Nueva
York.– Aunque los Estados Unidos anunciaron recientemente
un crecimiento del 3,5 por ciento del PIB en el tercer
trimestre, con lo que daban a entender que la recesión más
severa desde la Gran Depresión ya había pasado, la economía
estadounidense es mucho más débil, en realidad, de lo que
indican los datos oficiales, porque los cálculos oficiales
del PIB pueden exagerar en gran medida el crecimiento de la
economía, en vista de que no reflejan el dato de que la
impresión sobre la marcha de los negocios entre las pequeñas
empresas está por los suelos y su producción sigue
experimentando una acusada reducción. El crecimiento del
PIB en el tercer trimestre, corregido adecuadamente en función
de esos factores, puede haber sido del 2 por ciento, en
lugar del 3,5 por ciento.
En
realidad, se trata de una situación de los EE.UU. en la que
se dan dos economías. Hay una más pequeña que se está
recuperando despacio y una mayor que sigue experimentando
una profunda y persistente contracción.
Veamos
los siguientes datos. Si bien la tasa oficial de desempleo
de los EE.UU. asciende ya al 10,2 por ciento, esa cifra da
un salto hasta la enorme del 17,5 por ciento, si se incluye
a los trabajadores desalentados y a los que trabajan con
jornada parcial y, aunque los datos procedentes de las
empresas indican que las pérdidas de puestos de trabajo en
los tres últimos meses ascendieron a 600.000, las encuestas
entre las familias, que incluyen a los trabajadores autónomos
y a los pequeños empresarios, indican que dichas pérdidas
ascendieron a más de dos millones.
Además,
el efecto total en la renta del trabajo –el resultado de
multiplicar los puestos de trabajo por las horas trabajadas
y por la tarifa correspondiente a una hora de trabajo– ha
sido más grave que el indicado exclusivamente por las pérdidas
de empleos, porque muchas empresas están reduciendo las
jornadas de sus trabajadores, despidiéndolos temporalmente
o reduciendo sus salarios como medio para compartir las
dificultades.
Muchos
de los puestos de trabajo perdidos –en la construcción,
las finanzas y los servicios y las manufacturas
externalizados– se han perdido para siempre y estudios
recientes indican que con el tiempo una cuarta parte de los
puestos de trabajo de los EE.UU. pueden acabar totalmente
externalizados en otros países. De modo que una proporción
en aumento de la fuerza laboral –con frecuencia por debajo
de la pantalla de radar de las estadísticas oficiales–
está perdiendo la esperanza de encontrar un empleo
remunerado, mientras que la tasa de desempleo (en
particular, la correspondiente a los trabajadores pobres y
no especializados) seguirá siendo elevada durante un período
mucho mayor que en recesiones anteriores.
Veamos
también los mercados crediticios. Los prestatarios de
primera clase con buenas ejecutorias crediticias y las
empresas con activos de primera calidad no están
experimentando una crisis crediticia en este momento, pues
los primeros tienen acceso a hipotecas y al crédito al
consumo y las segundas tienen acceso a los mercados de bonos
y de acciones.
Pero
los prestatarios que no corresponden a la primera clase,
aproximadamente una tercera parte de las familias de los
EE.UU., no tienen demasiado acceso a hipotecas y tarjetas de
crédito. Viven exclusivamente con su salario, que con
frecuencia está disminuyendo por la reducción de la tarifa
por hora de trabajo y de las horas trabajadas. Y la crisis
crediticia correspondiente a las
empresas sin activos de primera calidad y las empresas pequeñas,
que dependen más que nada del acceso a los préstamos
bancarios más que de los mercados de capitales, sigue
siendo severa.
O
examinemos las quiebras y la morosidad de familias y
empresas. Las empresas grandes, incluso las que tienen un
problema de gran endeudamiento, pueden refinanciar sus
deudas excesivas en los tribunales o fuera de ellos, pero
una cantidad sin precedentes de pequeñas empresas están
quebrando. Lo mismo es aplicable a las familias, pues
millones de prestatarios más débiles y pobres están
cayendo en la morosidad en relación con sus hipotecas,
tarjetas de crédito, compras de coches a plazos, préstamos
estudiantiles y otras formas de crédito al consumo.
Examinemos
también lo que está sucediendo en el consumo privado y las
ventas al por menor. Las cifras mensuales recientes indican
una recuperación de las ventas al por menor, pero, como las
estadísticas reflejan más que nada las ventas de grandes
minoristas y excluyen la reducción de las ventas de
centenares de miles de tiendas y empresas pequeñas que han
fracasado, el consumo parece mejor de lo que en realidad es.
Y,
mientras que las familias con mayores ingresos y mas
acomodadas tienen un colchón de ahorros que les permite
seguir consumiendo y no se ven obligadas a
ahorrar, la mayoría de las familias de menores
ingresos deben hacerlo más, pues los bancos y otros
prestadores reducen los préstamos con aval personal y los límites
de gasto de las tarjetas de crédito. A consecuencia de
ello, la tasa de ahorro de las familias ha aumentado de cero
al cuatro por ciento de la renta disponible, pero debe
aumentar más, hasta el ocho por ciento, para reducir el
elevado apalancamiento de la economía doméstica.
Desde
luego, el Gobierno de los EE.UU. está aumentando sus déficits
presupuestarios para contener la demanda, pero la mayoría
de los gobiernos locales y estatales que han experimentado
un desplome de los ingresos fiscales deben reducir
abruptamente el gasto despidiendo a policías, maestros y
bomberos, además de reducir las prestaciones y los
servicios sociales para los pobres. Muchos gobiernos locales
y estatales de regiones pobres del país corren el riesgo de
quiebra, a no ser que el gobierno federal emprenda un
rescate en gran escala de sus finanzas.
Además,
la desigualdad de ingresos y patrimonio está volviendo a
aumentar: las familias pobres corren un mayor riesgo de
desempleo y de reducción de sus salarios o de las horas
trabajadas, factores que disminuyen la renta del trabajo,
mientras que en Wall Street han vuelto a aparecer con
profusión primas escandalosas. Con la subida del mercado de
valores, mientras que los precios de la vivienda siguen
bajando, los ricos están enriqueciéndose aún más,
mientras que la clase media y los pobres, cuyo patrimonio
principal es una casa y no acciones, se están empobreciendo
aún más y viéndose obligados a soportar una insostenible
carga de la deuda.
Por
eso, aunque los EE.UU. estén, técnicamente, cerca del fin
de una recesión severa, la mayoría del país afronta una
casi depresión. Así, pues, no es de extrañar que pocos
americanos crean que lo que camina como un pato y grazna
como un pato sea de verdad el fénix de la recuperación.
(*)
Nouriel Roubini es profesor de la escuela de negocios Stern
de Nueva York, y uno de los pocos que, desde su blog Global
EconoMonitor, predijo la actual crisis económica.