¿Una
recuperación fantasma?
Por
Nouriel Roubini
crisis.economica.blog,
agosto 2009
Traducido
por Carlos Manzano
Nueva
York.– ¿Hacia dónde se dirige la economía americana y
mundial? El año pasado, había dos bandos en el debate. Uno
de ellos sostenía que la recesión en los Estados Unidos
tendría forma de V: corta y poco profunda. Duraría sólo
ocho meses, como las dos recesiones anteriores de
1990–1991 y 2001, y el mundo se desacoplaría de la
contracción de los Estados Unidos.
Otros,
incluido yo, sostuvieron que, dados los excesos de
apalancamiento del sector privado (en viviendas, entidades
financieras y empresas), sería una recesión en forma de U:
larga y profunda. Duraría unos 24 meses y el mundo no se
desacoplaría de la contracción de los EE.UU.
Hoy,
después de veinte meses de recesión en los EE.UU., que pasó
a ser mundial en el verano de 2008 con un reacoplamiento en
masa, la idea del desacoplamiento en forma de V ha quedado
descartada. Ésta es la peor recesión en los EE.UU. y
mundial en 60 años. Si la recesión en los EE.UU. llegara a
acabarse al final de este año, como es lo más probable,
habrá sido tres veces más larga y unas cinco veces más
profunda –desde el punto de vista de la reducción
acumulativa de la producción– que las dos anteriores.
Hoy
los economistas convienen en que la recesión ya ha pasado,
la economía de los EE.UU. y la economía mundial volverán
rápidamente al crecimiento y no existe peligro de una recaída.
Lamentablemente, ese nuevo consenso podría ser tan erróneo
ahora como equivocados han estado en los tres últimos años
quienes sostenían la hipótesis en forma de V.
Los
datos de los EE.UU. –aumento del desempleo, reducción del
consumo de las familias, descenso aún de la producción
industrial y debilidad del mercado de la vivienda– indican
que la recesión de los Estados Unidos aún no ha concluido.
Un análisis similar de muchas otras economías avanzadas
indica que, como en los EE.UU., falta muy poco para tocar
fondo, pero aún no se ha tocado. La mayoría de las economías
de los países en ascenso pueden estar volviendo al
crecimiento, pero sus resultados son muy inferiores a su
potencial.
Además,
por diversas razones, es probable que el crecimiento en las
economías avanzadas siga siendo anémico y muy inferior a
lo normal durante al menos un par de años.
Es
probable que por la primera razón haya un freno a largo
plazo del crecimiento: las familias necesitan desapalancarse
y ahorrar más, lo que limitará el consumo durante años.
En
segundo lugar, el sistema financiero –tanto los bancos
como las entidades no bancarias– está gravemente dañado.
La falta de un crecimiento sólido del crédito obstaculizará
el consumo y el gasto en inversión privados.
En
tercer lugar, el sector empresarial afronta una saturación
de la capacidad y es probable que, si el crecimiento es anémico
y persisten presiones deflacionistas, la recuperación de la
rentabilidad sea débil. A consecuencia de ello, no es
probable que las empresas aumenten los gastos de capital.
En
cuarto lugar, el apalancamiento del sector público mediante
grandes déficits presupuestarios y acumulación de deuda
podría bloquear una recuperación del gasto del sector
privado. Además, los efectos de la política de estímulo
se disiparán a principios del año próximo, con lo que hará
falta una mayor demanda privada para apoyar el crecimiento
continuo.
Ahora
la demanda privada interna –y en particular el consumo–
es débil o se está reduciendo en países muy gastadores
(los EE.UU., el Reino Unido, España, Irlanda, Australia,
Nueva Zelanda, etcétera), mientras que no aumenta lo
suficiente en países muy ahorradores (China, Asia,
Alemania, el Japón, etcétera) para compensar la reducción
de sus exportaciones netas. De modo que hay una disminución
mundial de la demanda agregada en comparación con la
saturación de capacidad de la oferta, lo que impedirá una
sólida recuperación económica mundial.
Además,
ahora hay dos razones para temer una recesión con dos
bajadas. En primer lugar, podría ocurrir que no se aplicara
bien la estrategia de salida del alivio monetario y
presupuestario, porque las autoridades reciben duras críticas
tanto si actúan a ese respecto como si no. Si se toman en
serio sus déficits presupuestarios (y una posible
monetización de éstos) y suben los impuestos, reducen el
gasto y enjugan el exceso de liquidez, podrían socavar la
recuperación, ya débil.
Pero,
si mantienen grandes déficits presupuestarios y siguen
monetizándolos, en algún momento –después de que las
actuales fuerzas deflacionarias lleguen a estar más
controladas–, los mercados de bonos se rebelarán. En ese
momento, las perspectivas inflacionarias aumentarán, como
también los rendimientos de los bonos estatales a largo
plazo, y la recuperación quedará bloqueada.
Una
segunda razón para temer una recesión con dos bajadas es
la de que los precios del petróleo, la energía y los
alimentos pueden estar aumentando más rápidamente de lo
que lo justificarían los datos económicos fundamentales y
la desviación de la liquidez acumulada hacia la caza de
activos y la demanda especulativa podrían hacer que
aumentaran aún más. El año pasado, el petróleo a 145 dólares
fue un punto de inflexión para la economía mundial, pues
creó una grave crisis de ingresos para los Estados Unidos,
Europa, el Japón, China, India y otros países importadores
de petróleo. Si fuerzas especulativas semejantes condujeran
rápidamente al petróleo hasta el nivel de 100 dólares por
barril, la economía mundial, apenas recuperada de su
postración, no podría soportar una crisis de contracción.
Así,
pues, el fin de esta grave recesión mundial estará más
cerca al final de este año que ahora, la recuperación será
anémica en lugar de sólida en las economías avanzadas y
existe un peligro en aumento de una recesión con dos
bajadas. Las recientes recuperaciones de los mercados de
valores, materias primas y crédito pueden haberse
adelantado a la mejora de la economía real. En ese caso, no
puede estar demasiado lejos una corrección.
(*)
Nouriel Roubini es presidente de Roubini Global Economics y
profesor de la Stern School of Economics de la Universidad
de Nueva York.
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