La gran transformación desde los años ochenta hasta
la crisis actual,
tanto en el Sur como en el Norte
Por Éric Toussaint (*)
CADTM (Comité pour l'Annulation de
la Dette du Tiers Monde), 07/09/09
Traducido por Griselda Pinero y Raúl Quiroz
Después de la segunda guerra mundial, en el Norte las décadas de los
cincuenta y sesenta estuvieron marcadas por un fuerte
crecimiento económico (años llamados los «Treinta
gloriosos») que permitió a los trabajadores conquistar,
por la lucha, importantes avances sociales, como un aumento
neto del nivel de vida, la consolidación del sistema de
seguridad social, mejora de los servicios públicos, en
especial la educación y la sanidad, etc. El Estado procedió
también a efectuar numerosas nacionalizaciones, lo que
reforzó su poder de intervención económica. Las
poblaciones se beneficiaron mucho, más que antes, de la
riqueza creada en el nivel nacional, mientras aumentaba la
parte correspondiente a los salarios en la renta del país.
Al mismo tiempo, en el Sur, mientras los países latinoamericanos se
encontraban en una fase de rápida industrialización, se
proclamaba —al menos oficialmente— la independencia de
la mayor parte de los países africanos y asiáticos.
Algunos de ellos trataron de conseguir una autonomía política
y económica real (unos, como la India, Indonesia y Egipto,
respetando el sistema capitalista, mientras otros, como
China, Vietnam y Cuba, rompiendo con éste), pero la gran
mayoría de los nuevos países independientes estaban, y
siguen estando, sometidos a la autoridad de una gran
potencia, a menudo la antigua metrópoli.
La deuda es uno de los factores más poderosos de este sometimiento, pues en
el momento en que la administración y el ejército de los
países colonizadores abandonaban físicamente el país que
conquistaba su independencia, los gobiernos de los nuevos
Estados eran incitados a endeudarse masivamente. Los
acreedores aparentaban ignorar la malversación —aunque
incluso la alentaban—que las clases dirigentes locales hacían
de los fondos recibidos. Los países del Sur, cada vez más
endeudados, debían aumentar continuamente su producción
para la exportación, y obtener así las divisas necesarias
para el reembolso de la deuda. Actuando de este modo, comenzó
entre ellos una competencia para poner en el mercado bienes
primarios (algodón, café, cacao, bananas, azúcar,
cacahuete y otras oleaginosas, minerales...) que la economía
de los países del Norte necesitaba. Esta superproducción
sería dramática para la evolución del precio de estos
bienes, tanto más cuando los países del Norte sufrieron, a
partir de 1973, la primer gran recesión después de la
segunda guerra mundial.
Los años ochenta del siglo pasado estuvieron marcados por un cambio en las
relaciones de fuerza, tanto entre los países
industrializados y los de la Periferia como entre los
capitalistas y los asalariados. Fue el resultado de la
combinación de varios factores:
1.– La decisión de Paul Volcker, actual consejero económico de Barack
Obama, por la que aumentó brutalmente el tipo de interés a
partir de fines del año 1979, cuando era director de la
Reserva Federal de Estados Unidos.
2.– El «contragolpe petrolero» de 1981 que puso fin a una política de
precios elevados de los bienes primarios favorable a los países
exportadores de la Periferia. (Todos los precios de las
materias primas y de los productos del agro sufrieron una
continuada tendencia a la baja desde 1981 hasta comienzos
del año 2000.)
3.– La ofensiva general de los gobiernos de Margaret Thatcher y de Ronald
Reagan contra los asalariados, en el marco de la crisis económica
generalizada entre 1980 y 1982. Las relaciones de fuerza se
deterioraron ostensiblemente, tanto para los países de la
Periferia como para los asalariados.
México (seguido más tarde por otros países de Latinoamérica) al sentirse
acorralado por tener que desembolsar el servicio de la deuda
con unos ingresos fiscales menguantes, paró momentáneamente
el pago de su deuda en agosto de 1982 |1|: era la «crisis
de la deuda», que afectaría a todos los países del Sur
con el paso de los años. El nudo corredizo se cerraba sobre
el cuello de los pueblos del Tercer Mundo. A continuación,
el stock de la deuda exterior pública de los PED aumentó rápidamente.
Se produjeron transferencias masivas de fondos desde los países de la
Periferia hacia los países más industrializados,
principalmente por medio de los pagos de la deuda externa. A
mediados de la década de los ochenta, la transferencia neta
sobre la deuda pasó de positiva a negativa, ya que los
gobiernos de los países en desarrollo (PED) debieron
desembolsar, cada año, una cantidad mayor que la que recibían
como nuevos préstamos de parte de los acreedores, sin
conseguir, sin embargo, acabar con la deuda. Por el
contrario, el stock de la deuda continuó creciendo.
Este fenómeno para el conjunto de los PED se muestra en los gráficos
siguientes (gráficos 1 y 2).
La deuda externa pública incluye la deuda externa pública a largo plazo y
los créditos del FMI. La transferencia neta sobre la deuda
es la diferencia entre los préstamos concedidos y las sumas
desembolsadas durante un año determinado. Una diferencia
positiva significa que la suma prestada y que ingresó al país
fue superior a la suma total de los pagos de ese año. Si la
diferencia es negativa, la suma desembolsada fue mayor que
el total recibido en forma de préstamos durante ese año.
El gráfico muestra que entre 1985 y 2008, excepto los años
1993 y 1998, la transferencia neta fue negativa: una vez
hechas las cuentas, los gobiernos de los PED reembolsaron
mucho más de lo que recibieron en nuevos préstamos y sin
embargo no lograron disminuir su deuda por el contrario…(véase
más abajo).
Varios
planes Marshall fueron enviados al Norte
Por lo
tanto, los PED transfirieron hacia sus acreedores el
equivalente a cerca de 8 planes Marshall.
El aumento de la deuda pública y de las sumas a devolver afecta también a
los países más industrializados, lo que en el Norte
significa una transferencia masiva de los ingresos de los
asalariados en beneficio de los capitalistas. En efecto, los
gobiernos reembolsan las deudas contraídas con los bancos
privados y otros inversores institucionales (compañías de
seguros, fondos de pensiones, mutual funds) con una parte
cada vez más importante de los impuestos, que,
principalmente, son pagados por los asalariados. Desde los años
ochenta hasta la actualidad, los gobiernos neoliberales o
socioliberales van reduciendo constantemente los impuestos
pagados por los capitalistas —lo que produce el aumento de
la parte de los impuestos provenientes de los
trabajadores— en el total de ingresos fiscales que se
destinan al pago de la deuda.
En los países más industrializados (pero también es cierto para los países
del Sur), la patronal multiplica las agresiones contra los
asalariados con el fin de aumentar substancialmente sus
beneficios, y con el apoyo de los gobiernos consigue
alcanzar su objetivo. Y eso lo muestra muy bien el gráfico
siguiente. La tasa de beneficio, que había sufrido una
tendencia a la baja en el curso de los años 1960 y 1970,
comienza a aumentar de nuevo, de forma estable, a partir de
1981–1982.
*La
tasa de beneficio de Europa está compuesto por la tasa
media de beneficio de Alemania, Francia y el Reino Unido.
** La tasa de beneficio se ha calculado como el cociente entre el excedente
neto de explotación nacional y el stock de capital neto del
país. Fuente: Elaborado por Nacho Álvarez y Bibiana
Medialdea a partir de datos de AMECO (Annual Macroeconomic
Data Base, Comisión Europea)
Por otro lado, la parte de los salarios en el producto interior bruto también
sufrió una caída acentuada a partir de 1981–1982 (la
tendencia a la baja, que había comenzado en Europa con la
gran recesión de 1974–1975, se profundizó a partir de
1981). En forma inversa, la parte de los ingresos que
embolsa el capital aumenta.
Si se suma Japón y algunos otros países industrializados a Estados Unidos
y la Unión Europea, se obtiene, aproximadamente, el mismo
tipo de evolución. La proporción de la masa salarial en el
PIB comienza a bajar a partir de 1974–1975. El descenso se
acentúa francamente a partir de 1982.
Como muestra la curva de Sáez (gráfico 5), la parte del ingreso nacional
de Estados Unidos que corresponde al 10 % más rico de
población creció de manera impresionante. El crecimiento
es particularmente fuerte a partir del comienzo de los años
ochenta. Mientras que el 10 % más rico acaparaba el 35 %
del ingreso nacional en 1982, su parte aumenta en forma
espectacular y alcanza el 50 % 25 años más tarde,
reproduciéndose así la situación que precedió al crash
de la Bolsa de Wall Street de 1929.
La gran transformación de los años ochenta se manifiesta también por la
distancia creciente que separa la tasa de beneficio (que
aumenta) de la tasa de acumulación (que baja). Expresado de
forma simple: desde 1980, una porción creciente de los
beneficios no se invierte en la producción sino que es
absorbida por los capitalistas o es desviada hacia la esfera
financiera de acuerdo con un comportamiento rentista.
Otra evolución completa la gran transformación: en Estados Unidos:
mientras que la parte de los salarios disminuye en la
composición del producto interior, el consumo privado
aumenta fuertemente a partir de 1981–1982. Y eso significa
dos cosas:
1.– Los asalariados financian en forma creciente su consumo a través de
créditos. El 20 % más pobre de la población fue el que más
aumentó su endeudamiento (un 90 % entre 2000 y 2007),
constituyendo el eslabón débil del proceso y el público
natural de las subprime.
2.– Los capitalistas consumen cada vez más y utilizan una parte creciente
de sus beneficios en sus gastos suntuarios. Pero también se
endeudan. En efecto, si se tiene en cuenta la masa del crédito,
el 20 % más rico contribuyó a la mitad de la progresión
de la deuda de las familias registrada entre 2000 y 2007.
Los ricos se endeudaron para especular en la Bolsa o en
otros sectores, como el inmobiliario, puesto que los precios
estaban en alza.
En Estados Unidos (gráfico 7 A) el consumo creció fuertemente mientras que
la masa salarial disminuía. En el seno de la Unión Europea
(gráfico 7 B), la parte del salario bajó de manera
importante mientras que el consumo se mantuvo. La diferencia
entre Estados Unidos y la Unión Europea en cuanto a la
evolución del consumo se debe a que, exceptuando el Reino
Unido, España e Irlanda, el endeudamiento de las familias
se mantiene netamente inferior al de Estados Unidos (aunque
progresa lentamente). Es decir, el crédito ha financiado el
consumo en menor proporción.
El gráfico 8 muestra que en Estados Unidos son los bancos, las compañías
de seguros y los demás inversores institucionales los que
tuvieron un fuerte crecimiento de rentabilidad, mientras que
la tasa de beneficio del sector industrial progresó mucho
menos.
* La tasa de beneficio de las sociedades no financieras se ha calculado como
el cociente entre sus beneficios y el stock neto de capital
fijo de dichas sociedades. La tasa de beneficio de las
sociedades financieras se ha calculado de forma análoga.
Fuente: Elaborado por Nacho Álvarez y Bibiana Medialdea a partir de US
Department of Commerce, BEA, National Economic Accounts.
En resumen, la gran transformación que comenzó en los años ochenta,
continuación de la ofensiva lanzada por el capital contra
el trabajo, suponía un crecimiento económico cuyos
resultados estaban repartidos de manera cada vez más
desigual. El crecimiento estaba apoyado en una acumulación
de deudas en el marco de una financiarización creciente de
la economía. Más tarde o más temprano, este modelo de
acumulación debía entrar en crisis cuando el eslabón más
débil de la cadena cediera (el mercado de las subprime). Y
eso sucedió a mediados del 2007.
Lejos de ser un accidente económico o la consecuencia de las fechorías de
algunos, |2| se trata de la continuación natural de la lógica
que prevalece en el sistema capitalista. Además, como dice
Michel Husson: «Los mercados financieros no son un parásito
en un cuerpo sano. Se alimentan del beneficio no invertido
pero, con el tiempo, adquieren un grado de autonomía que
refuerza este mecanismo. Los capitales libres circulan a la
búsqueda de una rentabilidad máxima (la famosa norma del
15%) y logran, al menos temporalmente, obtenerla en ciertos
segmentos. Los propios bancos captan una parte creciente de
los beneficios. Esta competencia por un rendimiento mayor
eleva la norma de rentabilidad y rarifica un poco más los
lugares de inversión juzgados rentables, desprendiendo así
nuevos capitales libres que a su vez partirán a la búsqueda
de una rentabilidad financiera aún mayor. Este círculo
vicioso se basa, una vez más, en un reparto de las rentas
desfavorable a los trabajadores y al reconocimiento de sus
necesidades sociales.» |3|
Para entender la crisis que estalló en 2007, conviene no detenerse en su
detonador. La cascada de quiebras financieras, a pesar de
ser la parte visible, no constituye la causa fundamental de
la crisis.
Hace 150 años, Karl Marx previno sobre una interpretación superficial de
las crisis capitalistas: «Los años 1843–1845 fueron los
de la prosperidad industrial y comercial, consecuencias
necesarias de la depresión casi permanente de la industria
en el período de 1837–1842. Como siempre, la prosperidad
trajo muy rápidamente la especulación. Ésta surge
regularmente en los períodos donde la superproducción
llega a su límite, y le ofrece algunas salidas momentáneas.
Pero al mismo tiempo urge la irrupción de la crisis y
aumenta su violencia. La crisis misma estalla en primer
lugar allí donde la especulación se expandió y sólo más
tarde llega a la producción. El observador superficial no
ve la causa de la crisis en la superproducción. La
desorganización consecutiva de la producción no aparece
como el resultado necesario de su propia exuberancia
anterior sino como una simple reacción de la especulación
que se desinfla.» |4|
La conclusión se impone: esta crisis tiene sus raíces en el sistema
capitalista como tal, y no simplemente en su fase
neoliberal.
Entonces, ¿cómo podemos salir de ella? Hay muchas salidas capitalistas a
la crisis, ya que este sistema no se hundirá por sí solo.
La que ahora buscan los gobiernos actuales implica una
profundización de la ofensiva del capital contra el
trabajo: austeridad o reducción de los salarios, aumento de
la explotación de los trabajadores y de los pequeños
productores, utilización de una porción mayor de los
ingresos fiscales para el salvamento de los capitalistas y
para el reembolso de una deuda pública que se ha disparado
desde el 2007–2008. Paralelamente a esta ofensiva en curso
se va adoptando algunos mecanismos suaves de reglamentación
de los mercados financieros y se ha efectuado una estatización
de algunas empresas financieras (principalmente en Estados
Unidos y en el Reino Unido).
Unas movilizaciones populares masivas podrían conducir a un cambio en la
política gubernamental, más o menos comparable al iniciado
por Franklin D. Roosevelt, el New Deal, a partir de 1933,
casi cuatro años después del crash de Wall Street, y
seguido por diferentes gobiernos de Europa occidental, como
Gran Bretaña y Francia. |5| ¿Pasará lo mismo esta vez? No
hay ninguna garantía. Todo dependerá del rigor de las
resistencias de aquellas y aquellos que son víctimas de la
crisis. Es la lucha de clases, esa realidad que el
pensamiento único quiere hacer desaparecer, la que decidirá
la salida.
Por su parte, los pueblos de los PED están también directamente
confrontados a un retorno con toda la fuerza de la ofensiva
del capital contra el trabajo. En efecto, los años
2004–2007 habían significado en numerosas regiones,
especialmente en los países emergentes, una ligera mejora
en las condiciones de vida, debido principalmente a un nivel
elevado del precio de los productos primarios (incluido el
petróleo), que generaba ingresos importantes para los países
exportadores. En el caso de China, la causa fue el aumento
permanente de las exportaciones de productos manufacturados
hacia los mercados internacionales. Mediante movilizaciones,
los trabajadores chinos y rusos consiguieron aumentos
salariales. Los gobiernos de países como Venezuela,
Ecuador, Bolivia, Argelia, Argentina, Brasil y la India habían
aumentado algunos gastos sociales.
La crisis alimentaria del primer semestre del 2008, seguida de las recaídas
de las crisis financieras y económicas modificó totalmente
la situación, incluso si todos los países no se ven
afectados de la misma manera. Una nueva crisis de la deuda
está en gestación. En el conjunto de los países
perjudicados serán determinantes las luchas populares.
Porque es necesario poner por delante una solución
anticapitalista a esta crisis, sin esperar la salida que los
capitalistas y los gobiernos a su servicio quieren imponer,
y luchar sin demora para conseguirlo.
Notas:
|1| Ver Eric Toussaint, Banco mundial, el golpe de estado permanente, El
Viejo Topo, Barcelona, Enero 2007; Editorial Abya–Yala,
Quito, Julio 2007; CIM, Caracas, Agosto 2007; Observatorio
DESC, La Paz, Noviembre 2007, capitulo 14, « La crisis de
la deuda mexicana y el banco mundial».
|2| Barack Obama declaró en la cumbre del G8 en Italia, en julio de 2009:
«las acciones irresponsables de algunos generaron una
recesión que barrió el planeta» (véase Le Monde del 11
de julio de 2009). Como si el sistema capitalista y la
desreglamentación financiera decidida por el gobierno de
Estados Unidos y por otros del G7 no fueran responsables del
desastre actual.
|3| «El capitalismo tóxico», Viento Sur nº 101, noviembre de 2008,
http://hussonet.free.fr/toxicape.pdf
|4| «Crise, prospérité et révolution», Marx – Engels, Revue de mai à
octobre de 1850 en Marx–Engels, La crise, 10–18, 1978,
p. 94.
|5| Véase Eric Toussaint, «Una mirada al retrovisor para comprender el
presente» (3/6) «El eclipse liberal de los años treinta a
los setenta del siglo xx, 24 de junio de 2009. http://www.cadtm.org/spip.php?article4504
y (5/6)) «Révolution keynésienne et contre–révolution
néo–libérale», 11 de junio de 2009, http://www.cadtm.org//spip.php?article4446
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