Stiglitz: "La crisis no ha
terminado"
Crisis.economica.blog,
15/09/09
Nueva York.– La caída de un ícono
de Wall Street marcaba para la posteridad, hace un año,
otro día de septiembre. La crisis financiera, que ya había
traspasado las fronteras de Estados Unidos y azotaba a todo
el planeta, forzaba al banco de inversión Lehman Brothers a
anunciar su bancarrota. La noticia desató una debacle en
Wall Street, que se contagió a todos los mercados. Ese día,
el 15 de septiembre de 2008, marcó para el Premio Nobel de
Economía, Joseph Stiglitz, "el fin de la supremacía
de los Estados Unidos".
La primavera que viven los mercados
financieros estos días sugiere, por momentos, que los
buenos tiempos han regresado y que la crisis forma parte del
pasado. Pero Stiglitz advierte que la crisis no ha
terminado: la economía global permanecerá débil otros
tres años, aumentarán el desempleo y la pobreza en casi
todo el planeta y, probablemente, se ampliará la brecha
entre ricos y pobres.
Para Stiglitz, América latina
"tiene que evitar el fundamentalismo de mercado"
si no quiere caer en los mismos errores que Estados Unidos.
–¿Qué factores influyen en la
forma en la que se dará la recuperación?
–La razón por la que no creo que la
recuperación vaya a ser robusta es que hay un problema real
en la sustitución de la demanda agregada. El consumo en
Estados Unidos será débil y, probablemente, se mantendrá
así. Si aumenta el desempleo, se dejarán de pagar más
hipotecas, y eso debilitará al sistema financiero, y hará
más difícil que se empiece a prestar de nuevo.
–Entonces, ¿para usted la crisis
no ha terminado?
–No. Creo que no ha terminado para la
mayoría de los estadounidenses, porque incluso los
optimistas no creen que la tasa de desempleo se mantendrá
por debajo del diez por ciento.
–¿La inflación puede ser un
nuevo problema en los próximos meses?
–No. El problema en el futuro
inmediato es la deflación con un desempleo alto. El
potencial de inflación en el largo plazo es más
significativo.
–Y la recuperación, ¿ha
comenzado?
–Se ha iniciado la recuperación del
colapso de los mercados financieros que siguió al 15 de
septiembre del año pasado. Estamos mejor. Pero la
recuperación de las causas subyacentes a la burbuja, de la
explosión de la burbuja y de la destrucción de los
balances, no. Eso aún está con nosotros.
–¿Qué problemas persisten en la
economía de Estados Unidos?
–La persistencia del problema con las
hipotecas, que, de hecho, se ha extendido desde el mercado
inmobiliario residencial hasta el mercado inmobiliario
comercial. Tenemos hogares cuya riqueza se ha destruido y
eso genera un consumo débil. Y, en el largo plazo, el
aumento del tamaño de la deuda va a ser muy negativo.
–¿Cuándo volverán a crecer las
economías desarrolladas?
–Técnicamente, el crecimiento
mundial, quizá, se reanude porque es un promedio que
incluye a países como China, que probablemente esté
creciendo a tasas del diez por ciento. Los países
desarrollados dependerán de las políticas que implementen
sus gobiernos y de otros factores, como la capacidad de
recapitalización de los bancos antes de que se venzan los
préstamos inmobiliarios del sector comercial. Pero si tengo
que conjeturar, diría que creo que hay una posibilidad
razonable de que los problemas persistirán hasta
2012–2013.
–¿La economía global seguirá débil
por otros tres años, entonces?
–Creo que eso será lo más probable.
Una forma de verlo es pensar que es posible que 2011 sea un
año muy difícil, a medida que el estímulo fiscal llegue a
su fin y no todos los otros problemas hayan sido resueltos.
–¿Se ampliará la brecha entre
ricos y pobres?
–Probablemente, sí. Las recesiones y
las depresiones son a menudo malas para los ricos y para los
pobres por diferentes razones. Los pobres pierden sus
trabajos y eso es lo que está ocurriendo ahora. Los ricos
pierden mucha de su riqueza, porque el valor de los activos
se reduce. Es difícil decir a priori cuál de estos efectos
es más importante, pero creo que, obviamente, para aquellos
trabajadores que pierden su empleo, la recesión es
devastadora.
–¿Qué efectos se verán en América
latina?
–Creo que una de las cosas que están
ocurriendo es que ya hay más cuestionamientos sobre el
modelo económico de Estados Unidos. Todo el mundo decía
que era tan maravilloso y, ahora, nos dicen que es
defectuoso en tantos aspectos esenciales. Creo que va a ser
uno de los grandes efectos. El segundo es que Estados Unidos
va a recortar la ayuda extranjera, y como China la está
expandiendo, ampliará su influencia.
–¿Crecerá nuevamente la región
a tasas elevadas como en los últimos años?
–No. Eso se debió, en parte, a los
beneficios de las supertasas de crecimiento de China y de
Estados Unidos. Pero esa era ha terminado. China puede
volver a un mayor crecimiento y, en alguna medida, algunos
de los países de América latina se beneficiarán de ello,
pero hay una conexión demasiado evidente entre América
latina y Estados Unidos como para que si este país está débil,
eso influya en la región.
A un año de la caída de Lehman
La recesión no fue depresión, pero
los problemas persisten
Por Inés Capdevila
La Nación, 13/09/09
La respuesta saldrá, tal vez, de una
sopa de letras. De ellas, la V graficaría un rebote tan
inesperado como improbable. Una U describiría una senda
lenta y dolorosa, aunque aportaría optimismo después de
los pronósticos apocalípticos. La W representaría otro
ciclo de auge y debacle. La L significaría la temida
repetición de los años 30.
El 15 de septiembre de 2008, cuando
quebró el banco Lehman Brothers, el mundo creyó tener la
certeza de que Wall Street sucumbiría como en 1929 y de que
otra Gran Depresión estaba por arribar. Apenas unos meses más
tarde llegó la señal de que ese escenario era posible:
comenzó la peor recesión global en 70 años.
Un año después y tras la reacción de
casi todos los gobiernos del planeta, esa contracción no
empeoró y, menos aún, desembocó en la depresión. De
hecho, a partir de 2010 la economía global podría volver a
crecer, aunque la recuperación será lenta. Eso anuncian
organismos financieros, gobiernos y expertos.
A todos ellos los persigue, sin
embargo, un interrogante: cómo será esa recuperación, con
qué fortaleza podrá la economía global reponerse si este
cataclismo dejó millones de desempleados, una demanda y una
inversión diezmadas, un comercio internacional cojo, un
sistema financiero casi extenuado y una desconfianza a
ultranza de los consumidores.
Para graficar y simplificar el incierto
futuro de la economía global, varios expertos apelan a la
sopa de letras; cada una de ellas corresponde a un
escenario. La gran mayoría de los economistas se inclina
por la U: una recuperación trabajosa que no estará exenta
de tropezones ni será uniforme entre las regiones.
"Es improbable que haya otra caída
estrepitosa, pero aún puede haber una recaída suave o, más
probablemente, una recuperación mundial muy lenta. La recaída
podría ocurrir muy pronto, una vez que pase el efecto
temporal de los estímulos y del aumento de los inventarios.
Es incierto si otros estímulos podrán tener la tracción
para terminar de sacar del hoyo a las economías
desarrolladas", dijo a LA NACION Eduardo Lora,
economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo
(BID).
Las naciones desarrolladas fueron las
primeras que entraron en el agujero negro de la crisis.
Protagonistas del sistema financiero global y del comercio
internacional, esos países se paralizaron y la riqueza de
sus ciudadanos comenzó a destruirse casi inmediatamente
después de la caída de Lehman Brothers.
El efecto contagio hacia las economías
emergentes no tardó en llegar y la recesión se afincó en
el mundo.
China y EE.UU.
Sin embargo, varios de esos países en
ascenso lograron, con sus reservas y el fortalecimiento de
su demanda interna, minimizar, en los últimos meses, el
impacto de la crisis.
Algunos, como China y la India, nunca
dejaron de crecer; otros, como Brasil, revirtieron sus tasas
negativas de producción y consumo. Ellos contribuyen hoy a
que la recesión mundial sea menor a la esperada.
El Fondo Monetario Internacional (FMI)
estima que la economía global se reducirá en un 1,3% este
año. Prevé que las naciones desarrolladas se contraigan un
3,7%. Esa cifra es menor que la que el organismo anticipaba
hace unos meses, pero bastante más negativa que el
crecimiento de 1,5% de los países emergentes.
"La recuperación no será igual
para todas las regiones. Nosotros observamos margen para un
crecimiento continuo en Asia y, con cierta demora, una
recuperación robusta en América latina. Las naciones
desarrolladas deberían ganar fuerza en los próximos meses,
con el peligro de desempeños frágiles en los próximos dos
años", dijo a LA NACION Vanessa Rossi, economista de
Chatham House, uno de los más prestigiosos centros de
estudio británicos.
A la cabeza de las economías
emergentes y del mundo desarrollado están, respectivamente,
dos naciones que mostraron comportamientos opuestos en la
crisis: el país del crecimiento que no se detiene, China; y
el centro del crac, Estados Unidos.
China logró sobrevivir al terremoto y
a la drástica reducción de la demanda de sus exportaciones
con, entre otros, un plan de estímulo. Su economía crecerá,
este año, un 7,5%, a diferencia de la norteamericana, que
caerá un 2,6%. Esa disparidad llevó a especular que China
podría convertirse en el corazón de la recuperación. Pero
el gigante asiático representa entre el 5 y el 7% de la
economia global; Estados Unidos, el 25%.
"China ayuda a la recuperación,
pero es más el motor de Asia que el motor global. Es la
recuperación de Estados Unidos la que, por ahora, puede
generar pronósticos optimistas", dijo a LA NACION una
fuente de Wall Street.
La primera economía mundial prevé
salir de la recesión antes de fin de año. Sus bolsas ya
alcanzaron a recobrar parte de las enormes pérdidas de
2008. Y, alentada por la ayuda pública, su producción
industrial también insufla optimismo.
Sin embargo, otros indicadores hacen
dudar a Estados Unidos del vigor de su recuperación –y,
por tanto, de la del mundo–.
La desocupación llegó a 9,7% y podría
aumentar. El consumo, ése que solía mover la economía
global, se derrumbó. Y su sistema financiero no logra salir
del shock para poder alimentar la recuperación. Varios de
sus bancos, descapitalizados, aún tambalean y, a pesar de
tasas de intereses exiguas y de los alicientes fiscales, el
crédito está petrificado.
"Es demasiado temprano para hablar
de una recuperación sostenida, porque el sistema financiero
no ha podido restablecer el crédito. No va a haber un
regreso a la «normalidad», es decir lo que sucedía en
2007 o antes, sin que haya capacidad de préstamos",
dijo a LA NACION James Galbraith, del Instituto de Economía
Levy, desde Estados Unidos.
El FMI advierte que si el sistema
financiero no es reestructurado, el crédito faltará
"por un tiempo considerable".
En las antípodas de esta sequía está
la "normalidad" de la época del crédito fácil
que condujo al crac. El de esos años era el mundo de la
exuberancia, que comenzó con una burbuja en el sector
inmobiliario y se extendió a las finanzas de alto riesgo.
Sus protagonistas fueron desde los cientos de miles de
norteamericanos de bajos ingresos que, con hipotecas
subprime , compraron sus casas hasta los países
superavitarios que destinaban sus excedentes a los mercados
de los derivados, instrumentos de poco control e increíbles
beneficios.
Pero cuando la burbuja explotó, las
hipotecas se volvieron tóxicas e incobrables y los bancos,
sobrecargados con ellas, sucumbieron. Y, hace un año, el
mundo se detuvo. Dos fenómenos sobrevinieron
inmediatamente: las medidas de emergencia de los Estados y
las profecías sobre otra gran depresión, por el impacto
casi automático que tuvo el colapso bancario en la economía
real.
El pronóstico sobre la repetición de
la crisis de 1929 era aterrador. Entre ese año y 1933,
tiempo en que la depresión comenzó a revertirse
lentamente, la economía mundial se redujo en un 26,5%. Hoy,
semejante contracción hubiese significado cientos de
millones de desempleados, una pobreza de crecimiento
exponencial y una peligrosa inestabilidad social.
Lecciones de 1929
Sin embargo, pasaron 80 años y los
Estados "y la macroeconomía" aprendieron
"las lecciones de 1929". "Esa es una de las
causas por las cuales la recesión no empeoró", dijo a
LA NACION Rodrigo Delgado Aguilera, de Chatham House.
Tras el colapso de 1929, los gobiernos
de las entonces potencias entraron en acción pero sin
perder de vista el equilibrio de sus cuentas públicas, un
arma de doble filo que impuso límites a sus políticas.
En 2008, los Estados, incluso los más
apegados al libre mercado, también irrumpieron en la economía
para salvarla. Lo hicieron con políticas y planes de estímulo
y con tal energía que el mundo comenzó a cuestionar el
futuro del capitalismo.
Esa intervención masiva, que fue desde
Estados Unidos hasta Australia y desde Islandia hasta la
Argentina, fue y es financiada, en la mayoría de los casos,
con enormes déficits fiscales, al contrario de lo ocurrido
en 1929. "Una de las noticias que deja la crisis es que
el mundo es más tolerante de lo que creía con los grandes
déficits", dijo Galbraith.
Al igual que Paul Krugman, último
premio Nobel de Economía, Galbraith cree que los déficits
no son necesariamente malos y que los planes de estímulo
fueron, en parte, las causas del incipiente fin de la recesión
global. Sin embargo, en la discusión sobre el impacto de
esos déficits no hay consenso.
"Representan un riesgo a largo
plazo porque son sumas muy significativas de endeudamiento.
Pero si los Estados quitan el freno ahora, los planes no van
a tener el efecto buscado", dijo Delgado Aguilera.
Los mandatarios del G–20 buscarán
resolver ese dilema, dentro de unos días, en una cumbre. Cómo
y cuándo desacoplar las economías de la ayuda estatal
puede ser, tanto como el futuro de la economía
norteamericana y de las emergentes, crítico para determinar
si el mundo se enfrenta a una recesión con forma de U, W o
L.
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