La lógica imperante en Wall
Street parece ser: La bolsa y los números de la economía real no se tocan.
De no ser así, es imposible conciliar la euforia ganadora (que hizo recuperar
al Dow Jones los 10.000 puntos) con el confuso y dudoso proceso de
"recuperación" (con déficit récord, desempleo creciente y baja
demanda del consumo) por el que atraviesa la primera economía imperial.
A)
La fiesta bursátil
En un escenario, marcado por
una dudosa "recuperación económica" (de la que todos dudan), y por
un aumento del déficit y de la desocupación en EEUU, la bolsas y las macro
empresas y bancos que cotizan en Wall Street siguen cosechando ganancias
multimillonarias que se contradicen con los números oficiales de la economía
real.
El miércoles, el Promedio
Industrial Dow Jones escaló a 10.015,88 unidades, superando la barrera simbólica
de los 10.000 puntos más rápido de lo que casi todos imaginaban. Tras la
marca, el indicador acumuló un alza de 53% en apenas siete meses.
Es la primera vez que el Dow
Jones supera los 10.000 puntos desde octubre del año pasado, cuando estalló
la crisis financiera tras el colapso del banco de inversión Lehman Brothers
Holdings. La velocidad de la "recuperación" sorprendió a la mayoría
de los analistas y medios especializados. El Dow alcanzó un mínimo de
6.547,05 unidades el 9 de marzo.
El "récord" del índice
Dow Jones (que reparte la más formidable tajada de rentabilidad capitalista
con la especulación financiera, aún en épocas de crisis como la que
vivimos) lo integran un reducido número de empresas transnacionales de
dimensiones gigantescas, mayores que Estados, que controlan la producción, el
comercio y las finanzas mundiales.
Entre las primeras treinta
mega empresas imperialistas que controlan el sistema económico productivo
mundial y que conforman el Dow Jones se encuentran los grandes pulpos de la
especulación financiera que utilizan los billonarios fondos estatales de los
"rescates" para producir una "burbuja ganancial" durante
la crisis.
La decisión del gobierno USA
(tanto con Bush como con Obama) de emplear fondos estatales (más de US$ 2
billones) para el rescate de bancos y empresas quebradas por la crisis,
reactivó una nueva "burbuja" especulativa en los mercados bursátiles
y financieros, que luego se trasladó a los mercados energéticos y de las
materias primas, iniciando nuevamente una escalada en los precios del petróleo
y de las materias primas, que vuelven a ser objeto de la rentabilidad
especulativa.
El principal actor de la
especulación con el petróleo y las materias primas, Goldman Sachs Group Inc.
reportó una ganancia de US$3.190 millones, o US$5,25 por acción, durante el
tercer trimestre, más de cuatro veces el beneficio de US$845 millones, o US$1,81
por acción, que registró en el mismo período del año anterior.
El resultado trimestral del
mayor "banco de inversión" de Wall Street volvió a ser impulsado
por las operaciones especulativas en los mercados energéticos y de materias
primas que le permitió aumentar sus inversiones principales.
Según analistas
especializados de Wall Street, un 60% del precio del petróleo crudo y de las
materias primas alimentarias tiene como causa la especulación en futuros no
regulada, de fondos precisamente autodenominados "especulativos",
bancos y grupos financieros que utilizan las bolsas de futuros ICE de Londres
y NYMEX de Nueva York y el comercio inter–bancos.
Según un informe de un
subcomité del Congreso estadounidense, los precios del petróleo se fijan a
partir de la actividad especulativa en los mercados energéticos, y la
especulación financiera representa cerca del 70% del precio del crudo, frente
a sólo 37% que representaba en el 2000.
Como consecuencia de este
regreso de los capitales especulativos a la energía y a las materias primas,
el petróleo alcanzó US$75,18 por barril, su mayor nivel en doce meses; después
de tocar un mínimo de US$ 30 en el pico de la crisis cuando los especuladores
se refugiaron en el dólar y en los bonos del Tesoro de EEUU.
A modo de emergente más
inmediato de esta nueva escalada especulativa (el petróleo es la fuerza que
mueve la economía mundial), ya comienza a verificarse una nueva cadena
inflacionaria que repercute en primer lugar en una nueva ola alcista en el
precio de los alimentos a escala mundial.
"El dólar, en tanto,
prosiguió su declive al tiempo que los inversionistas se desprendieron de
inversiones más seguras, como los bonos del Tesoro, en busca de retornos más
jugosos fuera de EEUU", señalaba el jueves The Wall Street Journal.
En este frente del negocio
agro–energético financiero (productor directo de la hambruna y la inflación
mundial) se encuentran en primera línea Goldman Sach y Morgan Stanley, súper–gigantes
de la especulación financiera en alta escala del capitalismo trasnacional
sionista con asiento en Wall Street.
Otro de los
"ganadores" de la nueva "burbuja" durante la crisis, el
JPMorgan Chase & Co., registró una ganancia de US$3.600 millones, o US$0,82
centavos por acción, durante el tercer trimestre, un fuerte incremento frente
al beneficio de US$527 millones, o US$0,90 por acción, del mismo período del
año anterior.
Con ayudas y prebendas del
Tesoro, JPMorgan Chase adquirió a la quebrada Washington Mutual Inc., y luego
se valió de las ventajas otorgadas por el gobierno para reposicionarse como
uno de los "grandes ganadores" emergentes de la crisis financiera.
En general, los medios y
analistas especializados toman con "cautela" esta nueva fiesta de la
especulación bursátil en medio de una escalada récord del déficit fiscal,
una depresión del consumo y un crecimiento del desempleo, que marcan una
clara diferencia entre la economía real y la "economía de papel".
B)
Especulación y realidad
La "fiesta"
especulativa de Wall Street y de las bolsas contrasta con la situación de
postración que padece la economía estructural del Imperio que no consigue
despegar con lo que los especialistas llaman un "principio de crecimiento
débil" que no alcanza para la reactivación.
El déficit presupuestario de
EEUU alcanzó la cifra récord de US$1,4 billones, según informó la Oficina
de Presupuesto del Congreso estadounudense (CBO, por sus siglas en inglés).
Esto significa que el saldo
en rojo de la administración pública estadounidense se triplicó con
respecto al año anterior.
El déficit equivale así al
9,9% del Producto Interno Bruto (PIB) estadounidense, una cifra que no se ha
registrado desde 1945, según indica la CBO en su análisis mensual sobre el
presupuesto.
Uno de los principales
responsables del aumento astronómico del déficit del presupuesto es la
recesión por la que ha transitado en los últimos meses la economía
estadounidense, situación que ha disminuido considerablemente la recaudación
fiscal.
Pero un punto medular de
incidencia (en el déficit) se atribuye a los US$ 2 billones de fondos
estatales orientados al rescate de la banca y las empresas privadas quebradas
por la crisis. Fondos que, en su gran mayoría, fueron desviados para ser
utilizados.
Por otra parte, un año después
de que la economía estadounidense se hundiera por culpa del estallido de la
burbuja inmobiliaria, el crédito para los consumidores se sigue contrayendo.
Según un informe divulgado
el miércoles por la Reserva Federal, el total del crédito de consumo
circulante, una cifra que abarca desde los saldos de las tarjetas de crédito
a los préstamos para vehículos recreativos, cayó US$12.000 millones,
equivalente a una tasa anual desestacionalizada de 5,8%. Se trata del séptimo
declive mensual consecutivo, el lapso más prolongado desde la recesión de
EEUU en 1991.
La caída constituye una
prueba contundente de que los grandes bancos y las compañías de crédito no
han orientado los millonarios susbsidios estatales hacia la producción y el
consumo, desviándolos –como sostiene The Wall Street Journal– hacia las
actividades especulativas con las acciones bursátiles.
En general, el crédito de
consumo ha descendido en unos US$119.000 millones, un 4,6% frente a su máximo
de julio de 2008, cuando alcanzó los US$2,46 billones (millones de millones).
Este retroceso en el
otorgamiento de préstamos al consumo y la producción, tienen importante
consecuencias para la economía real, tanto mundial como local, dado que el
consumo representa en torno al 70% del Producto Interno Bruto de EEUU y la
economía estadounidense a su vez representa cerca de una quinta parte de la
economía global.
El otro punto contrastante
con la fiesta bursátil en expansión son los datos del desempleo.
La economía estadounidense
suprimió 263.000 empleos en septiembre (frente a previsiones de los
economistas) y la tasa de desempleo en la mayor economía del mundo se sitúo
en el 9,8 por ciento, su récord más alto en 26 años.
En agosto, se habían
suprimido 201,000 empleos y 304,000 en julio, señaló el Departamento de
Trabajo en su informe mensual sobre el empleo.
De esta manera, el número de
personas empleadas ha caído por 21 meses consecutivos. Desde el comienzo de
la recesión en diciembre de 2007, el número de personas sin trabajo en
EE.UU. ha aumentó en 7.6 millones hasta alcanzar 15.1 millones de desocupados
en el presente.
De manera tal que, y a modo
de resumen, la fiesta especulativa de Wall Street y las bolsas choca con la
siguiente ecuación que se observa en la economía real:
A) El déficit fiscal (caída
de la recaudación) impide la reactivación del gasto social por parte del
Estado, B) la contracción del crédito (destinado a la producción) impide la
reactivación del consumo, y D) el desempleo (despidos masivos por falta de
ventas) produce el resultante conflictivo social de la no reactivación plena
(pese a un crecimiento débil) de la economía.
Este es el punto central que
no "cierra" con los pletóricos anuncios de "salida de la
recesión" de la administración Obama y de la Reserva Federal.
C)
¿Hasta cuándo?
Hay una certeza generalizada
entre los especialistas: La no reactivación plena del crédito y del consumo
y la suba del desempleo (EEUU ya toca una tasa récord) amenaza con terminar
con las "fiesta bursatil" y complica todas las variables de la débil
recuperación económica.
La percepción generalizada
entre los especialistas es que la debilidad de la demanda consumidora en EEUU,
impulsada por el alto desempleo, el difícil acceso al crédito y el
estancamiento (o reducción) de los salarios, es la principal amenaza a la
sostenibilidad de una débil recuperación económica.
Y hay una duda extendida: Qué
va a pasar con la industria y con los mercados financieros y bursátiles
cuando se retiren los fondos de estímulos estatales. Este escenario, marcado
por la incertidumbre y el escepticismo, se contrapone con la euforia de los
gobiernos centrales y de las autoridades económicas mundiales que anuncian un
"fin de la recesión" casi por decreto.
La mayoría de los analistas
(entre ellos Krugman y Stiglitz) coinciden en que un retiro de los billonarios
subsidios estatales a las macro empresas y gigantes bancarios (que impulsan el
actual récord del Dow Jones) va a producir una recaída de la crisis
financiera.
Y una posible recaída de la
crisis financiera en EEUU, a su vez, no solo terminaría con el ascenso bursátil
sino que además llevaría a los capitales especulativos internacionales a
refugiarse nuevamente en el dólar y en los activos del Tesoro estadounidense,
retroalimentado la "iliquidez" y agravando la crisis del crédito
orientado a la producción y el consumo.
En suma, un círculo vicioso,
que además de terminar nuevamente con la fiesta especulativa en Wall Street,
podría arrastrar a la primera economía imperial (la locomotora de la economía
global) a una recaída de la crisis económica con efectos letales de arrastre
sobre el resto de las potencias centrales, emergentes y subdesarrolladas.
También aquí los analistas
coinciden: Una recaída de la crisis económica y financiera en EEUU,
arrastraría en primer término a la Unión Europea, China, Japón, India y
las principales economías asiáticas (más del 80% del PBI mundial) con su
comercio de importación y exportación ligados al dólar y a la primera
economía imperial.
Por ahora, Wall Street y las
bolsas están de fiesta.