En vísperas
de la publicación anual Perspectiva Mundial de Energía, de
la muy controvertida Agencia Internacional de Energía (AIE)
–una creación de Henry Kissinger en la década de los 70
para combatir a la OPEP en favor de la curva de la demanda
de los países industrializados con el fin de maniatar la
oferta del oro negro–, pues nada menos que Terry
Macalister, del rotativo británico The Guardian (9.11.09),
muy cercano al gobierno neolaborista de Gordon Brown, revela
en forma exclusiva cómo las principales (sic) cifras del
petróleo fueron distorsionadas por presión (¡súper sic!)
de EEUU, según confesiones de un alto funcionario de la
AIE, quien conserva el anonimato (el viejo truco de la
perfidia británica). En fechas recientes, en el disputado
rubro de los hidrocarburos a escala global han sucedido tras
bambalinas querellas intensas entre el gobierno de Brown y
la administración de Barack Obama, como aconteció en el
caso específico del mayúsculo arreglo sobre el gas
norafricano entre el gobierno laborista británico y el régimen
libio de Muamar Kadafi, supuestamente un promotor del
terrorismo islámico, de acuerdo con la prensa anglosajona,
que se tuvo que tragar humillantemente sus descalificaciones
perentorias.
Sea
lo que fuere, la batalla planetaria por el control de los
hidrocarburos se ha intensificado –básicamente, entre sus
dos principales solicitantes apremiantes: EEUU y China–,
cuando el petróleo convencional (de fácil acceso) ha
disminuido en forma dramática –no así el superabundante
petróleo no convencional, de alto costo para su extracción–
frente a la creciente demanda global que ha llevado su
cotización, a nuestro juicio muy barata (dada la devaluación
abrupta del dólar), a 80 dólares el barril, que va que
vuela a los tres dígitos.
En
este contexto de patadas bajo la mesa entre EEUU y Gran
Bretaña, los añejos controladores del oro negro en todo el
siglo XX, por el que sus trasnacionales perpetraron todos
los crímenes habidos y por haber, Macalister hace explotar
la bomba sobre la desinformación deliberada de las cifras
de los hidrocarburos por la AIE a instancias de EEUU.
Un
soplón de la AIE, quien solamente encontró en el mundo a
Macalister, reportero de The Guardian, para difundir su
confesión estratégica (apostamos que ha de ser un británico
que trabaja para la AIE), reveló que el mundo se encuentra
más cerca de la extinción del petróleo de lo que sus
estimaciones (sic) oficiales admiten. La imputación del
soplón es brutal: la AIE subestimó deliberadamente (¡súper
sic!) la inminente carestía por temor (sic) a desencadenar
compras de pánico.
En
la coyuntura presente del incipiente nuevo orden multipolar,
¿no existe, entonces, el cacareado mercado de la oferta y
la demanda? ¿A qué plaza financiera anglosajona –quizá,
para paliar sus enormes pérdidas especulativas– le
conviene hacer explotar ahora el precio del barril del petróleo?
El
soplón de marras, un alto funcionario de la AIE, quien no
deseó ser identificado por temor a represalias, acusa que
EEUU (¡extra súper sic!) ha jugado un papel influyente
(sic) al incitar (sic) a la AIE a subestimar la tasa de
declinación de los campos petroleros existentes mientras
sobredimensionó (sic) las oportunidades de encontrar nuevas
reservas.
No
hay que ir tan lejos ni saber tanto: bastó ver la conducta
aberrantemente anómala de los encargados de los
hidrocarburos en el México neoliberal –en especial, la tríada
entreguista de Zedillo–Fox–Calderón ayudada
transexenalmente por la otra tríada apátrida de Beltrones–Labastida–Gamboa–,
quienes en su conjunto desinformaron sobre las reservas que
sobrexplotaron y despilfarraron (con inyección de nitrógeno)
para beneficiar exclusivamente a EEUU en detrimento de los
intereses nacionales.
Ya
entendimos la felonía nada sorprendente de EEUU; pero, ¿cual
habrá sido el papel de Gran Bretaña en el manoseo
interesado de las cifras de la AIE?
Con
justa razón, Macalister pone en tela de juicio la precisión
de las cifras de la AIE que salió publicada un día después,
en especial el sueño guajiro de elevar la producción a 105
millones de barriles al día (MBD) de los 83 millones
actuales –ya no se diga la cifra insensata (sic) de 120
MBD ¡ni siquiera es posible alcanzar 90! Nadie dice la
verdad por temor a que cunda el pánico en los mercados
financieros. ¿Más aún?
Macalister
se burla de los constantes ajustes, posteriormente
recompuestos a la baja extractiva, de la AIE, que opera como
el legendario ladrón Procusto en el Ático.
El
reportero británico, tan buscado por los soplones internos
de la AIE, le da juego a la opinión de los críticos
externos (sic) quienes asientan la teoría del pico de petróleo.
Recordamos
humildemente que Bajo la Lupa dio crédito desde 1998 (hace
ya 11 años) a la teoría del pico que sustenta la curva
parabólica del geofísico Hubbert, según la cual el petróleo
(convencional), como cualquier producto químico depletable
(agotable), alcanzó su máximo nivel de producción y ha
acelerado su declinación.
A
juicio del soplón, detrás de la postura mendaz de EEUU y
su apéndice de la AIE, los estadounidenses temen (sic) el
fin de la supremacía (¡extra súper sic!) del petróleo,
debido a que ello amenazaría su poder de acceso a los
recursos petroleros. ¿A poco los británicos no temen más
que los estadounidenses el fin de la era del petróleo
barato?
Pues
sí: hoy el poder global se escribe con la letra P de petróleo.
A propósito, recomendamos ampliamente el libro de F.
William Engdahl con enfoque sobre la geopolítica de los
hidrocarburos a lo largo del siglo XX: Un siglo de guerra:
la política angloestadounidense del petróleo y el nuevo
orden mundial (Pluto Press).
¿En
qué pretende ahora la banca anglosajona fincar su nuevo
orden mundial cuando perdieron el control de los
hidrocarburos? ¿En el gobierno mundial del papel chatarra
de los derechos especiales de giro (DEG) propuesto por el
megaespeculador George Soros (ver Bajo la Lupa, 1º y
4.11.09)?
Macalister
nos sale con una segunda fuente clandestina en el seno de la
AIE, quien devela su imperativa regla de oro, que consiste
en no molestar (sic) con las cifras a los estadounidenses.
El
problema es que ya no se puede ocultar que el mundo ha
entrado a la zona del pico del petróleo (nota: lo lograron
11 años, con nuestra humilde excepción) cuando la situación
es verdaderamente mala (sic). ¿Mala para quién? No para
los productores.
Lo
grave radica en que muchos ingenuos, sin cultura geopolítica,
hacedores de las políticas públicas y privadas de los países,
diseñaron y formularon sus planes basados en las
mendacidades anuales de la Perspectiva Mundial de Energía
del centro teológico de la AIE.
John
Hemming, quien encabeza un grupo parlamentario británico
sobre energéticos, se va a la yugular de las mendacidades
de la AIE, lo que obliga al gobierno (nota: apareció el
peine) reconsiderar las profundas implicaciones de la política
energética.
Se
confirma así la existencia del precio desinformativo: uno
de los Cinco precios del Petróleo (Ed. Cadmo and Europa,
Buenos Aires, 2006) que adujimos hace tres años en nuestro
libro agotado.
(*)
Analista de geopolítica y economía global de los periódicos
La Jornada de México y El Financiero. Sus dos últimos
libros son "El fin de una era: Turbulencias en la
globalización" (2008) y "La desnacionalización
de Pemex" (Grupo Editor Orfila Valentini 2009).