial y el
crecimiento real).
Pese
a todo, esas previsiones están rodeadas de incertidumbre
"y deben ser interpretadas con precaución",
admite Bruselas. "No se pueden descartar riesgos de una
corrección más a la baja y permanente del crecimiento
potencial", dice el informe, "si no se adoptan las
respuestas apropiadas y no se evitan errores políticos".
Esas respuestas y errores consisten en evitar la adopción
de medidas proteccionistas contra el mercado único, no
aprobar cambios legislativos que desincentiven la búsqueda
de empleo y que las finanzas públicas corrijan cuanto antes
los desequilibrios originados por los planes de estímulo
económico y la caída de la recaudación.
Los
economistas Gert Jan Koopman e Istvàn Székely, de la
dirección general de asuntos económicos de la Comisión
Europea, aseguran que esta crisis ya ha provocado una merma
de la producción "que puede ser del orden del 5% del
PIB" y advierten que si no se toma ninguna medida buena
parte de esa pérdida de la economía puede convertirse en
permanente. "Eso tendría grandes implicaciones para el
estado de bienestar en Europa, sus finanzas públicas y para
las aspiraciones de los ciudadanos respecto al futuro de su
nivel de vida", apuntan. "La incapacidad para
resolver los problemas del sector financiero casi con
seguridad llevaría a los países europeos a este
escenario".
Si
los economistas han centrado su interés repentinamente
sobre el impacto que la crisis financiera tiene para el
crecimiento potencial es por las implicaciones que esta
variable tiene para la política económica en el momento
actual.
El
apoyo público a los planes de rescate en todo el mundo
asciende a 10 billones de dólares, según los últimos cálculos
del Fondo Monetario Internacional (FMI), una cifra tan
abultada que pone en evidencia la necesidad de retirar esos
estímulos cuando la economía inicie su recuperación.
Nunca antes en la historia económica tantos países habían
incurrido al mismo tiempo en déficits públicos superiores
al 10% del PIB. De ahí que el FMI insista en la importancia
de que los gobiernos muestren su decisión de reducir los números
rojos a largo plazo aunque les urge a mantener los estímulos
a corto. Porque ése es el dilema: no retirar los estímulos
ni demasiado pronto ni tampoco hacerlo demasiado tarde. Y
una reducción del crecimiento potencial puede modificar
esos tiempos.
"Si
el PIB potencial se reduce, eso aumentará los dilemas de
política económica, fiscal y monetaria antes de lo que
esperamos. La razón es que las economías crecerán poco y
no generarán mucho empleo, pero al mismo tiempo pueden
generar inflación. Por otro lado, la corrección de las políticas
monetarias (subidas de tipos) puede afectar negativamente a
la inversión. Además, el carácter tan expansivo que se le
ha dado a las políticas fiscales, dificultará la
sostenibilidad de las cuentas públicas en una economía con
un menor crecimiento potencial y exigirá ajustes y
correcciones muy severos", explica López–Salido.
En
la misma línea, el Banco Central Europeo (BCE) ha
reconocido que la incertidumbre sobre el crecimiento
potencial y la brecha de producción tiene implicaciones
significativas sobre sus decisiones de política monetaria.
Una considerable reducción de estas variables "puede
interpretarse como una indicación de menores tensiones a la
baja sobre los precios", dice el banco, lo que
anticiparía la subida de los tipos de interés aunque el
crecimiento real de la economía no sea muy elevado.
En
el ámbito de la política fiscal, ese escenario también
implica que buena parte del actual déficit presupuestario
podría ser considerado "de naturaleza estructural. Eso
llevaría a que la consolidación de las finanzas públicas
fuera aún más necesaria con el objetivo de recuperar
posiciones fiscales sólidas", según asevera la
entidad en el boletín mensual de julio.
De
ahí la importancia que tiene en estas circunstancias la
coordinación de políticas económicas. "La ausencia
de coordinación de las estrategias de salida entre las
economías del G–8 y, en particular, los países europeos
es especialmente preocupante, porque puede ser mucho más dañina
y sembrar las bases de futuros desequilibrios", asegura
Marco Annunziata, economista jefe de Unicredit.
Por
su impacto de futuro, Koopman y Székely urgen a los
Gobiernos de la eurozona a adoptar medidas que impulsen un
aumento del crecimiento potencial. En un momento en el que
las sociedades desarrolladas deben hacer frente al
envejecimiento de la población y la "inevitable"
lucha contra el cambio climático, con su consiguiente carga
para las arcas públicas.
¡Es
el empleo, estúpido!
Parafraseando
al ex presidente de EE UU, Bill Clinton, durante la campaña
electoral de 1992, es la evolución del empleo el factor
decisivo para el crecimiento potencial de la economía española,
y no sólo –aunque sin duda también influye– por los más
de cuatro millones de parados que arrojan las estadísticas
oficiales. De hecho, en el pasado el crecimiento potencial
español ha aumentado cuando también lo ha hecho el número
de gente trabajando.
La
Comisión Europea explica en su informe que los países
afectados por una crisis financiera en los últimos veinte años
que han visto aumentar su crecimiento potencial coinciden
con aquellos en los que se ha registrado un fuerte aumento
de la productividad. Excepto en el caso de España. "En
España, el incremento del potencial de crecimiento se debió,
principalmente, al aumento sustancial de la aportación de
la población activa, lo que puede explicarse por la fuerte
subida de la tasa de actividad durante esos años",
dicen los autores del informe en una nota a pie de página.
Hasta ahora, la teoría decía que el PIB debía crecer a un
ritmo del 3% anual para crear empleo neto. Algunos incluso
decían que ese nivel se había reducido.
"Es
una falacia que haya cambiado ese patrón en los últimos años.
La evolución del empleo –y por tanto su contribución al
PIB potencial y real– va a depender de la evolución de
los costes laborales unitarios. Si los salarios suben por
encima del nivel de precios, sin duda el empleo se resentirá",
explica el profesor del IESE, Juan José Toribio. "Si
somos políticamente capaces de llevar a cabo las reformas
estructurales necesarias o los acuerdos sociales que en el
pasado impulsaron la creación de empleo, podremos superar
la actual crisis", dice con relativo optimismo.
A
corto plazo, al menos, parece que la tendencia es otra. La
OCDE explica que el deterioro del mercado de trabajo va a
restar 1,4 puntos porcentuales al crecimiento potencial de
España este año y 1,3 puntos en 2010. En total, el
crecimiento potencial de la economía española va a pasar
del 3,1% que registró de media entre 2006 y 2008 al 1,2%
entre 2009 y 2010 y del 2,1% previsto para el periodo
2011–2017.
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