El dilema del capitalismo con la "población sobrante":
mercancía sin rentabilidad
Informe de la ONU sobre el hambre
Por Manuel Freytas (*)
IAR Noticias, 18/09/09
Según
la ONU, con "menos del 1%" de los fondos económicos
que han utilizado los gobiernos capitalistas centrales para
salvar al sistema financiero global (bancos y empresas que
han desatado la crisis económica), se podría resolver la
calamidad y el sufrimiento de miles de millones de personas
(casi la mitad de la población mundial) que son víctimas
de la hambruna a escala mundial. ¿Y porqué no se hace? Por
una razón de fondo: Los pobres, los desamparados, la
"población sobrante", no son un "producto
rentable" para el sistema capitalista.
En medio de la euforia desatada por lo que los analistas del sistema llaman
el "comienzo del fin" de la crisis recesiva
internacional, la ONU advirtió el miércoles, que el hambre
aumentó "significativamente" y ha batido un récord
en los dos últimos años.
En un primer capítulo, en el 2008, y a causa del aumento de los precios del
petróleo, hubo una escalada mundial del precio de los
alimentos que incrementó el proceso de hambruna que padecen
habitualmente las poblaciones más desprotegidas de Asia, África
y América Latina.
En un segundo capítulo, con el desarrollo de la crisis recesiva global, ese
proceso se agudizó arrojando a más población desposeída
a la marginalidad y a la carencia de alimentos para
subsistir aunque sólo sea a escala precaria.
Según la ONU, en el mundo ya hay más de 1.000 millones de personas que
padecen hambre, la cifra más alta de la historia, y en todo
el planeta hay 3.000 millones de desnutridos, lo que
representa casi la mitad de la población mundial, de 6.500
millones.
Los datos fueron difundidos casi al mismo tiempo por la directora del
Programa Mundial de Alimentos (PMA), Josette Sheeran, en
Londres, y el relator especial de la ONU sobre el Derecho a
la Alimentación, Olivier de Schutter, en un foro en México.
La directora del PMA cifró la cantidad de hambrientos, es decir, personas
que no acceden ni siquiera a los requerimientos básicos de
alimentación, en 1.020 millones, y advirtió que el flujo
de ayuda humanitaria está en "un mínimo histórico".
Para Sheeran: "Este año tenemos más personas hambrientas que
nunca" y remarcó que "muchos se despiertan y no
cuentan ni con una taza de comida".
"El problema con la crisis alimentaria y la crisis financiera es que se
han permeado silenciosamente en todo el mundo, afectando
selectivamente a los miles de millones que se encuentran en
el fondo del mundo (en términos de pobreza), que son los más
vulnerables", dijo Sheeran a Reuters en una entrevista.
De acuerdo con la funcionaria responsable del organismo humanitario de la
ONU, esa situación es una "receta para el
desastre" y resulta "crítica para la paz,
seguridad y estabilidad en muchos lugares del mundo".
Además, Sheeran avisó que el PMA afronta "un grave déficit
presupuestario", pues este año sólo recibió US$
2.600 millones de un total de US$ 6.700 millones necesarios
para dar de comer a 108 millones de personas en 74 países.
Sobre el terreno, esa falta de fondos se traduce en el
recorte de programas que se desarrollan en distintos países.
Hay que aclarar, a modo de ejemplo más esclarecedor, que los US$ US$ 6.700
millones del programa para "combatir el hambre
mundial", equivalen solamente a un 10% de la fortuna
personal de Bill Gates, el hombre que encabeza la lista de
millonarios a escala global.
La directora del PMA remarcó que, con "menos del 1%" de las
inyecciones económicas que han hecho los gobiernos para
salvar al sistema financiero global, se podría resolver la
calamidad de millones de personas que son víctimas de la
hambruna.
Las fábricas
del hambre
Dentro del mercado y de la sociedad de consumo capitalista, la lógica de
producción no se mide por la satisfacción de las
necesidades básicas de la sociedad (comida, vivienda salud,
educación etc.) sino por los parámetros de optimización
de la rentabilidad privada.
La producción de bienes y servicios (esenciales para la supervivencia)
controlada por el capitalismo está socializada, pero su
utilización está privatizada: No responde a fines sociales
de distribución equitativa de la riqueza producida por el
trabajo social sino a objetivos de búsqueda de rentabilidad
capitalista privada.
En este marco, y fuera de la orbita del control estatal de los gobiernos,
los recursos esenciales para la supervivencia están
supeditados a la lógica de rentabilidad capitalista de un
puñado de corporaciones trasnacionales (con capacidad
informática, financiera y tecnológica) que los controlan a
nivel global, y con protección militar–nuclear de EEUU y
las superpotencias.
En ese escenario, la producción y comercialización de alimentos no está
supeditada a la lógica del "bien social", sino a
la más cruda lógica de la rentabilidad capitalista.
Según la FAO, diez corporaciones trasnacionales controlan actualmente el
80% del comercio mundial de los alimentos básicos, y
similar número de mega empresas controlan el mercado
internacional del petróleo, de cuyo impulso especulativo se
nutre el proceso de suba de los alimentos, causal de la
hambruna que ya se extiende por todo el planeta.
Detrás de este fabuloso negocio con los recursos esenciales para la
supervivencia humana, se encuentran los principales bancos y
grupos financieros de Wall Street, que juegan un rol
determinante en la especulación que se ejerce en los
mercados energéticos y de materias primas y que impulsan la
actual escalada de los precios de los alimentos.
Entre los primeros pulpos trasnacionales de la alimentación, se encuentran
la empresa suiza Nestlé SA., la francesa Groupe Danone SA.
y la Monsanto Co., que lideran mundialmente la
comercialización de alimentos y que, además de controlar
la comercialización y las fuentes de producción, poseen
todos los derechos a escala global sobre semillas e insumos
agrícolas.
Los niveles de producción no se realizan atendiendo a las necesidades
humanas de la población, sino atendiendo a las necesidades
del mercado y de la ganancia capitalista.
Despojados de su condición de "bien social" de supervivencia,
esos recursos se convierten en mercancía capitalista con un
valor fijado por la especulación en el mercado, y los
precios no se fijan sólo por la demanda del consumo masivo,
sino básicamente por la demanda especulativa en los
mercados financieros y agro–energéticos.
Y los gobiernos, al no tener poder de gerenciación sobre sus recursos
agroenergéticos se convierten en títeres de las
corporaciones que los controlan y que se apoderan de la
renta del producido por el trabajo social de esos países.
Y como el capitalismo trasnacional (las corporaciones que controlan el petróleo
y los alimentos) sólo produce para quien está en capacidad
de comprar esos productos, la falta de poder adquisitivo de
las mayorías empobrecidas del planeta, lleva su vez a que
las corporaciones reduzcan la producción para achicar
costos y preservar la rentabilidad vendiendo menos pero más
caro.
El mundo atraviesa por una sobredemanda de alimentos y de petróleo que, a
su vez, reproduce la rentabilidad de los grupos que
hegemonizan el poder sobre la producción y comercialización,
y sobre los mercados de la especulación financiera de las
materias primas.
De esta manera, a los pulpos petroleros y alimentarios no les interesa
producir más, sino ganar más produciendo lo mismo con baja
de costos de personal e infraestructura.
Y por más apelaciones que hagan las instituciones "asistencialistas"
del sistema capitalista como la ONU y la FAO (que suceden a
la caridad religiosa) las corporaciones transnacionales
establecen su dinámica productiva a partir de la relación
costo–beneficio.
Esto es, y atendiendo a la lógica esencial que guía el desarrollo histórico
del capitalismo, sólo producen atendiendo a la ley de la
rentabilidad, a la ley del beneficio privado, y no
atendiendo a la lógica del beneficio social.
Por lo tanto, no hay "crisis alimentaria" (como sostienen la FAO,
la ONU, el Banco Mundial, y las organizaciones del
capitalismo como el G–8) sino un incremento de la hambruna
mundial por la especulación financiera y la búsqueda de
rentabilidad capitalista con el precio del petróleo y los
alimentos.
El control de las fuentes, de la producción, de la comercialización
internacional y de la masa de recursos financieros
emergentes por las corporaciones trasnacionales, tornan
impotentes a los gobiernos dependientes (sin poder de
gerenciación sobre esos recursos) para resolver los
problemas de la hambruna que aquejan a sus pueblos.
Por otra parte, los fondos que destinan la ONU, el Banco Mundial y demás
organizaciones del capitalismo trasnacional, son mendrugos
comparados con la ganancias multimillonarias de los pulpos
petroleros y de la alimentación y el crecimiento de las
fortunas personales de sus directivos y accionistas.
El
dilema con la "población sobrante"
En este escenario, y dentro de los parámetros funcionales del sistema
capitalista (establecido como "civilización única")
la "población sobrante" (los desposeídos y famélicos
de la tierra) son las masas expulsadas del circuito del
consumo como emergente de la dinámica de concentración de
riqueza en pocas manos.
Estas masas desposeídas, que se multiplican por las periferias de Asia, África
y América Latina, no reúnen los estándares del consumo básico
(supervivencia mínima) que requiere la estructura funcional
del sistema para generar rentabilidad y nuevos ciclos de
concentración de activos empresariales y fortunas
personales.
Pero de esta cuestión estratégica, vital para la comprensión de la crisis
global y de su impacto social masivo en el planeta, la
prensa internacional no se ocupa. Los medios locales e
internacionales están ocupados en dilucidar como la crisis
produce la disminución de las fortunas de los ricos y la pérdida
de rentabilidad de las empresas.
Tanto el "milagro asiático" como el "milagro
latinoamericano" (del crecimiento económico sin
reparto social) se construyeron con mano de obra esclava y
con salarios en negro. Esto lleva a que, al caerse el
"modelo" por efecto de la crisis recesiva global,
el grueso de la crisis social emergente con despidos
laborales en masa se vuelque en esas regiones.
Además, esa masas expulsadas del circuito del consumo, requieren (para
darle una pantalla "compasiva" al sistema) de una
estructura "asistencialista" compuesta por la ONU
y las organizaciones internacionales que representan una
carga y un "pasivo indeseable" en los balances de
gobiernos y empresas trasnacionales a escala global.
Durante las crisis (como la que hoy vive el sistema capitalista) las
empresas y bancos preservan sus rentabilidad "achicando
costos".
Y las primeras víctimas, las variables de ajuste, son las masas asalariadas
y los sectores más vulnerables de la sociedad que pagan la
crisis de los ricos con despidos y reducción de sus
salarios, mientras que los sectores más desprotegidos
sufren el impacto directo de los recortes de los planes
sociales y de ayuda a la pobreza de los gobiernos.
Quien trate de quitarles el control de los recursos esenciales a las
empresas y bancos trasnacionales, antes deberá derrotar al
poder militar nuclear de EEUU y de las potencias aliadas de
la Unión Europea, gendarmes y reaseguros políticos de las
corporaciones capitalistas que han convertido el planeta en
una economía de enclave al servicio de la rentabilidad
privada.
Dentro de esta ecuación (de un sistema de producción mundial solo
orientado a la búsqueda de rentabilidad) se desarrollan dos
efectos inversamente proporcionales: Un crecimiento récord
de las fortunas personales y de los activos empresariales
capitalistas, y un crecimiento récord (como consigna la
ONU) de los pobres y hambrientos que ya alcanzan la mitad de
la población mundial.
En el desenlace de este proceso (de concentración de riqueza con
"población sobrante") se incuban las bases y el
detonante de un "Apocalipsis social" que el
sistema y sus analistas todavía no registran ni prestan
atención.
Es un dilema que no figura en ningún debate ni discusión internacional,
sencillamente, porque el pobre, el hambriento, no es mercancía
rentable, está fuera del circuito del consumo y no genera
dividendos.
Y el desenlace, no es profético sino matemático: ¿Qué va a pasar cuando
la mitad de la humanidad que no come avance sobre sus
verdugos?
La plaga del hambre que ya se extiende como una epidemia por las áreas
empobrecidas del planeta genera las condiciones para un
"Apocalipsis social".
Casi la mitad de la población del planeta –según la ONU– sobrevive en
estado de pobreza o por debajo de la escala de
supervivencia, sin satisfacer sus necesidades básicas de
alimentación.
No hace falta mucha imaginación (el fenómeno ya se verifica en la
realidad) para mensurar el factor apocalíptico masivo que
representaría para el sistema el avance de ejércitos de
hambrientos buscando comida para supervivir en las grandes
urbes, enfrentando con la violencia a la represión militar
o policial.
¿Qué puede detener a un hambriento? ¿Que puede perder un hambriento más
allá de su vida que ya casi ni la tiene? Se trata del
instinto de conservación, el primer sistema de señales que
guía la conducta de un ser humano o de un animal en
situaciones extremas de lucha por la supervivencia.
¿Acaso se utilizarían tanques, aviones y arsenales nucleares para detener
a los miles de millones de pobres atacados de "hambre
celular" que se abalanzarían masivamente sobre las
ciudades para conseguir alimentos por los medios que fuesen?
¿Con qué discurso los políticos del sistema podrían contener a los
atacados de incontinencia alimentaria y reencauzarlos por la
senda de la "civilización" y de la
"gobernabilidad democrática" capitalista?
¿Cuánta propiedad privada concentraría un "empresario"
capitalista antes de que las multitudes de hambrientos
saqueen su casa y destruyan todo lo que encuentran a su
paso, incluso su vida y la de su familia?
¿Cuántas balas o misiles alcanzarían a disparar las tropas militares
antes de ser destrozadas por las multitudes enfurecidas por
el hambre y la reacción instintiva de la búsqueda de
supervivencia a cualquier costo?.
No se trata de una revolución racional y planificada por la toma del poder
político, se trata de la "barbarie" en su escala
primitiva, una regresión al hombre prehistórico, sin ningún
molde de "civilización" o de "convención
social" que lo contenga en su búsqueda de alimentos
para supervivir en la inmediatez.
Se trata, en última instancia, de una reacción inconmensurable de la masa
de "población sobrante", que el estúpido,
irracional y criminal sistema capitalista todavía no
registra.
(*)
Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de
estructuras del poder, especialista en inteligencia y
comunicación estratégica.
|