La
crisis está empezando
Por
Michel Husson (*)
Viento
Sur, 04/09/09
Traducción
de Alberto Nadal
Era
previsible: el menor temblor de la coyuntura iba a ser
interpretado como la señal del comienzo del fin de la
crisis. Un trimestre de crecimiento no negativo ha bastado
para que los traders y los bonus vuelvan con ardor. Se
intenta tranquilizar como se pueda. Así, el instituto
patronal francés Rexeco subraya que “el ajuste a la baja
de los efectivos en la fase recesiva actual ha sido más débil
que el observado en precedentes fases recesivas”.
Suponer
que la recesión pueda ser borrada por una mini–recuperación,
es no ver más allá de la punta de la nariz. Que el ajuste
sobre el empleo haya sido (relativamente) moderado tenida en
cuenta la amplitud del choque, es posible. Pero la
contrapartida es un retroceso brutal de la productividad que
Rexecode cifra en el 2,2%. Esto quiere decir que los
resultados de las empresas se degradan otro tanto, así como
las finanzas públicas por la parte del paro parcial que
toman a su cargo. ¿Quién puede creer que las empresas no
van a intentar restablecer sus ganancias, bloqueando los
salarios, o ajustando sus plantillas? Todos los
dispositivos, como el paro parcial que juega un papel
considerable en Alemania, tienen una duración de utilización
limitada. Y, cuando se agoten, los despidos directos tomarán
el relevo. El gobierno francés lo sabe bien, y ha
presentado más bien un perfil bajo a propósito del
“retroceso” reciente del paro adquirido a golpe de
“estadística creativa”, y que no impedirá su aumento
ulterior (bajo reserva de nuevos tratamientos “estadísticos”).
La
hipótesis de una recuperación significativa es poco
probable debido precisamente a los ajustes frente a la
crisis. En los Estados Unidos, la tasa de ahorro de las
familias ha aumentado sensiblemente, lo que quiere decir que
el sobreconsumo basado en el sobreendeudamiento no podrá ya
volver a encontrar su papel de motor del crecimiento. China
se reactiva también, pero la demanda interna juega un papel
más importante que las exportaciones, lo que implica también
menores importaciones y por tanto mercados menos dinámicos
para los Estados Unidos o Europa. Japón está catatónico,
el Reino Unido casi en quiebra y Alemania no cuenta más que
con las exportaciones, contribuyendo así a deprimir el
crecimiento en toda Europa. Un sector motor como el automóvil
va a averiarse una vez que los planes “renove” y
similares sean suprimidos. Y las empresas no están en
absoluto incitadas a invertir más allá de un mantenimiento
de las capacidades de producción en algunos sectores. No
hablemos del “ladrillo”.
Los
próximos meses verán pues ponerse en marcha un nuevo bucle
recesivo alimentado por dos mecanismos que no actúan aún.
En primer lugar, la demanda salarial va a acabar por
estancarse debido a la bajada del empleo y el bloqueo de los
salarios. A la vez, las medidas destinadas a reabsorber los
déficits presupuestarios van a anular progresivamente el
efecto de arrastre de los gastos públicos y sociales sobre
la actividad económica.
Sería
pues erróneo dejarse impresionar por el sentimiento general
de alivio: “¡bueno, finalmente no era tan grave!”
Tenemos, al contrario, ante nosotros varios años de
crecimiento deprimido y de medidas de austeridad destinadas
a enjugar los planes de relanzamiento. Tras los discursos
tranquilizadores, se juega en realidad una comedia
siniestra: lo que ocurre hoy, es la reconstitución discreta
de las ganancias y de las rentas, de la que el asunto de los
bonus es un pequeño símbolo. Y muy malos golpes se
preparan contra la Seguridad Social y las jubilaciones.
Todo
esto es, después de todo, comprensible: los intereses
sociales dominantes no tienen más que un único objetivo:
restablecer el funcionamiento del capitalismo anterior al
estallido de la crisis. Es lógico pero al mismo tiempo
absurdo. Lógico, porque no existe alternativa: de la última
gran recesión (la de 1974–75) el capitalismo pudo salir
al precio del gran giro neoliberal de comienzos de los años
1980. Pero no hay en el fondo más que dos formas de
funcionar para el capitalismo: “a lo Keynes”, como
durante los “Treinta Gloriosos”, o “a lo liberal”.
Como las presiones sociales son insuficientes para volver a
la primera fórmula, no queda otra salida que ir aún más
lejos en la vía neoliberal. Pero es absurdo: esta vía está
taponada de forma duradera porque sus condiciones de
viabilidad han sido destruidas por la crisis financiera. Tal
es la contradicción mayor del período que se abre.
(*)
Publicado en francés en la web de Michel Husson y en http://www.socialismo-o-barbarie.org/economia/090830_c_la_crise_commence.pdf
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