Estambul.–
Las reuniones anuales del Banco Mundial y del Fondo
Monetario Internacional (FMI) terminaron en un clima de
cauta esperanza para la economía, y con una bolsa mezclada
de oportunidades y desafíos para las dos instituciones.
Durante
todo el encuentro, que concluyó el miércoles, resonó el
mantra del presidente del Banco Central, Robert Zoellick,
quien señaló que “es demasiado pronto” para declarar
una victoria sobre la crisis financiera mundial.
Antes
de las reuniones en esta ciudad turca, el FMI había
revisado sus previsiones para la economía mundial
pronosticando una caída de 1,1 por ciento este año y un
crecimiento de 3,1 por ciento en 2010.
Pero
el crecimiento no será igualmente compartido por todos los
países. China y las economías asiáticas emergentes
probablemente crecerán 9,2 y 7,8 por ciento respectivamente
en el último trimestre de 2010, mientras que las naciones
de altos ingresos alcanzarán una expansión de apenas 1,7
por ciento.
Aunque
1.600 millones de personas están directamente expuestas a
la crisis, casi exclusivamente en los países pobres, las
economías emergentes parecen ser menos vulnerables que las
industrializadas, en términos relativos.
Se
espera que el número de personas pobres crezca 90 millones
el año que viene, mientras al menos 59 millones se unirán
a las filas de los desempleados, según afirmó Zoellick en
su discurso de apertura.
“La
era post–crisis está en el horizonte, pero la recuperación
sin empleos”, lamentó el vicepresidente del Banco Mundial
para Europa y Asia central, Philippe Le Houerou.
La
región de Asia central parece particularmente débil en ese
sentido: la población empobrecida –quienes ganan menos de
2,5 dólares al día—crecerá a 35 millones, y la
vulnerable –con ingresos menores a los cinco dólares
diarios—saltará a 150 millones para fines de este año.
La pérdida
de empleos afecta más a los hogares de medianos ingresos
que a los más pobres. El desempleo en Turquía se duplicó
en 2009, en comparación con 2008, según información del
Banco Mundial.
Las
estadísticas del gobierno turco son menos pesimistas sobre
el tema, ubicando el índice de desocupación en 14,8 por
ciento, contra 11 por ciento hace nueve meses. Sin embargo,
los partidos de oposición señalan que se encuentra entre
18 y 20 por ciento.
Esta
incertidumbre sobre el futuro de la economía y la
naturaleza de los peligros despertó serias dudas sobre el
papel de las instituciones de Bretton Woods.
Pero
la tendencia parece estar cambiando ahora. Desde las críticas
iniciales, cuando estalló la crisis en septiembre de 2008,
el FMI y el Banco Mundial han comenzado a emerger como
potenciales salvadores de un desastre mundial.
El
director gerente del FMI, Dominique Straus–Kahn, mejor
conocido en los círculos financieros y políticos por las
siglas de su nombre “DSK”, ha sido rápido en aprovechar
la oportunidad a favor del organismo multilateral y darle un
mayor papel en la coordinación de la economía
internacional.
En
los preparativos para el encuentro de Estambul, el Comité
Financiero y Monetario Internacional, que dirige las políticas
del FMI, pidió a los delegados que trataran cuatro áreas
de reformas clave para la institución: el mandato del FMI,
su papel financiero, la supervisión multilateral y la
gobernanza.
“Esas
‘decisiones de Estambul’ serán un punto central de
nuestras actividades para el año próximo”, dijo Straus–Kahn
al cierre de la reunión.
Las
decisiones incluyen un plan para revisar el mandato del FMI,
permitiendo que el organismo sea mas activo en formular y
seguir de cerca las políticas en el sector macroeconómico
y financiero que afecten la estabilidad global. También
buscan impulsar el éxito del programa de Línea de Créditos
Flexibles.
Uno
de los principales desafíos para Straus–Kahn es darle al
FMI nueva influencia para convencer los países, que buscan
seguridad creando grandes reservas, a depender más del
organismo multilateral para su protección, recuperación y
crecimiento. La acumulación de reservas crea desequilibrios
entre las economías.
Pero
el FMI tendrá que trabajar duro para lograr la aceptación
en ese papel. Los líderes del Grupo de los 20 (G–20) países
industrializados y emergentes, reunidos recientemente en la
nororiental ciudad estadounidense de Pittsburgh, expresaron
su intención de ejercer un mayor control sobre el papel del
organismo multilateral.
También
pidieron una amplia gama de reformas en la gobernanza del
Fondo, para lograr una representación más equitativa entre
los países del Norte industrializado y el Sur en desarrollo
en la toma de decisiones.
Straus–Kahn
en varias ocasiones aplaudió en Estambul el surgimiento del
G–20 y aprovechó la oportunidad para destacar que el
organismo multilateral estaba conformado por 186 países,
representando a todos los niveles de la economía mundial.
De esta manera, aludió a un punto clave de creciente
disputa en el organismo multilateral
Como
el G–20 prevé entregar un billón de dólares al FMI en
2010 para crear un fondo central destinado a equilibrar la
economía internacional, los países menos desarrollados
pugnan por tener más acceso en la toma de decisiones y en
la supervisión de ese dinero.
Esto
ha derivado en un movimiento entre las economías emergentes
para pedir mayor poder de voto en los organismos
multilaterales de crédito, que actualmente están dominados
por los países del Norte. Como ejemplo, Alemania tiene 5,9
por ciento de los votos en el FMI y China 3,7 por ciento,
aunque el producto interno bruto del país asiático es
aproximadamente 20 por ciento mayor que el del europeo.