El
declive del dólar, un dolor de cabeza para los bancos
centrales del mundo
¿Hasta
dónde puede llegar la caída del dólar?
Por
Alex Frangos
Wall
Street Journal, 17/09/09
Ayer
fue otra jornada negra para la divisa estadounidense que dejó
en claro la inmensa presión a la que está sometida. Pero
la significativa caída que registró en los últimos meses
plantea la posibilidad de que otros factores actúen como
freno y contengan el descenso.
El
miércoles, el euro alcanzó un récord en los últimos 12
meses contra el dólar, a medida que las acciones
estadounidenses y los precios del petróleo subían. El dólar
ha declinado en las últimas dos semanas en momentos en que
las señales de mejoría de la economía mundial han
aumentado el apetito de los inversionistas por el riesgo.
Eso los ha llevado a desprenderse de la moneda verde para
comprar activos que ofrecen mayores retornos denominados en
otras divisas.
A última
hora de ayer, el euro se transaba en Nueva York a US$1,4730,
en comparación con US$1,4676 del martes, tras alcanzar
durante la jornada US$1,4736, un máximo de doce meses.
Algunos analistas predicen que el euro romperá la barrera
de US$1,50 para fines de año.
El
dólar estaba a 90,85 yenes, frente a los 91,06 del martes
por la tarde en Nueva York. La moneda de Estados Unidos ha
caído contra el yen, el dólar australiano y la mayoría de
las monedas asiáticas desde que el mercado bursátil tocó
fondo en marzo. El índice del dólar contra una canasta de
monedas de los principales socios comerciales de EE.UU.
alcanzó un nuevo mínimo para 2009, de 76,244.
"Es
difícil ser optimista respecto al dólar", señala
Adam Boyton, un estratega de divisas para Deutsche Bank, en
Nueva York.
Gran
parte de la carga que pesa sobre el dólar son las
expectativas de los inversionistas de que otros bancos
centrales subirán sus tasas de interés antes que la Fed.
Un alza de las tasas de interés atraerá dinero a esos países,
lo que servirá como trampolín para sus monedas.
Es
probable que Australia, animada por la demanda china de sus
materias primas, eleve las tasas de interés antes de fin de
año. Su moneda alcanzó el miércoles un máximo de un año
de US$0,8732, lo que representa un repunte de 45% frente a
su mínimo de octubre de 2008.
El dólar
sólo se ha depreciado ligeramente frente al euro respecto
de su valor hace un año, cuando la crisis financiera azotó
con mayor virulencia. Aun así, sigue siendo en torno a 8% más
fuerte de lo que era cuando el euro alcanzó su cima, en
julio de 2008. Todo esto sugiere que al dólar le esperan más
problemas en el corto plazo.
Mientras,
es improbable que EE.UU. oponga mucha resistencia al
debilitamiento de su moneda siempre y cuando sea ordenado.
Un dólar débil abarata las exportaciones estadounidenses
en el mercado mundial. Además, los inversionistas
estadounidenses con activos en el extranjero ven cómo sus
ganancias aumentan gracias a las tasas de cambio que
perjudican al dólar.
Sin
embargo, el fortalecimiento de las divisas puede actuar como
un freno sobre las economías impulsadas por las
exportaciones. Mientras más suban el euro y el dólar
canadiense, por ejemplo, menor será la presión que
enfrentarán los bancos centrales europeos y canadiense para
aumentar sus tasas de referencia.
Otra
sorpresa podría ser que la economía estadounidense crezca
más que lo que anticipan los economistas. Parte del motivo
por el que el euro le ha ganado tanto terreno al dólar es
la creencia de que la economía europea se recuperará antes
que la de EE.UU. Aun así, todavía no hay nada que
garantice que eso sea así.
"Si
la moneda es una calificación sobre las posibilidades de un
país y su economía, no pienso que Europa esté más
adelantada que nosotros", señala Uri Landesman, gestor
de fondos y estratega jefe de capital para ING Investment
Management, en Nueva York.
A su
vez, el descenso del dólar les está causando un molesto
dolor de cabeza a los bancos centrales que monitorean la
recuperación de las frágiles economías. Un dólar débil
significa que a los consumidores estadounidenses les cuesta
más comprar bienes extranjeros, lo que aumenta la tensión
para los países que cuentan con un repunte de las
exportaciones.
Los
bancos asiáticos tomaron medidas en los últimos meses para
evitar que sus monedas se fortalecieran demasiado y podrían
seguir haciendo lo mismo.
Aparte
de China y Japón, las otras grandes economías de Asia
aumentaron sus reservas de divisas extranjeras en parte como
una medida para asegurarse de que sus monedas sigan siendo
baratas, dice Daniel Hui, estratega de HSBC en Hong Kong.
¿Se
encamina el dólar a perder su rol de
divisa de reserva del
mundo?
Por
Dennis K. Berman
Wall
Street Journal, 07/09/09
Dentro
de unas décadas, tal vez la crisis de 2008 no sea recordada
como los últimos días de Bear Stearns y Lehman Brothers,
sino como el momento en que el dólar perdió su posición
de privilegio indiscutido entre las divisas del mundo.
Suena
como algo improbable ahora, pero para un activista de
derechos humanos de Malasia; un legislador de Filipinas; el
presidente del banco central de China, Zhou Xiaochuan, y el
presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, el rol del dólar
como la divisa de reserva mundial presenta inestabilidades
económicas inherentes, con consecuencias peligrosas.
Tanto
en la fase que antecedió a la crisis como durante la crisis
misma, una obsesión de mantener dólares en sus arcas
contagió a las economías de todo el mundo. Actualmente,
estos países temen la inflación del dólar, que podría
decapitar sus reservas bancarias.
No
se trata sólo de argumentos técnicos. Estados Unidos perdió
credibilidad durante la crisis financiera, lo que abrió un
flanco para cuestionar su supremacía.
Sobran
las razones para dudar de la teoría del derrocamiento del dólar.
Pero uno también empieza a divisar, a lo lejos, la clase de
cambio que se forja a lo largo de una generación. Algunos
amenazaron con abandonar el patrón oro durante las crisis
bursátiles de las décadas de 1870 y 1880. No volvió a
ocurrir durante 50 años.
"Lo
que era válido en 1945 ya no lo puede seguir siendo
hoy", dijo Sarkozy recientemente. "El dólar ya no
puede considerarse la única moneda del mundo".
En
Malasia, el pacifista Chandra Muzaffar ha insistido que el dólar
ha perdido su fuerza como la única moneda de reserva del
mundo. "Ese es uno de los pilares de la hegemonía
estadounidense", observa. "Hay señales de que
estamos al borde de un cambio muy importante".
Un
potente indicador del cambio apareció en marzo, cuando el
presidente del banco central de China sugirió abandonar el
dólar como una divisa de reserva. Las implicaciones prácticas
son inmensas y llenas de consecuencias indeseadas, algo que
los chinos conocen de sobra. La medida podría causar
estragos en la economía de EE.UU., al elevar los costos del
crédito y disminuir su capacidad de endeudamiento. Un
alejamiento repentino del dólar también podría devaluar
el gigantesco portafolio chino en esa divisa.
La
opción preferida por el presidente del banco central chino
es pasar a depender más de los SDR, o derechos especiales
de giro, una divisa creada por el Fondo Monetario
Internacional. El SDR es una divisa sintética que consiste
de una canasta que incluye el dólar, el euro, el yen y la
libra esterlina, y contribuye a las reservas de los bancos
centrales.
El
SDR sigue muy ligado al dólar. Desde el fin del patrón
oro, sin embargo, ha sido lo más cercano a una moneda
internacional. hace dos semanas, sin ir más lejos, el FMI
distribuyó la mayor cantidad de SDR de la historia, unos
US$250.000 millones que repartió entre los bancos centrales
del mundo. Pero el SDR sigue siendo irrelevante.
"No
será fácil", dice Walden Bello, un crítico de la
globalización y miembro del Congreso de Filipinas, quien
calcula que deshacerse del dólar podría llevar hasta 15 años.
"Hay todo un nuevo equilibrio de poder. Una gran
cantidad de países podría decidir que ya no podemos
permitir que nuestras economías se sometan a las políticas
económicas de EE.UU.".
Michael
Pettis, un profesor de la Escuela de Administración
Guanghua de la Universidad de Pekín, cree que todo esto es
una ilusión. Pettis apuesta a que el dólar se fortalecerá
en los próximos años. "En mi opinión, en tres o
cuatro años, este debate estará muerto", observa.
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