Nueva York.– Las cosas que
se dan por ciertas sin mayor examen raramente sobreviven a una buena prueba de
esfuerzo, y pocas pruebas han sido tan fuertes como lo que la economía global
ha debido sufrir en los últimos 24 meses. Somos testigos ahora de una
saludable temporada de reevaluaciones que ha dado nuevas luces sobre nociones
de tiempos de auge como el valor de los mercados opacos, la condición de
intocable del consumidor estadounidense, o la sabiduría de la desregulación.
Sin embargo, una noción vacía
que ha escapado relativamente inerme es el supuesto de que los países
“BRIC” (Brasil, Rusia, India y China) marcarán cada vez más el tono de
la economía mundial en los próximos años. El término BRIC, acuñado en un
informe de Goldman Sachs de 2003, no es del todo malo: con un 75% de acierto,
sale bastante más airoso que varias predicciones económicas de aquellos días.
Y sin embargo, la crisis económica
que comenzó en 2008 expuso a uno de estos cuatros países como un impostor.
Si se ponen las estadísticas vitales de las economías del BRIC lado a lado,
queda en lamentable evidencia el que, igual que en las palabras del viejo
juego de Plaza Sésamo: “Una de estas cosas no es como las otras, una de
estas cosas no es igual”.
La debilidad de la economía
rusa y el alto nivel de apalancamiento de sus bancos y corporaciones, en
particular, que en los últimos años se ocultó con la borrachera de dinero
provocada por las alzas de los precios del gas y el petróleo, quedó
penosamente al desnudo cuando la economía global trastabilló. Con una
infraestructura obsoleta, Rusia además se aparta ella misma con sus políticas
disfuncionales y revanchistas, y una tendencia demográfica que se encuentra
en un declive casi terminal.
Incluso con la modesta
recuperación de los precios de las commodities en los últimos seis meses, el
sector energético ruso ha experimentado un declive en la producción en años
recientes, en parte debido a temores de los inversionistas extranjeros a
sufrir expropiaciones. El fondo de riqueza soberana, factor importante en la
cada vez más re-centralizada economía rusa, se está vaciando rápidamente.
Si la tendencia negativa continúa, el fondo de reserva ruso podría terminar
por agotarse.
Mientras tanto, el descenso
de Rusia generó una especie de juego de palabras entre académicos,
especialistas en política exterior e inversionistas educados, para reemplazar
al país en el club de las mayores economías de mercados emergentes. Se ha
sugerido una variedad de acrónimo, desde el simpático BRICET (añadiendo
Europa Oriental y Turquía) a BRICKETS (los anteriores más Corea del Sur) y,
para estirar más aún la cosa, el BRIMC, que intenta pasar de contrabando a México
en el grupo.
Rusia sobrevive en todas
estas nuevas propuestas, a pesar de la inquietud que genera su economía. Al
mismo tiempo, mantiene el mayor arsenal de armas nucleares del mundo (si bien
esta algo obsoleto), así como un asiento permanente (y con él, la capacidad
de veto) en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Eso sí que es más
absurdo que cualquier acrónimo ingenioso.
Sólo desde el punto de vista
del potencial y la solidez de las bases de su economía, Corea del Sur es un
candidato mucho más creíble: una potencia económica sofisticada cuyo
principal y único riesgo es que el régimen de su gemelo malvado del norte
pueda colapsar e inundarla de refugiados hambrientos.
Lo mismo se puede decir de
Turquía, con su sólido sector bancario, su floreciente mercado interno, la
creciente importancia que ha adquirido para Oriente Próximo y las políticas
energéticas, su apuesta a ser miembro de la Unión Europea, y sus vínculos
con sus parientes étnicos de toda Asia Central.
Quizás el mayor y más
atractivo candidato de todos sea Indonesia, el mayor estado musulmán del
mundo, con una clase media en rápida expansión, un sistema político democrático
y relativamente estable, y una economía que ha destacado en Asia a pesar de
la recesión global. Desde una perspectiva estadounidense, Indonesia es una
alternativa atractiva a Rusia, que recientemente se ha echado a competir con
Venezuela por liderar las huestes de quienes adoran entonar cánticos
propiciatorios del declive del Tío Sam.
Más aún, Indonesia ha
mostrado capacidad de resistencia no solamente en lo económico, sino también
como nación. A pesar de la diversidad de grupos étnicos y la multitud de
islas que lo componen, el país ha hecho una rápida transición desde la
dictadura militar y ha superado numerosos retos y dificultades, como la crisis
financiera asiática de 1997, el tsunami de 2004, el surgimiento del islamismo
radical, y también disturbios de origen interno. Si bien su PGB per cápita
sigue siendo bajo, en asuntos económicos lo que importa es el potencial de un
país, y en este aspecto Indonesia no hace más que brillar.
Indonesia depende menos de
las exportaciones que sus vecinos asiáticos (por no mencionar a Rusia) y los
mercados para sus recursos (madera, aceite de palma y carbón, en particular)
han atraído una importante inversión extranjera. Mientras tanto, el gobierno
de Yakarta ha adoptado duras medidas contra la corrupción y dado pasos para
enfrentar problemas estructurales. Incluso las tendencias demográficas
favorecen a Indonesia, que, con 230 millones de personas, ya es el cuarto
mayor país del mundo en términos de población: una Alemania completa (más
de 80 millones) más que Rusia.
Sin embargo, es difícil
combatir las ideas vistosas y gratas al oído, y Rusia ha dado pasos para que
el actual concepto de los BRIC se convierta en una realidad irreversible. En
julio pasado se dio un paso determinante para crear a partir de la sigla una
institución global de facto , cuando los líderes de los cuatro países se
reunieron (por supuesto, en Rusia) para celebrar la primera "Cumbre del
BRIC”.
La reunión generó una
importante acometida contra los Estados Unidos, ya que cada miembro declaró
su deseo de desbancar al dólar como moneda de reserva global. Unos pocos
meses antes, los cuatro países sintieron la necesidad de anunciar un
comunicado conjunto con vistas a la Cumbre del G-20 de abril, haciendo notar
su determinación conjunta de cambiar las reglas del sistema económico
global.
En el sector privado, han
proliferado los fondos del índice BRIC, aunque Goldman Sachs ha compensado
radicalmente su propia apuesta por el BRIC al introducir un segundo término
(los “Nuevos 11”, o N-11) al debate. Esta agrupación añade a Bangladesh,
Egipto, Indonesia, Irán, México, Nigeria, Pakistán, Filipinas, Corea del
Sur, Turquía y Vietnam al radar económico y, junto con los cuatro países
del BRIC, forma un “primer nivel” más lógico y defendible de economías
emergentes.
A Rusia no le gusta nada la
idea de perder categoría, y las autoridades estadounidenses parecen haber
decidido mantenerse al margen del debate semántico. Aún así, a nadie debería
sorprenderle el que Rusia haya presionado tanto para realizar la cumbre del
BRIC en Ekaterimburgo, y que además haya pagado gran parte de la cuenta. ¿Por
qué correr el riesgo de ponerse en evidencia tan pronto?
(*)
Nouriel Roubini es profesor de la escuela de negocios Stern de Nueva York, y
uno de los pocos que, desde su blog Global EconoMonitor, predijo la actual
crisis económica.