Las
reformas que prometió el gobierno de Obama encuentran gran
resistencia en el Congreso
A un
año del colapso, los cambios aún no llegaron a
Wall Street
Por
Alex Berenson
The
New York Times, 12/09/09
La
Nación, 14/09 /09
Traducción
de Jaime Arrambide
Nueva
York.– Wall Street sigue vivo. Un año después del
colapso de Lehman Brothers, la sorpresa no es lo mucho, sino
lo poco que ha cambiado el mundo de las finanzas.
Gracias
al respaldo de enormes garantías federales, los grandes
bancos han puesto en marcha una reestructuración que no ha
pasado de ser un maquillaje. En la industria financiera, el
desempleo ha crecido apenas un 8 por ciento desde septiembre
pasado. Sólo un puñado de los grandes fondos de riesgo ha
cerrado. Los salarios del sector ya se acercan a los niveles
anteriores a la crisis, encabezados por los 30.000 empleados
de Goldman Sachs, cuyos ingresos promediarán este año los
700.000 dólares por cabeza.
Según
un informe dado a conocer por J. P. Morgan Securities la
semana pasada, es muy improbable que se produzcan recortes
salariales de envergadura. Los ejecutivos de los principales
bancos han conservado sus puestos. Y después de las fuertes
bajas, el mercado de capitales se ha vuelto a disparar.
El
gobierno de Barack Obama propuso cambios en la regulación,
pero incluso quienes los apoyan dicen que es difícil que
sean aprobados en el Congreso. Por ahora, los bancos siguen
vendiendo y operando con opciones a futuro, a pesar del
papel que desempeñaron en el caos del año pasado. Los
cambios radicales, como los topes salariales y las
restricciones al tamaño de los bancos, enfrentan una
resistencia apabullante. Y hasta los cambios mínimos, como
exigir a los bancos que revelen más información sobre su
portfolio de opciones a futuro, están lejos de llegar a
concretarse.
La
quiebra de Lehman Brothers marcó el clímax del cataclismo
que sacudió a la industria financiera, y se produjo el
mismo fin de semana de la venta de Merril Lynch y del
rescate de último minuto de la descomunal aseguradora AIG.
Durante
los días subsiguientes, prácticamente todo el mundo parecía
estar de acuerdo en que se imponía una reforma profunda de
Wall Street. El modelo de "si no gano, me
rescatan" no podía continuar. Sus días de salarios de
8 dígitos debían terminar.
Sin
embargo, tanto los legisladores como los reguladores se han
pasado la mayor parte del último año tratando de salvar a
la industria financiera, y no de transformarla. En el corto
plazo, han tenido éxito. El Citigroup y otros bancos en
problemas han logrado evitar la quiebra, y la economía ha
esquivado la depresión.
Pero
los mismos inversores y economistas que predijeron (y en
algunos casos sacaron provecho) el colapso dicen que el
rescate ha tenido un costo extraordinario. Advierten que si
no se solucionan los riesgos sistémicos de la industria
financiera, podrían provocar una crisis aun mayor en apenas
unos años, no décadas. La próxima vez, afirman, la
solvencia del gobierno de Estados Unidos podría peligrar.
Simon
Johnson, profesor del Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT) y ex economista en jefe del Fondo
Monetario Internacional (FMI), consideró que las semillas
del próximo colapso ya han brotado. Si se permite que los
grandes bancos sigan haciendo apuestas que en definitiva sólo
están respaldadas por la garantía de los contribuyentes,
volverán a las prácticas que los llevaron a suscribir
billones de dólares de créditos incobrables, dijo Johnson.
"Correrán
riesgos desmedidos, volverán a fracasar y la factura que
nos llegará será gigantesca", predijo Johnson.
Esa
visión apocalíptica está lejos de ser compartida por
todos.
Los
ejecutivos de Wall Street dicen que la quiebra de Lehman
Brothers les abrió los ojos sobre la fragilidad de sus
instituciones. Señalan que han reducido sus opciones de
riesgo y el apalancamiento, lo que ha generado un mayor
colchón contra eventuales pérdidas. Y afirman que los
entes reguladores hicieron bien en apoyar a la industria
financiera durante el año pasado, en lugar de imponerle
nuevas reglas o permitir que los bancos más débiles
colapsaran.
Oportunidad
perdida
Pero
hasta algunos ejecutivos de alto rango de Wall Street se
muestran sorprendidos por la falta de cambios.
Robert
J. Shiller, el profesor de economía de la Universidad de
Yale que predijo el derrumbe de las "puntocom" y
el estallido de la burbuja inmobiliaria, dijo que el tiempo
para implementar los cambios se está agotando. "La
gente acepta los cambios en momentos de crisis, pero no
hemos logrado hacer demasiado y es probable que estemos
cayendo nuevamente en la autocomplacencia," opinó
Shiller. "Estamos perdiendo la oportunidad."
Kenneth
C. Griffin, fundador y jefe ejecutivo de Citadel Investment
Group, señaló que los reguladores y legisladores debieron
imponer reglas que permitieran que los bancos en problemas
cerraran, en vez de permitirles operar indefinidamente con
el respaldo del dinero de los contribuyentes.
"Debemos
cambiar las reglas y corregir las fallas estructurales del
sistema financiero", afirmó.
Quienes
critican al sector argumentan que si no se producen
profundos cambios regulatorios, la reducción en la toma de
riesgo será sólo temporaria. Nasim Nicholas Taleb, un
operador y experto en estadística, viene afirmando desde
hace años que la subestimación del riesgo por parte de las
empresas financieras es crónica. Universia Investments, el
fondo de 5000 millones de dólares del que es director,
obtuvo el año pasado más de un 100% de ganancias apostando
a la posibilidad de un colapso de los mercados. Taleb
advierte que el sistema se ha vuelto aún más riesgoso. El
amplio respaldo estatal que comenzó luego de la quiebra de
Lehman hará presumir a los inversores que el gobierno
siempre estará allí para impedir la quiebra de los grandes
bancos, afirmó.
Los
economistas llaman a este fenómeno "riesgo
moral". Los banqueros tienen un término diferente:
YMHI. La sigla implica que cuando el negocio sale mal,
"Ya Me Habré Ido", no sin antes cobrar una
considerable comisión por los servicios prestados.
A
pesar de las predicciones del año pasado acerca de los
recortes salariales en el sector, las bonificaciones y
comisiones parecen estar aseguradas. Kian Abouhhossein,
analista de la filial de Londres de J. P. Morgan, predijo
esta semana que durante 2011 ocho de los principales bancos
norteamericanos y europeos pagarían a los 141.000 empleados
de sus oficinas de inversión un total de 77.000 millones de
dólares –alrededor de 543.000 dólares por empleado, no
muy lejos del pico registrado en 2007–, incluso si se
introdujeran cambios menores en la regulación.
Para
impedir una reedición de la crisis del año pasado, quienes
invierten en instituciones financieras deben creer que si
los bancos quiebran ellos perderán dinero, opinó Sheila C.
Bair, directora de la Federal Deposit Insurance Corporation.
"Hay que enviar una señal clara y fuerte para imponer
disciplina a los mercados", dijo Blair.
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