Desde hace una semana, se ha
declarado la situación de urgencia: los griegos han solicitado oficialmente
la ayuda financiera que se les había prometido a fines de marzo. Caso de
extrema necesidad. Se pide a la Unión Europea y al FMI que liberen lo antes
posible los medios precisados. No queda mucho tiempo: a mediados de mayo caen
los próximos vencimientos crediticios mil millonarios: no subvenir a ellos
significa la quiebra del Estado. Los mercados financieros no sueltan a la
presa: a la cabeza están los hedge funds que especulan contra
el euro. Exigiendo intereses usurarios, hacen que las deudas del Estado griego
no puedan refinanciarse en medio de la crisis económica.
En tal situación, la soberanía
de los griegos ya no vale un higo. Antes de poner por obra la ayuda prometida,
se les exigen ulteriores programas de ahorro dictados por el Banco Central
Europeo (BCE) y el FMI. Llueven, además, prescripciones y propuestas, a cuál
más inclemente y desinformada. Los mandamases de los partidos en Berlín
tienen sus esperanzas puestas en los comisarios del ahorro del FMI que,
gracias a la Canciller de Hierro, se sientan ya en la mesa decisoria. Ni que
decir tiene que a los economistas del FMI, a diferencia de los políticos de
la coalición nigrogualda [el color de la democracia cristiana alemana es el
negro; el de los liberales alemanes, el amarillo; T.], hace mucho que cayeron
en la cuenta de que un curso de extrema austeridad exigido a Grecia desde el
exterior sólo puede terminar en una grave depresión económica y en un
desjarretamiento social no menos grave.
La ironía de la historia
En la reunión de ministros
de finanzas del G20 que tuvo lugar el fin de semana pasado, la eurocrisis vino
a servir muy oportunamente de distracción. Todo lo demás –los acuciantes
problemas de la economía mundial, sumida en una recesión que, ni por mucho,
está en trance de superación— quedó en vía secundaria muerta. Grecia
como la nueva figura simbólica del enfermo de la economía mundial: ¡menudo
bocado para los norteamericanos! Una crisis que trae su origen en Eurolandia y
en la que la Unión Europea se ve obligada a pedir auxilio al FMI: ¡menudo
aguinaldo para los lobistas de los mercados financieros! Los culpables no son
los bancos frenéticamente entregdosa la especulación: ¡son los
despilfarradores Estados sociales de corte europeo! La imagen neoliberal del
mundo vuelve a cuadrar.
Los honorables que se reúnen
en el G8 y en el G20, en el FMI y en el Banco Mundial, podrían haberse
dedicado a estudiar asuntos de harto mayor enjundia que el de la pequeña
Grecia. Nada acordaron. Ni en lo tocante a la planeada fiscalidad bancaria, ni
en materia impuestos al mercado financiero, ni en lo atinente a la regulación
del sector financiero: en nada de eso se ha avanzado un solo paso. Nada, sino
nebulosas declaraciones. En el fondo del escenario, casi sin ruido, se lavó,
como de paso, la crisis financiera del Banco Mundial. Se trataba aquí de
sumas mucho más elevadas que en el caso de Grecia. La crisis de caja de este
organismo se resolvió con 300 mil millones de dólares. El FMI pudo aplazar
su reforma financiera pendiente, traspasando las urgencias al Banco Mundial:
con especiales agradecimientos al gobierno federal alemán. Cundió la
autosatisfacción en Washington: se ha metido a los europeos en vereda,
encauzarlos por la buena senda del ahorro y el saneamiento.
Oficialmente, la ayuda a
Grecia tiene que ver con el mantenimiento de un euro estable. Lo que sólo
puede lograrse, si se bloquea la especulación internacional contra los
distintos países de la eurozona. Una quiebra del Estado griego, una expulsión
de los griegos de Eurolandia, darían precisamente la señal equivocada.
Entonces, inexorablemente, Portugal, España e Irlanda serían los siguientes.
Si los europaíses se comprometieran a un préstamo común, podrían desde
luego plantar cara a los mercados.
¿A quién beneficia una
quiebra pública griega? Si los títulos de deuda griegos se deprecian
pasivamente, los afectados serán principalmente los bancos alemanes y
franceses. Sólo el banco alemán Hypo Real Estate (HRE), entretanto
estatalizado, es tenedor por valor de diez mil millones de euros. Si ese
dinero se evapora, Alemania se enfrentará a la siguiente crisis bancaria. El
gobierno de Sarkozy están todavía más empantanado, pues los bancos
franceses son tenedores de títulos griegos por valor de más de 77 mil
millones de euros. La alternativa a la suspensión de pagos del estado griego
sería una acción conjunta de refinanciación por parte de los europaíses,
es decir, una renuncia parcial de los bancos europeos a sus exigencias como
acreedores de Grecia. Oficialmente, eso está descartado para la Canciller
Merkel, aunque sólo sea porque es lo que exigen con los partidos de la
oposición.
Eso significaría derivar
parte de los costes de la crisis de deuda a quienes se han beneficiado de
ella, y no a los griegos o a la propia población.
Y ahora viene la ironía de
la historia: el gobierno federal alemán ha otorgado al FMI un papel clave en
un juego maligno. Las autoridades del FMI deberían resistirse, aun cuando los
griegos llegaran a poner por obra los más sombríos planes de ahorro. Pues,
con las vigentes reglas de juego, el FMI no puede dar créditos a ningún
solicitante que no pueda ya seguir devolviendo y sirviendo los intereses de
sus deudas a largo plazo, es decir, a ningún solicitante que, de hecho, esté
ya en quiebra. Con los 15 mil millones de euros ahora prometidos Grecia habría
ya agotado su cuota de crédito con el FMI. Una última gota vertida sobre
piedra incandescente.
Raro, pero probable: la
participación del FMI en la ayuda de emergencia a Grecia mejora visiblemente
las perspectivas de refinanciación. Y tendría la gran ventaja de que serían
los bancos y otros acreedores del estado los que correrían con la sangría, y
no el sufrido y habitual contribuyente. Como muy tarde el 19 de mayo próximo,
la acción de rescate para Grecia debe estar lista. En esa fecha vence un préstamo
por 8,5 mil millones de euros. De no honrarlo, se entra en quiebra. Ya no
servirían de nada entonces los créditos del FMI, y los bancos europeos deberían
tragarse una refinanciación.
Eso
no sería ningún drama para los mercados financieros; para ellos, la tragedia
griega no es más que un intermedio. Japón, por ejemplo, está en una situación
mucho peor que Eurolandia. Cuando en Europa no haya nada que pescar, los hedge
funds se lanzarán tarde o temprano sobre el río revuelto del yen. Y
luego vienen el dólar y la libra esterlina, porque norteamericanos y británicos
están aún más gravemente endeudados que Grecia: allí hay más que pescar.
No son los griegos quienes tienen que apresurarse a poner orden en sus casas y
a hacer planes de saneamiento, sino el G20, el FMI, el Banco Mundial y los
gobiernos presentes en esas instituciones, incluida la maestra ciruela que es
Alemania. La disyuntiva no ofrece duda: o imponer una regulación de los
mercados financieros, a la que éstos y sus lobistas ofrecerán una
resistencia encarnizada, o abdicar.